LOS DIEZ TECHOS MÁS BELLOS DEL MUNDO SEGÚN LA REVISTA TIME

Con información de Jesús Abades y Alfonso Navarro Táppero


 

La famosa revista estadounidense Time asegura que el arte no está reservado para los cuadros que el público contempla en los museos, sino que también podemos encontrarlo en lo que denomina "lienzo de los techos", para lo cual ha escogido diez interesantes obras que se conservan en España, México, Ecuador, Irán, Estados Unidos (país presente en la encuesta con dos creaciones), Japón, Etiopía, Bélgica y Francia.

 

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Vestíbulo del Hotel y Casino Bellagio (Las Vegas)


El espectacular diseño del vestíbulo del complejo hotelero, de casi 5,5 metros de altura, se ve realzado por una impresionante instalación llamada Fiori di Como (1998), del escultor estadounidense Dale Chihuly, cuya revolucionaria obra en vidrio ha sido objeto de exposiciones en los más importantes museos del mundo.

Diseñada para despertar la sensibilidad del visitante que llega a la acogedora estancia, Fiori di Como se halla dispuesta en una especie de cofre situado en el centro del techo, y está compuesta por 2.000 flores de cristal multicolor soplado a mano. Su autor tiene varias piezas repartidas en otros importantes centros turísticos.

 
 
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Salón Dharma del Templo Kennin-ji (Kyoto)


La fundación de Kennin-ji, el templo Zen más antiguo de Kyoto, se remonta al año 1202. Para celebrar su VIII centenario, el pintor y ceramista japonés Koizumi Junsaku llevó a cabo una impresionante obra en el techo del santuario a base de nubes y dragones rampantes. Tardó dos años en acabarla.

El tipo de técnica es tinta sobre papel japonés, el tradicional del país nipón. El gran tamaño de la pieza, equivalente a 108 tatamis (cada tatami mide unos 37 x 52 centímetros), obligó al autor a utilizar el gimnasio de una escuela primaria de Hokkaido, el único espacio que encontró lo suficientemente grande para hacerlo.

 
 
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Iglesia del Monasterio de Debre Birhan Selassie (Gondar)


El monasterio de Debre Birhan Selassie, erigido en el siglo XVII bajo el reinado del emperador Yohannes I, se encuentra muy cerca del nordeste de Gondar.

La importancia de su iglesia no estriba únicamente en su sugerente arquitectura exterior, sino en el tesoro que guarda en su interior, y más concretamente en su techo, en cuyas vigas podemos contemplar las cabezas aladas de 104 querubines que observan al visitante con una enigmática expresión. Cada rostro tiene un rasgo exclusivo que lo diferencia del resto. Estos extraordinarios frescos fueron pintados a finales del siglo XVII por el etíope Haile Meskel y constituyen una de las muestras de pintura mural más importante del continente africano.

La escasa luz que penetra en el interior del templo (según la leyenda, San Miguel y un enjambre de abejas lo salvaron de ser destruido en el año 1888), la soledad del recinto, el hecho de visitarlo descalzo y otra serie de elementos adyacentes constituyen la escenografía ideal para provocar en el visitante una sensación de extraño sobrecogimiento.

 
 
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Gran Hotel (Ciudad de México)


Describir el Gran Hotel Ciudad de México parece imposible, ya que en un sólo edificio se encuentra el contraste de un vitral Tiffany del año 1908, firmado por el francés Jaques Gruber e iluminado por 150 lámparas (la instalación eléctrica particular de mayor importancia que se conoce en México); la elegancia de la decoración Art Nouveau; un imponente candil estilo Luis XV a la entrada, elevadores panorámicos de comienzos del siglo XX y un hermoso barandal de herrería artesanal de una sola pieza del primer al tercer piso.

Dichos elementos son solo detalles de este majestuoso hotel que además está ubicado estratégicamente en el suroeste de la Plaza de la Constitución (Zócalo), donde se puede apreciar una incomparable vista al Palacio Nacional, la Catedral Metropolitana y los hermosos edificios del Gobierno de la Ciudad de México.

 
 
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Iglesia de la Compañía de Jesús (Quito)


La construcción de tan sugestivo templo jesuita comenzó en 1605 y no finalizó hasta 160 años después. Los españoles añadieron un grandioso sol en el centro de la cúpula con el fin de atraer al pueblo colonizado, ya que el astro rey era el símbolo principal de la civilización inca.

La abundante luz natural que entra del exterior provoca un fastuoso juego de luces debido a las toneladas de pan de oro que se emplearon para ornamentar una iglesia que combina el geometrismo mudéjar con las soluciones tipológicas, estructurales y decorativas del Renacimiento y el Barroco.

 
 
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Mezquita Real (Isfahán)


En el arte musulmán los motivos geométricos no son pura decoración, sino imagen de la realidad esencial del universo. Así mismo, la explosión de belleza que constituía la riqueza cromática era testimonio de la bondad de Dios, y a través de su visión el hombre ennoblecía sus instintos y le era más fácil acercarse al Creador.

Todo ello se manifiesta en la monumental cúpula de esta mezquita, de 119 metros de altura, encargada por Shah Abbas I y construida entre 1612 y 1637. El mosaico y la cerámica en tonos azules, dorados y verdes convierten la piedra y el ladrillo en espacios en los que los arabescos y los motivos florales crean visiones paradisíacas.

 
 
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Salón de los Embajadores de los Reales Alcázares (Sevilla)


Como corresponde a un palacio, la estancia más grande es el salón del trono, ahora conocido en este caso como el Salón de los Embajadores. La talla en madera de cedro y la cúpula dorada poseen inscripciones árabes que recuerdan el pasado del edificio como fortaleza islámica. Este salón era la antigua qubba.

Motivos entrelazados en forma de lágrima, círculos y óvalos se unen para formar un techo estrellado, diseñado por Diego Ruiz (1427), que simboliza el universo. Ruiz fue también el artífice de la reconstrucción del recinto, que conservó, entre otros detalles anteriores, las espléndidas puertas toledanas fechadas en el año 1366.

 
 
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Salón de los Espejos del Palacio Real (Bruselas)


Con la reina Paola se recuperó la costumbre que existía entre los soberanos belgas de dar al arte contemporáneo su lugar en el Palacio Real. Jan Fabre fue elegido en el año 2002 para transformar el techo del Salón de los Espejos, antaño decorado con frescos. Su proyecto usó como material el resistente caparazón del escarabajo joya, originario de Tailandia.

Durante tres meses, Fabre y un equipo compuesto por 29 profesionales colocaron en el techo millón y medio de caparazones, cuya tonalidad oscila entre el azul y el verde.

El resultado de tan arriesgada hazaña fue una deslumbrante creación, bautizada como El Cielo del Placer, que muestra infinidad de formas y figuras, y cambia constantemente a lo largo del día según el ángulo de observación y la intensidad y el tipo de luz. En este sentido, el transgresor artista belga lo interpretó como una oda a la pintura, en la que la luz sustituye a los colores y la mirada del espectador a los pinceles.

 
 
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Grand Central Terminal (Nueva York)


El estilo del pintor francés Paul Helleu, caracterizado esencialmente por la sensibilidad y el refinamiento, cosechó un gran éxito en las ciudades de París, Londres y Nueva York, entre finales del siglo XIX y principios del XX.

En Estados Unidos, país que visitó por primera vez en el año 1902, Helleu se hizo especialmente célebre por sus retratos de damas elegantes, lo que le valió, diez años después, el encargo de pintar el techo de la sala principal de la concurrida estación neoyorquina conocida como Grand Central Terminal.

La obra, pintada con pan de oro y óleo de color azul cerúleo, constituye una bóveda de marcado significado astrológico. Se encuentra tachonada con más de 2.500 estrellas (60 de ellas, las más grandes, representan las constelaciones titilantes), y muestra los signos zodiacales dorados y una estela plateada que escenifica la Vía Láctea.

Limpiada y restaurada en el año 1996, Helleu se inspiró al realizarla en un manuscrito de origen medieval que representaba las estrellas vistas desde el Mediterráneo desde un ángulo inusual.

 
 
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Galería de los Espejos del Palacio Real (Versalles)


Jules Hardouin-Mansart proyecto su construcción en 1678, y Charles Le Brun dirigió la decoración, realizada entre los años 1679 y 1686 por Antoine Coysevox. Cuenta con 17 ventanas que hacen juego con otras tantas arcadas, las cuales albergan los espejos. Las pilastras son de mármol rojo, con basas y capiteles de bronce dorado.

El techo, eclipsado por espejos y candelabros, muestra 30 murales al óleo, pintados por Le Brun a la mayor gloria de los triunfos políticos y militares de Luis XIV, el Rey Sol, que por vez primera aparecía recreado como una persona y no como un ser mitológico. Bajo el suntuoso techo tuvieron lugar acontecimientos como el famoso baile de máscaras de María Antonieta, en mayo de 1770, o la firma del Tratado de Versalles, en junio del año 1919.

 

FUENTES: A.A.V.V. "La arquitectura barroca en Francia", en La Europa Barroca,
Barcelona, 1996, p. 80; A.A.V.V. "Los principios del arte islámico", en Temas y Modelos
del Arte Bizantino, Musulmán y Prerrománico
, Barcelona, 1997, pp. 79-80.

 

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