EL PINTOR ANTONIO MUÑOZ DEGRAIN EN EL MUSEO DEL PRADO

07/07/2025


 

 

El Museo Nacional del Prado de Madrid continúa su labor de recuperación y puesta en valor de sus extensas colecciones del siglo XIX con El pintor Antonio Muñoz Degrain (1840-1924), una nueva muestra monográfica dedicada al artista valenciano, una de las figuras más originales del arte español del siglo XIX, figura a menudo al margen de las corrientes dominantes. Muñoz Degrain es presentado ahora en en la sala 60 del del edificio Villanueva, que acoge hasta el próximo 11 de enero de 2026 una decena de obras que abarcan toda su trayectoria artística, cinco de ellas restauradas recientemente. La exposición muestra la variedad temática, el dominio técnico y la visión estética del pintor. Junto a ellas, en una vitrina, se exponen su discurso de ingreso en la Academia de san Fernando (1899), un dibujo incorporado por donación a las colecciones y la fotografía de su retrato por el escultor Miguel Blay. Esta muestra se enmarca en el programa de difusión de colecciones del siglo XIX, las más extensas entre las de pintura que conserva el Museo del Prado, que desde 2009 ha permitido mostrar artistas, técnicas y contextos en pequeñas exposiciones monográficas.

 

 
 

Paisaje del Pardo al disiparse la niebla (1866)


La selección incluye piezas emblemáticas de Muñoz Degrain como este paisaje, restaurado recientemente para esta presentación y considerado el paisaje más destacado del autor. Con una pincelada suelta, que recuerda en ciertos aspectos a la factura de Diego Velázquez, y una captación asombrosa de la atmósfera, esta pintura le valió una medalla en la Exposición Nacional de 1866.

 
 
 
 
 
 

Recuerdos de Granada (1881)


Obras como esta ilustran su enfoque subjetivo y evocador del paisaje, en el que la imaginación se funde con la realidad. Además de su interés por las panorámicas naturales, Muñoz Degrain mostró durante su madurez como paisajista una especial predilección por la recreación de vistas urbanas y, muy particularmente, por las ciudades de Venecia y Granada, que inspiraron al artista las visiones más sugerentes de su irrefrenable fantasía creadora.

 
 
 
 
 
 

Los amantes de Teruel (1884)


La exposición también recupera su faceta de pintor de historia y temas literarios. El estudio preparatorio a lápiz para su obra de mayor fama, expuesta en la sala 75 del Prado, permite acercarse al proceso creativo de una de las más hermosas páginas de toda la pintura española de historia, envuelta además en la procedencia literaria de su legendario argumento, que Muñoz Degrain interpreta con la exaltación pictórica de su personal estilo.

 
 
 
 
 
 

Antes de la boda (1884)


En esta obra la representación de Isabel de Segura, protagonista de la anterior pintura -ambas fueron presentadas por Muñoz Degrain en la Exposición Nacional de 1884-, revela la influencia veneciana en el vibrante colorido y la pincelada suelta a la hora de retratar el desconsolado personaje femenino de la legendaria historia.

 
 
 
 
 
 

Los escuchas marroquíes (hacia 1879)


Este lienzo es testimonio del enorme atractivo que tuvo siempre para Muñoz Degrain, como para tantos otros pintores de su tiempo, el norte de África, por el exotismo de sus gentes y costumbres, la exuberancia de su color y la evocación orientalista de los paisajes africanos, que dejó plasmados en una enorme cantidad de pinturas como esta, las cuales ocupan una parte muy significativa de su producción.

 
 
 
 
 
 

Jesús en el Tiberíades (1909)


Personalísima interpretación de uno de los pasajes evangélicos que transcurren a orillas del lago Tiberíades, citado en la Biblia repetidamente como mar de Galilea o con el nombre de Genezareth. La fantasía evocadora del artista descuida intencionadamente cualquier ortodoxia iconográfica para mostrarnos una de sus pinturas más sorprendentes y novedosas en el género sacro, tanto en su composición como en su lenguaje plástico y tratamiento estético. El formato apaisado del lienzo proporciona una visión panorámica de la escena casi cinematográfica.

 
 
 
 
 
 

Rincón de un patio toledano (1904)

La fascinación del artista por el exotismo norteafricano en "Los escuchas marroquíes", la pintura religiosa en "Jesús en el Tiberíades" y el detalle cotidiano en esta obra, confirman la versatilidad del artista y su constante búsqueda de nuevos lenguajes pictóricos. La obra "Interior del estudio de Muñoz Degrain en Valencia" (1867), pintada por su amigo y paisano Francisco Domingo Marqués (1842-1920, imagen inferior), añade además un valioso testimonio de la vida artística y de la importancia del cuadro "Paisaje del Pardo al disiparse la niebla" en la Valencia del XIX.

 

 

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