INTRUSOS PROCESIONALES

Rubén Sánchez Guzmán y Antonio Fernández Paradas (22/01/2023)


 

Abordamos la presencia de imágenes hagiográficas que se pueden considerar ajenas al ciclo de la Pasión de Cristo en las procesiones penitenciales españolas a lo largo de la historia, deteniéndonos fundamentalmente en aquellas que por méritos propios han sido merecedoras de presidir un paso procesional en solitario. Esta fenomenología es antigua y propia de las cofradías penitenciales surgidas bajo los nuevos planteamientos de Trento, si bien con matices y diferencias que explican la presencia de estos santos en los cortejos: desde el patrocinio de una determinada orden religiosa, hasta configurarse como cofradía gremial, pasando por ser el simple titular de la misma. A partir del siglo XIX con la desamortización y la desvinculación de las cofradías con aquellas órdenes que las vieron nacer, esta práctica cayó en desuso en lo que a santos de órdenes religiosas se refiere, pero en absoluto desapareció el fenómeno, alentado en algunas zonas por la nueva configuración romántica de las mismas. Si bien es cierto que, con la llegada de épocas recientes, el porqué de la presencia de estos santos se hizo más compleja de entender para los fieles, siendo suprimida en algunos lugares, mientras otros, evocando tiempos pasados pero con otras motivaciones, fueron incorporándolas a lo largo de los siglos XX y XXI.

 

 
 

San Diego de Alcalá (Baena)
Foto: Hermandad de San Diego de Alcalá de Baena


A finales del siglo XVI floreció por toda la península la devoción a san Diego de Alcalá. La fama del lego franciscano fue extraordinaria, siendo expuesta su imagen como modelo de caridad y amor a la pasión de Cristo y su cruz, algo nada extraño a la orden franciscana. Según sus biógrafos llevaba siempre una cruz de palo para tener presente la crucifixión. La devoción al santo cristalizó, tras su canonización, en la fundación de numerosas cofradías franciscanas que le tendían culto como titular. Tenemos documentado la presencia de una imagen de san Diego en los desfiles penitenciales, al menos en dos cofradías de Córdoba y Baena. En el caso cordobés, la encargada de procesionarlo cada Viernes Santo abrazado a la cruz, era la extinta cofradía de san Diego y san Acacio, creada en el convento franciscano de san Pedro, que llegó a procesionar hasta cinco pasos. En el caso de Baena la cofradía de san Diego de Alcalá fue fundada a finales del XVI, y además de san Diego (verdadera reliquia procesional del pasado que se conserva), llegó a contar en época barroca hasta siete pasos. La imagen de su titular, obra anónima, próxima a la escuela de escuela granadina de finales el XVII, muestra a san Diego abrazado a una enorme cruz, aunque también se le incorpora un paño y unas flores, en alusión a su milagro más conocido.

 
 
 
 
 
 

San Vicente Ferrer (Murcia)
Foto: Santiago Rodríguez López


Si el siglo XIII trajo la humanización de Cristo, sobre todo a través del franciscanismo -que transformo la devoción de la cruz, en una cruz pasionaria-, la figura del dominico San Vicente Ferrer (1350-1419), con sus predicaciones por España y Europa, y la practica pública de la disciplina que las acompañaba, terminaría por configurar el sustrato para la creación posterior de las cofradías penitenciales. Algunas de ellas se afanaban en buscar sus orígenes en las propias prédicas del santo, incorporándolo a sus desfiles procesionales: las cofradías de la Vera Cruz en Medina del Campo y Nava del Rey, la de las Angustias en Zamora, la de la Vera Cruz en Palencia, la de Montserrat en Sevilla o la de la Sangre en Murcia. Esta última hunde sus raíces fundacionales en la presencia del santo en la ciudad en 1411, y terminó incorporándolo a sus desfiles seis siglos más tarde, encabezando la procesión del Miércoles Santo, para celebrar el sexto centenario de su fundación. La imagen es una obra moderna del escultor e imaginero alicantino Ramón Cuenca Santo, quien lo concibió como imagen de vestir, señalando al cielo con la diestra, mientras con la otra mano sujeta un libro, y sobre su cabeza una filacteria en plata con la inscripción latina "Timete Deum" ("Temed a Dios"), alusiva a sus discursos apocalípticos, que le dieron el nombre de "Ángel del Apocalipsis".

 
 
 
 
 
 

San Isaías (Sevilla)
Foto: Joaquín Velázquez


La fiesta barroca introdujo en las estaciones de penitencia, que hasta entonces se habían mostrado austeras, todo un repertorio alegórico y simbólico a través de los más variados instrumentos. Uno de ellos será la incorporación de los pasos alegóricos. Pese a lo sugestivo y apropiado que hubiera sido la incorporación de algún profeta (recordemos los llamados de la Pasión: Isaías, Jeremías y David) su presencia es prácticamente inexistente en estos conjuntos procesionales, tanto aislados como en pasos de misterio. Excepcional, es la aparición de e Isaías, profeta de la pasión por antonomasia, en la cofradía sevillana de Montserrat. La imagen del valenciano Vicente Luis Hernández Couquet procesionó por vez primera en 1862, en pleno auge de llamada cofradía romántica, cuando se acentuó el interés por iconografías antiguas, recuperando los pasos alegóricos, redescubriendo en ellos la antigua retórica de la Pasión, pero con distinto fundamento y su consecuente lenguaje, llegando a obviar su significado primigenio. En origen, fue concebido como una imagen de candelero para vestir, si bien en 1931 Manuel Galiano le añadiría las telas encoladas, quedando con el aspecto actual. Se le representa sentado con la mirada dirigida al cielo recibiendo la inspiración, mientras escribe en su pergamino el cuarto canto del Siervo de Yahvé, que profetizaba los valores redentores del sufrimiento de Cristo. La imagen salió como tercer paso de la cofradía hasta 1885, espaciándose, desde entonces, sus salidas en el tiempo hasta su supresión definitiva en 1931, cuando efectuó su última salida.

 
 
 
 
 
 

San Juan Bautista (Cuenca)
Foto: José Andrés Sevilla Grande


En el panorama de personajes que pueblan los evangelios, la figura de Juan el Bautista, como profeta y precursor de Cristo, destaca con un brillo especial. El barroco tan dado a la creación de prefiguraciones plásticas, no dudo en buscar un paralelismo entre su martirio y la pasión de Cristo. En Cuenca, tras el hundimiento de la antigua iglesia de San Juan Bautista en 1877, la imagen titular del precursor predicando, obra de Luis Salvador Carmona, fue depositada en la iglesia de Santo Domingo de Silos. Tras varios intentos, finalmente en 1934 se constituye una hermandad en torno a la referida talla, incorporándose a los desfiles del Miércoles Santo. Como la mayoría de las hermandades de la ciudad desaparece en 1936 con todo su patrimonio, reorganizándose terminada la Guerra Civil y encargando el Ayuntamiento una nueva imagen del Bautista en 1941 al escultor Luis Marco Pérez, inspirada en la perdida de Carmona, retornando desde 1942 a los desfiles del Miércoles Santo y desde 1954 al Martes Santo.

 
 
 
 
 
 

San Miguel Arcángel (Jumilla, Murcia)
Foto: Roberto Villarrica


Tras muchos años de esfuerzos después de que fuera disuelta por la autoridad eclesiástica en 1710, finalmente se verificó en 1911 el Domingo de Resurrección en Murcia, mostrando una importante influencia de la Semana Santa de Lorca y Caravaca, e incluyendo, entre otras novedades, un grupo alegórico titulado "Derrota de Luzbel", formado por 18 ángeles, el ángel heráldico, san Miguel y Lucifer, que desfiló hasta 1931. Terminada la contienda, regreso a las calles en 1948. Ocho años más tarde se incorporó un nuevo paso dedicado a san Miguel Arcángel, con la imagen de Roque López de la sacristía de su iglesia homónima murciana. Presencia que fue puntual pues en 1857 el párroco se negó a que saliera del templo. No obstante, estas experiencias debieron de calar hondo en la cofradía, y durante el enriquecimiento del cortejo con nuevos pasos iniciado en los 80, se decidió la incorporación definitiva de un paso de san Miguel que abriera el cortejo procesional, obra realizada por Francisco Liza Alarcón (1994). La narración creada con los nuevos pasos incorporados por la cofradía del resucitado murciano fue tomado como modelo para configurar las procesiones de la mañana del Domingo de Resurrección en otras poblaciones murcianas, caso de Lorca o Santomera. En 2002 José Hernández Navarro sustituyo el antiguo ángel triunfante de García Mengual en las Torres de Cotillas por otra del arcángel. Y en fechas posteriores distintas localidades siguieron incorporando imágenes, como Molina de Segura (Ramón Cuenca Santo, 2007) o Jumilla (José María Leal, 2009).

 
 
 
 
 
 

Santa Elena (Ocaña, Toledo)
Foto: Junta de Cofradías de Ocaña


Según la tradición santa Elena, madre del emperador Constantino, descubrió el Jerusalén los restos de la Cruz de Cristo entre el 325 y el 327, de ahí que su culto este profundamente enraizado en numerosas cofradías de la Vera Cruz. En otras ocasiones fue la propia santa la que figuró como titular de cofradías penitenciales desde el siglo XVI advocadas como "de la cruz de Santa Elena", estrechamente unidas a la devoción al Nazareno que se da en conventos de carmelitas descalzos a raíz de la visión experimentada por san Juan de la Cruz ante un lienzo de Jesús de la Cruz a cuestas. Así, florecieron cofradías de este perfil en Granada, Úbeda, Baeza, Jaén, Mancha Real, entre otras localidades. Sin embargo, no fue un suceso monolítico y de dieron numerosas cofradías de santa Elena totalmente desligadas, tanto de las cofradías de la Vera Cruz, como de aquellas auspiciadas por los carmelitas descalzos. En el caso de la localidad toledana de Ocaña, aunque la imagen de santa Elena ya desfilaba a principios del siglo XVII abriendo la procesión de la cofradía de Jesús Nazareno como patrona y titular, no será hasta 1719 cuando se cree la nueva hermandad de pajes de la Reina Elena dependiente de la del Nazareno. Los pajes portaban y alumbraban la imagen durante su procesión. Durante la Guerra Civil desaparecieron y perdieron todo su patrimonio, incluida la imagen. Terminada la contienda se reorganizó en torno a una nueva imagen, quedando definitivamente aprobada en 1962. La anónima imagen actual es de candelero para vestir, va ataviada con túnica y manto, queda tocada su sien con una corona real y porta una cruz, más voluminosa la de su desfile procesional.

 

FUENTES

SÁNCHEZ GUZMÁN, Rubén y FERNÁNDEZ PARADAS, Antonio Rafael. "Intrusos procesionales. Iconografías no normativas en la Semana Santa española de la Época Moderna", en Human Review. International Humanities Review: Heritage culture. Readings and Visions, vol. 11, Madrid, GKA Ediciones - Eagora, 2022, pp. 2-14.

 

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