10 DE LAS OBRAS DE ARTE MÁS ATERRADORAS DE LA HISTORIA

01/11/2018


 

Estas fechas son propensas a mostrar inquietantes piezas artísticas. Nosotros hemos seleccionado una decena de obras catalogadas entre los siglos XVI y XX que suelen inspirar temor, sorpresa, compasión y desolación a partes iguales. Y es que, pese a seguir relacionándose el arte con la belleza y el encanto, muchas creaciones magistrales tienen como base la muerte, el dolor, la oscuridad y los aspectos más sombríos de la condición humana, siempre con la intención de perturbar al espectador.

 

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Judit decapitando a Holofernes (Artemisia Gentileschi)


Artemisia Gentileschi representó el momento más truculento de este episodio bíblico, el de la decapitación. Esta elección tiene su antecedente inmediato en un célebre lienzo de Caravaggio sobre el mismo asunto. Los expertos han destacado siempre la estrecha relación entre el tema representado y el hecho traumático que sufrió la propia artista a los 19 años de edad: la violación por su colega Agostino Tassi. Y aunque hoy se desmiente tal inspiración, lo cierto es que la obra fue realizada en Roma entre 1612 y 1613, inmediatamente después de la violación sufrida por Artemisia.

 
 
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Dante y Virgilio en el infierno (William-Adolphe Bouguereau)


Aunque Bouguereau solía asociarse con el realismo basado en la serenidad clásica, como muchos de sus artistas de su generación realizó obras inspiradas en los condenados de "La divina comedia" de Dante. El resultado fue un lienzo de gran brutalidad en el que detalles tan oscuros como el diablo sobrevolando la escena quedan eclipsados por los dos protagonistas desnudos en primer plano -el alquimista Capocchio y el estafador Gianni Schicchi-, enredados en una lucha contemplada por Dante y Virgilio, que, pese a su violencia, hoy es considerada un icono de la carnalidad y el homoerotismo.

 
 
8
 
 
 

Soldado herido (Otto Dix)


Conocido también como "Soldado moribundo" y "Soldado aterrorizado", pertenece a la serie de grabados que el pintor expresionista alemán Otto Dix realizó sobre sus espantosas vivencias en el campo de batalla durante la I Guerra Mundial, las cuales marcaron su carácter de por vida. Hoy lo realmente aterrador no es la representación del militar caído -un ser deforme y casi mutante en el que pudo haberse inspirado Katsuhiro Otomo-, sino la renovada vigencia del escenario.

 
 
7
 
 
 

Crucificado (Pietro Frasa)


Salvo en algunas zonas de Europa, Latinoamérica y pocas más, la imaginería puede resultar aterradora, especialmente si reproduce las torturas de Jesús durante su Pasión. Esta talla en madera de abedul -la cruz es de abeto- del clérigo y artista milanés Pietro Frasa (1709) -hay que puntualizar que la diseñó, policromó y supervisó su talla en madera, la cual confió a un escultor napolitano cuyo nombre se desconoce-, conservada en la catedral de Troia (Italia), es una llaga viviente en la que las gotas de sangre, los agujeros en manos y pies, las costillas visibles, y los múltiples moretones y laceraciones, la convierten en un verdadero retrato del Cristo descrito por el profeta Isaías, muy admirado por Frasa (Foto: Grazia Caggese).

 
 
6
 
 
 

Silla eléctrica (Andy Warhol)


No sabemos si en un enésimo intento de epatar, Warhol comentó una vez que todo lo que hacía se hallaba relacionado con la muerte. De todas sus obras sobre el tema, ésta es la única que no muestra signos de violencia, lo que no quiere decir que resulte menos aterradora, sobre todo por la imagen silenciosamente perturbadora de una cámara de ejecución vacía en la que la mente del espectador tiende a recrear la horrible electrocución de los condenados.

 
 
5
 
 
 

La pesadilla (Johann Heinrich Füssli)


El pintor suizo, más conocido en nuestro país como Henry Fuseli, reinterpreta el tema de la Venus dormida, muy popular en el Renacimiento, incorporando elementos de pesadilla como el trasgo, el caballo demoniaco o la propia figura femenina, que más que durmiendo parece estar desmayada por unas aterradoras visiones que también tienen un gran peso sexual.

 
 
4
 
 
 

Transi de Renato de Châlon (Ligier Richier)


A partir del siglo XIV se popularizó una iconografía escultórica ("transis") que, lejos de mostrar una imagen elegante y hermosa de los muertos, mostraba el cuerpo en un estado de transición de la vida a la decadencia, ya sea recreando al difunto o a la propia Muerte. Al principio, la forma era durmiente pero todavía reconociblemente humana, pero evolucionó hacia figuras mucho más deterioradas, a menudo comidas por los gusanos y en un estado intermedio de descomposición. Esta en cuestión, conservada en la Iglesia de Saint-Etienne, de Bar-le-Duc (Francia), es un monumento al joven príncipe Renato de Châlon, muerto en batalla a la edad de 25 años. La estatua es un esqueleto de tamaño natural, vestido con harapos colgantes, una mano sobre el descarnado pecho y la otra sosteniendo su propio corazón sobre la cabeza. De hecho, una vez sostuvo el verdadero corazón disecado del noble, que desapareció durante la Revolución Francesa.

 
 
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La matanza de los inocentes (Massimo Stanzione)


El episodio ha dado lugar a obras de una crueldad extrema pero pocas quizás tan descriptivas como esta creación del pintor napolitano Stanzione, sin duda la más retorcida de su carrera. Por encima del golpe fatal del soldado o del grito de una de las madres, resulta espeluznante el gesto de la otra, demudada, sosteniendo con cariño la cabeza cortada y ya macilenta de su hijo.

 
 
2
 
 
 

Saturno devorando a su hijo (Francisco de Goya)


Esta pieza maestra del grupo de Pinturas Negras, llamadas así tanto por el uso que Goya hizo en ellas de pigmentos oscuros, como por lo sombrío de sus temas, causó tal desconcierto que críticos como Imbert la calificaron de repugnante y sin mucho arte. Representa al dios romano que devoraba a sus hijos al nacer para evitar que lo destronaran.

 
 
1
 
 
 

Cabezas cortadas (Théodore Géricault)


Con el fin de perfeccionar su destreza para pintar el cuerpo humano, de cara a la ejecución de su monumental lienzo "La balsa de la Medusa", Géricault consideró necesario contar con partes anatómicas reales para llevar a buen puerto su primer encargo importante. Casi como narraba Robert Louis Stevenson en "El ladrón de cadáveres", escabroso relato basado en hechos reales, el joven artista francés -que falleció con tan solo 32 años de edad- hizo un trato con un empleado de la morgue y se hizo con varios fragmentos de cadáveres para pintar unos bocetos al óleo tan inquietantes como el que nos ocupa, a medio camino entre el bodegón y el retrato individualizado. Todo un relato de siniestra realidad histórica.

 

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