MUJERES DE ROMA

14/07/2016


 

 
 

Venus Anadiomena

Tartus (Siria)
Siglos I-II d.C.
Estatuilla de Bronce
Musée du Louvre

 

Introducción

Este nuevo proyecto sobre Roma, en colaboración con el Museo del Louvre, pone el foco en el papel de las mujeres en la sociedad romana. La muestra Mujeres de Roma. Seductoras, maternales, excesivas, visitable hasta el próximo 9 de octubre en CaixaForum Palma, traza un recorrido exhaustivo y propone una mirada poliédrica sobre las imágenes asociadas al mundo femenino en esa antigua civilización.

La mujer en Roma ocupó un lugar destacado, en comparación con otras sociedades antiguas. En la sociedad romana hubo cierta evolución de la condición de la mujer, perceptible en las costumbres, pero también en la mentalidad, la representación y la decoración familiar. El cambio de mentalidad genera una contradicción entre una imagen tradicional de tipo aristocrático y la realidad de una sociedad en la que la mujer empieza a emanciparse y en la que sus logros le permiten superar el rol ancestral asignado. El estatuto de cierto privilegio de la mujer en Roma se traduce en distintas representaciones de la mujer bajo el prisma de la mitología, la religión y la fuerza materna, así como de la alegoría de la seducción y el exceso.

A pesar del papel subalterno -fundamentalmente de madres y esposas- que cumplían según las leyes y costumbres, las mujeres protagonizan las representaciones, con frecuencia mitológicas, que se despliegan en la decoración: desde las musas, inspiradoras del espíritu, hasta Venus, imagen de la belleza y la seducción; desde las virtuosas Minerva y Diana, férreas defensoras de la virginidad y la virtud, hasta las monstruosas górgonas y sirenas; desde las mujeres generadoras de vida, que personifican fuerzas y ciclos naturales, hasta las forjadoras de terribles tragedias y aciagos desastres, como Medea o Pasífae.

Su presencia en dichas representaciones atestigua una nueva sensibilidad, muy alejada de la moral tradicional que las condenaba a moverse en la esfera privada. La mujer encarna desde ese momento principios positivos como la fertilidad, la prosperidad, la creación o el poder del destino. El sentir femenino aparece como más rico que el masculino y, en una sociedad más individualista, las relaciones entre hombres y mujeres se conciben como intercambios equitativos en los que se comparten deseos y poder.

La mujer romana era, al mismo tiempo, objeto de amor y de temor, de deseo y de desprecio. Fuese una respetable matrona o una prostituta, una sacerdotisa o una emperatriz, era considerada inferior según las leyes, y permanecía siempre como una menor, es decir, jurídicamente igual que los niños. Dependía, en primer lugar, de la autoridad de su padre, y, si contraía matrimonio, de la de su esposo. De hecho, la palabra "virtud" (virtus) deriva etimológicamente de la palabra "vir", que significa "hombre". Siendo la virtud propia del ámbito masculino, se comprende por qué las mujeres fueron apartadas de la vida cívica.

Mediante una selección de piezas procedentes del Museo del Louvre, la exposición Mujeres de Roma. Seductoras, maternales, excesivas muestra que, hacia el principio de nuestra era, la mujer empezó a asumir nuevos roles. De hecho, la literatura antigua y los mitos clásicos dan cuenta y razón de numerosos personajes femeninos que ocupan el centro de los relatos. En los inicios del imperio, esas figuras históricas o legendarias invaden la decoración doméstica de los romanos y los objetos que los acompañan en su vida cotidiana.

Esta nueva sensibilidad no proviene únicamente del cambio estético surgido con la era de Augusto, sino también del nuevo espacio que las mujeres ocupan en la esfera pública. Las esposas de los emperadores no son las únicas influyentes: en todas las ciudades del imperio hay mujeres que llegan a administrar fortunas y a encargarse de importantes ceremonias religiosas. Se demuestra así que la sociedad romana y sus condiciones de vida concretas fueron por delante de las leyes y las mentalidades.

Mujeres de Roma. Seductoras, maternales, excesivas reúne 177 piezas romanas de primer orden procedentes de las colecciones del Museo del Louvre que representan a mujeres, diosas y seres mitológicos, y que ponen el foco en aquello que resultaba más próximo a las mujeres romanas: la decoración doméstica que las rodeaba y los objetos que las acompañaban en su vida cotidiana. La muestra nace del deseo de estudiar, restaurar y poner de relieve las colecciones de pintura mural y de placas de terracota arquitectónica del Departamento de Antigüedades Griegas, Etruscas y Romanas del Museo del Louvre.

Además, se ha confeccionado un programa completo de actividades que incluye una innovadora propuesta, los Fines de Semana en Roma, que se celebrará los sábados 3 y 10 de septiembre y que aglutinarán una numerosa oferta de talleres y actividades para conocer y experimentar la antigua Roma, como por ejemplo una conferencia de tipo "show cooking". La oferta programada en torno a Mujeres de Roma. Seductoras, maternales, excesivas se completa con actividades específicas para colectivos de personas mayores, familias y la comunidad educativa, y distintos tipos de visitas para colectivos con necesidades especiales.

 

 
 

Calíope, Musa de la poesía épica

Pompeya (Italia)
62-79 dC.
Fresco sobre enlucido
Musée du Louvre

 

1. Imágenes de mujeres

 

1.1. Retratos de mujeres romanas
En el mundo romano, el retrato experimenta un extraordinario desarrollo. En la época republicana, los retratos familiares de los ancestros, llamados imagines, presiden y protegen la casa, mientras que los retratos honoríficos adornan la plaza pública. En ese momento, sin embargo, la mujer no aparece representada. Con el imperio, las imágenes del emperador y su familia, incluidas esposa, hermanas e hijas, se apoderan del espacio público de todo el orbe romano. Las mujeres son dignas de estar presentes en la decoración urbana en cuanto benefactoras, sacerdotisas o participantes destacadas en ceremonias o actos públicos. En los retratos, a falta de indicaciones sobre el contexto arqueológico, el peinado constituye el principal criterio de datación. Las modas en ese aspecto variaron enormemente con el paso de los años, marcadas por las damas de la corte imperial, con las que el resto de las romanas se familiarizaba gracias a la escultura pública. Las trenzas y los mechones de cabello unidos en la coronilla se inspiran en las representaciones de Afrodita procedentes de modelos helenísticos, pero a esa tradición se unen las tendencias impuestas por la emperatriz Livia tras enviudar de Augusto: a ella se atribuye el peinado con dos anchos mechones ondulados que nacen de una raya en medio, seguidos de unas finas trenzas que se juntan sobre la nuca. Durante el reinado de Nerón, los mechones de cabello ondulados son sustituidos por varias capas de bucles, que los escultores imitan mediante perforaciones realizadas con el trépano. Con la dinastía Flavia, el peinado femenino se vuelve cada vez más sofisticado -con multitud de bucles que se elevan y se extienden en torno a las sienes- y suele completarse con postizos. El tocado capilar vuelve a simplificarse con Faustina la Mayor, esposa del emperador Antonino Pío, que pone de moda la raya en medio, amplias ondulaciones en torno a la frente y la melena recogida detrás en un moño alto. Por otra parte, el uso de pelucas se generaliza gracias a la emperatriz Julia Domna, esposa de Septimio Severo.

1.2. Retratos en miniatura
El retrato esculpido se extiende a las artes suntuarias, y particularmente al ámbito de la glíptica, que experimenta una amplia difusión en época imperial. Los camafeos, utilizados para ornamentar anillos, presentan retratos minuciosamente tallados en la capa clara de la piedra, destacados sobre fondo oscuro. Conocidos como retratos en miniatura, recrean en bajorrelieve las características de los bustos pintados o esculpidos: en ellos también se reconocen, tratados con precisión extraordinaria teniendo en cuenta su reducido tamaño, los peinados que las damas de la familia imperial ponían de moda. El caso de la artesanía de figuritas de terracota es distinto, ya que se producían en serie y la realización de pedidos personalizados era excepcional. En ellas se buscaba una imagen genérica de la mujer romana: el arquetipo de matrona con el que toda mujer virtuosa buscaría identificarse. Estos modelos de cabeza femenina muestran agraciadas melenas, cuya disposición trabajaban los coroplastas con refinamiento y gran atención al detalle.

1.3. Retratos pintados
En las necrópolis de regiones fuertemente helenizadas de la provincia romana de Egipto, apareció un importante número de retratos, algunos de ellos femeninos, pintados sobre paneles de madera. Se fijaban sobre el rostro de la difunta mediante las mismas vendas que envolvían el cuerpo al ser momificado. Los retratos exhumados en Antinoópolis presentan un corte irregular, adaptado a la forma de la figura: más estrecho a la altura de la cabeza, más ancho a la altura de los hombros. Algunos de ellos se recortaron tras ser pintados y antes de fijarlos sobre la momia, lo cual hace pensar en un primer uso distinto al funerario. Por su forma y por la técnica de realización de origen griego, a la encáustica, estos retratos permiten deducir cómo eran los que existían en las casas de todo el mundo romano. Según Plinio el Viejo, los retratos pintados más antiguos gozaron de gran prestigio, a pesar de tener que competir con las efigies de piedra y de metal. 

 

 
 

Las tres Gracias

Roma, Villa Cornovaglia
Siglos I-II d.C.
Mármol
Musée du Louvre

 

2. Fuerza materna, romanas ideales

 

2.1. Esposa y madre: imágenes de la romana ideal
En la sociedad romana, la mujer respetable debía estar dotada de ciertas cualidades que podían agruparse bajo la expresión fuerza materna, equivalente femenino de la virtus masculina. Las representaciones artísticas de su papel central de madre y esposa son, sin embargo, poco frecuentes. En la decoración doméstica, el mito se impone a la representación de mujeres reales. Las figuras femeninas presentes en estas leyendas funcionan como el reflejo sublimado del ideal de mujer que se debe perseguir en determinados aspectos de la vida cotidiana o en momentos cruciales como el matrimonio o la maternidad. En las representaciones artísticas, esta mujer ejemplar es reconocible por su actitud púdica y noble, así como por sus prendas de vestir, respetuosas con el decoro. Se pueden encontrar representaciones de madres que acunan o alimentan a sus hijos, como muestra del vínculo fundamental entre ambos que se prolonga a lo largo de sus vidas. Pero la madre también encierra una zona oscura, cargada de ambigüedad, como refleja el mito de la princesa hechicera Medea.

2.2. La mujer y lo sagrado
La mujer ocupa un espacio muy importante en el ámbito de la religiosidad, como ilustra ampliamente la decoración doméstica. En su hogar, se rodea de diosas del panteón romano a las que considera sus protectoras: Ceres, Juno, Minerva, Diana, Venus... así como de madres de dioses y héroes o de alegorías de virtudes. Pero en la casa romana también es frecuente encontrar representaciones de mujeres en danzas rituales, marchando en procesión y ofreciendo libaciones a los dioses: salen al encuentro de la divinidad y muestran una intensa relación con ella. Las escenas de este tipo representan momentos de intercambio intemporal marcados por la feminidad. Una atmósfera distinta, cargada de religiosidad serena, impregna pequeñas pinturas en las que grupos de mujeres muestran una actitud digna y sosegada. Los "misterios" fueron cultos religiosos semiclandestinos reservados a iniciados, y las mujeres ocupan un lugar primordial en las narraciones mitológicas en las que se sustentaban. En torno a Ceres se desarrollaban los misterios de Eleusis, relacionados con la tierra agrícola y la fecundidad. Las mujeres que se iniciaban en dichos misterios, vinculados a los ciclos de la vida, la muerte y la resurrección, debían revivir de forma simbólica los episodios del mito. A pesar del secretismo que rodeaba esos rituales, en la decoración se presentan las etapas de iniciación por las que ha pasado la matrona de la casa, así como otras hazañas heroicas que despiertan la admiración de los visitantes. El paradigma de la pintura doméstica basada en estos cultos se halla en los frescos de la Villa de los Misterios de la ciudad de Pompeya.

2.3. Fuerzas de la naturaleza
La religiosidad romana impregna cada momento de la existencia y puede ser considerada como una forma de animismo, creencia según la cual todo participa del mismo impulso vital. Decoración parietal, lámparas, anillos, colgantes y otros pequeños objetos muestran que la proximidad de la mujer a esas imágenes relacionadas con la fertilidad, la prosperidad o los ciclos no era solo una cuestión de simbolismo, sino que también revelaba la fuerza divina que habita la persona (el "numen"). Durante la era de Augusto, esta referencia al flujo natural y al paso del tiempo reaparece en otras representaciones, como las de la Fortuna, dueña de los destinos humanos, que porta el cuerno de la abundancia, o Selene, que rige los ciclos lunares. Asimismo, las estaciones ("Horae") y los vientos adquieren forma femenina, mientras que los ríos, personificados como ancianos tendidos, suelen acompañarse de ninfas que les aportan juventud y vitalidad, de forma similar a los motivos decorativos vegetales conocidos como roleos, con frecuencia escoltados por muchachas. Un caso singular es el de la Victoria, personaje femenino alado que representa a otra fuerza regidora de la vida de mujeres y hombres, interviene a favor de uno u otro bando y simboliza el triunfo. En el entorno doméstico, la Victoria trae consigo la paz y garantiza una prosperidad recuperada tras algún estrago vital.

 

 
 

Bodas de Tetis y Peleo

Italia
Siglos I a.C.-I d.C.
Terracota
Musée du Louvre

 

3. Seducción

 

3.1. Seducción del espíritu
Las musas representaban el perfeccionamiento del espíritu a través de las diversas artes y técnicas. En el espacio de la vivienda, a través de ellas se invocaba a la inspiración y se nutrían las inquietudes intelectuales y espirituales. Cuando se situaban en espacios semipúblicos de la "domus", con su presencia se deseaba al invitado que accedía a la casa la iluminación y el entusiasmo. Un grupo de frescos con el motivo de las musas fue hallado en 1755 en Pompeya, ciudad sepultada en el año 79 d.C. por el Vesubio. De esta serie pictórica se conservan el dios Apolo y ocho de las musas. La novena, Euterpe, debido a su mal estado de conservación, se conserva en el lugar donde fue encontrada. El pintor realizó el conjunto jugando con la luz y los colores. Asimismo, individualizó los rasgos, las posiciones y las vestiduras de cada una de ellas. Por su variedad y su sentido de la fantasía, esta creación alcanza la doble exigencia que Cicerón asignaba a la retórica: "probare, docere" y "movere, delectare", es decir, "aprender, enseñar" y "conmover, deleitar". En dos relieves de mármol inspirados en un mismo modelo, la musa Urania invitaba a reflexionar sobre los puntos de inflexión de la historia y la incertidumbre de los destinos al calor de las constelaciones. Las escenas esculpidas en la vasija en la que se apoya la musa representan importantes episodios de la mitología romana. La conversación de las musas con un célebre intelectual es un tema presente todavía en el siglo V de nuestra era en dos placas de marfil que muestran a seis de las musas conversando con personajes que podrían ser autores clásicos, tales como Homero, Píndaro, Herodoto, Eurípides, Anacreonte y Menandro.

3.2. Seducción física
En la historia del arte de Roma, la mujer empieza a aparecer desnuda mucho más tarde que el hombre, hacia el siglo I a.C. Y en ese momento no son las mujeres reales las que se representan desnudas, sino diosas o criaturas semidivinas. La desnudez femenina en los hogares romanos es, en primera instancia, la de unos cuerpos perfectos, cargados de gracia y armonía: los de las Tres Gracias, con su franca voluptuosidad, son la imagen misma de la abundancia inmediata y la representación simbólica de la plenitud. Pintadas sobre las paredes, las imágenes mitológicas, como la escena de seducción entre Ío y Argos, mostraban a seres gobernados por pasiones, placeres sensuales y deseos eróticos, y ofrecían a los hombres y mujeres romanos las fantasías que les permitían las mismas experiencias personales en un momento histórico de desarrollo de nuevas sensibilidades. En unos casos se busca representar la tensión entre virilidad masculina y sensualidad femenina a través de temas mitológicos como el de la ninfa Galatea y el gigante Polifemo; en otros, a criaturas híbridas como las ninfas marinas o las centauras, que, atractivas y poderosas, esconden peligros y amenazas. A partir del siglo I d.C., la mujer aparece en la decoración doméstica desempeñando un papel activo en la intimidad y en el goce de su sexualidad: ejemplo de ello es la escena del encuentro sexual de Leda con Júpiter metamorfoseado en cisne. Estas escenas eróticas no se reservan para el lupanar ni se contradicen con el sentido romano del pudor ("pudicitia"), sino que muestran la satisfacción del deseo como uno de los placeres de la vida, un hecho positivo digno de ser buscado.

3.3. Los rostros de Venus
Siguiendo la antigua tradición del simposio griego, las conversaciones mundanas y discusiones de alcance filosófico de la clase acaudalada romana giran con frecuencia en torno a la diosa Venus. Tratan de la naturaleza del deseo amoroso y de sus consecuencias. El mosaico procedente del "triclinium" de una casa romana de Antioquía aborda exactamente este tema. Recoge el motivo del juicio de Paris: el pastor Paris, al señalar a Afrodita (la Venus romana) como la más bella entre las diosas, plantaba la semilla para el estallido de la guerra de Troya. Por su papel de vencedora en esta leyenda, Venus es llamada Venus Victrix ("victoriosa"). En Roma, numerosos jefes militares se encomiendan a su protección, si bien César y después Augusto prefirieron someterse a Venus Genitrix ("progenitora"), madre del troyano Eneas, quien, refugiado en la península itálica, se convierte en el ancestro del pueblo romano y del linaje ("gens") del propio César. En el ámbito de la estatuaria ornamental, los escultores juegan muy libremente con distintos modelos de Venus, la mayoría heredados del arte griego, que transitan desde la Venus Púdica hasta la Venus desatándose la sandalia, con su generosa sensualidad, pasando por la Venus de los Jardines, la Venus Urania o la Venus Anadiomena (surgida de las aguas). Era frecuente que en la dote de las novias se incluyesen figurillas de la diosa realizadas en distintos materiales. La arqueología demuestra asimismo su presencia en numerosos objetos de uso: el baño, el aseo personal y las alhajas se asocian a Venus, que, como diosa nacida de la pureza de las aguas marinas, se asea, acicala y embellece. En algunos objetos cotidianos más comunes se asemeja a cualquier mujer romana, e incluso adopta las modas imperantes en el peinado.

 

 
 

Leda y el cisne Boscoreale

Finales del siglo I a.C.-primera mitad del siglo I d.C.
Espejo de plata
Musée du Louvre

 

4. Excesos

 

4.1. Castidad y rechazo del hombre
A diferencia de la sensual Venus o de la figura matronal encarnada por Juno, Minerva y Diana son dos divinidades castas y feroces. Al vivir alejadas de los hombres y rehusar cualquier relación física con ellos, estas diosas no asumen las funciones de esposa y madre asignadas a la mujer romana. Por ello son respetadas y temibles.
Minerva no solo es la protectora de las artes y los artesanos, sino también una diosa guerrera. Esta última característica es la que se plasmó con mayor frecuencia en el ámbito doméstico romano, tanto en objetos de uso cotidiano como en otros más valiosos. Protegida por escudo, lanza, casco y égida, suele contar entre sus atributos con criaturas terribles como gorgonas, grifos o serpientes, cuyo sometimiento por parte de la diosa propicia el bien entre los humanos. Diana, hermana de Apolo, es una diosa cazadora, virgen y feroz protectora de su pureza, que vive en los bosques con sus compañeras. Reconocible por su arco y su aljaba, suele aparecer acompañada por su perro y vestida con el quitón corto que le facilita el movimiento en el mundo salvaje. Diana vela por los cazadores, que tienen la obligación de venerarla. Es también la protectora de las amazonas, un pueblo mítico exclusivamente femenino que solo toleraba a los hombres como esclavos e instrumentos para perpetuar su raza. De costumbres bárbaras, las amazonas mutilaban o mataban a los hijos varones y solo conservaban a las hembras, a quienes extirpaban un pecho para que pudiesen disparar mejor con arco o manejar la lanza con mayor agilidad.

4.2. Mundo dionisíaco
Dioniso, dios del vino, el teatro, los misterios, la buena vida y la edad de oro, desempeñó un papel crucial en la historia religiosa y cultural del Mediterráneo grecorromano. Concedía a las mujeres una función esencial en su entorno, empezando por su madre, Sémele, y por su esposa, Ariadna, pero también a la multitud de ménades (o bacantes) que lo rodeaban durante las jubilosas fiestas que presidía. Debido a su halo de escándalo, la devoción a Dioniso (el Baco romano) fue prohibida en el 186 a.C. por el Senado de Roma, pero Julio César, 140 años más tarde, convertiría las bacanales en celebraciones regulares. Sin embargo, los cultos dionisíacos se desarrollaron en general en privado; por ello sus representaciones proliferan en el ámbito doméstico y se relacionan directamente con él. Es frecuente encontrar representaciones de los ritos de iniciación, cuando el descubrimiento del falo de Dioniso ante la candidata marcaba el momento culminante de su ingreso en los misterios del dios, un gesto simbólico que preparaba a la joven novia para el deber conyugal. A veces, se trata de un repertorio decorativo más banal, destinado a crear un dionisismo de atmósfera, meramente lúdico. La corte del dios, llamada tíaso, está formada por criaturas procaces, como sátiros y silenos, y por las ménades, que, vestidas con vaporosas prendas, se entregan con entusiasmo a danzas extáticas. Instrumentos como el aulos, las siringas, címbalos y tímpanos delatan el ambiente festivo y frenético del cortejo báquico y el arrebato místico y sensual que lo dominaba.

4.3. Mujeres y monstruos
La presencia de criaturas femeninas monstruosas en la decoración romana junto a la representación de mujeres ejemplares o deseables tiene diversas interpretaciones. Las leyendas en que las pasiones inducen a cometer actos terribles cumplían el papel de advertencia: es lo que hace la hechicera Medea, que, tras matar a sus propios hijos y huir de su reino, intenta sin éxito envenenar a Teseo, hijo mayor de su nuevo protector, el rey Egeo; o Pasífae, esposa del rey de Creta, que, deseosa de unirse sexualmente a un toro, da a luz al monstruoso Minotauro, mitad hombre y mitad toro. Con frecuencia, la presencia de estos temas en la decoración cumple un papel simbólico: encierra, petrifica y neutraliza a las criaturas nocivas en forma de objetos apotropaico, es decir, como guardianes de las entradas y protectores de la casa. Las sirenas, seres medio mujer, medio pájaro, que cautivan a los marineros con su canto para atraerlos y devorarlos, se convierten en antefijas en los tejados; la gorgona Medusa, ser híbrido de cabellera de serpientes capaz de transformar en piedra a cualquiera que ose mirarla a los ojos, se metamorfosea asimismo en decoración de piedra. Por otro lado, estos seres ofrecen la oportunidad de plantear cuestiones acerca de la frontera entre la persona y el monstruo. Hermafrodito, por ejemplo, es un joven de extraordinaria belleza al que los dioses convierten en criatura bisexuada a petición de la irreflexiva ninfa Salmacis. Así, los artesanos que lo representan juegan con el efecto sorpresa que provoca descubrir atributos masculinos en un cuerpo aparentemente femenino, con lo cual la estatua plantea interrogantes sobre el deseo y la monstruosidad.

 

 
 

Polimnia

Probablemente Italia
Siglo I o II d.C.
Mármol griego (parte inferior) y mármol de Carrara (parte superior)
Musée du Louvre

 

Conclusión: Visiones Modernas de la Mujer Romana

La escultura de Polimnia, musa de los mitos, puede representar las distintas concepciones y contradicciones que se han sucedido a lo largo de la historia en lo concerniente a la mujer romana.

La figura traza una amplia línea histórica: copiada de un original griego por un artista romano, fue completada por el escultor italiano del siglo XVIII Agostino Penna para decorar un palacio principesco en la ciudad de Roma. Mientras que la parte inferior de la estatua, el plinto y las piernas cubiertas por pliegues provienen del mundo antiguo, toda la parte superior es una restauración-recreación libre realizada en el momento de esplendor del neoclásico, paralelo al desarrollo de los primeros estudios arqueológicos modernos.

Como esta figura de Polimnia, en la que se fraguan varios momentos de la historia, la imagen de la mujer romana que se presenta en esta exposición es el resultado de una larga elaboración que pasa por numerosos filtros impuestos por el paso del tiempo. Al completar una estatua mutilada, Penna creó una mujer ideal, conforme a la concepción de las musas según la mitología, pero es plausible pensar que esa parte superior es muy distinta del original romano hoy desaparecido.

Sin duda, la mujer romana fue en muchos aspectos diferente de lo que de ella interpretamos a través de los vestigios de la decoración y del ajuar de sus casas. La antigüedad sigue siendo una mina inagotable de descubrimientos que la arqueología apenas ha comenzado a desvelar.

 

 
 

Retrato de mujer

Probablemente Tebas (Egipto)
Hacia 160-180 d.C.
Madera de tilo pintada a la encáustica
Musée du Louvre

 

Dirección y horarios: Plaza de Weyler nº 3, Palma de Mallorca.
Lunes a sábado, de 10:00 a 20:00 horas; domingos y festivos, de 11:00 a 14:00 horas.

 

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