CARLOS III. PROYECCIÓN EXTERIOR Y CIENTÍFICA DE UN REINADO ILUSTRADO

05/01/2017


 

 
 

Don Carlos de Borbón, rey de las Dos Sicilias

Giuseppe Bonito
1745
Óleo sobre lienzo
Colección Banco Santander

 

Introducción

Pocos reinados en España han tenido tanta trascendencia como el de Carlos III, monarca clave en la historia de la Europa del siglo XVIII. Su trayectoria vital fue larga y llena de iniciativas exitosas (1716-1788).

El itinerario de Carlos III estuvo marcado por su formación en la corte de sus padres los reyes Felipe V e Isabel de Farnesio y el ascenso sucesivo a tres tronos distintos: fue duque de Parma como Carlos I (entre 1731 y 1735) -y, temporalmente además, príncipe heredero de Toscana-, rey de Nápoles -como Carlos VII- y rey de Sicilia -como Carlos V- entre 1735 y 1759, y finalmente rey de España desde 1759 hasta su muerte en 1788. Lo que le convirtió en un monarca que tuvo casi sesenta años de reinado, añadiéndose la particularidad de haberlo hecho sobre tres países distintos, independientes y muy diferentes entre sí.

Dentro del pensamiento de la Ilustración son varias las ideas nodales que rigieron durante este interesante periodo: razón, naturaleza, progreso, tolerancia, cosmopolitismo, pedagogía... Todos ellos conceptos que, una vez introducidos en España, fueron puestos a disposición de un proyecto nacional reformista de hondo calado y hábilmente dirigido por el monarca.

Bajo el prisma del pensamiento de toda una época, la exposición Carlos III. Proyección exterior y científica de un reinado ilustrado presenta algunos de los aspectos principales de la vida y obra de uno de los monarcas sustanciales de la historia de España. Rescatando y contribuyendo a la puesta en valor de dos cuestiones fundamentales de su reinado: la política exterior y la aportación científico-cultural española, así como el papel jugado por la Corona a la hora de promover el avance del conocimiento. Aspectos todos ellos concebidos y cuidados como una verdadera forma de proyectarse en el mundo.

Carlos III implementó una política de aumento del prestigio internacional de España en Europa. Para ello, y sobre la base de las reformas nacionales (tanto en los territorios peninsulares como en los ultramarinos), emprendió una activa política internacional y fomentó numerosos adelantos en el campo científico y cultural.

 

 
 

Vista del Palacio Real Nuevo de Madrid

Antonio Joli
Hacia 1762
Óleo sobre lienzo
Palacio Real de Nápoles

 

Presentación

Con motivo del III Centenario del nacimiento de Carlos III (1716-1788), Acción Cultural Española (AC/E) en colaboración con el Museo Arqueológico Nacional (MAN) organiza Carlos III. Proyección exterior y científica de un reinado ilustrado que pretende analizar aspectos culturales, científicos y políticos de su reinado.

Llamado "el Político" o "el Mejor Alcalde de Madrid", Carlos III ocupa el trono español en el momento en que hacen entrada en España las ideas de la Ilustración. Casi treinta años de reinado le permitieron diseñar y ejecutar con meticulosidad una profunda reforma de los territorios de la monarquía española cuyos efectos continuaron mucho después de su muerte.

La muestra reúne un centenar de piezas de gran significación para este período histórico, procedentes de importantes instituciones nacionales o extranjeras (en su mayoría de Italia y Reino Unido), algunas de ellas poco conocidas, prestadas por primera vez y restauradas para la ocasión.

Obras de los grandes pintores del siglo XVIII que actuaron a modo de cronistas de esta época como Jean Ranc, Jacopo Amigoni, Giuseppe Bonito, Anton Rafael Mengs o Francisco de Goya, comparten espacio con importantes materiales arqueológicos mediterráneos -como la caja de semillas de Herculano conservada en el MAN- y americanos, así como con magníficas muestras de la cartografía del periodo, instrumentos científicos, o los originales de algunos de los documentos nodales de la historia de la Europa dieciochesca.

Carlos III. Proyección exterior y científica de un reinado ilustrado se estructura en cuatro grandes áreas temáticas: "España e Italia. Relaciones e intereses internacionales (1716-1759)"; "El trono de España y los reinos ultramarinos"; "La proyección internacional de la Monarquía. España en el sistema internacional"; y "Un mundo por conocer. Cultura y exploraciones científicas".

Entre las piezas exhibidas destacan El embajador turco ante la Corte de Nápoles, obra de Giuseppe Bonito, del Museo del Prado; una Vista del Real Palacio Nuevo de Madrid realizada por Antonio Joli, procedente del Palacio Real de Nápoles; el Asalto inglés al castillo del Morro de La Habana, de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando (RABASF); o el Umete de Tahiti, procedente del Museo Nacional de Antropología.

 

 
 

El embajador turco ante la Corte de Nápoles

Giuseppe Bonito
1745
Óleo sobre lienzo
Museo Nacional del Prado de Madrid

 

España e Italia. Relaciones e intereses internacionales (1716-1759)

En Italia es donde un joven Infante Don Carlos se formó como gobernante. Fue además aquí en donde se consolidó su curiosidad por el conocimiento y, derivada de ella, la política de establecer las relaciones de sus reinos con el mundo a través de lo político y de lo científico-cultural.

Producto de una hábil política internacional llevada a cabo por sus padres los reyes Felipe V e Isabel de Farnesio, la subida al trono de Parma (1731-1735) marcó un nuevo logro para la dinastía de los Borbones y supuso una oportunidad para entrenarse en las duras tareas de gobierno reservadas a los monarcas.

Unas relaciones exteriores que una vez nombrado rey de Nápoles en 1735, encuentran su mejor ejemplo en las mantenidas con los Estados Pontificios bajo el gobierno del papa Benedicto XIV y con el Mediterráneo en manos del imperio Otomano, la Sublime Puerta. Así, y en esta interesante etapa, se constituyeron dos de los ejes más reveladores de sus relaciones internacionales. Los cuáles se ampliaron a otros espacios estratégicos europeos con el matrimonio en 1738 con la reina María Amalia de Sajonia, hija de Federico Augusto II, príncipe-elector de Sajonia y después rey de Polonia y gran duque de Lituania (como Augusto III).

Como rey de Nápoles contribuyó a la reforma de su reino y su legislación, reforzó el poder de la Corona frente a los intereses de las influyentes élites locales, cuidó de las relaciones internacionales, transformó urbanísticamente algunos espacios de la capital y construyó importantes residencias reales como el Palacio Real de Capodimonte, promoviendo además de la ciencia, la creación de varias manufacturas reales, así como las excavaciones en Pompeya, Herculano o Estabia.

La muerte de Fernando VI el 10 de agosto de 1759, sin hijos que le sucedieran, convirtió a Don Carlos en rey de España, cuyos asuntos internos e internacionales había seguido con interés atendiendo a su condición de sucesor al trono de su hermano. La despedida del reino de Nápoles y la proclamación de su hijo segundogénito como Fernando IV marcan el final de esta parte de su trayectoria vital. 

 

 
 

Umete

Tahití
Siglo XVIII
Dolorita
Museo Nacional de Antropología (Madrid)

 

El trono de España y los reinos ultramarinos

La llegada de Carlos III al trono de España en 1759, uno de los más importantes de la Europa del momento, supuso la progresiva y definitiva entrada en nuestro país de las ideas de la Ilustración.

Casi treinta años proporcionaron al monarca la posibilidad de diseñar y ejecutar con cuidadosa meticulosidad una profunda y progresiva transformación a gran escala en todos los territorios de la Monarquía Hispánica, aunque con desiguales resultados. Algunos de cuyos efectos continuaron su proyección mucho tiempo después de la muerte de su promotor en 1788.

Entre los logros más destacados de su reinado en España estuvieron la reorganización de la Marina española, la adopción de una nueva bandera como símbolo nacional mediante Real Decreto de 28 de mayo de 1785, la adopción de numerosas reformas legales y educativas, el fomento de la economía (Reales Sociedades de Amigos del País, nuevos consulados de comerciantes, montepíos, Banco Nacional de San Carlos, etcétera), la política de repoblaciones, la expulsión de la Compañía de Jesús de los territorios de la Monarquía en 1767, o la protección y fomento de las artes y de las industrias suntuarias con ellas relacionadas y producidas en las Reales Fábricas. Todas estas realizaciones estuvieron marcadas por la personalidad de un monarca que seleccionó a los mejores colaboradores para cada empresa que acometió, atendiendo, amparando y posibilitando sus iniciativas.

Cuestión fundamental en su reinado fueron los territorios americanos, considerados por Carlos III como el pilar estratégico y económico de la Monarquía. De su estabilidad dependería la de todos sus reinos, de ahí el cuidado que puso en implementar una amplia batería de reformas ultramarinas en los más variados campos. El programa de acción iniciado para lograr este propósito consistió en recuperar aquellos territorios españoles en América ocupados por otras naciones europeas; mejorar el sistema comercial; favorecer la producción de aquellas materias que más necesarias fuesen en los centros manufactureros peninsulares; y potenciar en Indias el consumo de los productos enviados desde la Península.

 

 
 

Don Carlos de Borbón visita la Basílica de San Pedro

Giovanni Paolo Panini
Siglo XVIII
Óleo sobre lienzo
Museo de Capodimonte (Nápoles)

 

La proyección internacional de la Monarquía. España en el sistema internacional

A diferencia de sus predecesores inmediatos en el trono, Carlos III implementó una política internacional cada vez más activa en el difícil panorama geoestratégico del siglo XVIII. Logrando mantener a España entre las naciones líderes de Europa. Los escenarios de esa política exterior estuvieron fundamentalmente focalizados en Francia (con la que se fraguó una sólida alianza a través de la firma del Tercer Pacto de Familia de 15 de agosto de 1761), el Mediterráneo occidental (Menorca y Gibraltar, en manos británicas, fueron dos de sus focos de atención y tensión armada), Europa oriental (Austria y Rusia) y occidental (Portugal) y, ya en América, el valle del Misisipi y el territorio británico de las Trece Colonias -hoy, Estados Unidos-.

Ejército, Armada (España fue la primera fuerza naval de esta centuria) y diplomacia fueron sus tres herramientas para conseguir la proyección exterior. Su reinado supuso de este modo la consolidación de la organización del Ejército y de la Armada, usados ambos en una nación como la española, con una clara vocación internacional, como garantes de los  intereses de la Corona y como medio para afianzar su dominio sobre los territorios bajo su soberanía en los diferentes escenarios continentales.

Entre las páginas más destacadas del papel jugado por España en esos momentos puede señalarse su participación en la Guerra de los Siete Años (1756-1763), primer conflicto armado a escala global de los tiempos modernos y que se desarrolló en Europa, América y Asia. O el apoyo velado a la independencia de los Estados Unidos (1776-1783), en coalición con Francia, donde se buscó atacar a los intereses británicos. De este fascinante periodo data la relación entre Benjamin Franklin y algunos de los grandes personajes españoles del momento como el Infante Don Gabriel de Borbón, hijo de Carlos III, o el conde de Aranda. También interesante fue la política de acuerdos con Portugal a través de la firma del Tratado de San Ildefonso o de Límites de 1777.

 

 
 

Alegoría del genio real con apoteosis de la Casa de Borbón

Francisco Mura
1737
Óleo sobre lienzo
Palacio Real de Aranjuez (Madrid)

 

Un mundo por conocer. Cultura y exploraciones científicas

Como culminación de su idea global de la política del reino Carlos III promovió la ciencia, la cultura y las exploraciones científicas ultramarinas (terrestres y marítimas) a gran escala, inaugurando además el prestigio de lo científico para los gobernantes. España volvió a convertirse entonces en una nación exploradora con el objetivo de contribuir al aumento de su esplendor.

Continuando la estela iniciada en su etapa napolitana, como rey de España promovió las investigaciones en la ciudad maya de Palenque, situada en el Virreinato de la Nueva España (aproximadamente desde 1773 en adelante); mostrando de este modo la vinculación de la Corona con la historia de sus territorios.

Otros súbditos que participaron de aquella atmósfera ilustrada hicieron lo propio en otras partes de la América española: fue el caso del obispo del Trujillo Baltasar Jaime Martínez Compañón (1737- 1797) y su interés por las fascinantes culturas moche y chimú del Norte del actual Perú; y del arzobispo de México Francisco Antonio de Lorenzana (1722-1804), gran coleccionista de piezas americanas.

Para recoger y estudiar la flora y la fauna de América se creó en 1781 el Real Jardín Botánico en Madrid, y se promovieron varias expediciones botánicas como la de José Celestino Mutis (1783-1810). También, y con un doble objetivo estratégico-científico, se realizaron varios e importantes periplos científicos al continente americano (por ejemplo a la costa Noroeste americana donde preocupaba el avance ruso hacia el sur) y al océano Pacífico (expediciones a Tahití y a otros puntos de la Polinesia).

Bajo el auspicio regio Antonio de Ulloa y Pedro Franco Dávila crearon en 1771 el moderno Real Gabinete de Historia Natural, destinado a satisfacer el ansia de conocimiento del rey ilustrado y estuche perfecto para que los objetos americanos de las colecciones reales -los salvados del incendio del Real Alcázar de 1734 y las nuevas adquisiciones-, pudiesen ser expuestos de nuevo bajo un criterio Ilustrado. Un espacio destinado a la conservación y el estudio, pero también concebido como exhibición del poder de una nación que aun ejercía su soberanía e influencia sobre extensas zonas del planeta.

 

 
 

Panel glífico

Maya. Clásico Tardío
600-900
Relieve sobre piedra caliza. Panel compuesto por seis glifos
Museo de América (Madrid)

 

Carlos III y la posteridad

El conjunto de las aportaciones realizadas dentro de esta dilatada etapa de la historia de España fue titánico, y muchas de ellas se proyectaron e incluso se reivindicaron en el tiempo.

La etapa de Carlos III, un soberano que supo ganarse un gran prestigio como monarca tanto dentro como fuera de nuestras fronteras, fue uno de los grandes reinados de la Edad Moderna. Fue entonces cuando se sentaron las bases del periodo contemporáneo español.

El llamado Elogio de Carlos III, leído en el año 1788 por el escritor, jurista y político ilustrado Gaspar Melchor de Jovellanos en una sesión de la Real Sociedad Matritense de Amigos del País, reconocía al soberano el haber dado a España: "Ciencias útiles, principios económicos, espíritu general de ilustración", afirmando con emoción: "ved aquí lo que España deberá al reinado de Carlos III".

 

 
 

Asalto inglés al castillo del Morro de La Habana

José Martín Rufo
1763
Óleo sobre lienzo
Real Academia de Bellas Artes de San Fernando (Madrid)

 

Hasta el 26 de marzo de 2017 en el Museo Arqueológico Nacional (MAN, Serrano 13, Madrid)
Horarios: martes a sábado, de 09:30 a 20:00 horas; domingos y festivos, de 09:30 a 15:00 horas; lunes, cerrado.

 

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