ANIMALES Y FARAONES. EL REINO ANIMAL EN EL ANTIGUO EGIPTO

21/05/2015


 

 
 

Estatura de león tumbado sobre un costado

Piedra caliza
378-361 a.C. (Baja Época)
Musée du Louvre

 

Introducción

Sin duda, el arte del Antiguo Egipto ha ocupado un lugar destacado en las muestras organizadas por la entidad en los últimos 30 años. En 1986, la exposición Nofret la Bella. La Mujer en el Antiguo Egipto, con fondos del Museo de El Cairo, generó una expectación sin precedentes en Madrid y en Barcelona, por su enfoque temático y por la belleza de las obras que presentaba. Posteriormente, la Obra Social "la Caixa" ha impulsado distintos proyectos que han dado a conocer otros aspectos de esta antigua civilización: la relación con el África negra, en Nubia. Los Reinos del Nilo en Sudán, la diversidad cultural en Otro Egipto. Colecciones Coptas del Museo del Louvre o los rituales funerarios en la más reciente, Momias Egipcias. El Secreto de la Vida Eterna (ver enlace), a partir de las colecciones del Rijksmuseum Van Oudheden de Leiden.

Animales y Faraones. El Reino Animal en el Antiguo Egipto se suma a esta larga lista de exposiciones organizadas por la Obra Social "la Caixa" en los últimos años. En esta ocasión, la muestra permite adentrarse en una civilización fascinante desde una óptica innovadora: su fauna. En el Egipto faraónico hay una omnipresencia de los animales que no encontramos en ninguna otra cultura de la Antigüedad. Ningún otro pueblo ha observado, descrito, integrado y hecho suya la fauna de su país como esta civilización. Así, a través del prisma de la zoología se nos muestra el corazón del antiguo Egipto, su aspecto más cotidiano.

No es necesario ser egiptólogo para advertir la amplia presencia de la figura animal en el arte egipcio, en múltiples formas y contextos. Esta profusión, junto con el culto a los animales sagrados que se dio en las épocas más tardías del Egipto faraónico, llevó a algunos filósofos e historiadores clásicos a considerar a los antiguos egipcios como simples zoólatras. Clemente de Alejandría, entre otros, llegó incluso a ridiculizarlos con elocuente condescendencia. Esta reputación ha permanecido arraigada en el pensamiento occidental hasta la época moderna, hasta que la egiptología científica ha arrojado nueva luz sobre una religiosidad mucho más compleja de lo que parecía y ha interpretado con mayor precisión la relación entre los antiguos egipcios y el mundo animal. Y es que los egipcios no adoraban a los animales: elegían cuidadosamente las formas animales para convertirlas, por comparación o asimilación, en manifestaciones de la esencia divina accesibles a los humanos. En su representación hay un discurso religioso, simbólico o político basado en una observación minuciosa e incansable de la naturaleza.

En una civilización en la que los animales, tanto salvajes como domesticados, eran omnipresentes, los egipcios se apropiaron de ellos para crear de diversas maneras las imágenes simbólicas que vehiculan. En este sentido, la figura animal constituye un pilar del pensamiento religioso egipcio, así como una fuente infinita de inspiración que dio como resultado una producción artística de una riqueza y una variedad excepcionales.

Animales y Faraones. El Reino Animal en el Antiguo Egipto muestra estos vínculos extraordinarios que unieron a los hombres y la naturaleza, a los egipcios y los animales. A la vez compañeros, medios de transporte y representación de los dioses, los animales fueron una fuente heterogénea de inspiración. Su imagen aparece de forma constante, tanto en la vida cotidiana como en los ritos funerarios, religiosos y civiles.

En total, la muestra reúne 430 obras, la inmensa mayoría de las cuales proceden del Museo del Louvre. La lista se completa con algunos préstamos de otras instituciones, como son la Bibliothèque Centrale des Musées Nationaux (París), el Museo Nacional de Ciencias Naturales-CSIC (Madrid), El Museu de Ciències Naturals de Barcelona, el Museu de Montserrat y el Museu Egipci de Barcelona.

El visitante encontrará esculturas, estatuas y figuras, estelas y relieves, cerámica, papiros, acuarelas y pinturas murales, cofres, amuletos y joyas, así como una gran diversidad de objetos cotidianos. La exposición incluye algunas piezas de grandes dimensiones, entre las que destaca poderosamente la obra que cierra la muestra, de más de cinco toneladas de peso de granito rosa. Se trata de un grupo estatuario que muestra a los babuinos que formaban la base del obelisco oriental del templo de Luxor.

Otras piezas de grandes dimensiones son las estatuas Esfinge real con el nombre de Acoris o León tumbado sobre un costado. 260 obras restauradas y 14 momias analizadas para la ocasión Asimismo, destaca un grupo formado por 14 ejemplares de momias de diversos animales (gatos, perros, corderos, ibis, halcones, peces, cocodrilos y serpientes), así como ataúdes y sarcófagos.

Aprovechando la última tecnología y la organización de esta muestra, se han hecho tomografías computarizadas a las momias, con el objetivo de recoger el máximo de información a partir de las imágenes obtenidas. Se ha podido constatar que en el interior de la mayoría de las momias se hallan animales enteros, aunque en algunos casos, como algunas momias de ibis, solo se encierran unas plumas o huesos aislados. También se han detallado los principios de la momificación animal, distinguiendo entre tres técnicas diferentes de momificación.

Además del estudio de las momias, gracias al acuerdo entre el Museo del Louvre y la Obra Social "la Caixa" para la realización de la exposición Animales y Faraones. El Reino Animal en el Antiguo Egipto, se ha podido llevar a cabo la restauración de 260 piezas, efectuando trabajos diversos, desde la limpieza hasta intervenciones de restauración encaminadas a devolver a las obras su legibilidad y estabilidad.

 

 
 

Peine de íbice con una rodilla en el suelo

Madera
Hacia 1550-1425 a.C. (Imperio Nuevo)
Musée du Louvre

 

Un poco de zoología

Como lo hicieron en su día los eruditos que acompañaron a la expedición militar de Napoleón Bonaparte a Egipto en el año 1798, los naturalistas han contribuido a la labor de rehabilitación de la civilización egipcia: las representaciones animales no son fortuitas, sino totalmente deliberadas.

Para entenderlo hay que recurrir a la zoología y la etología, porque nos permiten identificar a las distintas especies animales, pero también descubrir las razones que llevaron a los antiguos egipcios a convertirlas en modelos y, al fin y al cabo, en signos de un verdadero lenguaje.

La riqueza natural del valle del Nilo y el talento de los observadores -y los artistas- egipcios llevaron a esta civilización a conocer de cerca a los animales del paisaje nilótico y a extraer de este repertorio único los elementos necesarios para construir y explicar su visión del mundo.

Las condiciones medioambientales del Egipto actual no son las mismas que en los tiempos antiguos. Los cambios climáticos y la intervención del hombre han modificado profundamente el ecosistema. Pero las fuentes textuales e iconográficas del Antiguo Egipto que han llegado hasta nuestros días muestran la existencia de una fauna y una flora muy diversificadas, con especies actualmente desaparecidas.

Mamíferos salvajes que eran domesticados, aves, peces, reptiles, insectos y anfibios poblaban sus grandes medios naturales: el río y sus orillas pantanosas, la llanura fértil en la que todavía hoy se concentran la población y las actividades humanas, y las áridas y hostiles zonas desérticas, arenosas o montañosas.

 

 
 

Tablilla decorada con una fábula: danza de un toro ante un asno arpista

Esteatita
1200-800 a.C. (Finales del Imperio Nuevo o Tercer Periodo Intermedio)
Musée du Louvre

 

Observados, admirados, temidos

Ante el espectáculo de la vida salvaje, en los desiertos arenosos o montañosos, en las orillas del Nilo y sus ciénagas, en las llanuras agrícolas, jardines o arboledas, los antiguos egipcios dan libre curso a su agudo sentido de la observación. La fauna nilótica y su entorno natural constituyen una fuente de inspiración inagotable para pintores y escultores. Ya con las formas esquemáticas y depuradas del Período Predinástico (hacia 3900-3100 antes de Cristo), los artistas buscan plasmar la morfología y la anatomía de sus modelos animales, así como su pelaje, su piel, sus coloridos plumajes o sus brillantes escamas.

Los animales aparecen representados bajo múltiples formas, incluidas las bestias salvajes y peligrosas que les causan un temor casi sagrado. En este ejercicio, la creación artística oscila permanentemente entre la tentación naturalista y la interpretación convencional, basada, no obstante, en una voluntad de describir el modelo con precisión y de mostrar de forma clara sus rasgos más significativos.

 

 
 

Estatua de gata sentada

Aleación de cobre, fundición en hueco
664-332 a.C. (Baja Época)
Musée du Louvre

 

Cazados, criados, consumidos

La caza, la pesca, la captura y la cría de animales, salvajes o domésticos y de las más sorprendentes especies, constituyen importantes medios de subsistencia. Las fuentes iconográficas muestran un gran número de escenas en las que se representa detalladamente la caza con bastón arrojadizo o con arco, la captura con red, la pesca con arpón, la preparación del pescado, el engorde de ocas (incluso de hienas) o la matanza del ganado.

Sin embargo, las fuentes textuales y los datos arqueozoológicos obtenidos en las excavaciones indican que, en general, determinados productos cárnicos eran privilegio de las clases más acomodadas. En cualquier caso, el consumo de alimentos continúa tras la vida terrenal, y los animales constituyen una de las piezas fundamentales de la ofrenda alimentaria, tanto para los difuntos como para los dioses. Trinchados o deshuesados, desplumados y listos para cocinar, suelen aparecer en las mesas y las listas de ofrendas.

Al igual que los vivos en el mundo terrenal, los difuntos y los dioses tienen que beber y comer todos los días. De ahí que en las paredes de los templos, frente a las deidades, o en las tumbas, frente a los difuntos, abunden las mesas de ofrendas repletas de 10 vituallas, especialmente productos animales. Como reflejo de la realidad y de los productos frescos aportados por los sacerdotes o las familias (porque la representación equivale a la realidad), estas imágenes garantizan el aprovisionamiento eterno, con unos portadores cargados de piezas de carne o animales vivos, o incluso en forma de «modelos», las versiones en madera o en piedra de dichas ofrendas. 

 

 
 

Elemento de un mueble en forma de cabeza de león

Madera de taray
Musée du Louvre (París)

 

Utilizados, empleados, explotados

Los antiguos egipcios aprenden a servirse de la fuerza física de los animales, de su resistencia y su agilidad, hasta el punto de convertirlos en auténticos colaboradores en el terreno económico y en el militar.

Su domesticación y adiestramiento les permite utilizar el ganado, los asnos y los caballos (y en algunos casos los monos) en la agricultura: labranza, plantación, irrigación, cosecha, etcétera.

También en el ámbito del transporte, tanto el civil, básicamente el de los productos agrícolas y las mercancías, como el relacionado con la guerra, con la introducción en Egipto del caballo y la carrería durante el Imperio Nuevo (1550-1069 antes de Cristo).

Los animales y los productos animales también se emplean en la artesanía como materia prima (la piel, el cuero, el marfil, los huesos, los cuernos, las conchas, las plumas, etcétera) para confeccionar objetos cotidianos, accesorios indumentarios y adornos de gala.

Finalmente, junto con las plantas y sustancias vegetales, también se usan ingredientes de origen animal (estiércol, grasa o sangre) para la elaboración de sustancias medicinales.

 

 
 

Fragmento de cartonaje de Padiuf

Tela endurecida y pintada
Hacia 945-715 a.C. (Tercer periodo Intermedio)
Musée du Louvre

 

Adoptados, personificados, caricaturizados

Al mostrar cualidades y actitudes similares a las de los humanos, los animales son frecuentemente domesticados y fácilmente integrados en la vida del hogar. En este sentido, al animal de compañía se le trata y se le cuida como a un miembro más de la familia. A veces se le da un nombre propio y, cuando muere, los dueños le honran con muestras explícitas de duelo, tal como describe el historiador Heródoto (hacia 484-420 antes de Cristo). También le quieren mantener cerca al morir, por lo que mandan representar a esos gatos, perros, gacelas o monos en sus tumbas, o incluso embalsamarlos para compartir con ellos la eternidad.

Esta cotidiana intimidad con el mundo animal permite a los antiguos egipcios observar de cerca los parecidos y mimetismos entre los hombres y los animales. Personificados hasta el punto de convertirse en objeto de antropomorfismo y, a partir de ahí, de caricatura humana, los animales comienzan a utilizarse como instrumento de parodia en unas escenas satíricas con gran carga humorística en las que ocupan el lugar de los humanos. Ello constituye un primer paso hacia la apropiación de la figura animal, que en manos de los artistas se convierte en un medio de expresión paralelo.

 

 
 

Pájaros revoloteando sobre las ciénagas

Muna pintada
Hacia 1550-1295 a.C. (Imperio Nuevo)
Musée du Louvre

 

Espiritualizados, sacralizados, transformados

A partir del momento en que los animales constituyen un medio para expresar conceptos abstractos, su asociación con el mundo espiritual y divino resulta evidente: ningún otro repertorio, tan familiar para el común de los mortales, podría proporcionar tal cantidad de formas concretas para formular y materializar los complejos conceptos del principio divino.

Los rasgos de comportamiento de cada animal permiten comprender mejor la naturaleza de cada dios: en primer lugar se convierte en su animal emblemático, lo representa y lo expresa, y finalmente se convierte en su vehículo, incluso en su encarnación. Gracias a la espiritualización de las formas animales se consigue hacer inteligible un sistema teológico sofisticado, basado en el polimorfismo, el sincretismo y la ambivalencia.

Para dar una materialidad tangible a la deidad, los teólogos y los artistas le atribuyen una forma animal puramente zoomorfa o formas mixtas e híbridas, y crean así una verdadera dialéctica metafísica que pueden controlar y utilizar con facilidad:

 

Componentes del ser humano
Para los antiguos egipcios, el individuo está formado por diversas entidades, distintas pero indisociables, cuyo receptáculo es el cuerpo carnal, que es indispensable proteger para aspirar a la eternidad. Para la representación material de algunos de estos principios espirituales, se recurre a la forma animal. Es el caso del bai, elemento dinámico de la personalidad que se incorpora al individuo en el momento de su nacimiento y que sale de él tras la muerte en forma de pájaro con cabeza humana. Por su lado, el aj, espíritu inmortal y luminoso, toma la forma de una garza blanca. El corazón, ib, sede del pensamiento y del libre albedrío, se representa a menudo en forma de escarabajo.

Formas mixtas
Contrariamente al contexto profano, puramente descriptivo, el enfoque sagrado introduce el concepto de la intelectualización de la forma animal. Ello permite y justifica una gran libertad en la creación de las figuras, hasta el punto de asociar, en un mismo personaje, características y posturas antropomorfas y zoomorfas. De ahí surgen los hombres con cabeza de animal o los animales con cabeza humana tan característicos de la religión egipcia. Si los teólogos y artistas parecen a veces con ello violar las leyes de la naturaleza, es porque la "quimera" egipcia consiste en sintetizar de forma didáctica las distintas facetas de una deidad.

Formas híbridas
Las formas híbridas difieren de las figuras zoomorfas simples porque combinan la apariencia o las características morfológicas de animales distintos, y a veces incluyen atributos humanos (posición en pie, brazos, pecho femenino, etc.). Pueden fusionar a dos deidades en una sola entidad sincrética, como por ejemplo Sobek-Re, dios solar con cuerpo de cocodrilo y cabeza de halcón, o combinar las características más significativas de diversos animales para reforzar su capacidad de protección, como en el caso de la diosa Tueris, protectora de la infancia y de las mujeres embarazadas, que presenta cuerpo de hipopótamo, patas de león y cola de cocodrilo.

Creaciones osiríacas y solares
Las creencias egipcias se basan fundamentalmente en dos grandes sistemas vinculados a dos deidades esenciales: Osiris, dios de los difuntos y del mundo subterráneo, y Re, dios solar que adopta formas múltiples. Como principios divinos que rigen la vida terrenal, la vida celestial y la del más allá, sus naturalezas opuestas pero complementarias convergen muy a menudo, especialmente en el contexto funerario del renacimiento y la regeneración. El gran repertorio animal que los rodea (encarnaciones, protectores o adversarios) muestra, en diversos sentidos, la complejidad de sus universos cruzados, y los hace más accesibles para los fieles. 

 

 
 

Cabeza de cánido de la estatua de un dios

Madera policromada
664-332 a.C. (Baja Época)
Musée du Louvre

 

Venerados, sacrificados, momificados

Determinados animales, como el toro, el carnero o el cocodrilo, son considerados en vida como la encarnación terrenal de la deidad a la que se asocian. Al morir gozan del privilegio de la momificación y de una sepultura digna de un príncipe, y los sacerdotes parten en búsqueda de la nueva encarnación del dios. Es el caso de los toros sagrados Apis, Buquis o Mnevis, o de los carneros de Elefantina, representaciones vivas de Cnum.

Por otro lado, a partir de la Baja Época (664-332 antes de Cristo), el culto animal empieza a proliferar y miles de ejemplares de determinadas especies son criados, sacrificados y momificados en las inmediaciones de los templos para ser ofrecidos como exvotos a las deidades de las que son emanación. Sepultados en necrópolis específicas, ibis, halcones, gatos, perros, peces, cocodrilos, serpientes, musarañas o icneumones, entre otros, forman parte de una práctica de devoción en la que actúan como medios de interlocución entre el dios y los fieles.

 

 
 

Estatuilla de rana

Fayenza silícea
Hacia 1550-1069 a.C. (Imperio Nuevo)
Musée du Louvre

 

Poderosos, respetados, glorificados

La conceptualización de la forma animal parece alcanzar su punto álgido con la expresión de la omnipotencia del faraón y de los dioses que le otorgan el poder. Al faraón se le relaciona deliberadamente con el animal feroz, cuya fuerza invencible se asocia a la excepcional fortaleza del soberano y su capacidad de defender Egipto frente al enemigo. "El Toro Poderoso", con la potencia del halcón, protegido como Re por la temible cobra que luce en la frente, es respetado y capaz de velar por el orden cósmico y el equilibrio del mundo (Maat).

A lo largo de los siglos, esta excepcional manera de concebir al animal como un guardián universal, protector de la realeza y encarnación de la esencia divina del rey, sigue constituyendo uno de los pilares de la civilización egipcia. Y de esta forma se establece un sutil fenómeno de alquimia: uno tras otro, los animales son glorificados e instrumentos de glorificación al mismo tiempo.

 

Hasta el 23 de agosto de 2015 en Caixaforum Madrid (Paseo del Prado, 36)
Horario: lunes a domingo, de 10:00 a 20:00 horas.

 

 
 

Tablero en forma de hipopótamo y tres fichas con cabeza de cánido para el juego de los 58 agujeros

Fayenza silícea con incrustaciones de vidrio y madera
664-332 a.C. (Baja Época)
Musée du Louvre

 

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