IMÁGENES MARIANAS DE GLORIA EN LA CAPITAL HISPALENSE (III)

Jesús López Alfonso y Jesús Abades


 

 

Virgen del Alma Mía (Iglesia de San Antonio Abad): La Comunidad de Frailes del desaparecido Convento de San Diego fue una de las primeras en defender a ultranza la devoción a la Inmaculada Concepción en la ciudad; motivo por el cual encargaron a un escultor de apellido Gilman la ejecución de una Inmaculada de vestir, que fue bendecida en 1615 y posteriormente recibiría la advocación del Alma Mía. Se trata, por tanto, de la más antigua efigie de bulto redondo que representa el misterio de la Concepción Inmaculada de María en Sevilla. La gran importancia en la creación de esta imagen, aparte de su valor artistico e iconografico, radica en que su modelo inspiró futuras Inmaculadas de los maestros Murillo y Montañés. Al quedar disuelto el cenobio, los frailes la donaron a la Iglesia de San Antonio Abad, perteneciente a la Cofradía del Silencio, también ferviente propagadora del Dogma, donde podemos contemplarla desde entonces. La hierática Virgen, muy restaurada en el Setecientos para colocarle postizos y dulcificar su aspecto, descansa sobre una peana realizada en plata de ley por Blas Amat Cortés (siglo XVIII) y presenta las palmas de las manos juntas, en actitud devota y entregada.

 

 

Virgen del Tránsito (Iglesia Conventual del Pozo Santo): La Dormición de la Virgen del Pozo Santo es una magnífica imagen que llegó al convento a través de una donación realizada por Juan López, quien la entregó a las religiosas en 1754. No se conoce su autor, pero algunos opinan que su cronología se remonta, al menos, a finales de la centuria anterior, ya que el donante la conocía en su casa desde pequeño y su madre no falleció hasta los 90 años. Con las debidas reservas, tenemos que señalar la exquisita impronta rococó que presenta la talla y su más coherente ubicación en la fecha de donación. La Virgen, tendida sobre un lecho dorado de estilo rocalla, presenta los ojos semicerrados, con la mirada perdida en el trance de la dormición plácida; nariz recta y fina; boca semicerrada, insinuándose la corona dentaria superior, manos entrecruzadas en señal de oración y nacaradas carnaciones. Es una efigie de vestir, con la cabeza suavemente inclinada hacia la derecha, que sólo tiene perfectamente talladas en madera la mascarilla y las manos. A partir de la cintura se observa la formación de los plieges de una túnica. La imagen descansa en una urna de estilo rococó y planta octogonal, de mediados del XVIII, que se encuentra ubicada debajo del retablo de San Francisco.

 

 

Virgen del Voto (Colegiata del Divino Salvador): El profesor José Roda Peña estima que se trata de una obra anónima sevillana, datable en el año 1654. Ello lo fundamenta en la existencia de una talla de carácter procesional más antigua, adquirida entre 1632 y 1652, que fue sustituida en 1654 por la actual. Según Roda Peña, "toda la talla, en madera policromada, queda imbuida de una severa majestad, con marcada actitud hierática y acusada frontalidad. El óvalo craneano, bien modelado, presenta los mechones del cabello ligeramente señalados, partiendo de una raya central, pues está pensado para que se le coloque una melena artificial. Los pabellones auditivos acusan un intenso naturalismo, quedando horadados por sendos pendientes. El rostro de la Virgen es particularmente expresivo, aunando una sentida concentración interior con un tono de dulzura y cierta ensoñación no exenta de melancolía. Las cejas, de trazado finísimo y arqueado; los ojos de cristal, entornados y provistos de pestañas postizas; la nariz, con las aletas nasales muy marcadas; los diminutos labios cerrados describiendo una sutil sonrisa; el grácil hoyuelo centrando la redondeada barbilla, y el esbelto cuello, suavemente anatomizado, son algunos de los rasgos que configuran la faz mariana. Las manos, de estilizados dedos con ligera inflexión de sus falanges, están pensadas para que porten el libro de las Horas Canónicas, que constituye el atributo más singular de esta imagen" (1). Si aceptamos dicha teoría, hay que descartar las atribuciones a Giralte y a Balduque. Ha sido también relacionada con Roldán, aunque para nosotros presenta notables conexiones con la Virgen de la Encarnación de Los Terceros, ya que acusa la misma frontalidad, hieratismo y empaque. La advocación de Voto se basa en el carácter concepcionista de la imagen, pues alude al juramento que en defensa del misterio pronuncia la Hermandad Sacramental del Salvador en 1653. En 1903 y 1905 fue restaurada por Manuel Gutiérrez Reyes (2).

 

 

Virgen de la Anunciación (Parroquia de la Anunciación): También relacionada estilísticamente con la imagen anterior se halla esta interesante talla de vestir, titular del templo de la Barriada de Juan XXIII. Según opinión de Francisco Peláez del Espino, quien restauró a la Virgen, se trata de una obra del círculo de Juan Martínez Montañés, destacando el valor artístico de sus manos, que aparecen extendidas y sujetando un rosario la izquierda y una azucena, símbolo de la pureza virginal de María al serle anunciada por el Arcángel Gabriel su concepción inmaculada, la derecha. Posee los aditamentos propios de una reforma dieciocheca: cabellera de pelo natural, ojos de cristal y pestañas postizas. Es titular de una cofradía de gloria cuyas primeras reglas se aprobaron en 1975.

 

 

Virgen de las Fiebres (Parroquia de la Magdalena): Puede decirse que esta imagen fue una de las primeras y más grandes devociones marianas de Sevilla. Existió en el templo otra escultura más antigua de la Virgen de las Fiebres, fechada en el siglo XIII, que resultó destruida a finales del XVII tras venirse abajo el techo del cenobio, según la teoría de unos, o en un traslado local, según la de otros. La actual es obra magistral de Juan Bautista Vázquez El Viejo (1564), quien también labró junto a Miguel Adán el antiguo retablo mayor del templo (3). De gran solemnidad y severa composición, muy imitada posteriormente, goza de un admirable estado de conservación y puede relacionarse con otras obras del maestro castellano como la Virgen del Facistol de la Catedral de Sevilla o el medallón de la Virgen que se halla en la portada de la Iglesia de la Anunciación (4). El Rey Pedro I, apodado El Cruel, estuvo vinculado con la Virgen. Al parecer, el monarca estuvo muy enfermo y su madre, Doña María de Portugal, acudió en procesión vestida de luto con todo su séquito desde el Alcázar hasta la Iglesia Conventual de San Pablo (hoy Parroquia de la Magdalena) para pedir ante la efigie por su salud, haciendo voto de regalar una estatua de su hijo arrodillado en plata para que se ubicase a sus plantas. El Rey sanó y la Reina Madre cumplió su voto. La escultura orante de Pedro I estuvo a los pies de la primitiva virgen de las Fiebres hasta el reinado de su hermano Enrique. Ello se debe a que Enrique, hijo de una amante del padre de Pedro I, asesinó a su hermano tras una guerra e instauró con ello la Dinastía de los Trastámara. De ahí que los frailes dominicos retirasen la escultura sin que hoy se sepa su paradero.


BIBLIOGRAFÍA

(1) RODA PEÑA, José. Actas del I Congreso de Internacional sobre la Orden Concepcionista, T. II, León, 1990.

(2) Ibidem.

(3) PORRES BENAVIDES, Jesús. Juan Bautista Vázquez El Viejo y el Convento Dominico de San Pablo el Real, en Escuela de Imaginería, nº 43, Cajasur, Córdoba, 2004, pp. 25-28.

(4) Ibidem.

 

Nota de La Hornacina: Dedicamos este dossier a un entrañable hermano de la Cofradía de Pasión
sin cuya anónima y desinteresada colaboración no hubiera podido salir a la luz. Gracias.

Fotografías de Roberto Villarrica, Manuel Agüera Ostos,
Leonardo Barrera y Rafael Márquez para www.rafaes.com 

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