EL IDEAL EN EL PAISAJE

Pilar Giró (11/07/2014)


 

 
 

Madre e Hija en la Playa

Ernest-Ange Duez
1885
Óleo sobre lienzo
46,3 x 55,8 cm
Museo Thyssen-Bornemisza de Madrid

 

Introducción

El concepto del placer obtenido de la contemplación del arte es lo que quiere dibujar el recorrido temático y cronológico de la exposición El Ideal en el Paisaje. Entre Meifrèn, Matisse y Goncharova, que se inaugura el próximo 13 de julio en el Espai Carmen Thyssen de Sant Feliu de Guíxols (Girona). La temática predominante en la muestra es el género del paisaje, de manera que se hace posible aplicar lo que dijo el pintor y dibujante romántico alemán Philippe Otto Runge (1777-1810): "todo conduce necesariamente al paisaje".

La pintura de paisaje como género se inicia en el siglo XVII. Hasta entonces el paisaje nunca había sido tratado como tema, sino que éste aparecía como contexto. Los fondos de la colección Carmen Thyssen permiten construir un relato, tomando el paisajismo como protagonista, en el que poder explicar la evolución del diálogo entre el artista y el entorno. Y, sobre todo, lo que hace interesante esta reflexión es la posibilidad de poder establecer conexiones entre el arte que se desarrolla en Europa y América, con la particularidad de poder establecer estas conexiones internacionales con Catalunya.

Cronológicamente la exposición se organiza en cuatro ámbitos, un abanico que se abre desde el naturalismo del siglo XIX hasta las manifestaciones del arte del siglo XX. Las temáticas en las que este ideal en el paisaje se presenta son tres: el paisaje vinculado al mar como espacio de disfrute, los jardines como lugares de plenitud y la figura humana como el ser que los habita y dota de trascendencia.

Los tres autores seleccionados en el título responden a los pilares en los que se fundamentan los argumentos que explican a través de la selección de la cincuentena de artistas que forman parte de esta muestra: Meifrèn, en este caso, figura como paradigma catalán del naturalismo por un lado, pero también del impresionismo, pudiendo contrastar su obra con artistas como Lépine o Bonnard; Matisse será el artista que marca un punto de inflexión en esta muestra, su pintura abre las puertas al lenguaje expresionista y fauve; Goncharova con su pintura de carácter primitivista pone de manifiesto la importancia de la representación de la figura en el arte de vanguardia, con una atmósfera no demasiado lejana a la pintura de Sunyer; los personajes de sus obras parecen haber conseguido ser partícipes del ideal en el paisaje. Finalmente, la imagen de la exposición, la obra de Kuhn, traduce en lenguaje contemporáneo lo que para muchos es un estado ideal: las vacaciones frente al mar.

 

 
 

Pesca (Pescadores)

Natalia Goncharova
1909
Óleo sobre lienzo
112 x 99,7 cm
Museo Thyssen-Bornemisza de Madrid

 

El Paisaje Naturalista

La estética de la pintura naturalista aplica la voluntad del tratamiento realista del paisaje, pero desmarcándose de las cualidades de la representación del natural que estaba trabajando la fotografía de entonces. La expresión de la vivencia de la naturaleza imitada parte del análisis objetivo, casi científico, de la contemplación de los objetos, pero no se puede liberar aún de la pátina romántica que confiere a la mirada sobre el paisaje la huella anímica, el sentimiento inherente que se despierta en la contemplación subjetiva del paisaje.

En este sentido la obra de Daubigny, Salida de la Luna a la Orilla del Río Oise, como artista representante de la École de Barbizon, arrastra sobre el paisaje realista una clara interpretación anímica. La obra de este artista será especialmente querida por los autores impresionistas, los cuales pondrán de relieve su tratamiento libre de la pincelada, capaz de captar un instante de luz.

La pintura al plein air es uno de los aspectos destacables de las obras pertenecientes a este estilo, siguiendo básicamente los modelos fijados por la École de Barbizon, con la que muchos artistas europeos estuvieron en contacto. Incluso admitiendo que dicha escuela no existe como tal, sino que aglutina artistas de un período fascinante de la pintura paisajística y que será el referente moderno de las colonias de artistas en el campo.

En este sentido, la obra de Lépine, El Sena desde el Puente de Sévres, es un fantástico ejemplo de la influencia de Daubigny. En la obra del normando Baudin se puede ver la preparación del camino hacia el impresionismo. Su paleta se impregna y da protagonismo a la percepción de los colores locales, confiriendo a la percepción de la naturaleza no sólo los aspectos del plein air sino poniendo de relieve el lenguaje del trazo, de la pincelada.

En la pintura de Meifrèn, El Puerto de Barcelona, o en la de Ramon Martí i Alsina, Vista Panorámica de una Costa Catalana, se integran todos estos conceptos desarrollados en torno a la pintura naturalista europea, en la que las sensaciones que desprenden la contemplación de un paisaje se ponen de manifiesto sobre la pintura, sin dejar de lado la percepción realista del entorno.

Esta maravillosa fusión de reminiscencias románticas, con una mirada que pretende ser científica y objetiva, en contacto directo con la naturaleza y avanzando a lo que será un tratamiento atmosférico que se desarrollará plenamente en el impresionismo, pone de relieve que la pintura catalana está en perfecta armonía con los preceptos estéticos trabajados contemporáneamente en el resto de Europa.

La pintura americana del siglo XIX muestra su vínculo directo con la pintura europea. La obra de Bierstatd, Las Cataratas de San Antonio, es un claro ejemplo de la implantación de la cultura artística romántica cristalizada después del proceso de independencia. La presente obra de este autor, perteneciente a la segunda generación de la Hudson River School, es un magnífico ejemplo para ilustrar el ensayo Letters on Landscape Painting escrito por Asher B. Durand, donde se explicita el gusto por la pintura de paisaje con un gran efecto escenográfico compatible pero con la verosimilitud de la localización.

La filosofía de la naturaleza de Emerson también influyó en estos pintores. El aspecto poético, de experiencia casi mística en el diálogo con el paisaje, que coincide perfectamente con el ideario romántico, hace que se pueda expresar plásticamente el concepto de "transparente eyeball" en el que el sujeto se funde con la naturaleza en su estado de contemplación y logra la empatía absoluta con ella, manifestándose en una absoluta sacralización, en la liberación del propio individuo formando un todo con la naturaleza. Esta sensibilidad panteísta facilitaba entender el paisaje como una especie de naturaleza revelada.

Otros artistas naturalistas americanos, como Homer (Escena de Playa), viajaron muy poco por Europa, pero en cambio eran buenos conocedores de las obras de los artistas de la Escuela de Barbizon y, en su país, Homer destaca como pionero de la modernidad artística y fundador del nuevo lenguaje naturalista.

La selección de obras americanas, discurren entre las que tienen un acento más marcadamente romántico, como Bierstadt, hasta las que apuntan a una clara entrada del impresionismo como por ejemplo la obra de Potthast, donde se incluye un nuevo elemento que moderniza la interacción de la sociedad con el paisaje: el concepto del ocio y del veraneo. Todas estas pinturas tienen en común permitir el disfrute del paisaje cercano al ser, del paisaje con el que interacciona, del que se apropian las presencias de los personajes que no disfrutan en un estado de contemplación sino que pasan a formar parte de él, como una continuidad del todo. 

 

 
 

Bañistas en la Playa

Walt Kuhn
1915
Óleo sobre lienzo
76 x 102 cm
Museo Thyssen-Bornemisza de Madrid

 

Captar el Instante

Entre los referentes fundamentales de la formación del lenguaje impresionista, la École de Barbizon tiene un papel notable. Pintores como Renoir, Sisley, Monet, entre otros, buscaron también temas y modelos en los bosques de Fointainebleau, estableciéndose incluso en a Barbizon.

En la primavera invadida por la luz impera el destello y la potencia exultante de los amarillos veraniegos, algunos artistas logran paralizar el tiempo para desvelar la belleza del instante fugaz; otros aportan la calma y el sosiego de unas aguas quietas que contrastan con el aire que azota la hierba y la atmósfera luminosa.

El 15 de abril de 1874 se inaugura en París el que para la historia del arte pasará a ser la primera exposición de los impresionistas. Entre los autores destacables que participaron figuran: Renoir, Sisley y Monet. Émile Zola vio en estos artistas algo que él mismo reclamaba para la renovación de la literatura y el arte: poder captar las sensaciones cromáticas producidas por efectos de luz sobre los objetos, es decir, captar el instante de la luz, en la una percepción de la realidad dérmica.

En el año 1855 hay dos hechos importantes a tener en cuenta para comprender la eclosión del impresionismo. Por un lado la Exposition Universelle de París, donde se dedicó una exposición a Ingres, Delacroix y Couture (los artistas más célebres del momento) y del otro la publicación de las tesis de Hermann von Helmholz, en las que se expone que las sensaciones visuales no corresponden exactamente a las propiedades de los objetos percibidos, sino que dependen también de nuestros órganos sensitivos.

Los pintores impresionistas, que no fueron dados a teorizar, sino que más bien todas sus inquietudes intelectuales las trasladaron a las telas, captaron tanto la necesidad de una renovación del lenguaje plástico como el hecho del nuevo diálogo con la manera de captar el entorno que ofrecían las teorías de Helmholz. Teorías que, al mismo tiempo, iban de la mano con el posicionamiento objetivo y de carácter científico que ya se había iniciado con el desarrollo de la pintura naturalista a plein air y que ahora, con el impresionismo, daría un paso más. La pintura para los impresionistas toma como objeto la experiencia del paisaje condicionada por las disposiciones físicas de nuestra visualidad subjetiva.

Renoir por ejemplo considera que la naturaleza era su estudio y que la pintura a plein air era fundamental para el impresionismo. Monet recomendaba pintar lo que se veía hasta tener la sensación de contemplar por primera vez lo que estaba mirando. Con todos estos preceptos, además, se están sentando las bases de lo que será la pintura postimpresionista, y más concretamente, invita a pensar en Cézanne.

La evolución de la pincelada que llena rápidamente la tela, la intención y el diálogo del artista con el entorno que ha decidido representar, siempre buscando la belleza enigmática que late bajo la piel de las formas, escrutando y desgarrando cada vez más el contorno de la línea hasta dejar sólo la expansión del color, el esparcimiento de la luz, la percepción subjetiva buscando la pureza del instante primigenio, fascina a artistas como Bonnard. En la presente exposición se ha buscado un diálogo evidente entre la intencionalidad del trazo en la obra Claro de Sol de este artista y las obras Somorrostro de Bosch y Roger y Valldemosa de Meifrèn. La provocación de este diálogo responde a la voluntad de internacionalizar el discurso de la pintura catalana, evidenciando una cultura siempre afín a las nuevas corrientes de pensamiento europeas.

Descubrir el ideal en el paisaje que nos rodea, invitando al exotismo de la naturaleza y a la proximidad de los paraísos que encontramos en los jardines cotidianos, espacios dotados de una belleza especial, a cada instante, como los que capta Matisse en Conversación bajo los Olivos, o Weissenbruch en Jardín Doméstico en la Kazernestraat, implementan la consideración de habitar poéticamente el mundo como anhelaba Heidegger. La obra El Abismo de Mir, con una puerta ya abierta hacia el expresionismo o Baños en el Paseo de Sant Feliu de Amat, con una prolongación de la pincelada que se hace eco de los hallazgos impresionistas, hace que estos anhelos de ideal conviertan reconocibles en nuestros paisajes del entorno inmediato.

 

 
 

Claro de un Bosque

Alfred Sisley
1895
Óleo sobre lienzo
56,4 x 65,4 cm
Museo Thyssen-Bornemisza de Madrid

 

Captar el Instante

El impresionismo, caracterizado por el uso del instinto y de la intuición no daba respuesta a artistas que buscaban una utilización del color, basada en el estudio científico de la composición de la luz.

De este enlace evolutivo del impresionismo hacia un tratamiento más científico de la aplicación del color en la pintura surge lo que se conoce como puntillismo o divisionismo, a pesar de que su precursor, Georges-Pierre Seurat, no aceptara esta denominación. De hecho, lo que consigue aportar esta incursión pictórica es poner de relieve la vibración de la luz sobre la tela. La aplicación procedimental consistía en romper con la tradicional mezcla física de pigmentos en la paleta y hacerlo mediante una mezcla óptica realizada con puntos de colores puros puestos sobre la tela. La obra Playa, Efecto de Tarde, de Henri-Edmond Cross, es un ejemplo de estas lecciones aprendidas de sus amigos Seurat y Signac.

Los cuadros de Cross y Rysselberghe, que forman parte de la muestra, serán el enlace perfecto después de Lebasque, desde un punto de vista de evolución plástica y estética. La temática de las obras seleccionadas retoma en el primer plano el discurso del paisaje como entorno paradisíaco, poniendo de relieve el mar y el vínculo de disfrute del ser humano con este, como uno de los hilos conductores de la selección de obras, a pesar el tema sea una excusa para el desarrollo de las reflexiones científicas en torno a la luz y el color.

A principios del siglo XX, como reacción al naturalismo, al impresionismo y al carácter positivista que este último toma hacia finales del XIX, se inicia un nuevo movimiento pictórico, el expresionismo. Este nos traslada a una percepción más subjetiva de la realidad, a una prolongación del estado de ánimo a la atmósfera que dibuja los espacios, normalmente agitados, inquietos. La mirada expresionista sobre el paisaje traslada a la representación los propios sentimientos del artista. Las pinceladas de Rolhfs, Pechstein, Kirchner o Münter, artistas que emplean el arte pictórico como vehículo para trasladar sus sentimientos, su estado anímico, generalmente cercano a la melancolía neorromántica, entendiendo el arte casi como un alivio espiritual.

La obra Vista desde la Casa del Hermano del Artista, de Gabriele Münter, es un ejemplo de una pintura que aún conserva el planteamiento impresionista, pero su ejecución tanto en la pincelada como en la aplicación del color hace que pueda ser considerada una de las obras de más calidad de esta artista, pudiendo la enmarcó en los propósitos conceptuales del expresionismo.

El predominio de la visión interior del artista, es decir, la expresión, frente la plasmación de la realidad, la impresión, encuentra un claro ejemplo en la obra Paisaje con Castaño, de Kichner, el cual se caracteriza por una nerviosa intensidad en la utilización de la materia, lo que supone un novedad en la pintura de este artista. 

 

 
 

Escena de Playa

Winslow Homer
Hacia 1869
Óleo sobre lienzo
29,3 x 24 cm
Museo Thyssen-Bornemisza de Madrid

 

Tránsito a la Modernidad

La dedicación que la colección Carmen Thyssen respecto al arte del siglo XX pone de relieve que es en este periodo cuando se pone de manifiesto que el arte es una transformación de la sensibilidad, reflejada más en la exploración del lenguaje plástico que no en la imitación de la naturaleza y de lo que esta desprende. La diversidad, la convivencia de lenguajes que se han ido desarrollando desde la subjetividad del artista da lugar a un eclecticismo estético se ve reflejado en este último ámbito de la exposición.

Las obras que se han seleccionado para este apartado tienen un nexo conceptual común que sería la capacidad de buscar y encontrar el concepto del ideal en el entorno próximo. Entendiendo este ideal como un entorno vinculado ya sea en concepto de Arcadia como ocurre en la obra Mediterránea de Sunyer, o una interpretación bucólica de una escena costumbrista como la de Pesca de Goncharova, o como el mismo título de la obra de Sacharoff indica: Paisaje Idílico, o la obra de Prendergast.

Todas ellas son pinturas con paisajes que parecen dedicados a los placeres de los dioses, escenas cotidianas que se convierten bucólicas y la mirada del espectador pasa a ser cómplice junto con las figuras que aparecen en el cuadro, deseando compartir este espacio mágico, de reposo y espera como el de Manguin o de fiesta y música en espera de ser desvelados en la danza a punto de iniciar en la obra de Tappert.

Espacios de complicidades, juegos y risas, un tiempo moderno en el que tiene cabida el ocio y el placer, vinculado porque no a las vacaciones y al contexto de un paisaje de playa, como la de Sanvisens o la de Kuhn. Ambas especialmente interesantes, la de Sanvisens por la relación que se puede establecer con la asimilación del lenguaje expresionista; la de Kuhn con una composición de estructura racional y abstracta, que pone de relieve las conexiones de este pintor neoyorquino con el naturalismo de Boudin hasta las filiaciones fauves. Ambos han escogido una temática con una larga tradición en la pintura moderna, golpe se puede ver en esta misma exposición con obras como la de Homero.

Algo ha cambiado en el mundo después de atravesar El Puente de Léger, o pasear por los silencios de Daylesford pintados por Andrews, ambas obras presentes en la muestra. Lo ideal en el paisaje, interrogante de múltiples miradas, sin respuesta concreta. El deseo de la belleza eterna y el instante en que el artista la insinúa sobre la tela para que sea posible, sin olvidar lo que desde el azul, la obra de Yves Klein nos recuerda: que somos humanos continuamente tentados por el pecado de hybris.

 

 
 

Casa en la Kuhrische Nehrung

Max Pechstein
1909
Óleo sobre lienzo
50 x 50 cm
Museo Thyssen-Bornemisza de Madrid

 

Del 13 de julio al 19 de octubre de 2014 en el Espai Carmen Thyssen de Sant Feliu de Guíxols (Girona). Dirección: Plaça del Monestir, s/n. Horario: lunes a domingo, de 11.00 a 21.00 horas (a partir del día 15 de septiembre, de 10:00 a 13:00 y de 16:00 a 19:00 horas; sábados y domingos, de 10:00 a 20:00 horas). La exposición ha sido organizada por la Fundació Privada CentrE d'Art Pintura Catalana de Sant Feliu de Guíxols y el Ajuntament de Sant Feliu de Guíxols. Comisaria: Pilar Giró Román.

 

 
 

Daylesford

Michael Andrews
1984
Acrílico sobre lienzo
122 x 183 cm
Museo Thyssen-Bornemisza de Madrid

 

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