CAPUZ, PROFANO Y SACRO

José Francisco López (04/04/2017)


 

 

Introducción

El escultor José Capuz (Valencia, 1884 - Madrid, 1964) es una de las figuras más relevantes y determinantes de la renovación de la plástica figurativa española en la primera mitad del siglo XX.

Su concepción del arte de la escultura, de acuerdo con las tendencias internacionales, patentes en la depuración formal de la nueva figuración clasicista, combina en sutil equilibrio la serenidad compositiva con las inquietudes expresionistas, convirtiéndose en una referencia inexcusable a la hora de estudiar la escultura española, y aun europea, de la primera mitad del siglo XX.

Sin embargo, y a pesar de su influencia, tanto desde el ejercicio de la docencia como con el magisterio de su creación artística, la obra de José Capuz es una gran desconocida, más allá de determinados círculos locales en los que los importantes vínculos emocionales establecidos entre el pueblo y algunas de sus esculturas procesionales pueden arrojar una visión reduccionista y equivocada de su trayectoria y dimensión creadora.

 

 

Capuz, profano y sacro

En la exposición, comisariada por José Francisco López, se propone ofrecer una aproximación a la producción global del escultor Capuz, en su doble vertiente profana y sacra, explorando los puntos de contacto, las confluencias formales y conceptuales entre géneros que, en principio, podrían parecer distantes.

La figura humana se muestra como el soporte constante de la expresión artística de Capuz. La figura humana, reinterpretada al aire de las nuevas corrientes estéticas del siglo XX que, paradójicamente, encontraron en la Antigüedad clásica y aún en el arcaísmo, un claro referente para la modernidad figurativa.

La depuración formal de Capuz conduce a una esencialización de los volúmenes figurativos, en un recurso donde con lo menos se consigue transmitir lo más.

Esa misma esencialización formal contribuye a la identificación de arquetipos atemporales, otorgando a la obra aparentemente sencilla de Capuz su carácter clásico de permanente y universal validez.

 

 

Escultura religiosa

La escultura religiosa de José Capuz participa de las mismas inquietudes y búsquedas formales presentes en el resto de su producción, incorporando un género como el de la imaginería, anclado en la tradición, a las corrientes artísticas del momento.

Capuz comienza a abordar la imaginería procesional a partir de 1925, con la Virgen de la Soledad y el grupo de La Piedad para los Marrajos, marcando para siempre el lenguaje escultórico de esta cofradía cartagenera. En 1930, realizaría su grupo del Descendimiento, expuesto con gran repercusión en el Círculo de Bellas Artes de Madrid; obra que supondría su definitiva consagración como el auténtico renovador de la escultura religiosa.

Tras la guerra civil, la destrucción de una gran parte del patrimonio artístico religioso y el nuevo clima de exaltación nacionalcatolicista provocarían una ingente demanda de imaginería, con el objetivo de sustituir las piezas desaparecidas, en muchas ocasiones recurriendo a la reproducción más exacta posible del original perdido. Estas circunstancias dejaban poco margen para la creación artística personal, y constituían un verdadero peligro para el desarrollo artístico de nuevas carreras en formación. Pero, en el caso de Capuz, con una carrera ya consagrada en el período prebélico, el escultor supo hacer de la necesidad virtud combinando, en la medida de lo posible, los intereses de los comitentes, que deseaban recuperar el referente devocional desaparecido, con sus propios intereses de dignificación de la escultura religiosa.

El conocimiento de los patrones compositivos constantes a lo largo de los siglos y culturas en las imágenes de culto permite a Capuz otorgarle un aire de novedad a sus imágenes devocionales, aun en el caso de aquellas donde se puede hablar de una colaboración entre escultor y comitente, al terminar de configurar la imagen con la adición del atuendo suntuario.

 

 

Escultura profana

En sus bronces en pequeño formato, libre de los condicionantes propios de la imagen procesional, da rienda suelta a sus afanes expresionistas de una manera mucho más evidente, trascendiendo el asunto puramente religioso para alcanzar de nuevo la categoría clásica de arquetipos del dolor, la piedad o la espiritualidad.

Escultores como Capuz recurren al estudio de los arquetipos formales de la Antigüedad y no dudan en usarlos como referentes más o menos directos en la concepción de su imaginería religiosa. Así ocurrió con la utilización del vaciado en yeso de un busto clásico del siglo II d.C. para elaborar la imagen de San Juan Evangelista (1943) para la Cofradía de los Marrajos de Cartagena, donde más allá de la clara utilización del modelo, subyace el interés de Capuz por el mundo clásico y los valores simbólicos que la transposición del panteón grecorromano a la iconografía cristiana ha aportado desde el origen del arte sacro.

Al mismo tiempo, en esta metamorfosis de lo profano a lo sacro queda patente la reivindicación realizada por Capuz del género imaginero como escultura, equiparándola a los nobles referentes clásicos.

Durante su estancia en la Academia Española de Roma, José Capuz recibiría la influencia de la estatuaria clásica, no sólo con el conocimiento directo de los originales de la Antigüedad sino también a través de las creaciones del Renacimiento, y en especial de la obra de Miguel Ángel, cuyo recuerdo afloraría años después en numerosas obras.

En otras ocasiones, Capuz acude a la cita literal de la escultura antigua, o bien recurre al arcaísmo griego para reinterpretar su simplificación formal en clave contemporánea, ofreciendo obras de claro estilo personal y entroncadas en las corrientes artísticas del momento, como podemos advertir en la Diana cazadora, de claras resonancias art déco.

El análisis de los tipos iconográficos y los arquetipos compositivos le lleva a reinterpretarlos una y otra vez con igual validez tanto en un contexto sacro como profano.

Su interés por el mundo clásico se muestra de una manera más espontánea en los numerosos dibujos acuarelados -algunos de ellos los podemos contemplar en la muestra Capuz, profano y sacro-, en los que se esbozan composiciones de posteriores elaboraciones escultóricas, y en las sencillas piezas en barro, a modo de clásicas tanagras, en las que centra su trabajo de los últimos años.

 

 

Conclusiones

La imagen devocional, el bronce expresionista, el retrato, la calidez de la madera, la espontaneidad del modelado en barro... Distintos géneros y materiales en los que aflora siempre una misma búsqueda del ideal escultórico de Capuz.

La ciudad de Cuenca, que desde hace setenta y cinco años atesora la venerada imagen de Nuestro Padre Jesús Nazareno del Puente, tiene ahora la oportunidad de disfrutar de una muestra de la obra del escultor, gracias a la generosidad de los prestatarios colaboradores.

 

 

Hasta el 7 de mayo de 2017 en el Museo de la Semana Santa de Cuenca (Calle Andrés de Cabrera, nº 13)
Horarios: jueves a sábado, de 11:00 a 14:00 y de 16:30 a 19:30 horas; domingo, de 11:00 a 14:00 horas; martes, cerrado.

 

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