GEORGES MÉLIÈS. LA MAGIA DEL CINE


 

 
 

Viaje a la Luna (1902)

 

Introducción

La directora general adjunta de la Fundación "la Caixa", Elisa Durán, y el director científico de Patrimonio y del Conservatorio de Técnicas de La Cinémathèque Française, Laurent Mannoni, inauguraron el pasado 4 de abril la exposición Georges Méliès. La Magia del Cine, una muestra-homenaje a quien ha sido considerado como el primer ilusionista del cine. Dentro de su programación cultural, la Obra Social "la Caixa" presta una atención preferente a las manifestaciones artísticas fundamentales en la formación de la sensibilidad contemporánea. En esta línea se enmarcan las exposiciones dedicadas al cine, que, junto con la fotografía, constituye la forma artística más característica del siglo XX. Así, la entidad ha dedicado muestras retrospectivas a grandes nombres del mundo del cine, como los cineastas Charles Chaplin y Federico Fellini, y ha realizado proyectos como El Efecto del Cine. Ilusión, Realidad e Imagen en Movimiento, que relacionaba la obra de los pioneros del séptimo arte con artistas contemporáneos a partir, precisamente, del ejemplo de Méliès.

La obra de Georges Méliès (1861-1938) aún es vigente hoy día, en especial en las producciones de los grandes creadores de Hollywood, porque, como afirmaba él mismo en 1933, "¿quién puede vivir sin féerie, sin un poco de fantasía?". La película La Invención de Hugo (2011), con la que Martin Scorsese le rendía un merecido homenaje, ha vuelto a situar en primer plano la vida y la obra de Méliès. Hijo de un empresario del calzado, fue dibujante, mago, constructor de artefactos, director de teatro, actor, decorador y técnico, así como productor, realizador y distribuidor de más de 500 películas entre los años 1896 y 1912. Reinó en el mundo del género fantástico y del trucaje cinematográfico durante casi veinte años, resultando fundamental su contribución al séptimo arte: introdujo el sueño, la magia y la ficción en el cine cuando este daba sus primeros pasos y era solo documental. Frente al cine de carácter documental de los hermanos Lumière, el acto fundacional de Méliès consistió en combinar el universo de Jean-Eugène Robert-Houdin, el padre de la magia moderna, con la cinematografía de Marey, así como en un decidido impulso al cine como espectáculo.

Como genio de los efectos especiales, Georges Méliès aplicó en el cine trucos de magia y la técnica de la linterna mágica: pirotecnia, efectos ópticos, desplegables horizontales y verticales, paradas de cámara, fundidos encadenados, sobreimpresiones, efectos de montaje y de color... Es como si este virtuoso de la técnica lo hubiera inventado y usado todo. Méliès vivió unos años dorados, de extraordinaria popularidad, que culminaron con el estreno, en el año 1902, de Le Voyage dans la Lune (Viaje a la Luna), filme que vieron millones de espectadores. Desgraciadamente, la expansión de la industria cinematográfica y la aparición de grandes empresas como Pathé y Gaumont llevaron a Méliès a la ruina y el olvido. En el año 1923, totalmente arruinado, Méliès destruyó los negativos de todas sus películas. Acabó vendiendo juguetes en la parisina estación de Montparnasse y más adelante se refugió en un asilo de Orly. El periodista Léon Druhot le reconoció en la estación, y a partir de aquel momento su obra empezó a ser valorada y recuperada de nuevo.

 

 
 

Doscientas Millas bajo el Mar o La Pesadilla de un Pescador (1907)

 

Más de 400 piezas para revivir la magia del cine de Méliès

¿De dónde proviene Méliès? ¿Cómo forjó su extraordinario universo? ¿Cuáles fueron sus fuentes de inspiración? Esta muestra da respuesta a todas estas cuestiones y demuestra que la génesis del mundo meliesiano se encuentra en los propios orígenes del cine: sombras animadas, linterna mágica, fantasmagoría, cronofotografía, magia y fantasía. Georges Méliès. La Magia del Cine permite profundizar en las raíces culturales, estéticas y técnicas de Méliès. La muestra está dividida en tres grandes ámbitos. El primero de ellos vincula su forma de entender el cine con sus antecedentes históricos (teatro de sombras, fantasmagorías y linterna mágica), introduciéndonos en su universo creativo. Méliès entendía el cine como una obra total, por lo que el segundo ámbito de la muestra nos explica cómo convierte el cine en un medio de expresión personal: diseñaba los decorados y el vestuario, y escribía los guiones de sus filmes, en los que también hacía de actor, cámara, montador, productor, distribuidor y empresario. Uno de los principales atractivos de la exposición es poder conocer cómo se gestaron algunas de sus películas más conocidas, contemplar todo el material de trabajo conservado -como el vestuario original de Le Voyage dans la Lune (Viaje a la Luna)- y revivir la sensación de las primeras proyecciones mediante aparatos de la época y objetos únicos, entre ellos la primera cámara de Méliès. La exposición ofrece un último ámbito que incide en cómo Méliès es olvidado por la industria y cómo resucita años más tarde. Así, destaca su papel primordial en la evolución de la historia del cine, un valor que llega hasta nuestros días gracias al filme-homenaje de Martin Scorsese, que cierra la exposición.

Georges Méliès. La Magia del Cine ha sido posible gracias a la colaboración de La Cinémathèque Française. Fundada en el año 1936, cuenta con la colección más importante a escala mundial de dibujos, películas, aparatos, vestuario y objetos de Georges Méliès, así como con un extenso y valioso fondo de imágenes y objetos relacionados con los inicios del cine. En total, la muestra presenta 418 piezas, entre ellas 21 filmes originales del cineasta francés, algunos de los cuales han sido restaurados y digitalizados expresamente para su exhibición. La exposición se completa con 67 fotografías (entre originales y copias modernas), así como dibujos, grabados y pósteres. También podrá contemplarse una selección de aparatos originales (linternas mágicas, praxinoscopios el cinematógrafo de los Lumière y una cámara cronofotográfica), y también copias manipulables que permitirán a los visitantes descubrir los efectos que crean dichos ingenios. Por último, cabe destacar distintas piezas entre vestuario original de la época, maquetas, documentación y correspondencia.

Georges Méliès. La Magia del Cine se completa con la publicación del catálogo de la muestra, una monografía en profundidad que permite llenar el vacío existente en la bibliografía sobre Georges Méliès en nuestro país. Como viene siendo habitual, la Obra Social "la Caixa" ha preparado un completo y variado programa de actividades relacionadas con Georges Méliès. La Magia del Cine. Además de la tradicional conferencia inaugural, a cargo del comisario Laurent Mannoni, y de un ciclo de conferencias sobre la figura del  creador, se han programado dos sesiones de proyecciones de películas de Méliès acompañadas de música en directo: por un lado, la música electrónica de Logical Disorder y de Adyo, y por otro, la música contemporánea de Mamut Cinema. La programación se completa con un ciclo de cine, un nuevo espectáculo de producción propia para el público familiar, actividades para personas mayores y la oferta usual de visitas comentadas y dinamizadas. Con el objetivo de fomentar la participación activa del público, también se ha creado un concurso llamado "Participa Méliès", abierto a todas aquellas personas que cuenten con dispositivos de grabación, para que creen sus propios vídeos basados en algunos de los trucajes típicos de la cinematografía de Méliès.

 

 
 

La Fuente Encantada (1892)

 

Las raíces del cine de Georges Méliès: el arte del engaño

Sombras chinescas, linterna mágica, fantasmagorías, ilusiones ópticas, discos estroboscópicos, fotografía animada: la llamada "escritura del movimiento" nacida en las cavernas prehistóricas se convierte en un tema importante a partir del siglo XVII. La iconografía móvil del "arte del engaño", repleta de diablos y monstruos inquietos, de vistas diurnas y nocturnas, produjo una extraña cosmogonía que impregnó profundamente la obra artística del mago Méliès. En cuanto al cinematógrafo -en realidad, hablamos de una fusión de procedimientos inventados por otros (Étienne Jules Marey, Thomas Edison, Émile Reynaud)-, Méliès se apropió de él al instante para crear una nueva fantasmagoría, más dinámica, gracias a la invención del trucaje, lo que hoy denominamos "efectos especiales". Fue así como Georges Méliès creó al mismo tiempo el espectáculo cinematográfico, la película de efectos especiales y el cine de ficción.

Georges Méliès era gran amante de las sombras animadas y frecuentó varios cabarés parisinos que ofrecían este tipo de espectáculo a finales del siglo XIX. La idea de crear sombras animadas con las manos, o de recortar y articular figuras para después situarlas entre una fuente luminosa y una tela blanca y así poder observar la proyección de sus siluetas, constituye una de las primeras conexiones directas entre movimiento, luz y puesta en escena teatral. En Francia, el teatro de sombras chinescas de Dominique Séraphin había atraído a miles de espectadores desde el año 1784. El momento culminante de este arte se alcanzó en el año 1886 con los espectáculos de Caran d’Ache y de Henri Rivière en el cabaré Le Chat Noir, donde se respiraba una atmósfera al mismo tiempo poética y estrafalaria que influyó de forma notable en Méliès.

El descubrimiento de la perspectiva se sitúa en el Renacimiento, aunque fue en el XVIII cuando aparecieron los instrumentos que permitían apreciar sus efectos: cajas de óptica, cámaras oscuras... La sensación del paso del tiempo, típicamente cinematográfica, era transmitida mediante vistas ópticas diurnas y nocturnas; la realidad se deformaba con anamorfosis que debían ser interpretadas a través de espejos, y en la segunda mitad del siglo XVIII Martin Engelbrecht ofrecía los primeros efectos de relieve con sus maravillosos teatros de perspectiva. Méliès encuadró sus películas como Engelbrecht, con decorados sucesivos y en ocasiones móviles.

La linterna mágica es un instrumento óptico que el astrónomo holandés Christiaan Huygens dio a conocer a mediados del siglo XVII. Permitía proyectar en una pantalla, en una sala a oscuras, imágenes fijas o animadas pintadas sobre cristal, que podían moverse mediante ingeniosos mecanismos. Gozó de gran popularidad hasta la aparición del cine. Dividida entre dos tendencias -como más adelante también el cine (por una parte, recrea la vida, y por otra, proyecta las vistas más insólitas)-, generó una iconografía específica, a menudo rara, y en este sentido constituyó una de las principales fuentes de inspiración de Méliès, que también fue "linternista". Méliès rindió homenaje a estas proyecciones luminosas en su película La Lanterne Magique (La Linterna Mágica, 1903), en la que unas diminutas bailarinas se escapan del citado aparato óptico.

Durante la década de 1790, inspirados por el "romanticismo negro" que causaba furor en pintura (Goya, Heinrich Füssli y William Blake) y literatura (Mary Shelley, Goethe y Matthew Lewis), algunos físicos y magos idearon un nuevo género de espectáculo luminoso: la fantasmagoría. A partir del año 1792 se organizaron en Francia, Alemania, Inglaterra y España grandes sesiones de imágenes luminosas, animadas, en color y sonoras. Desde entonces los mecanismos fueron elaborándose cada vez más: proyecciones tras la pantalla o sobre humo, imágenes animadas y con volumen que se hacían más grandes o más pequeñas al deslizar la linterna sobre unos raíles, como en un travelín, etcétera. Personajes luminosos animados atravesaban la pantalla en todas direcciones, o aparecían en el fondo de la sala, se acercaban a los espectadores a sorprendente velocidad y de repente desaparecían. Eran visiones asombrosas que solían ir acompañadas de música, ilusiones acústicas, efectos pirotécnicos y trucos de magia. La fantasmagoría, precursora de las películas de terror, se convirtió en una de las grandes fuentes de inspiración del estilo meliesiano. Así, la muerte fue un tema recurrente en la obra de Georges Méliès, aunque, siendo como fue el cineasta jovial de naturaleza, acabó transformando con gran ingenio este género negro fantástico en "alegre fantasmagoría".

El fenaquistiscopio o disco estroboscópico, desarrollado en el año 1832 por dos investigadores al mismo tiempo, el belga Joseph Plateau y el austríaco Simon Stampfer, permitía ilustrar el fenómeno de la persistencia de las impresiones luminosas en el ojo y en el cerebro. Resultó ser la base de la técnica cinematográfica. La iconografía producida por los discos estroboscópicos era muy dinámica, divertida y moderna. Por su carga estrafalaria y absurda, algunas de aquellas imágenes animadas anunciaban ya el universo de Georges Méliès. Por su parte, el praxinoscopio, inventado por Émile Reynaud en 1876 y patentado en 1877, ofrecía la posibilidad de crear la ilusión del movimiento a partir de imágenes fijas. Con un praxinoscopio mejorado convertido en "teatro óptico", Reynaud fue el artífice de la primera proyección pública y de pago de imágenes animadas.

El principio de la estereoscopia fue descubierto por el inglés Charles Wheatstone antes incluso de la aparición del daguerrotipo. En un principio, dos dibujos parecidos aunque ligeramente desplazados uno respecto de otro, eran observados a través de dos lentes; más adelante este sistema se aplicó a la imagen fotográfica, con lo que pudo mostrarse todo un mundo nuevo de muy marcado relieve. Este mismo principio es el que nos permite hoy en día disfrutar del cine en 3D. La fotografía del movimiento, junto con la estereoscopia, fue una de las grandes obsesiones de la segunda mitad del XIX. Un fotógrafo inglés, Eadweard Muybridge, logró obtener series de fotografías instantáneas sucesivas que mostraban el galope de un caballo. Por su parte, el médico francés Marey, tras explorar el movimiento a través del método gráfico, utilizó en 1882 una primera cámara cronofotográfica, muy moderna, para grabar una serie de imágenes secuenciales en una sola placa de cristal sensible. En 1889, Marey obtuvo las primeras series de imágenes en cintas de celuloide. Esta fue la innovación decisiva que permitió el nacimiento del cine como arte, técnica e industria. Marey fue también el primero en grabar los movimientos de los magos y en "trucar" las fotografías animadas, como luego hizo Méliès.

El kinetoscopio de Thomas Edison, concebido junto con su asistente Dickson, era una máquina que funcionaba con monedas y permitía ver una película cinematográfica de 35 mm. Pese a carecer de proyección, ya que la película simplemente se miraba dentro del aparato, supuso un gran adelanto. La primera sala de kinetoscopios abierta al público, Kinetoscope Parlor, fue inaugurada en Broadway el 14 de abril de 1894. En 1895, William Heise rodó The Execution of Mary, Queen of Scots (La Ejecución de María Estuardo, Reina de Escocia), película en la que empleó por primera vez el trucaje de la parada de cámara, más adelante usado por Méliès.

 

 
 

Diseño para La Condenación de Fausto (1904)

 

Méliès, cineasta y mago

Georges Méliès se adentró en el mundo de la fotografía animada a partir de 1890, aunque no se decidió a usar esta técnica hasta la primavera de 1896, cuando triunfó la proyección cinematográfica. Se compró entonces su primera cámara en Londres, realizó sus primeras películas, que proyectaba en su teatro Robert-Houdin o vendía a feriantes, e inició su abundante producción. Muy pronto hizo construir el primer estudio cinematográfico acristalado en Montreuil, un "teatro de poses" inteligentemente concebido, donde rodó la mayor parte de sus películas. El genio de Méliès se desbordó a principios de la década de 1900 con cintas tan hábilmente trucadas que sus rivales toparon con muchas dificultades para imitarle. En el año 1902, Le Voyage dans la Lune (Viaje a la Luna) se convirtió en todo un éxito internacional. Méliès no fue únicamente un cineasta extremamente inventivo, sino también un dibujante muy hábil. Gracias a sus numerosos esbozos conservados, podemos entender cómo se originaron y crearon sus películas.

Antes de convertirse en uno de los cineastas más importantes de los inicios del cine, Méliès fue un genio de la magia, faceta que cultivó a lo largo de toda su vida. Fascinado desde su infancia por los títeres, se inició en la prestidigitación durante una estancia en Londres, en la década de 1880, con dos grandes maestros: John Maskelyne y David Devant. En julio de 1888, ya en París y gracias a la fortuna de su padre, compró el pequeño teatro de su gran maestro, el mago Robert-Houdin, donde presentó sainetes ilusionistas llenos de fantasía y sorpresas. Allí desplegó inicialmente su gran imaginación, por ejemplo en L'Armoire du Décapité Récalcitrant (El Armario del Decapitado Recalcitrante, 1890), un sainete que incluía uno de los trucos más delirantes de todos los números de magia que llegó a presentar. Sobre aquel escenario, Méliès ejercitó toda su imaginación, plasmó todo su temperamento e ideó todo tipo de trucajes mágicos, mecánicos, ópticos y catóptricos, de los que posteriormente se sirvió en sus películas. Méliès fue también un ferviente admirador de la féerie, género de teatro basado en fábulas e historias fantásticas muy de moda en la segunda mitad del XIX. Tanto la magia como la féerie fueron dos fuentes de inspiración fundamentales para el conjunto de su obra.

La aparición del cinematógrafo Lumière supuso un momento importante en la vida de Georges Méliès. En el año 1895 el industrial de la fotografía Louis Lumière, aprovechando los adelantos tecnológicos de la época, perfeccionó los aparatos inventados por Marey, Reynaud y Edison, logrando combinar de forma satisfactoria la proyección (la vieja linterna mágica de Huygens) y la obtención de imágenes sucesivas del movimiento (la cronofotografía de Marey). La patente del cinematógrafo fue registrada el 13 de febrero de 1895, y la primera película, La Sortie des Usines Lumière (La Salida de la Fábrica Lumière), fue rodada en el mes de marzo de aquel mismo año en Lyon. La primera proyección cinematográfica pública se organizó en el Salon Indien del Grand Café del Boulevard des Capucines de París, el 28 de diciembre de 1895, causando sensación: "Todos nos quedamos boquiabiertos, estupefactos", declaró Méliès. La proyección cronofotográfica o cinematográfica dio rápidamente la vuelta al mundo, como en el siglo XVII lo hiciera la linterna mágica.

Acostumbrado a los escenarios y a la psicología de la prestidigitación, Méliès muy pronto se dio cuenta de las espectaculares y maravillosas posibilidades que ofrecía el cinematógrafo Lumière, aparecido en el año 1895. Sin embargo, los hermanos Lumière se negaron a venderle un ejemplar de su aparato arguyendo lo siguiente: "Esta invención no tiene futuro...". Por suerte, Méliès halló un artefacto equivalente en Londres creado por el óptico Robert William Paul. Su primera película no fue sino un plagio de los Lumière, pero poco después rodó Escamotage d'une Dame chez Robert-Houdin (Desaparición de una Dama en el Robert-Houdin, 1896), filme de trucajes que consagró la fusión, precoz y decisiva, de magia y cine. Fue una brillante idea, ya que, mientras la mayoría de los pioneros del cine se contentaban con filmar "llegadas de trenes a una estación", Méliès trasladó a sus películas la extraordinaria cosmogonía que había puesto en escena en el teatro Robert-Houdin: la magia de épocas remotas, la fantasmagoría de Robertson, etcétera. Su diabólico universo, de una velocidad extrema, donde se combinaban el terror y la risa, estaba repleto de diablos, esqueletos, fantasmas y demonios que evolucionaban frente a unos decorados de perspectivas forzadas: el cine se reencontró con sus orígenes ancestrales, los de la linterna mágica.

A principios del año 1897, Méliès hizo construir en su propiedad de Montreuil-sous-Bois un estudio acristalado exactamente del mismo tamaño que el teatro Robert-Houdin (13,50 x 6,60 metros), con una altura de 4,50 metros y coronado por un techo de cristal a dos aguas que alcanzaba los 6,20 metros en su punto más alto. En el año 1900 lo equipó con camerinos para artistas, almacenes para decorados y trampas, y postigos para tamizar la luz, y lo utilizó hasta el final de su carrera. Desgraciadamente no ha quedado nada de aquel estudio acristalado, el primero concebido exclusivamente para la cinematografía: fue destruido al finalizar la Segunda Guerra Mundial. Henri Langlois, el fundador de La Cinémathèque Française, pudo visitarlo antes de que fuera derruido, y afirmó: "En Montreuil es donde podía comprenderse y descifrarse mejor el universo de Méliès. Pero ha sido todo arrasado, pese a nuestras advertencias. Todo en aquel lugar le evocaba: en la planta baja, en el camerino de los figurantes, cabezas de autómatas y vigas oxidadas procedentes del taller paterno. En el estudio pudimos caminar por el foso empleado para tantas películas de trucajes. Estaba repleto de decorados, y también había muebles con trampantojo. Y en aquella jaula de cristal, en parte reducida a pedazos, en medio de las hiedras, nos vimos inmersos en la luz que le había permitido rodar sus películas, pero también en el misterio de un mundo encantado". Sobreimpresión, fundidos encadenados, montaje, fondos negros, primeros planos con diferencia de escala, efectos teatrales y pirotécnicos, ilusionismo... Gracias al cine de trucajes, podía llevar a la pantalla aquello que no siempre era posible en el escenario de un teatro, ni siquiera en el Robert-Houdin: cuerpos cortados, chafados, explotados; cabezas y extremidades separadas del cuerpo pero con vida; multiplicación, permutación, transformación y levitación de personajes y objetos...

Según afirmaba Méliès: "Un truco lleva a otro. Frente al éxito del nuevo género, me las ingenié para hallar nuevos procedimientos e imaginaba sucesivamente cambios de decorados fundidos, obtenidos mediante un dispositivo especial del aparato cinematográfico; apariciones, desapariciones y metamorfosis obtenidas por superposición de fondos negros o partes negras reservadas a los decorados; así como superposiciones sobre fondos blancos ya impresionados" [...] "Más adelante vinieron trucos de cabezas cortadas, desdoblamientos de personajes, escenas interpretadas por un solo actor que, desdoblándose, acababa interpretando él solo hasta diez personajes parecidos que representaban la acción unos junto a otros. Y, por último, empleando mis conocimientos especiales de ilusionismo reunidos a lo largo de veinticinco años de práctica en el teatro Robert-Houdin, fui introduciendo en el cinematógrafo trucos de tramoya, de mecánica, de óptica, de prestidigitación, etc.". En cierto modo, los trucajes de Méliès anticipaban los actuales efectos especiales digitales. Los grandes directores de Hollywood, como por ejemplo George Lucas, Steven Spielberg y Martin Scorsese, se inspiran a menudo en el maestro y consideran que fue el "Mago de Montreuil" quien abrió la caja de Pandora.

En la obra de Méliès, gran amante de la figura de Mefistófeles, siempre aparecen fantasmas, diablos, gnomos, brujas, demonios, monstruos, espectros y esqueletos que hacen de las suyas a lo grande para alterar el orden establecido, pero también se observan hadas, genios y crucifijos varios que usan todas sus argucias para mantenerlos a raya. Méliès recurre muy a menudo a la iconografía de la linterna mágica, de la féerie y de la fantasmagoría para construir su arte. De todos modos, transforma la fantasmagoría macabra que practicaba Robertson (Étienne-Gaspard Robert) en un espectáculo cómico, donde la muerte es trágica pero a la vez ridícula. Todas sus películas están repletas de vida, movimiento y detalles. De hecho, Méliès sentía horror al vacío y a la lentitud, así como a la muerte, aunque, paradójicamente, fuese un tema recurrente en su obra. En manos del mago Méliès, el rey de los trucajes, el cine se convirtió en un poder chamánico.

Como hemos apuntado, la película más conocida de Méliès es Le Voyage dans la Lune (Viaje a la Luna), rodada en el estudio de Montreuil en el año 1902. Está inspirada en varias fuentes, entre otras Julio Verne, H. G. Wells, atracciones de feria y una opereta que Offenbach presentó en el año 1875 en el Théâtre de la Gaîté. La producción se alargó durante  meses, exigiendo una importante inversión. La cinta, de 260 metros (es decir, unos 13 minutos de proyección), incluye 30 cuadros o escenas. Abundan sorprendentes trucajes como por ejemplo la famosa secuencia en que la Luna recibe el impacto del obús en el ojo, o el cuadro donde los astrónomos sueñan con la Osa Mayor, cuyas siete estrellas son rostros femeninos. Le Voyage dans la Lune dejó al mundo fascinado. Se hicieron tantas copias ilegales del filme, especialmente en Estados Unidos, que Méliès tuvo que abrir una sucursal en aquel país para proteger sus derechos.

La "lógica del absurdo" de Georges Méliès se prestaba en particular al tema de los viajes. En el año 1904 adaptó la obra de teatro Le Voyage à travers l'Impossible (Viaje a través de lo Imposible), con el subtítulo "Una inverosímil aventura de un grupo de sabios de la Sociedad de Geografía Incoherente". En el caso de À la Conquête du Pôle (A la Conquista del Polo, 1911), el profesor Maboul viaja al Polo Norte en su "aerobús" a pesar del peligro de ser devorado por el Gigante de las Nieves. Maquinaria teatral, desplegables panorámicos horizontales y verticales, maquetas, sobreimpresiones, fundidos encadenados, paradas de cámara, efectos pirotécnicos: en la obra de Méliès los viajes nunca son tranquilos. Sí coloreados y exóticos, como en el caso de Les Aventures de Robinson Crusoé (Las Aventuras de Robinson Crusoe, 1902), filme basado casi en el mismo principio narrativo que Le Voyage dans la Lune: llegada a una tierra hostil, peripecias con los indígenas, huida, regreso al país, charanga y desfile, apoteosis... Méliès satisface así el gusto del público por los países lejanos y la fantasía. Con sus filmes ofrece la posibilidad de dar la vuelta al mundo en unos cuantos minutos oníricos.

Georges Méliès, que muy pronto se convirtió en la atracción de los actores y actrices del Théâtre du Châtelet, el Folies-Bergère y la Ópera de París, se rodeó a lo largo de toda su carrera como cineasta de jóvenes actrices y bailarinas que veían una oportunidad de mejorar presentándose en el teatro Robert-Houdin o en el estudio de Montreuil. Y se enamoró de una de ellas, Jehanne d’Alcy, que se convirtió en la vedette de la Star Film y, mucho más tarde, en su segunda esposa. Fue precisamente ella quien interpretó una de las pocas películas consideradas "licenciosas" de Méliès, Après le Bal (Le Tub) [Tras el Baile (El Cubo), 1897]. En sus películas, las mujeres son descuartizadas, desmembradas e incineradas, o bien se convierten en mariposas, abejas, brujas o diablesas; son también sus cómplices, visiones mágicas, diosas, hadas, princesas, y a menudo las que poseen la llave para acceder a un mundo onírico y fantástico. Méliès se sentía muy orgulloso de haber sido el primero en llevar a la pantalla el personaje de Juana de Arco (1900): "Evidentemente, para mí, "el hombre de los trucos", lo que de verdad era tentador de la historia era la parte fantástica: visiones, apariciones, la quema de una mujer ¡en vivo! y, por descontado, la ascensión al cielo. En conjunto, acciones muy delicadas de representar sin caer en el ridículo". Y añadía: "Es la obra más grande realizada hasta la fecha en fotografía animada".

 

 
 

Georges Méliès pintando un decorado en el suelo de su estudio

 

Muerte y resurrección de Méliès

En el año 1912, por encargo de la poderosa empresa Pathé, Georges Méliès rodó sus tres últimas películas, que fueron todas ellas grandes fracasos financieros. No eran buenos momentos para fantasías y películas de trucajes: el realismo poético de Feuillade triunfaba en las pantallas, David W. Griffith imponía un nuevo ritmo en el cine mundial desde Estados Unidos, se acercaba la Primera Guerra Mundial... Las compañías cinematográficas francesas Pathé, Gaumont y Éclair se convirtieron en importantes monopolios con sólidas bases financieras, mientras que Méliès se negaba a transformar su pequeña empresa artesanal en "sociedad anónima".

En el año 1923, incapaz de devolver sus préstamos a Pathé, Georges Méliès tuvo que vender su propiedad de Montreuil. Para ganarse la vida, empezó a trabajar en una pequeña tienda de juguetes en el vestíbulo de la estación de Montparnasse, donde le reconoció un periodista en 1926. En 1929 se organizó una gala en su honor, y al cabo de tres años se retiró con Jehanne d’Alcy (su esposa desde 1925) y su nieta al glacial castillo de Orly, por aquel entonces propiedad de la Mutua del Cine. Murió en París el 21 de enero de 1938. El homenaje más reciente y espectacular a la figura de Georges Méliès ha sido la mencionada película de Martin Scorsese.

 

 
 

Georges Méliès en 1895, a los 34 años de edad

 

La vida de Méliès

Georges Méliès nació el 8 de diciembre de 1861 en París. A los 23 años de edad, durante una estancia en Londres, quedó fascinado por la prestidigitación, y en 1888, al retirarse su padre del negocio familiar de calzado de lujo, recibió una considerable fortuna con la que pudo adquirir el teatro del mago Robert-Houdin. En aquel pequeño teatro creó sainetes mágicos con complejos trucajes que, posteriormente, le sirvieron para el cine.

A finales del año 1895 descubrió el cinematógrafo de los hermanos Lumière, que le cautivó. Cuando ellos se negaron a venderle su aparato, Méliès recorrió a un óptico londinense, Robert William Paul, que había inventado una cámara. A su regreso a París rodó sus primeras cintas, y en mayo de 1896 empezó a realizar sus primeras películas trucadas, como Le Manoir du Diable (La Mansión del Diablo) y Escamotage d'une Dame chez Robert-Houdin (Desaparición de una Dama en el Robert-Houdin).

El público, fascinado, quería más. Para dar respuesta a aquel gran éxito, Méliès hizo construir en la propiedad familiar de Montreuil-sous-Bois, sin reparar en gastos, un estudio de cine completamente acristalado. En 1902, con Le Voyage dans la Lune (Viaje a la Luna), se convirtió en uno de los más solicitados. Pero la duplicación ilegal de este filme alcanzó tales proporciones en Estados Unidos que Méliès tuvo que enviar a Nueva York a su hermano Gaston para abrir una sucursal en representación de la marca Méliès Star Film.

El año 1908 fue el de su máximo esplendor: en el estudio de Montreuil se filmaron más de 50 películas. Pero también supuso el inicio del declive de Méliès, superado por la producción masiva de Pathé y Gaumont y por la llegada de cineastas extraordinariamente dotados, como por ejemplo Ferdinand Zecca, Louis Feuillade, el español Segundo de Chomón (especializado como él en películas de trucajes) y David W. Griffith en Estados Unidos. Pathé produjo en 1911 y 1912 las últimas cintas de Méliès, que fueron un absoluto fracaso pese a la magnífica À la Conquête du Pôle (A la Conquista del Polo). En 1917 intentó la reconversión al teatro sin éxito, y en 1922 tuvo que vender la propiedad de Montreuil. En 1925, la sala Robert-Houdin fue derribada. Desesperado y totalmente olvidado por el público y la profesión, Méliès destruyó todos los negativos de sus películas.

Tras casarse en segundas nupcias con una de sus primeras actrices, Jehanne d’Alcy, encontró trabajo como vendedor de juguetes en el vestíbulo de la estación de Montparnasse, en París, donde un periodista le reconoció por casualidad en 1926. Aquel encuentro casual supuso su redescubrimiento, que se produjo especialmente a raíz de la Gala Méliès, celebrada en el año 1929 en la sala Pleyel, donde pudieron proyectarse ocho de sus películas, milagrosamente recuperadas. Murió el 21 de enero del año 1938.

 

 
 

El Astrónomo y el Monstruo (segunda mitad del siglo XIX)

 

Del 5 de abril al 24 de junio de 2013 en CaixaForum Barcelona (Francesc Ferrer i Guàrdia, nº 6-8)
Horario: lunes a viernes, de 10:00 a 20:00 horas; sábados, domingos y festivos, de 10:00 a 21:00 horas.

 

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Diseño para Le Cake-Walk Infernal (1903)

 

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