EL HOMBRE DESNUDO. DESNUDANDO LOS ARQUETIPOS DE LA MASCULINIDAD

18/09/2019


 

 

Introducción

El hombre desnudo. Desnudando los arquetipos de la masculinidad pretende, además de desnudar al hombre huyendo de mitos e ideas que a él también lo han aprisionado, cuestionar la visión binaria del género planteando un concepto muy distinto de las identidades, desde un posicionamiento igualitario.

La muestra plantea un recorrido por el desnudo masculino en las colecciones de los museos de la Red de Museos Locales de la Diputación de Barcelona. Se partirá de la autocrítica de unos museos en que los desnudos masculinos permanecen escondidos en los depósitos de reservas y las mujeres quedan relegadas a ser protagonistas pasivas de las fantasías masculinas heteronormativas.

Con el arte contemporáneo de mediador, también se pretende cuestionar qué significado tiene ser hombres en la actualidad, en el siglo XXI, desde una mirada diversa, igualitaria e interseccional, pero rehuyendo el binarismo, porque hay tantas identidades como personas.

Históricamente, la representación del desnudo en el arte ha reflejado los tópicos y los estereotipos de género que la sociedad vinculaba a los sexos biológicos de hombre y mujer: mientras la mujer es el objeto de deseo pasivo, ligada asimismo al concepto de tentación sexual, el hombre está casi siempre vinculado a la expresión de la fuerza y del poder. Podemos encontrar una buena parte de las raíces de esta y otras visiones de la masculinidad en la cultura clásica, en el mito y los arquetipos que define.

Por otro lado, la iconografía religiosa ha representado el desnudo masculino con abundancia y generosidad, pese a que lo ha hecho a menudo pasándolo por el cedazo del pudor y la censura que el contexto requería. En algunos casos, el desnudo es símbolo de inocencia, en otros de pecado, dolor, heroicidad o gloria.

El caso es que parte de esta iconografía ha terminado por convertirse en un referente homoerótico. Este canon de belleza masculina que proviene de la antigüedad se ha mantenido prácticamente inmutable durante siglos y ha escondido otros cuerpos más reales que van aflorando en el arte.

En definitiva, a partir del siglo XIX, empieza a apuntar el cambio que se consolida en las vanguardias, las cuales rompen con el canon clásico y representan, aparte de la diversidad de cuerpos, la diversidad de identidades y opciones. Finalmente, el hombre llega a ser objeto de deseo y, a lo largo del siglo XX, el cine, el cómic, la música, o incluso la industria del perfume y la moda, han ido construyendo y deconstruyendo una imagen de la masculinidad más caleidoscópica y variada.

El hombre desnudo. Desnudando los arquetipos de la masculinidad pretende, además de desnudar al hombre huyendo de mitos e ideas que a él también lo han aprisionado, cuestionar la visión binaria del género planteando un concepto muy diverso de las identidades.

En el actual momento histórico, a partir de la nueva oleada del movimiento feminista, el papel de la mujer, su sensibilidad y sus reivindicaciones se ponen sobre la mesa con contundencia. Pero ahora la lucha se ha llevado más allá, nuevas corrientes, como por ejemplo la "teoría queer", proponen la deconstrucción de las categorías de sexo y género y apuestan por la performatividad de género. Así, la lucha feminista se une a la de los colectivos LGTBIQ+. Y, rompiendo estas categorías, también se lucha por liberar al hombre de la noción tradicional de masculinidad, de virilidad y del poder.

Al visualizar los cuerpos masculinos de los fondos de los museos y realizar un recorrido por el arte catalán de los siglos XIX y XX, se pretende hacer evidentes los arquetipos que tradicionalmente se han asociado a la masculinidad, y también los tópicos que las y los artistas han ido rompiendo; de este modo, se propone dar un paso para desmontarlos y conseguir liberarnos de las ideas que nos limitan. Esta mirada desde el presente se hace aún más visible con las obras contemporáneas que acompañan a las históricas.

 

 

Hombre activo/mujer pasiva

Como hemos apuntado, en la representación del desnudo en el arte la mujer es el objeto de deseo pasivo, mientras que el hombre está casi siempre vinculado a la expresión de la fuerza y del poder. De este modo, las obras de estos ámbitos nos hablan del vínculo existente entre la representación de la figura masculina y el concepto de la fuerza y la lucha. Precisamente, en las representaciones de las parejas es donde se consolida claramente el concepto del hombre activo frente a la mujer pasiva.

Esta iconografía surge de la perpetuación de los modelos clásicos que aparecen ya en la antigüedad. Uno de estos modelos es la imagen del artista y la modelo, o también la representación de los amantes, que siempre ofrecen la visión de una mujer en reposo, pasiva y serena, y el hombre con una actitud más activa. Esta polaridad no deja de ser otra evidencia de la asociación de un determinado rol a un género, y de cómo se han ido creando unos arquetipos binarios que, aunque estén vigentes aún, no por ello son válidos.

 

 

El mito de la masculinidad

La representación del desnudo masculino es muy habitual en las escenas mitológicas y las representaciones históricas y alegóricas desde la antigüedad hasta nuestros días. Dioses atletas, héroes... cuerpos idealizados y musculados como símbolo de belleza, física y moral, pero también de fuerza y poder, solo en contraposición a la imperfección, también física y moral, de faunos y sátiros que representan al antihéroe más animal, pero en definitiva más humano.

A menudo, los arquetipos de la masculinidad hegemónica están definidos en nuestra cultura por estos personajes heroicos, de fuerza descomunal y valores morales, que han sido imitados una y otra vez en las academias artísticas. Esta constante repetición ha terminado por convertir un canon clásico en un arquetipo que domina nuestro gusto y el imaginario de tal modo que, probablemente, continuamos asociándolos a la perfección, a la belleza y a la moralidad.

En la sociedad griega, estos héroes y dioses marcaban una pauta de perfección, además de ser portadores de la "aristeia", o "excelencia". Ellos eran el modelo a seguir por parte de los guerreros y los atletas. Pero con frecuencia olvidamos que para los griegos no solo era necesario un buen físico trabajado en el "gymnasion" (el término "gymnos" significa, precisamente, "desnudez"), en la palestra o en la batalla. Para ellos, la belleza también era intelectual y moral, y estaba muy vinculada a las palabras, que tenían el poder de convencer, una gran manera de vencer: Troya no se gana con la fuerza de Aquiles, sino con la astucia de Ulises.

 

 

Héroe y mártir

Muy al contrario de lo que podía pensarse, el cristianismo ha representado con abundancia y generosidad el desnudo masculino, pese a que lo ha hecho a menudo pasándolo, como hemos dicho, por el cedazo del pudor y la censura. En algunos casos el desnudo es símbolo de inocencia, como en las representaciones de Adán, las ánimas del purgatorio o los ángeles. En otras, alude claramente a la dimensión humana de Cristo, por ejemplo en las representaciones del Niño Jesús con el sexo desnudo.

Pero la iconografía religiosa también ha servido para mostrar la belleza del cuerpo masculino vinculado al concepto clásico de gloria, divinidad y heroicidad. Cristo crucificado perpetúa los cánones clásicos del cuerpo desnudo. Belleza y moralidad se entrelazan con la exaltación de la majestad y la gloria de la divinidad.

En otras ocasiones, el desnudo aparece en un contexto dramático con una voluntad expresiva, con frecuencia en santos martirizados en que la belleza clásica, también moral, se fusiona con éxtasis dolorosos creando imágenes de un erotismo latente, casi orgásmicas para el espectador. No es raro que algunos santos, como es el caso de San Sebastián o San Lorenzo, acaben convertidos en iconos gays.

 

 

Cuerpo ideal/cuerpo real

Desde el arte griego se ha perpetuado un canon de belleza masculina que se mantiene inmutable a través del constante regreso al clasicismo del Renacimiento, el Barroco y el Neoclasicismo.

Los artistas y los aprendices copiaban las esculturas antiguas y las obras del pasado y las tomaban como referencia. Pero la evolución de la enseñanza académica, con la introducción del modelo del natural, abrió una rendija a la representación de cuerpos más reales. Las llamadas academias masculinas, o dibujos de desnudo, eran una parte imprescindible de la formación artística, y los aprendices, aparte de copiar a los grandes maestros del pasado, también dibujaban modelos reales, pese a que a menudo reproducían posturas de obras clásicas muy conocidas.

Cuando se introdujo el cuerpo real en el estudio, también se introdujo la realidad desidealizada. Fue así como, a mediados del XIX, y coincidiendo con el realismo, empiezan a aparecer los desnudos masculinos que responden a realidades distintas. Además del hombre musculado por el trabajo, se hacen visibles el hombre barbudo o peludo, panzudo o raquítico, viejo o enfermo, o incluso con rasgos étnicos de otras partes del mundo.

En definitiva, comienza a asomar el cambio que se había de consolidar en las vanguardias, que rompieron con el canon clásico y representan tanto la diversidad de cuerpos como la de identidades y opciones.

 

 

Masculinidad, erotismo y objeto de deseo

Ya hemos visto que la representación de la virilidad se había vinculado a la imagen de fuerza, potencia y agresividad, incluso cuando la imagen no iba acompañada de una mujer. En teoría, el único objeto erótico era un determinado cuerpo femenino. El hombre tenía restringido su papel, y en muy pocas ocasiones se convertía claramente en objeto pasivo del deseo.

Pero a lo largo del siglo XIX, y a partir de la crisis de la sociedad tradicional, eclosionan en Occidente una serie de movimientos que, en cierto modo, empiezan a cuestionar los estereotipos de género. Algo que se hace evidente no solo con el inicio del feminismo, sino también con el dandismo, que reivindica el refinamiento extremo y un nuevo modelo de ambigüedad con el triunfo del andrógino, y que no dejan de ser reacciones contra la sociedad establecida.

Con la llegada de la modernidad y las vanguardias, el desnudo y la sexualidad se muestran de manera más explícita, y el cuerpo masculino comienza a ser objeto de deseo superando la genitofobia. En este sentido, desde los ambientes artísticos ya se planteaban avanzar pasos que, en cambio, la sociedad ha parecido obviar, empeñada en clasificar sexo y género en dos categorías únicas y polarizadas que dejaban a quien se saliera de ellas al margen de la sociedad. 

 

 

El hombre liberado

Después de hacer un recorrido por las obras de la exposición y sus planteamientos tradicionales, la propuesta de una joven artista nos acerca a una visión contemporánea. Mezclando distintos lenguajes artísticos, nos ofrece la posibilidad de que nos desprendamos del equipaje que hemos ido incorporando desde la infancia y que nos hablan de una masculinidad impuesta desde la sociedad patriarcal. La obra se plantea como una reflexión y como un diálogo para representar la diversidad y alejarnos de la idea esencialista del género que nos limita.

El "hombre liberado" no puede tener un modelo excluyente y cerrado en un binarismo que lo oprime. Sacar al hombre de su encasillamiento, dejar que su cuerpo se exprese, que sus actitudes vayan más allá del relato creado desde el poder y desde la hegemonía del macho como símbolo de fuerza, será el camino no solo para conseguir un hombre nuevo, sino también para hacer posible la liberación de la mujer.

 

 

Hasta el 27 de septiembre en la Sala Rocamora dels Museus de Sitges. Can Rocamora es el edificio situado en medio del Museo del Cau Ferrat y del Museo de Maricel y actual nexo de unión museística entre ambos. La planta segunda ha sido adaptada para uso museográfico como sala de exposiciones temporales. Horario: martes a domingo (incluidos festivos), de 10:00 a 19:00 horas (lunes: cerrado).

 

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