VÍA DOLOROSA. LA ICONOGRAFÍA PENITENCIAL
DE LA VIRGEN DE LA AMARGURA EN ANDALUCÍA

Jesús Abades y Sergio Cabaco. Con información de Alejandro Cerezo


 

 

La calle por la que fue conducido Jesús con la cruz a cuestas es llamada comúnmente Vía Dolorosa o Calle de la Amargura a consecuencia de los numerosos tormentos que, según narran los textos -sobre todo los apócrifos-, padeció el Nazareno al ser llevado al lugar del sacrificio. La cruz -que seguramente no llevó Jesús, o al menos no todo el recorrido o de la forma que finalmente adoptaría el madero en el Gólgota- tenía, según la tradición, quince pies de altura, y el travesaño siete.

Desde el lugar donde fue condenado a muerte en el Pretorio hasta el sitio donde le cargaron con la cruz cuentan que había 26 pasos; de aquí al lugar donde cayó la primera vez con la cruz, 80 pasos, y desde este sitio había 61 pasos hasta el lugar donde una piadosa tradición enseña que salió al encuentro de Jesús su Madre, con Juan y las mujeres que la acompañaban. Del lugar del Encuentro, llamado generalmente el Pasmo de la Virgen, hasta donde fue alquilado Simón Cirineo para portar la cruz, había 62 pasos.

La advocación de la Amargura, relacionada también con el amargo cáliz que Mateo recoge en su evangelio al narrar la oración y agonía de Jesús en Getsemaní (Mt 26, 39), trasciende en el marco penitencial andaluz el Encuentro o cuarta estación de la práctica medieval del Via Crucis, identificada a su vez con el cuarto de los Siete Dolores de María profetizados por Simeón. Ofrecemos a continuación varios ejemplos, ciñéndonos a las capitales de provincia junto a la localidad gaditana de Jerez de la Frontera.

 

 

Virgen de la Amargura (Almería)

La devota talla eleva la mirada al cielo y abre los brazos en sentida lamentación. El afligido semblante muestra los ojos de cristal, pestañas de pelo natural en los párpados superiores y pintadas en los inferiores, perfil clásico y labios entreabiertos, dejando ver los dientes superiores tallados en la madera. El carnoso y ovalado rostro, rematado por delicado mentón, da paso a un cuello ancho y suavemente anatomizado. Al compartir paternidad artística con la dramática imagen de Jesús Nazareno, su autor, el escultor granadino José Martínez Puertas, le otorga pareja expresividad en sus rasgos faciales, con el ceño profundamente marcado y las cejas muy juntas al elevarse en señal de dolor. Las manos, de dedos rígidos y delgados, se hallan entreabiertas, portando el rosario en la izquierda y el pañuelo en la derecha. La Dolorosa, labrada en 1943, procesiona sin palio en el cortejo de la popular Cofradía de los Nazarenos. Famoso es el encuentro de los tres tronos de la corporación el Jueves Santo. Ha sido restaurada por Cristóbal Cubero Martínez (1999) y Luis Álvarez Duarte (2002).

Virgen de la Amargura (Cádiz)

Al igual que la sevillana Dolorosa de la Merced, con la que presenta notables analogías, se trata de una obra del escultor onubense Sebastián Santos de innegable corrección escultórica y aristocráticas formas que sosiegan el dolor de María. La Virgen, labrada en el año 1967, inclina levemente la cabeza hacia la derecha y dirige la mirada al mismo lado. Posee peluca de pelo natural para realzar el naturalismo popular de la talla. Los ojos son de cristal y las pestañas, postizas en los párpados superiores y pintadas en los inferiores. Lleva cinco lágrimas de cristal, dos en la mejilla izquierda y tres en la derecha. La nariz es recta y alargada, y la boca, entreabierta, permite ver la lengua y los dientes superiores tallados. Los pómulos son afilados y el agudo mentón, limpiamente trabajado, da paso a un cuello erguido y contraído por los sollozos. Las finas manos aparecen extendidas, portando un pañuelo en la derecha. Fue retocada en 1995 por el escultor gaditano Luis González Rey, quien, según fuentes de la Cofradía de la Humildad y Paciencia, repolicromó sus labios y culminó la talla del interior de la boca.

 

 

Virgen de la Amargura (Granada)

La Dolorosa, de impecable modelado, idealizada belleza y gran fuerza expresiva, inclina la cabeza hacia el lado izquierdo y dirige la mirada a la derecha. Su bello semblante se inspira en el de varios modelos marianos de José de Mora -caso del busto de Dolorosa de la Iglesia de Santa Isabel o de la Virgen de la Soledad de la Iglesia de Santa Ana-, debiendo haber sido labrado a principios del siglo XVIII por un avezado seguidor del maestro, dada la gran calidad de la pieza. Los ojos son de cristal, con pestañas postizas en los entornados párpados superiores. De cristal son también las cinco lágrimas que corren por su rostro, tres en la mejilla derecha y dos en la izquierda. La nariz es alargada y la boca se halla cerrada, reflejando el dolor callado y discreto tan propio de la escuela granadina de escultura sacra. Las manos, labradas por Rafael Barbero Medina en 1944, aparecen extendidas, portando un pañuelo en la derecha y el santo rosario en la izquierda. Antes de la ejecución del actual juego de manos al estilo sevillano, realizado en un principio para la Dolorosa de las Maravillas, titular de la granadina Cofradía de la Sentencia, la Virgen de la Amargura tenía sus originales manos entrecruzadas. Procesionaba junto a una imagen de San Juan Evangelista, labrada por el imaginero Enrique Martínez Olalla en 1950. Mide 163 cm de altura.

Virgen de la Amargura (Huelva)

Esta imagen, de acusado perfil hebraico, inclina la cabeza hacia abajo y, levemente, al lado derecho y dirige la mirada hacia el suelo. Mide 167 cm y fue tallada en 1938 por Ramón Chaveli, escultor valenciano afincado en Jerez de la Frontera, para sustituir una obra perdida en la Guerra Civil, tallada posiblemente en el siglo XVIII. Posee peluca de pelo natural para acentuar el naturalismo tan propio del arte barroco procesional. Los ojos son de cristal y las pestañas, postizas las superiores y pinceladas en el párpado inferior. Lleva seis lágrimas de cristal, tres en cada mejilla. La boca, entreabierta, permite ver la lengua y los dientes superiores tallados. Una incipiente papada, que denota la carnosidad del rostro, da paso a un cuello esbelto y suavemente anatomizado. Las manos aparecen extendidas, portando un rosario en la izquierda y un pañuelo en la derecha. A diferencia de lo habitual, la imagen presenta túnica, piernas y pies tallados y perfectamente anatomizados, calzándose con sandalias, reflejando así los orígenes levantinos de su autor. Las carnaciones son aceitunadas y han sido aplicadas con matices brillantes. Son varias las restauraciones sufridas: Antonio León Ortega (1946), quien intervino la cintura; Sebastián Santos (1950), quien hizo nuevas manos y candelero, repolicromó la talla y colocó nuevos postizos, y Enrique Gutiérrez Carrasquilla (2005), quien renovó lágrimas y pestañas, limpió la policromía, hizo nueva peana, insertó siete listones móviles de madera de cedro a modo de candelero, y fijó un nuevo sistema de articulaciones. Procesiona acompaña de una efigie de San Juan Evangelista, obra también de Chaveli (1938). Según el historiador Antonio de la Rosa, la mascarilla del santo fue sacada de puntos de la del Discípulo Amado que procesiona la cofradía jerezana de los Judíos de San Mateo, obra anónima de 1713.

 

 

Virgen de la Amargura (Jaén)

La Dolorosa, de gran calidad artística y procedencia particular, inclina levemente la cabeza hacia la derecha y dirige la mirada al mismo lado. Obra en madera de pino del círculo de José de Mora (hacia 1700), fue intervenida por los cordobeses Antonio Bernal Redondo y Francisco Romero Zafra, quienes le hicieron nuevo candelero y manos y aplicaron nueva policromía. El rostro de la Señora muestra una expresión acongojada y piadosa, propia de la escuela escultórica a la que pertenece. El entrecejo se frunce y el cuello se tensa para reflejar un profundo dolor, la nariz es alargada y ligeramente curvada en la punta, y los ojos son vítreos, con pestañas de pelo natural en los párpados superiores y finamente pinceladas en los inferiores. Lleva siete lágrimas de cristal, en alusión a los Siete Dolores de María, cuatro en la mejilla izquierda y tres en la derecha. La boca, entreabierta, permite ver los dientes superiores tallados. El mentón es prominente y horadado por un marcado hoyuelo. Las manos actuales, labradas como hemos apuntado por Romero Zafra, aparecen extendidas, portando un pañuelo en la derecha y un rosario en la izquierda. Las carnaciones son pálidas, con los pómulos y los párpados enrojecidos por la angustia. Procesionó acompañada de una efigie de San Juan Evangelista, obra realizada en madera de pino de Flandes, caobilla y cedro real por el sevillano Jaime Babío, actualmente destinada al culto interno.

Virgen de la Amargura (Jerez de la Frontera)

De exquisita belleza formal y elegante composición, inclina la cabeza hacia la izquierda y dirige la mirada hacia el suelo y al lado izquierdo. Ha sido recientemente relacionada por el historiador José Manuel Moreno Arana con la producción del escultor jerezano Francisco Camacho de Mendoza (siglo XVIII). Su bello semblante refleja una angustia sosegada, con los ojos de cristal, la nariz recta y alargada con el hoyito bajo muy marcado, y los labios finos y entreabiertos, permitiendo ver los dientes superiores tallados. Las pestañas son postizas las superiores y policromadas las del párpado inferior. Lleva seis lágrimas de cristal, tres surcando cada mejilla. El óvalo facial se remata con puntiagudo mentón, tocado con hoyuelo. Las manos aparecen extendidas, portando un pañuelo en la derecha y un rosario en la izquierda. Las carnaciones son nacaradas, con los párpados y las afiladas mejillas enrojecidos por el llanto. Posee un espléndido ajuar, destacando sobremanera el manto procesional que confeccionaron las Madres Carmelitas (1961) siguiendo un diseño del orfebre sevillano Manuel Seco Velasco. Se trata de una pieza bordada en hilo de oro y sedas de colores sobre terciopelo azul de Lyon.

 

 

Virgen de la Amargura (Málaga)

Asignada hasta hace relativamente poco tiempo a la factura dieciochesca de Fernando Ortiz, e incluso peregrinamente a Alonso Cano, la Virgen de la Amargura o de Zamarrilla debe ser una pieza del siglo XIX atribuida a Antonio Gutiérrez de León, como mantiene el profesor Juan Antonio Sánchez López. Se puede afirmar sin caer en un error que se trata del módulo de cabeza más pequeño que se procesiona por las calles de Málaga, aunque insertada en una devanadera que alcanza los 160 cm, la cual fue incorporada en el año 1964 por Francisco Palma Burgos. La Virgen de Zamarrilla es una Dolorosa con la mirada elevada, de facciones menudas y muy cuidadas, que, pese a ser captada con una desgarradora expresión dramática, en absoluto es impedimento para mostrarnos una indudable hermosura física. Su cabeza se halla rodeada de cabellos tallados. Especialmente llamativos y característicos son sus ojos, llenos de vida y acoplados en unos párpados oscurecidos que los realzan como punto de referencia. En 1985, Palma Burgos, cercana ya su muerte, interviene de forma respetuosa sobre la Virgen de la Amargura, eliminando repintes y ofreciendo el aspecto que actualmente observamos en esta Dolorosa que sale el Jueves Santo. Por ser uno de los principales iconos devocionales de la ciudad, fue coronada canónicamente en 2003.

Virgen de la Amargura (Sevilla)

La titular de la Cofradía de San Juan de la Palma forma parte de la representación más extendida en Andalucía de la Virgen acompañada por San Juan en la Calle de la Amargura. Esta venerada Dolorosa, la primera de la capital hispalense en ser coronada canónicamente (en el año 1954, con espléndida presea en oro de ley cincelada por Cayetano González), fue labrada en madera de cedro por el obrador de Pedro Roldán (hacia 1699-1704). Mantiene la cabeza en posición frontal y dirige la abatida mirada hacia la derecha. Al igual que varias de las anteriores obras descritas, para acentuar el naturalismo, lleva peluca de pelo natural donada por sus devotos, dejando parcialmente descubiertas ambas orejas. Las facciones son hermosas y revelan cierta madurez. Los ojos de cascarilla, bajo el fruncido entrecejo, denotan angustia. El iris ha sido policromado sobre la cáscara de huevo en color castaño oscuro. Las pestañas son de pelo natural las superiores, y pintadas en la parte inferior. Las cejas han sido suavemente trazadas en forma de arco. Lleva tres lágrimas de cristal, dos en la mejilla derecha y una en la izquierda. La nariz es recta y la boca, entreabierta para expresar el callado diálogo con el Apóstol -obra del escultor sevillano Benito de Hita y Castillo (1760)-, permite ver los dientes superiores tallados. El afilado mentón prescinde del hoyuelo, y el cuello es de tipo redondeado. Las carnaciones son trigueñas y han sido aplicadas a pulimento. La imagen es de bastidor para ser vestida, presentando un candelero de base ovalada formado por ocho listones que arrancan de las caderas. Las manos aparecen extendidas, portando un manípulo en la izquierda. Ha sufrido múltiples intervenciones, entre ellas las de Benito Hita del Castillo (1763), quien modificó la posición y labró nuevo candelero para integrar la imagen con la de San Juan; Juan Bautista Patroni (1832), que realizó la nueva composición de los brazos, y Manuel Rosso (1885). Muy afectada como consecuencia del incendio fortuito del palio en 1893, ha sido restaurada a partir de entonces por Antonio Susillo (1893), quien le talló nuevas manos; Manuel Gutiérrez-Cano y Reyes (1902); Emilio Pizarro de la Cruz (1912); Sebastián Santos Rojas (1933 y 1941); Juan Miguel Sánchez (1949 y 1961), quien restaura el rostro y el cuello de la imagen; Francisco Buiza (1974), interviniendo el perno de la corona y ejecutando un nuevo candelero; el Instituto Andaluz de Patrimonio Histórico (1996), y Enrique Gutiérrez Carrasquilla (2008), quien estableció un nuevo sistema de sujeción de los brazos y realizó una leve fijación de la encarnadura en el cuello. El magistral simulacro que forma con la talla de Hita y Castillo acierta plenamente a la hora de representar a María anhelando encontrarse con su Hijo camino del Monte Calvario, dando la impresión de caminar ante las indicaciones del Discípulo Amado. No solo las imágenes, sino también el admirable paso de palio en el que procesionan cada Domingo de Ramos, con diseño y bordados de Juan Manuel Rodríguez Ojeda y orfebrería de Cayetano González y Seco Velasco, entre otros autores, tuvieron una enorme influencia en la Semana Santa de Andalucía y otros territorios españoles.

 

Fotografía de Almería de Guillermo Méndez Sánchez para http://rambladealfareros.blogspot.com
Fotografía de Cádiz de Jesús Guerrero Alba para www.pasionygloria.net
Fotografía de Granada de Santiago Gómez Carmona
Fotografía de Huelva de Sergio Cabaco Garrocho
Fotografía de Jaén de Pedro Pérez Montoro para www.olivaresdepasion.com.es
Fotografía de Jerez de la Frontera de Óscar Torres Barba
Fotografía de Málaga de Alejandro Cerezo Ortigosa
Fotografía de Sevilla de Roberto Villarrica Méndez para www.fotoscofrades.com

 

FUENTES: A.A.V.V. Histoire de la Terre Sainte, París, 1859, p. 190.

 

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