RESTAURACIÓN DE NUESTRO PADRE JESÚS NAZARENO, UNA OBRA
DE JUAN GONZÁLEZ MORENO PARA GUARDAMAR DEL SEGURA (ALICANTE)

José Vicente Gómez Blasco (Introducción) y María del Loreto López Martínez


 

 

 

INTRODUCCIÓN

Los escultores que tuvieron que reponer las imágenes destruidas en la Guerra Civil casi siempre se encontraron con el dilema de que los encargos los obligaban a imitar lo más posible las imágenes primitivas, lo que se convertía en un obstáculo a su creatividad. Pero cuando los comitentes se enfrentaban con una personalidad fuerte, a veces encontraban la libertad que necesitaban para desarrollar su arte.

Cuando los cofrades del Nazareno visitaron Murcia para encargar una nueva imagen para su hermandad que sustituyera a la destruida al inicio de la Guerra Civil, desconocían la valía artística de Juan González Moreno; es más, no habían visto jamás una escultura que hubiera salido de sus manos. Simplemente intentaban reanudar las tradicionales procesiones en las que participaban desde, al menos, principios del siglo XVIII, época en que los horneros de la Villa costearon la primitiva imagen nazarena, así como sus andas, vestuario,  túnicas para los penitentes… y la donaron a la Cofradía del Rosario. Por esta razón, como era habitual, pretendieron tener una imagen con unas características parecidas, tanto en el tamaño como en los rasgos, que hacían de ella la protagonista indiscutible de la Semana Santa y de la devoción de su pueblo. En concreto, pretendieron que fuera articulada, aunque a esto González Moreno se negó y con “autoridad” los convenció. Según contaban los más antiguos, en todo se mostró comprensivo Don Juan, salvo en esto.  De nada valió que le explicaran que, tradicionalmente, el Nazareno participaba en tres procesiones y en dos de ellas necesitaba ser una imagen articulada: la del “Prendimiento”, el Miércoles Santo, en que representaba a Jesús Preso, y la de la Calle de la Amargura, el Viernes Santo al amanecer. Y, visto desde la perspectiva de nuestros días, pensamos que lo mejor que pudo pasar es que el escultor tuviera total libertad, porque eso se aprecia en el resultado final de su obra.

 

 

 

Actualmente, la imagen participa en 4 cortejos: el Vía Crucis, que da inicio a las procesiones, la Procesión General del Viernes Santo, la procesión del Miércoles Santo, y la de la “Calle de la Amargura”, del Viernes Santo por la mañana, manteniéndose casi intacto el ritual de esta última. Con el esquema clásico de los cortejos nazarenos, es una representación de los encuentros de Jesús con la Santísima Virgen, San Juan y la Santa Mujer Verónica (estaciones IV y VI del Vía Crucis, aunque intercambiando el orden por la mayor importancia del primero).  Manteniendo el ceremonial tradicional  parten en dos cortejos diferenciados hasta el punto del encuentro, allí primero se escenifica el encuentro con Santa Verónica, representada por una mujer que, tras un breve diálogo en verso con el capitán de la Centuria Romana, sube al trono y, tras postrarse ante la imagen, muestra la Santa Faz al pueblo.  Posteriormente, llega el encuentro con María y el Discípulo Amado, que “hablan” a través del Predicador del “paso”. El acto finaliza con el abrazo de las imágenes, que antiguamente tenía mayor realismo, cuando el Nazareno abría los brazos para despedirse de su Madre.

Se trata de una procesión similar a las de muchos pueblos y ciudades de España, incluso hay ceremonias muy parecidas (con la Santa Mujer Verónica representada “a lo vivo”) en lugares tan lejanos como  Mairena del Alcor o Marchena, ambos en la provincia de Sevilla. Lo verdaderamente singular es haberlo mantenido de manera aislada en Alicante, constituyendo hoy una de las señas de identidad de la Semana Santa guardamarenca.

 

 

LA IMAGEN

La imagen de Nuestro Padre Jesús Nazareno de Guardamar del Segura (Alicante) fue encargada por la cofradía de su nombre al escultor murciano Juan González Moreno (1908-1996), para sustituir la pérdida de una similar en los disturbios del año 1936, conocida popularmente como el "Senyor Alt". 

Según el historiador José Vicente Gómez Blasco, en su libro La Iglesia Parroquial del Apóstol San Jaime. Guardamar del Segura (p. 164), "su estilo es más cercano a Nicolás de Bussy que a Francisco Salzillo, González Moreno dota a esta imagen de gran expresividad simplemente con el rostro. En él, el sufrimiento se representa a través de la mirada que refleja la angustia que siente Jesús. Así mismo, hay que destacar la calidad de la policromía que reproduce la hematidrosis (sudoración de sangre) que Cristo sufrió en el Huerto de los Olivos. Todo ello manteniendo un aspecto sereno y resignado, que transmite paz y lo adscribe a la escuela imaginera murciana".

Es obra de vestir, de buena factura de talla en madera, con unas bien trabajadas policromías en las encarnaduras, con devanaderas y enlienzado superpuesto cuyas dimensiones, peana incluida, son: 192 x 72 x 70 cm.

 

 
     
     

 

LA CONSERVACIÓN

La importante intervención realizada por ASOARTE Restauraciones en el año 2000, sirvió, entre otras cosas, para intentar solucionar unos problemas estructurales generados en origen por la disposición que el autor confirió a las devanaderas, con motivo de la utilización de la imagen en los desfiles procesionales guardamarencos.

Este problema ha persistido y se ha determinado una reciente actuación de refuerzo, mucho más intervencionista de la previsión inicial, introduciendo en la estructura central una pieza de acero por el interior de la peana, que abraza el vástago de madera sobre el que recae la mayor parte del peso y las tensiones de toda la obra, cuya parte superior es desequilibrada en el peso y en las fuerzas que ejerce sobre esta escasa estructura inferior.

Por otra parte, se ha procedido a asegurar la fijación de las articulaciones en los codos con una varilla de acero roscada, cuyo paso de tuerca se ha empotrado con resinas epoxídicas en el interior del orificio de la madera para preveer desprendimientos de los antebrazos con motivo de la holgura del hueco en el que se fija el tornillo.

Observamos, a simple vista, un gran deterioro en la peana, transcurrido tan solo ocho años desde su total restauración, estando previsto en principio un resanado de las zonas deterioradas. Cuando se empieza a actuar sobre la misma, comprobamos que el estado es mucho peor de lo que se veía, estando afectada además por un ataque reciente de xilófagos, lo que hace imprescindible su total restauración, tras la desinsectación de toda la obra. Por otra parte, el monte sufría también golpes con pérdidas y apertura de grietas.

 

 
     
     

 

Por otra parte, las manos se encuentran con numerosos golpes y roces, teniendo que hacer intervención completa en las mismas; en la frente, donde apoya la corona de espinas, se han producido roces y arañazos con pequeñas pérdidas de policromía, y finalmente se ha perdido una de las pestañas de pelo natural que se colocaron en la anterior intervención, por lo que es necesaria la sustitución de ambas para conseguir la igualdad de las piezas.

La estructura de enlienzado en fibra de poliéster, aplicada también en la anterior intervención del año 2000, se encuentra en buen estado de conservación y, puesto que su morfología lo permite, fue simplemente levantada para el proceso de refuerzo interior y vuelta a colocar nuevamente en su sitio.

En el rostro sólo ha sido necesario realizar la reintegración de algunos pequeños roces en la frente, puesto que se conserva en buen estado tanto las reintegraciones como el barniz protector de la última intervención.

 

 
     
     
 

 

Nota de La Hornacina: José Vicente Gómez Blasco es historiador e integrante
de la Cofradía de Nuestro Padre Jesús Nazareno (Guardamar del Segura).
María del Loreto López Martínez es directora de ASOARTE Restauraciones.

 

Fotografías de Francisco García (Bordados Artísticos
Paredes) y María del Loreto López Martínez

 

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