LA POLÉMICA DE LOS PUTREFACTOS
Agencia EFE (14/10/2008)
Con sus escenas religiosas con componentes sadomasoquistas, sus Manolas con caras deformadas y "santas" con aspecto poco virginal, la serie Los Putrefactos, del almeriense Andrés García Ibáñez (Huércal Overa, Almería, 1971), llega al mercado británico tras no abrirse camino en España.
Los Putrefactos, inspirada en el libro del mismo título que nunca llegaron a escribir Federico García Lorca y Salvador Dalí, se expondrá por primera vez a partir de mañana en la selecta galería Halcyon de Londres, especializada en artistas "con buena ejecución técnica y más bien figurativos", según la marchante Helga Edwards.
Tal vez sea precisamente porque la técnica y la figuración no están nada de moda en el mundo del arte, y menos en España, que la obra de Ibáñez no acaba de cuajar en su tierra natal, pero él cree que ello se debe también a otros motivos. "Mi obra resucita heridas no cicatrizadas, es subversiva de la España rancia y tradicional", indica a EFE.
En El Cristo de la Muerte (2004), un Crucificado inspirado en el Cristo de la Clemencia esculpido por Juan Martínez Montañés, Cristo es custodiado por legionarios, una cabra y un religioso. En La Mortificación del Penitente (2005), unas jóvenes Manolas (mujeres de luto que en la Semana Santa lloran la muerte y celebran la resurrección de Cristo) vestidas con parafernalia sadomasoquista fustigan a un penitente encapuchado, uno de los famosos "picaos" disciplinantes de San Vicente de la Sonsierra. Otras obras, como las dedicadas a retratos de Manolas, son menos figurativas y, en la deformación del rostro, recuerdan al británico Francis Bacon, aunque la mayor inspiración del artista en esta serie son "las pinturas negras de Goya".
El pintor almeriense García Ibáñez tiene una concepción "fatalista" de la condición humana -así lo plasma en sus cuadros sobre "La masa", el pueblo ciego y alienado-, por lo que ve poca solución a lo que considera el mayor problema de la sociedad española: su putrefacción. "La putrefacción es algo consustancial a la sociedad y avanza inexorablemente", afirma con ironía, pese a la seriedad de sus reflexiones.
Siguiendo el concepto de Dalí y Lorca, para Ibáñez lo putrefacto es "todo lo que está muerto pero se resiste a morir", en este caso las tradiciones retrógradas de la sociedad española que prosperaron durante la España franquista, y que "deberían revisarse urgentemente". "No hay que mantener las tradiciones por el hecho de serlo, algunas de ellas atentan seriamente contra la democracia y el pensamiento moderno", observa el artista.
Con su particular "revisión" del papel de la religión y otros poderes fácticos tal como él los percibe, García Ibáñez aspira a "sacudir la mente" de sus conciudadanos, aunque, al mismo tiempo, está casi resignado a que al menos esta parte de su obra no vea la luz en su país. Pero como para él pintar es "una obsesión", y esa obsesión dicta lo que pinta, se ve en la obligación de seguir por la vía "crítica", aunque haya perdido ya -en este caso, de mutuo acuerdo- los encargos que solía hacerle la Iglesia católica para pintar frescos.
Aunque en España haya gente que pueda considerar su obra algo desfasada, Edwards, de Halcyon, cree que los temas que toca tienen, por su técnica y su contenido, un componente universal, y considera que la apuesta de la galería por el almeriense, aunque "arriesgada, es una inversión a largo plazo".
García Ibáñez, criado en un entorno tradicional y educado durante años con el Opus Dei, reconoce que es un producto de las circunstancias que le ha tocado "sufrir". "Me siento un pintor español antiespañol", concluye.
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