ARTE Y CIENCIA

22/06/2015


 

 
 

Rincón de una Biblioteca

Jan van der Heyden
1711
Óleo sobre lienzo
77 x 63,5 cm
Museo Thyssen-Bornemisza de Madrid

 

El afán por comprender las reglas que subyacen tras la apariencia siempre cambiante del mundo es y ha sido una aspiración no solo científica, sino también compartida por muchos artistas. Quizá por ello numerosos pintores, al menos desde el Renacimiento, han encontrado en las aportaciones científicas de su época un estímulo para el desarrollo de su propia sensibilidad, buscando en ellas las claves para conocer su entorno o, simplemente, para alcanzar una mayor destreza en el trazado de la perspectiva o en la aplicación del color.

El Museo Thyssen-Bornemisza de Madrid dedica la undécima entrega de la serie <miradas cruzadas> a la relación entre el arte y la ciencia a lo largo de los últimos siglos, con obras de autores como Frederic Edwin Church, Henri Edmond Cross, Sonia Delaunay-Terk o Frantisek Kupka, entre otros.

Las diez pinturas reunidas, todas procedentes de las colecciones del Museo Thyssen-Bornemisza, permiten ilustrar los puntos en común entre ambas disciplinas, tales como la creación de dimensiones espaciales acordes con las modernas teorías geométricas, el impacto en el arte de los estudios científicos sobre el color o el interés de los paisajistas del siglo XIX por las ciencias naturales.

El montaje puede visitarse desde hoy 22 de junio hasta el próximo 27 de septiembre, en el balcón-mirador de la primera planta del Museo, con acceso gratuito y directo desde el hall central.

 

 
 

Martin Johnson Heade

Orquídea y Colibrí cerca de una Cascada
1902
Óleo sobre lienzo
38,2 x 51,5 cm
Colección Carmen Thyssen-Bornemisza

 

La obra Rincón de una Biblioteca (1711), del pintor Jan van der Heyden, abre el recorrido de la instalación en homenaje a estos espacios de cultura, símbolo del saber y del conocimiento.

A continuación, el primer grupo de obras está dedicado al interés que las ciencias de la naturaleza suscitaron entre los paisajistas americanos del siglo XIX gracias a los numerosos avances científicos del momento. Ahondar en la observación de los fenómenos naturales, algo vinculado a la nueva importancia concedida al género del paisaje, se convirtió en un medio para alcanzar una mejor comprensión del orden divino. Si la ciencia debía desvelar los designios de Dios investigando en la botánica, la zoología o la astronomía, los artistas se encargaron de darle forma sensible a la llamada "creación divina"; así lo vemos en la obra de artistas como Frederic Edwin Church, James McDougal Hart o Martin Johnson Heade, que viajaron a lo largo y ancho del continente americano plasmando en sus cuadros el esplendor de su naturaleza.

Un segundo grupo centra la atención sobre el fuerte impacto que tuvieron los estudios cromáticos y los tratados de óptica sobre los artistas afincados en París a finales del XIX y principios del XX. El impresionismo recurrió al contraste de complementarios descrito por el teórico del color Michel-Eugène Chevreul. Por su parte, los neoimpresionistas ensayaron la mezcla óptica de colores; lo vemos en Henri-Edmond Cross, que formó parte del núcleo del movimiento junto a Seurat y Signac, y también en Gino Severini, el más cercano entre los futuristas al neoimpresionismo francés. Igualmente, algunos artistas pioneros de la abstracción, como Sonia Delaunay-Terk, centraron su atención en la plasmación de la luz en sus cuadros a través de contrastes de color.

Para los pintores de las vanguardias de principios del siglo XX, las teorías asociadas a la extradimensionalidad supusieron una liberación con respecto a la perspectiva tridimensional renacentista, lo que les permitió abrir nuevas vías de expresión artística y ensayar diferentes formas de representación. Solo la popularización de la Teoría General de la Relatividad de Einstein -con su redefinición de la cuarta dimensión como tiempo, en lugar de espacio- puso fin a la pretensión de muchos artistas de representar dimensiones espaciales extra. Lo ilustran en la instalación obras de Max Weber, Frantisek Kupka y Theo van Doesburg.  

 

 
 

Estación Terminal "Grand Central"

Max Weber
1915
Óleo sobre lienzo
152,5 x 101,6 cm
Museo Thyssen-Bornemisza de Madrid

 

En el año 1735, el filósofo Alexander Gottlieb Baumgarten (1714-1762) distinguió entre el conocimiento lógico o científico, y el conocimiento sensorial, propio del arte. Para el erudito alemán, padre de la estética, mientras que el primero estaba basado en reglas universalmente válidas, el segundo reposaba en percepciones sensibles que, si bien eran claras, carecían de la evidencia de los postulados lógicos.

Pese a la distancia que separa arte y ciencia, ambas esferas de la actividad humana han mantenido estrechos contactos a lo largo de la historia. Al análisis de sus puntos en común están dedicados unos Encuentros Arte y Ciencia. En ellos se abordará el mutuo interés por los límites del universo o las dimensiones espaciales, así como las similitudes entre algunos procesos implicados en la investigación y la creación artística.

Los encuentros tendrán lugar en el Salón de actos del Museo Thyssen-Bornemisza el miércoles 24 (Los Límites del Universo: Investigación y Creatividad) y el viernes 26 de junio de 2015 (Sobre las Dimensiones Espaciales), desde las 16:00 y las 19:30 horas (jueves) y desde las 16:00 y las 19:00 horas (viernes).

 

Dirección y horario: Paseo del Prado, nº 8. Lunes, de 12:00 a 16:00 horas; martes a domingo, de 10:00 a 19:00 horas.

 

 
 

James McDougal Hart

Verano en Catskills
Hacia 1865
Óleo sobre lienzo
33,6 x 59 cm
Museo Thyssen-Bornemisza de Madrid

 

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