Desde el año 2010, el Museo Nacional del Prado (Paseo del Prado s/n, Madrid), con el apoyo de su Fundación de Amigos, realiza el programa "Obra Invitada", una actividad que permite exhibir en la prestigiosa entidad una serie de piezas únicas procedentes de prestigiosas instituciones de todo el mundo, que complementan las colecciones del Museo del Prado y propician diálogos entre diferentes culturas y periodos históricos.

La custodia de la Iglesia San Ignacio de Bogotá, conocida como "La Lechuga" por el verde intenso de sus esmeraldas y el esmaltado del ángel que sostiene el refulgente sol que la exorna, tesoro del arte barroco cincelado en la llamada entonces Nueva Granada, fue la obra maestra del orfebre de origen español José Galaz, quien en su ejecución gastó cerca de 7 años (de 1700 a 1707).

La obra, procedente de la Colección de Arte del Banco de la República de Colombia, es de oro fundido y calado con incrustaciones de esmaltes y piedras preciosas. Mide 80 cm de altura, pesa 4.902,60 gramos y contiene 1.485 esmeraldas, 1 zafiro, 13 rubíes, 28 diamantes, 62 perlas barrocas y 168 amatistas. Será expuesta dentro del programa "Obra Invitada" del Museo del Prado entre el 3 de marzo y el 31 de mayo de 2015, con motivo de la presencia de Colombia como país invitado de la feria de arte contemporáneo ARCO.

Adquirida por el Banco de la República en el año 1985 para ser exhibida en la Biblioteca Luis Ángel Arango, no solo se considera a "La Lechuga" una de las joyas religiosas más ricas y hermosas de Latinoamérica, sino que es el testimonio de lo que sucedió con el Barroco en tierra de orfebres, y de cómo este estilo artístico encontró nuevas dimensiones en un territorio en el que abundaban el oro y las esmeraldas, y en el que estaba aún viva la cultura indígena de los más destacados orfebres del continente.

Para presentar esta custodia, actualmente exhibida en la Colección de Arte del Banco de la República, el Museo del Prado ha elegido la sala 18A del edificio Villanueva, que reúne obras de Claudio Coello, Herrera el Mozo y Antolínez, entre otros. Son unos cuadros dinámicos, coloristas y exuberantes en los que, al igual que en "La Lechuga", la riqueza, el cromatismo y el esplendor fueron puestos al servicio del culto católico.