CENTENARIO DE LA GRAN VÍA DE MADRID

06/04/2010


 

 

Madrid conmemora el centenario de su calle más emblemática, la Gran Vía, una arteria cultural y comercial que ha reflejado, en poco más de un kilómetro, la transformación de todo un país y el cumplimiento de su sueño de modernidad. Aunque fue el domingo cuando se cumplieron los cien años desde que el rey Alfonso XIII inaugurara unas obras que pretendían poner a esta capital a la altura de París, Londres o Milán, ayer fue el día para los mayores fastos, con el actual monarca y nieto de aquel, Juan Carlos I, como maestro de ceremonias.

El 4 de abril de 1910 su abuelo blandió una piqueta de plata y dio comienzo una remodelación arquitectónica que supuso el derribo de 312 edificios y la eliminación de 14 calles. Esta sinuosa serpiente urbana de 1.316 metros habría de convertirse en el referente de ocio de la capital española, y en el escaparate y escenario de los principales eventos que marcaron la historia española reciente, así como la sede de algunos de varios de los edificios más fotografiados por los cientos de miles de turistas que la recorren cada año, caso del Metrópolis o Chicote.

Otra constante de la Gran Vía ha sido la conversión de sus aceras en sede de los principales comercios de la capital, en la que cuando se inauguraron las obras no existan los comercios con grandes escaparates que caracterizaban a París, Londres o Berlín. Algunos de esos primeros inquilinos aún siguen hoy día, como la joyería Grassy o la tienda de artículos de lujo Loewe, en pacífica convivencia con las franquicias multinacionales que caracterizan la globalizada economía del siglo XXI, como la española Zara, la sueca H&M o la estadounidense McDonald's.

Muchos de esos recién llegados han ocupado el lugar dejado por otros negocios en declive, en especial los cines, que en tiempos fueron la imagen más característica de la calle y que actualmente están en franca retirada, frente al avance de los comercios textiles y los teatros patrocinados por grandes compañías que han hecho que a esta calle se la rebautice como el Broadway Madrileño.

 

 

Las viejas fotos de la Gran Vía muestran su devenir: desde las muchedumbres entusiasmadas por la proclamación de la II República, hasta los desfiles triunfales del franquismo, pasando por la devastación de la Guerra Civil (1936-1939). De los tiempos de este conflicto surgen algunas de sus imágenes literarias más famosas, con Ernest Hemingway o John Dos Passos recorriendo el trayecto entre el hotel Florida, refugio de muchos corresponsales de guerra, y la Telefónica, aún hoy uno de los edificios que definen la calle y que entonces albergaba el centro de prensa extranjera. Concluido en 1928, el edificio de Telefónica, de 89 metros de altura, fue el primer rascacielos de la capital de España y la estampa más inequívocamente americana que ha tenido nunca.

Y es que ese aire de modernidad al estilo de Nueva York o París fue precisamente uno de los principales objetivos del consistorio madrileño cuando en el año 1910, y tras varios proyectos fallidos, se aprobó finalmente el plan urbanístico cuyo fin era unir las zonas en desarrollo de la ciudad.

Del Madrid republicano en guerra dan fe las fotos de las Brigadas Internacionales que llegaron a ayudar a la frágil democracia que era apisonada por las huestes de Franco. Poco después, cuando la II Guerra Mundial desangraba Europa, los ecos de la tragedia se escuchaban de nuevo sobre los adoquines que entonces cubrían la calle, con el desfile de la guardia mora de Franco a caballo y las banderas nazis colgando de sus fachadas en homenaje a alguna visita ilustre de la amiga Alemania.

Paulatinamente, fuera de España se iba sabiendo de la Gran Vía por el fulgor que en ella dejaban estrellas como Ava Gardner o Sofía Loren, a quienes se veía tomando cocteles en el bar Chicote, inaugurado en el año 1931 y aún hoy día en pie. Se la empezó a llamar el Broadway de Madrid, y no había película que se preciara u obra de teatro que pretendiera triunfar que no se estrenara en sus plateas. Y no hay que olvidar la intelectualidad, con José Ortega y Gasset y Gregorio Marañón reuniéndose en la Casa Calpe, que dio lugar a la Casa del Libro, hoy una de las librerías más grandes de Madrid. Además, la Gran Vía se volvió una importante vitrina para la moda.

 

 

A través de todas esas épocas, la calle más transitada de Madrid fue cambiando su propio nombre: durante la Guerra Civil pasó a llamarse avenida de la Unión Soviética y en la época de Franco avenida de José Antonio, en recuerdo del fundador de la Falange, José Antonio Primo de Rivera.

Hoy día, y tras recuperar su nombre de Gran Vía en 1981 -seis años después de morir Franco-, esta arteria esencial capitalina sigue siendo un termómetro fiable de la temperatura artística, social y económica de España, tal como se concibió hace ahora un siglo.

Un sentimiento que intenta dejarse reflejado en el monolito que a partir de ayer presidirá el arranque de la Gran Vía a su cruce con la calle de Alcalá, tras su inauguración en un acto presidido por el rey Juan Carlos y que presenciarán, ya sea en persona o por televisión, los nietos de los madrileños que asistieron al comienzo de las obras por parte de su abuelo Alfonso XIII.

 

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