JUDAS ISCARIOTE Y LOS RASGOS PELIRROJOS EN EL ARTE

19/04/2020


 

 
 
Francisco Salzillo. Detalle del Judas de la Santa Cena

 

El tratamiento plástico que Francisco Salzillo dio al grupo escultórico de la Santa Cena que realizó en 1763 para la hermandad murciana de Jesús Nazareno, reclamaba un estudio acabado de tipos y expresiones entre los apóstoles, así como un mayor acento definitorio en el juego de las manos y el lenguaje de los rostros. Así advertimos perplejidad en Mateo, zozobra en Pedro o profunda angustia en Judas Tadeo. En cuanto al Iscariote, parece como si Salzillo hubiera querido contrastar los sentimientos de los dos Judas, dando al discípulo fiel toda la fuerza expresiva de su congoja, y en cambio al réprobo todos los justificantes, por lo menos, de la condenación popular. Es evidente que el pueblo que contempla este paso procesional no espera que Judas se ahorque para dictar su veredicto, ni siquiera necesita que en el Prendimiento consume su traición. Lo fulmina, devoto y arrebatado, con su repugnancia, con su irritación y con su desprecio. Y es que Salzillo se complace en dar a su figura un semblante pérfido, de hombre malo, haciéndolo bizco y pelirrojo y aun añadiendo cierto ademán burlón que colma todas las sospechas y aviva todos los recelos.

Nada dicen las escrituras sobre el color del pelo de Judas Iscariote, pero en España las representaciones de los pasos de Semana Santa lo interpretan casi siempre como pelirrojo. Era una forma ingenua de expresar que estaba predestinado a su papel de traidor por ser diferente, teniendo en cuenta que el color rojo del pelo es una característica muy poco frecuente en la mayoría de países europeos, menos aún en la zona del sur del continente donde se ubica España. Tal vez esta escasa incidencia de pelirrojos, o su llamativo color que puede recordar el fuego infernal, era lo que los hacía tener mal agüero y los asociaba con la maldad. Por otro lado, el prejuicio respecto a ciertos rasgos físicos o sociales que no son los habituales en un determinado territorio conlleva comparar a los que los poseen con acciones que ocasionan el mal de forma indiscutible. En el caso de los pelirrojos, la asociación con Judas acarreaba la etiqueta de traidores. Asimismo, los pelirrojos se asociaban naturalmente con los pecosos, que eran considerados coléricos y celosos, sobre todo las mujeres.

Respecto al origen de dichas representaciones, es difícil determinarlo. En los tiempos antiguos los pelirrojos eran como las personas de piel morena en la temprana América. Su color distintivo no era particularmente distinguido. Ya en la Edad Media los artistas pintaban a Judas Iscariote con el pelo rojo. En la Biblia eran pelirrojos Esaú, que se había vendido por un plato de comida, y Caifás, el sumo sacerdote que había participado en la crucifixión de Jesús. Esaú era además muy velludo, lo que era considerado inculto, no civilizado y de poca cultura. También en la Edad Media se afirmó la idea de que las mujeres pelirrojas eran brujas, y muchas murieron en la hoguera por esa razón. El color rojo era asociado igualmente con la prostitución en las mujeres, quizás por la costumbre de las meretrices de adornarse con pelucas rubias y rojizas desde tiempos de la antigua Roma. La propia María Magdalena, asociada erróneamente durante muchos siglos con una prostituta, fue pelirroja en numerosas representaciones. Lo cierto es que las hogueras empezaron a llenarse de pelirrojos, y cualquiera, mujer u hombre, que tuviera el pelo de ese color era relacionado directamente con el diablo.

 

 
 
Judas Iscariote por Antoine Cas (2020). Óleo sobre lino pegado a tabla (41 x 27 cm)

 

La traición de Judas lo convirtió en un personaje antitético al de Cristo, encarnando el mal supremo. Su odiada figura fue vilipendiada y escarnecida por el cristianismo posterior, sirviendo de excusa para el odio antisemítico por la identificación de Judas con los judíos, incluso en la similitud de nombre. Según algunos relatos a Jesús ya le habían advertido varias veces que Judas Iscariote era un hombre de muy mala reputación y que había que desconfiar de su persona. Decían que era codicioso, pérfido, propenso a la simulación y a la mentira, hábil ladrón y sembrador de discordia, además de que su aspecto era el más feo de todos los habitantes de Judea. Incluso algunos mencionaban expresamente que era pelirrojo. Probablemente su nombre Iscariote alude a su pueblo de origen, Kariot o Queriot, situado en el sur de Judea. Otros piensan que Judas era zelote y que el nombre Iscariote sería nada más que un apelativo derivado de "ishi-karioth", que era el puñal característico de los sicarios que conformaban este movimiento independentista de Roma.

Sin embargo, son cada vez más numerosas las teorías que ofrecen una imagen diferente de Judas y sobre todo dan un sentido a su existencia, sujetándose para ello al único límite de la lógica y la racionalidad que se desprenden de los elementos disponibles, desnudándolos de todos aquellos aditamentos que la doctrina oficial ha ido colocando para frustrar cualquier otra interpretación. En el evangelio más antiguo, el de Marcos, no se identifica a Judas como traidor. Solo Juan, el único además que se ocupa de Judas con detenimiento, pero también con inquina y animadversión, lo tilda de traidor, además de ladrón, lo cual llama la atención al ser el encargado por el Maestro de administrar las finanzas del grupo de seguidores. Es llamativo también que, durante la vida de Judas, estas acusaciones no existieran y que sea después de su muerte cuando comenzaron los ataques. Lo más curioso es que, analizados seria y fríamente, tantos los Evangelios como los Hechos de los Apóstoles, documentos en los que la Iglesia Católica basa su acusación contra Judas, llevan a las siguientes conclusiones: Judas no traicionó a Jesús, no lo vendió, no lo besó, no cobró su infamia y no se ahorcó consumido por la culpa. Por otro lado, el recientemente descubierto Evangelio de Judas avala todo lo contrario al poner de manifiesto y resaltar el papel de Judas entre los discípulos, dada su proximidad a Jesús.

Algunos autores afirman que, hasta la irrupción de los prerrafaelitas, en la historia del arte el cabello rojo se asociaba a cualidades negativas (traición, falsedad, vileza, rebeldía y lujuria). Mujeres adúlteras, hombres traidores y dioses destructores eran pelirrojos. Mucho antes de Salzillo, Dante en "La divina comedia" hablaba de la visión de los soberbios en el averno de esta forma: "el fuego eterno que por dentro les abrasa, les da la apariencia rojiza de este bajo infierno". Lo mismo pensaba Quevedo: "pelo bermejo [...] ni gato ni perro de aquella color". Sin embargo, para Rossetti, Millais y otras figuras del Prerrafaelismo, el cabello rojo fue una hermosa señal de sensualidad, erotismo y singularidad. Esta opinión hoy en día se halla más vigente que nunca, superando además el punto de vista estrictamente biológico sobre los pelirrojos como personas de piel clara que no se broncean y cuya piel se quema de forma rápida ante la radiación del sol. Siguiendo la estela prerrafaelita, los pelirrojos son vistos ahora como una victoria sobre los mitos y un regalo para los amantes de la belleza.

 

 
 
Detalle del Judas de Andrés de Solanes (1629-1630). Museo Nacional de Escultura (Valladolid)

 

FUENTES

BOSCH, Juan. Judas Iscariote, el Calumniado, Madrid, Papeles del Tiempo, 2009, pp. 10-12, 32 y 45.

PARDO CANALÍS, Enrique. Francisco Salzillo, Madrid, Consejo Superior de Investigaciones Científicas e Instituto "Diego Velázquez", 1983, p. 29.

DE MIGUEL RODRÍGUEZ, Amando. El espíritu de Sancho Panza: el carácter español a través de los refranes, Madrid, Espasa-Calpe, 2000, p. 146.

MILLER, Stephen. Big Dummies of the Bible. And How You Can Avoid Being a Dummy Too, Nashville, Thomas Nelson Publishers, 2005, p. 33.

GUERRA TAPIA, Aurora. "Pelirrojos y prerrafaelitas", artículo publicado en la revista Más dermatología, nº 19, Barcelona, Editorial Glosa, 2013, pp. 28-29.

http://xsierrav.blogspot.com/2015/11/judas-el-apostol-pelirrojo.html

LEYS, Lucas. El mejor líder de la historia, Miami, Editorial Vida, 2012, p. 50.

ANDRÉIEV, Leonid. Judas Iscariote y otros relatos, Santiago de Chile, LOM Ediciones, p. 30.

 

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