EL CRISTO PARLANTE DE VENECIA

13/10/2020


 

 

Esta imagen de Cristo crucificado era utilizada cada Viernes Santo para recrear la expiración de Jesús en la cruz. Con el fin de llevar a cabo esta función litúrgica tan inusual, disponía de una cuerda que era utilizada para mover la lengua, hoy perdida, y una cavidad en su cabeza que permitía que saliera humo de su boca, un efecto especial con el que se pretendía dramatizar el último aliento del redentor.

La talla pertenece al templo veneciano de San Francesco della Vigna. Desde mediados del siglo XIX estaba olvidada en uno de los corredores de las dependencias conventuales construidas para los terciarios franciscanos, concretamente en un pasillo del primer piso inaccesible para el público, hasta que una reciente restauración patrocinada por Save Venice, la institución estadounidense que desde 1971 financia rehabilitaciones de obras de arte en Venecia, ha puesto de nuevo en valor todos sus méritos artísticos y religiosos.

El crucificado fue esculpido en madera de arce y policromado en temple de altísima calidad. Se cree que data de principios del siglo XV, en torno al periodo comprendido entre 1390 y 1420, y que recibía culto en la iglesia primitiva gótica del siglo XIII dedicada a San Francisco de Asís, cuyas reducidas dimensiones y precario estado de conservación hicieron que fuese reconstruida en el siglo XVI por Jacopo Sansovino, si bien la fachada se debe a Andrea Palladio. La sucesiva reconstrucción de Sansovino y Palladio se realizó bajo un impecable diseño renacentista que hace de este edificio una de las joyas del estilo en Venecia.

Las fuentes documentales mencionan la presencia de este crucificado en el claustro del cenobio, desde donde fue trasladado a varias capillas laterales de la iglesia y luego, como hemos dicho, a un pasillo del convento. Las leyendas sobre sus habilidades milagrosas atrajeron a multitud de devotos, muchos de ellos del género femenino, que incluso se arriesgaban a la excomunión al entrar en el convento a encomendarse al "Cristo parlante" incluso en la época en la que se veneraba en el claustro de los frailes, vetado a las mujeres hasta el siglo XVII, cuando debido a esa gran devoción se emitió una autorización especial para que pudieran visitarlo.

 

 

La intervención ha corrido a cargo de la restauradora Milena Dean, que ya había realizado actuaciones de emergencia en el crucificado antes de la participación de Save Venice para frenar las pérdidas pictóricas que padecía, los ataques de carcoma y moho, y la eliminación de buena parte de los repintes.

La restauración ha revelado que esta escultura, de tamaño superior del natural (mide más de 190 cm de altura), está hecha en un gran tronco ahuecado en su interior, con bloques macizos superpuestos para los brazos y los pies. Su procedencia debe ser foránea ya que el material empleado, la madera de arce, es inhabitual en la escultura veneciana del período. Respecto a su policromía al temple, se aplicó sobre varios estratos preparatorios mediante una serie de capas, cada una de ellas de un espesor variable para resaltar aún más los detalles esculpidos. El sudario, policromado al estilo de la época, se coloca de manera realista para enfatizar la tridimensionalidad de un simulacro cuya resolución es de una calidad extraordinaria, revelando también un dominio notable para capturar la tensión del cuerpo y el sufrimiento de Cristo.

Los trabajos de restauración han durado cuatro años (2016-2020). Su coste ha sido de 30.000 euros, habiendo sido sufragada por Save Venice a través del matrimonio estadounidense compuesto por Mary Kathryn y Alex Navab, quien lamentablemente falleció de forma prematura en julio de 2019 a los 53 años de edad.

Hasta once repintes se han contabilizado en el proceso de restauración de una escultura cuyo aspecto original se encontraba tan desvirtuado que había llegado a ser catalogada en un inventario como obra moderna de mediados del siglo XX, cuando se le aplicó el último de los repintes, que afectó sobre todo a la zona de la cabeza. Ni los propios frailes apenas sabían nada de la historia de esta pieza. Los primeros repintes fueron posteriores a mediados del siglo XVIII, mucho tiempo después de su ejecución, lo que se conoce por el descubrimiento del uso de pigmentos sintéticos, cuya producción se inició en esa época.

 

 

La relativa modernidad del último repintado, junto con la excelente conservación de la policromía original, llevó a eliminar todas las capas superpuestas de pintura, llevando a descubrir la mayor parte del color original, que además es de gran belleza. Además, no fue posible rastrear las capas intermedias pues se habían infiltrado, formando una cuña entre la pintura y la madera y prácticamente constituyendo un solo bloque, lo que supuso un motivo extra para devolver este hermoso crucificado a sus orígenes.

Con la restauración se ha recuperado también la particular estructura de su cabeza, sacando a la luz fragmentos conservados del mecanismo que la hacía "parlante". Entre los hallazgos se encontraron un trozo de la cuerda con la que se le movía la lengua y huellas de quemaduras provocadas por el incienso u otro material con el que se creaba el humo a través de un mecanismo cuyo funcionamiento aún se desconoce. Otros daños afectaban, por ejemplo, al brazo izquierdo, que estaba parcialmente desprendido y fracturado, al igual que los pies.

Ahora, finalizada la restauración, con motivo de la pasada festividad de San Francisco de Asís, el "Cristo parlante" ha sido trasladado a la iglesia. En principio, permanecerá en la capilla Badoer-Giustiniani, un espacio cuya restauración también fue financiada por Save Venice hace unos veinte años. La idea, sin embargo, es la de colocarlo de forma definitiva en el altar mayor de San Francesco della Vigna antes de la Pascua.

La tradición de los "cristos parlantes" ha sido poco cultivada en la zona del Véneto, no así en otras de Italia como Toscana o Umbría, donde existen varios crucificados de este tipo encargados por los franciscanos dentro del fenómeno de las "sacras representaciones", también llamado "teatro de esculturas", que comenzó a principios de la Edad Media y se prolongó hasta las restricciones impuestas por el Concilio de Trento, aunque a pesar de ello siguieron llevándose a cabo; de hecho, el pasado agosto, a través del portal Nautilus, nos hacíamos eco en una de nuestras redes sociales de un Cristo autómata siciliano del XVIII conservado en una colección privada que, gracias a un mecanismo de cuerda inserto en un hombro, puede mover los ojos y la boca.

 

 

Fotografías de Matteo de Fina

 

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