GRANDES MAESTROS EN EL MUBAM. FRANCISCO DE GOYA

14/01/2016


 

 

El Museo de Bellas Artes de Murcia (MUBAM) recibe en esta ocasión el cuadro San Ignacio de Loyola de Francisco de Goya y Lucientes. El propósito de la Consejería de Cultura y Portavocía es mostrar al ciudadano obras de primer nivel internacional dentro del ciclo Grandes Maestros en el Mubam.

El Tapiz de la Casa Tudor de Pieter Van Aelst, San Francisco en Oración de El Greco, Corrida de Toros de Picasso, y en esta ocasión San Ignacio de Loyola de Goya. Son obras que han desfilado dentro de Grandes Maestros en el Mubam. El objetivo de la Consejería es acceder a pinturas sobresalientes, mejorando temporalmente la colección del museo y acercando al visitante obras que, a veces, por distancia o por pertenecer a colecciones privadas, como es este caso, no están al alcance de todo el público.

La realización de esta obra de Francisco de Goya, dedicada al fundador de la Compañía de Jesús, no termina de poner de acuerdo a los estudiosos de la obra del pintor aragonés en cuanto al año de su creación. Mientras que Manuela Mena (Jefa de Conservación del Siglo XVIII y Goya del Museo Nacional del Prado de Madrid) y el Historiador de Arte José Rogelio Buendía la sitúan hacia el año 1775, José Luis Morales y Marín en su Catálogo de la Pintura de Goya, editado por la Real Academia de Nobles y Bellas Artes de Zaragoza en el año 1994, opina que la obra es algo más tardía, situándola en la década siguiente.

El cuadro se dio a conocer al público en el año 1978 de la mano del historiador aragonés, y experto en la obra de su paisano, José Camón Aznar mediante un artículo en la revista Goya. Aún habría que esperar 8 años para que fuera mostrada por primera vez, sería en el año 1986, en la exposición Goya Joven realizada en el museo Camón Aznar. En 2015 se volvió a exponer en Zaragoza, en el Museo Goya-Colección Ibercaja en la muestra Goya y Zaragoza (1746-1775). Sus Raíces Aragonesas. También en el año 2015, en el mismo museo zaragozano, se pudo contemplar en la exposición Goya y la Virgen: Sus Imágenes de Zaragoza.

El cuadro perteneció, desde que salió del estudio del pintor, a una familia argentina de origen Navarro, los Ezcurra, hasta los años setenta del siglo XX. Juan Ignacio Ezcurra (1750-1827) fue quien encarga la obra. El cuadro fue heredado por su hija Encarnación Ezcurra (1795-1838), esposa de Juan Manuel de Rosas (1793-1877). Posteriormente, a la muerte de Encarnación, el cuadro pasaría a mnos de Gregoria Rosas de Ezcurra. A principio de los 70 se vendió en la casa de subastas Christie´s en Londres. Fue adquirido por un anticuario español para, posteriomente y tras un periplo transatlántico de dos siglos, volver a Zaragoza.

Para Camón Aznar, más que de una imagen devocional al uso, se refiere a la obra como un "retrato del santo", dado la manera directa con que el artista plasma a San Ignacio de Loyola. La humanidad del santo queda patente, tratado de manera muy cercana, con bigote y casi calvo. Destaca en el cuadro la luminosidad, tratada de manera genial, así como la maestría en la ejecución de lo que podríamos denominar unas manos perfectas. En éstas se vislumbran unas finas venas azules, caracteríscas en Goya. Destacaremos las zonas más iluminadas en contraste con aquéllas en donde el artista ensombrece con un color más rojizo.

En el ángulo superior derecho se refleja el emblema (IHS) de la Compañía de Jesús. A un lado sostiene un libro con la frase "Ad maiorem Dei gloriam", divisa de los jesuitas. Cabe destacar que los jesuitas fueron expulsados de España en 1767, hecho que no privó al artista de la realización de este encargo y de otros como la Muerte de San Francisco Javier o San Francisco de Borja antes que se restableciera la orden en España en 1814.

Publicado en 1979, su reciente y acertada limpieza revela ahora con seguridad la calidad y forma de hacer propias de Goya en fechas muy próximas a su marcha a la Corte o de los primeros momentos de su estancia en ella. La corporeidad que adquiere la figura ante el fondo abstracto, el realismo que la impregna y la emotiva expresividad del rostro, así como la seguridad en la aplicación de las pinceladas, mediante las que consigue la luz con precisión, son consecuencia de su evolución como artista tras el período de formación en Italia.

La luz presente en la obra parece provenir del halo de santidad, formado por sutiles círculos concéntricos de luz blanca cuya intensidad decrece a medida que se alejan de la cabeza del santo y que iluminan fuertemente las zonas próximas a ellos, como el rostro y, especialmente, la frente, la mejilla derecha y la nariz, la página del libro donde se incluye la divisa jesuita y la mano derecha, mientras que las zonas más apartadas del halo luminoso quedan casi en penumbra.

La maestría de Francisco de Goya y Lucientes en aplicar el color y las veladuras se advierte claramente en las manos del santo jesuita, conseguidas con pinceladas de color de gran precisión, en tono más rojizo en los dedos, que no reciben la misma cantidad de luz. En el caso de la derecha, se traslucen incluso las venas, al haber sabido reflejar hábilmente el artista aragonés la transparencia de la piel.

 

Hasta el 7 de febrero de 2016 en el MUBAM. Dirección y horario: Calle Obispo Frutos 12, Murcia. Martes a viernes,
de 10:00 a 14:00 y de 17:00 a 20:00 horas; sábados, de 11:00 a 14:00 y de 17:00 a 20:00 horas; domingos y festivos, de 11:00 a 14:00 horas.

 

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