LA SANTA FAZ

11/07/2007


 

En su obra José de Arimatea, escrita en las últimas décadas del siglo XII o primeras del XIII, el poeta francés Robert de Boron, además de identificar el Santo Grial con el cáliz usado por Cristo en su última cena, que también sirvió para recoger su sangre durante la Crucifixión, afirma que el joven romano Vespasiano, hijo del emperador Tito, sanó de una terrible lepra gracias al contemplar el paño en el que una santa mujer jerosolomita llamada Verónica dejó impresas las facciones de Jesús durante su caminar hacia el Monte Calvario.

A lo largo de los siglos XIV y XV se difunde la práctica del Via Crucis, dedicada a rememorar las escenas de la Pasión de Cristo desde su condena a muerte hasta su sepultura. Las catorce estaciones del ejercicio se configuran a finales del siglo XVII, aunque en algunos lugares ello no sucede hasta principios del XIX, quedando recogido en la sexta el episodio protagonizado por la Santa Mujer Verónica, el único que no figura en los evangelios junto a las tres caídas de Cristo, cuyo número osciló en un principio de tres a quince.

 

 

El personaje de Verónica -también llamada Seraphia por la visionaria Beata Emmerich- es, por tanto, fruto de la literatura medieval y carece de fundamento histórico. Su nombre deriva de Berenice, que significa Vera Icona (Verdadero Rostro) en latín. Pese a ello, su figura ha sido objeto de reiterado culto por parte de la Iglesia como ejemplo de la compasión cristiana -se dice incluso que el auténtico paño se conserva en la ciudad italiana de Manoppello- y numerosos son los artistas que han plasmado el pasaje en sus obras; bien mostrando a la santa sosteniendo el lienzo, bien representado solamente éste último, caso de Zurbarán, El Greco (F2) o Murillo.

En nuestro país, mención especial merece el Santo Rostro de Jaén (F1), en cuyo honor se construyó la fastuosa catedral de la ciudad andaluza. La reliquia se considera uno de los tres pliegues en los que, según la leyenda, fue doblado el lienzo de la Verónica. Todo apunta a que se trata de una tabla de procedencia bizantina, que sufrió daños en la Guerra Civil -tras la contienda, en el año 1940, fue encontrado con mutilaciones en un garaje cercano a París- y ha sufrido varios repintes posteriores a su ejecución.

 

 

En Sevilla, desde 1979, la cofradía de penitencia del Valle encarga cada año a un pintor distinto la confección del velo que lleva la talla de la Verónica, obra del genovés Patroni, en el paso llamado "de las Santas Mujeres". Es el caso del que aparece ilustrando el escrito (F3), obra de María José de Solís-Beaumont (1997).

Recientemente, la joven pintora malagueña Rocío Cortés Ramírez, colaboradora de nuestro portal, ha realizado una obra en técnica mixta (F4) tomando como inspiración los regueros de sangre de una talla procesional sevillana: el Nazareno con la Cruz al Hombro -anónimo del siglo XVII- de la mencionada hermandad hispalense del Valle. La autora presenta una interpretación realista de las manchas de sangre en el lienzo, evitando toda recreación irreal de un rostro plasmado con detalle.

 

Fotografía del Paño de la Cofradía del Valle de Roberto Villarrica

 

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