LA CARTA DE CLODIO FABATO

28/03/2007


 

 

La carta, cuyo original en pergamino se halla hoy en paradero desconocido tras ser regalada en 1869 al político Emilio Castelar, fue escrita en Judea el 1 de abril del año 33 después de Cristo por Clodio Fabato, un decurión romano que, supuestamente, fue testigo presencial de la muerte de Jesús y era oriundo del municipio onubense de Niebla, villa de la que también era originaria su mujer Julia Marcela, a quien va dirigida la misiva.

La carta dice lo siguiente:

 

"A Julia Marcela: en Ilípula: salud:

Carísima: te escribo desde Judea, como Decurión de las legiones del Pretor Poncio Pilatos, para narrarte uno de los sucesos más singulares, que he visto en la vida de las milicias.

He sido testigo con mi Decuria, la de Léntulo y otras, del suplicio en la ciudad de Jerusalém de un tal Jossua, galileo, enviado de Dios, que se titulaba rey de Judea, y que, según la gente, daba vista a los ciegos, hacía andar a los paralíticos y tullidos, curaba a los enfermos sin medicinas de hierbas, arrojaba a los malos espíritus del cuerpo de los posesos, y resucitaba a los muertos; siendo aborrecido por todo esto de los escribas y sacerdotes.

Condenado al fin como sedicioso por el Sanedrín de la ciudad, con su presidente el pontífice Caifás, y además por el Prefecto Pilatos, en nombre del César, a la muerte de cruz, fue ajusticiado en la cumbre del Gólgota entre los dos ladrones Dimas y Gestas.

Los lictores y soldados le crucificaron desnudo como de costumbre y le fijaron con cuatro clavos; colocándole en la cabeza corona de zarzas, por ser rey falso; y sobre la cruz, una tabla con un letrero en griego, hebreo y latín que decía: Jossua de Nazaret, rey de los judíos.

La túnica del profeta cayó en suerte, al soldado Pontino de la Decuria de Máximo, que después vendió al sacerdote Helkias, que presenciaba, en nombre del Sanedrín, la ejecución de la sentencia.

Jossua era de cuerpo mediano, de color moreno sonrosado y semblante sereno y humilde. Su carácter bondadoso estaba realzado por poblada y sedosa barba, que caía dividida sobre el pecho, ojos de cielo y grande cabellera que, formando rizadas trenzas o guedejas, descansaba sobre sus hombros.

En los momentos de su muerte, la borrasca, que se cernía próxima, se desencadenó en furiosa tempestad sobre toda Judea. Sobrevino la noche inesperadamente por un eclipse de sol, y la tierra temblaba bajo nuestros pies. Los curiosos huyeron amedrentados a sus casas, y sólo nos quedamos para custodiar a los reos, ya muertos, por la lanzada de gracia de Longinos, los soldados de dos Decurias, a las órdenes de Léntulo y mías. Y no muy lejos de nosotros estaba la madre de Jossua y algunos de sus parientes.

Descolgado Jossua de la cruz, al día siguiente de Venus, en la Pascua judaica, por algunos jueces ancianos del Sanedrín, amigos suyos, custodiamos su cuerpo en un sepulcro cavado en la piedra; pero al siguiente día, de madrugada, entre poderosas luces, como de rayos de tempestad, que nos aterraron a todos, desapareció de la tumba.

Verdaderamente, este rey de los judíos, según la opinión de muchos, era el Dios del empíreo o Hijo suyo o gran profeta entre la nación de los hebreos.

Tal impresión ha causado en mí este suceso que, desde entonces, quiero dejar de pertenecer a las legiones del César, y pronto, los dioses lo permitan, seré en tu compañía.

El cuatrirreme, Cayo, que va a esa con las naves por metales, te dará esta epístola.

Salud y gracia. Clodio Fabato. Decurión.

Kal: Apr: Aux Jul: LXXIX."

 

 

La carta original fue escrita en latín y se conservaba en el Archivo Histórico de Niebla, tal y como contaba su párroco Cristóbal Jurado. Lo que actualmente conocemos es una traducción realizada a finales del siglo XVIII por el notario Jerónimo de la Fuente o a principios del XIX por el también notario Alonso Avendaño.

Erróneamente, algunos historiadores la han relacionado con una pequeña lápida sepulcral que se conserva en la Parroquia de Santa María de la Granada de Niebla y que reza lo siguiente:

 

"En mí un cuerpo terrenal y un espíritu celeste, una vez que éste alcanzó su sede, ahora vivimos allí y Fabato disfruta de los vivos en la luz eterna".

 

El tal Fabato no se corresponde con nuestro decurión ya que la lápida se halla fechada a principios del siglo III. No obstante, Rodrigo Caro, historiador del siglo XVII, pone en relación su inscripción con una carta escrita por Julia Marcela a su marido, conservada en Rignano.

Los detractores de la autenticidad de la carta argumentan que se trata de una invención literaria realizada por los mencionados Jerónimo de la Fuente o Alonso Avendaño para justificar la presencia de mártires cristianos en los territorios de la antigua sede episcopal de Ilípula (Niebla); a lo que añaden la leyenda de que el decurión Clodio Fabato volviera a la ciudad de Niebla tras escribir la carta para difundir con éxito el cristianismo, cuando es hecho constatado que hasta finales del siglo II o principios del III no aparece documentada la presencia cristiana en los territorios de la actual provincia onubense.

 

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