ESPINAS DE LA PASIÓN

Elías Rodríguez Picón (14/03/2015)


 

Creer que un cielo en un infierno cabe,
dar la vida y el alma a un desengaño;
esto es amor, quien lo probó lo sabe.

Lope de Vega, Soneto 126

 

 

Tras leer la última parte de este soneto de Lope de Vega, inconscientemente mi imaginación se dejó llevar con la única compañía de trece rosas. Con una media sonrisa me encomendé a ellas, como si de santas se tratasen, para la búsqueda de la "caprichosa" inspiración creativa.

Diez más tres. Trece. El número de rosas que, sin pensar porqué ni para que, guardaron la armonía en un jarrón, quizás para representar el momento de la "conquista fácil" (el amor lo puede todo).

 

 
 

 

Diez rosas de color malva y tres de color blanco roto. Aparté una de estas tres para desojarla entre ramas de acacias llenas de agresivos espinos que penetran sin compasión los pétalos blancos (ese amor ciego que hace caminar sin dolor por una alfombra de cristales rotos).

Sueña desnuda con el cuerpo cálido, entre sabanas blancas llenas de frías sombras. Las espinas, tan aterradoras estos días en la corona, eternas alcahuetas de su dolor. No sabe que el despertar le hará daño.

 

 

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