EL CEMENTERIO DE LOS CAPUCHINOS EN ROMA

29/10/2009


 

 

El llamado Cementerio de los Padres Capuchinos (Cimitero dei Cappuccini) es en realidad una cripta que se encuentra adyacente a la iglesia romana de Santa Maria della Concezione, construida en el año 1624 por voluntad del cardenal Antonio Barberini. En el interior del templo, encontramos interesantes pinturas de temática religiosa, realizadas por prestigiosos artistas como Pietro da Cortona, Guido Reni o Domenichino.

En cada una de las cinco estancias del cementerio están recogidos los huesos de, aproximadamente, 4.000 frailes muertos en la capital del país mediterráneo, en un periodo que va desde el Quinientos hasta el año 1870. La entrada del largo corredor (60 metros) que une las salas que componen la cripta ofrece al visitante una lapidaria sentencia a través de la siguiente inscripción: "Éramos como vosotros, seréis como nosotros".

Los huesos de los frailes se disponen en las estancias a modo de guirnaldas y otros elementos decorativos, mientras que algunos esqueletos aparecen vestidos con el hábito de los capuchinos y se hallan colocados en nichos formados también con huesos. La única zona que permanece libre de huesos es la capilla para las misas de los difuntos.

Algunos creen que la ejecución de esta cripta se deba a un francés que escapó de la época de terror del siglo XVIII y, una vez llegado a Roma, quiso de este modo exorcizar y poner fin, simbólicamente, al Antiguo Régimen. Otros expertos sin embargo, ven un origen masónico, mientras que un tercer sector de historiadores considera que sea, simplemente, una idea de los propios capuchinos como advertencia de la brevedad de la vida en el cuerpo. Se dice también que la tierra que se encuentra en el pavimento de las salas procede de Tierra Santa.

Cada sala del cementerio recibe su propio nombre: la Cripta de la Resurrección, por hallarse en ella un cuadro que representa la Resurrección de Lázaro; la Cripta de las Calaveras, decorada mayormente con ellas; la Cripta de los Huesos de la Pelvis, por albergar un baldaquino realizado con dichos huesos; la Cripta de las Tibias y de los Fémures, por su abundancia, y la Cripta de los Seis Esqueletos, que conserva un símbolo de la nueva vida.

 

 

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