SAN JOAQUÍN Y LA VIRGEN NIÑA. OBRA DE PEDRO LABORIA

Con información de Francisco Javier Herrera García (26/07/2022)


 

 

En 1970 el Ministerio de Cultura de Colombia adquirió para el Museo de Arte Colonial de Bogotá una de las más populares creaciones de Pedro Laboria, San Joaquín y la Virgen niña (1746). Es obra de dimensiones naturales (180 x 84 x 60 cm) cuyo ondulante y contrapuesto movimiento, tanto de la Virgen María como de San Joaquín, ha dado lugar a que se les suponga entablando una danza.

En ella se observa al santo tomando de la mano a su hija María, representada como una niña vistiendo túnica y manto. Aunque la impresión de movimiento que suscita la imagen pareciera insinuar un baile entre las dos figuras, en realidad es una escena de la educación de la Virgen, ya que originalmente sobre la pierna del padre figuraba suspendido un libro -atributo que no ha sobrevivido al paso del tiempo-, de manera que la Virgen escenificaba la desenfadada lectura del mismo.

Al rutilante y acompasado movimiento de ambas figuras se suma el preciosismo tanto de sus estofados -es decir, la imitación de telas- como de sus dorados, que no solo las enriquece sino que las dota -junto a los sinuosos pliegues de los vestidos- de una ilusión de realismo, propia del acentuado y delicado barroquismo de gusto próximo al rococó. Además, se destacan los encarnados, la técnica pictórica con la que se emulan las diferentes texturas de la piel humana. El rostro de ambas figuras consiste en una mascarilla y ojos de vidrio.

Pedro Laboria es uno de los escultores más reconocidos del periodo colonial neogranadino. Nació en Sanlúcar de Barrameda (Cádiz) a comienzos del siglo XVIII, y siendo muy joven se trasladó a Nueva Granada, donde estableció su taller con el propósito de realizar varias obras para la iglesia de San Ignacio en Santafé.

Al repasar su estilo, todo anima a pensar en su formación en algún taller escultórico de ascendencia ligur establecido en Cádiz u otra localidad de la bahía gaditana. Como vemos en San Joaquín y la Virgen niña, la búsqueda de la elegancia y el refinamiento a través de la gesticulación, la contorsión de los cuerpos, el alargamiento, los precisos detalles anatómicos, los rostros expresivos de marcadas facciones, los estofados preciosistas, los cabellos resueltos en enérgicos mechones, la composición escenográfica en fuga con abundancia de pormenores naturales y descriptivos, la peana que reproduce el suelo pétreo, etcétera, advierten el influjo italiano y una inequívoca tendencia al "bel composto" de Bernini, que contagió la plástica italiana del barroco, manifiesta en Andalucía Occidental a través de la longeva y fecunda vía ligur.

San Joaquín y la Virgen niña perteneció al convento de las Carmelitas Descalzas. Al igual que el San Joaquín de los dominicos (hacia 1740-1746) -que forma pareja con una efigie de Santa Ana, ambas talladas por Laboria-, guarda relación con el San Joaquín (hacia 1729) del templo franciscano de Bogotá, la obra más temprana que podemos contemplar en el catálogo del escultor, pues fue elaborada en Cádiz y llevada al Nuevo Reino.

Esta iconografía se inspiró en relatos encontrados en evangelios apócrifos -especialmente, en el Protoevangelio de Santiago- y junto con la de Santa Ana -las parejas de los abuelos de Cristo y padres de la Virgen- tuvo éxito a lo largo del período contrarreformista. En el Nuevo Reino de Granada disfrutó de especial predilección. Buena prueba de la propagación de la devoción de San Joaquín en el siglo XVIII son las abundantes novenas, oraciones, sermones y semblanzas de su vida impresas entonces tanto en España como en América. En ellas se valora su ejemplaridad como padre y abuelo, propiciando abundantes hechos milagrosos.

En Nueva Granada parece que los jesuitas impulsaron su devoción, proveyendo incluso noticias de hechos milagrosos, como la que nos transmite el padre Mercado, cuando relata la curación de un indio llamado Joaquín en el transcurso de la predicación de un jesuita, la noche de Navidad. De hecho, dentro de la obra conocida de Pedro Laboria, aparte de los tres simulacros de San Joaquín mencionados, existe una pareja de San Joaquín y Santa Ana que algunas fuentes citan en el colegio jesuítico, cuyo rastro se ha perdido.

 

FUENTES

Con información y fotografía del Museo de Arte Colonial de Bogotá.

HERRERA GARCÍA, Francisco Javier. "Pedro Laboria y la teatralidad elocuente en la escultura barroca bogotana", en El triunfo del barroco en la escultura andaluza e hispanoamericana, Universidad de Granada, 2018, pp. 525-526 y 529.

 

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