LAS ESMERALDAS DE ASIETA

José Guillermo Rodríguez Escudero (09/08/2012)


 

 
 
   

 

Desde siempre se ha oído hablar sobre una extraña inscripción que, supuestamente, ha tenido la Virgen de las Nieves (Santa Cruz de La Palma) grabada en su espalda o dorso de terracota: "ASIETA" o "ASYETA", conocido como el acrónimo de "Alma Santa Inmaculada en Tedote Aparecida". Es así como Juan Bautista Lorenzo Rodríguez la descifró. Tedote es el nombre aborigen del cantón donde se haya enclavada la capital de la Isla de La Palma. Se trata de un nombre propio que llevan muchas mujeres palmeras de todas las edades y que ha sido asumido como sinónimo o hipocorístico de "Nieves". Así, desde comienzos del siglo XIX, se localizan registros bautismales con este nombre.

Wamgüemert y Poggio, en su libro Influencia del Evangelio en la Conquista de Canarias (1909), asegura que no sólo es cierta la existencia del mencionado grabado, sino que fue estudiado por el obispo Tavira y Almazán, cuya visita al Santuario tuvo lugar en el año 1794, definiéndolo como "Alma Santa Inmaculada En quien Tenemos Amparo". No obstante, ni en el acta correspondiente a esa visita, ni en el Archivo Parroquial consta que la imagen posea tal inscripción. Es posible que los historiadores hayan hecho caso al asunto "de oídas" sin haberlo estudiado en profundidad. Incluso se ha dicho que así era llamada por el pueblo benahoarita que ya la veneraba antes de la Conquista de La Palma. Recordemos que es la imagen mariana más antigua de Canarias y que ya estaba en Benahoare antes de la llegada de los castellanos comandados por el Adelantado Alonso Fernández de Lugo en septiembre del año 1492.

Es rotunda la aseveración de Alberto José Fernández García en su publicación Real Santuario Insular de Nuestra Señora de Las Nieves (León, 1980), donde explica cómo tuvo el gran honor de contemplar la imagen sin las ricas vestiduras que la cubrían. Confirmó así mismo que no había encontrado nombre o inscripción alguna. Ello coincide con las opiniones de los diversos mayordomos o camareras que la venerada efigie ha poseído en las últimas generaciones. Sin embargo, según el testimonio del sacerdote y escritor José Crispín de la Paz y Morales, éste afirmaba haber visto la inscripción, muy difusa, sobre el dorso mariano: "en su espalda tiene un letrero en caracteres poco profundos e irregulares que parecen querer decir Asieta".

Esta supuesta leyenda fue objeto de especulación y variopinta interpretación desde el siglo XVIII hasta principios del XX. Así, en la Descripción de los Festejos de la Bajada de 1765 (Antonio Abdó, 1989) consta que, durante la procesión de retorno a su Santuario, se confeccionó una magnífica fuente de la que brotaban seis hilos de agua que "cifraban con primor las seis letras que tiene grabadas en su vestuario esta prodigiosa ymagen, que son ASYETA". Otra opinión es que esta inscripción había sido esculpida detrás de la Virgen, pero no en su pequeña imagen de terracota policromada de finales del siglo XIV, relacionada con la obra de Lorenzo Mercadante, sino en el fondo de la antigua hornacina del retablo que ya ha desaparecido. Así, Leodegario Matos conjeturó la posibilidad de que las cifras se hallasen labradas en el nicho de la Virgen.  

 

 
 
   

 

El espectacular y valioso joyero de "Asieta" o Nuestra Señora de Las Nieves -Regidora Mayor y Patrona de La Palma- está documentado desde las primeras donaciones en el siglo XVI. La provincia andina de Mérida -actual estado de Venezuela-, perteneció hasta bien entrado el siglo XVIII al virreinato de Nueva Granada, lo que hizo que su platería adquiriera un carácter muy semejante a la producida en Colombia. Llegó a ser tierra muy rica en metales y piedras preciosas, sobre todo esmeraldas y perlas, y fue la primera región productora de oro de las Indias. Se calcula que su rendimiento fue de unos cien mil kilos durante el XVIII. Por esto no es de extrañar que los obsequios llegados de esta zona tengan carácter de joyería, especialmente las coronas en oro, esmaltes y esmeraldas ofrendadas a las diversas patronas de las Islas. Y es que era una costumbre muy arraigada en las señoras de la época la donación de joyas y vestidos a las imágenes de su devoción. Así, una "lagartija" de oro y esmeraldas fue obsequiada a la Virgen de las Nieves por Margarita de Guisla Van de Walle en el año 1652, y otra muy parecida -junto a un vestido verde confeccionado en tela de oro- fue dejada a la Patrona por Francisca Vélez de Ontanilla en su testamento que lleva fecha 3 de abril de 1778. Ambas obras de arte fueron vendidas para sufragar los gastos que supusieron las reformas de la capilla mayor en 1876.

De entre las joyas conservadas que llevan esmeraldas destaca el riquísimo collar que mezcla dichas piedras preciosas con medallas esmaltadas y perlas, el cual posee desde el año 1648; el valioso collarete de oro y esmeraldas que la dama Beatriz Corona y Castilla, fallecida en el año 1685, donó al recuperar su deteriorada salud tras el primer parto, y la guirnalda de oro, esmeraldas y gemas que lleva sobre los hombros desde la Fiesta de las Madres del año 1972, confeccionada por el orfebre palmero Manuel Hernández Martín.

La mayor esmeralda que luce la imagen la recibió de manos de José Manuel de Fuentes en el año 1757. Un soberbio broche y una sirena de esmeraldas, un clavo de oro, un broche de esmeraldas y una cadena de magníficas perlas fueron dádivas de María de Las Nieves Pinto y Vélez de Ontanilla en el año 1779. Esta rica dama también le regaló la plata de la mandorla que nimba la imagen. Un vecino de La Habana, Domingo Hernández, regaló en 1672 un espléndido conjunto de joyas, entre las que se encuentran una fabulosa cruz de esmeraldas, oro y esmaltes. En el largo catálogo de alhajas aparecen otras valiosas cruces: con broche de oro, esmeraldas, amatistas, perlas y topacios (arte barroco del siglo XVIII); otra cruz de oro, esmaltes, perlas y esmeraldas (joya del renacimiento centroeuropeo de finales del XVI); otra de oro, esmaltes y esmeraldas con pendientes de perlas, con broche de oro y esmeraldas del siglo XVII; otra pieza con cadena confeccionada de oro y esmeraldas del siglo XVII, etcétera.

Desde las Indias llegaron grandes esmeraldas y perlas perfectas como jamás antes se habían visto. Procedían de las pesquerías de las costas caribeñas, del litoral ecuatoriano y de las minas colombianas. El espectacular rostrillo que luce la Virgen de Las Nieves en las grandes solemnidades es una prueba fehaciente. Se confeccionó en torno al año 1770 para aprovechar muchas esmeraldas y perlas que se tenían que ya estaban inútiles "por la antigüedad de su hechura" y que se encontraban en anillos, sortijas, sartas, madejas, hilos, collares...

En La Habana se comercializaba también con costosas joyas y alhajas confeccionadas en oro con engastes de espectaculares esmeraldas de Nueva Granada, así como de corales, manatí, perlas, aljófares, esmaltes, piedras preciosas, etcétera. En la ciudad cubana también se adquirían directamente las esmeraldas indianas. Pérez Morera nos informa de que "en tiempos del mayordomo don Diego de Guisla y Castilla, se otorgó poder a favor del licenciado don Marcos de Herrar para que cobrara en La Habana cien pesos pertenecientes a la Virgen de Las Nieves, destinados a la compra de unas esmeraldas para un rostrillo". En 1713, hizo protocolar una misiva recibida de José Martínez, fechada en La Habana el 8 de octubre de 1712, en la que se comprometía a comprar las esmeraldas de su peculio, por "ser para obra tan buena y para vna señora a quien tanto reverensio".

Los incas y los aztecas consideraban la esmeralda una piedra santa. En este sentido -según el estudio de Galiana-, algunos escritos hinduistas contienen comentarios sobre estas piedras preciosas verdes, calificadas de sagradas y usadas como talismanes, y su energía curativa. El verde esmeralda era considerado un color de vida y amor. En la Roma antigua era el color dedicado a Venus, diosa del amor y la belleza. El verde es también el color santo del Islam. La esmeralda simboliza el conocimiento mágico y el poder de los magos.  

 

 
 
 

 

Nota del autor: al rector don Pedro Manuel Francisco de las Casas, con todo mi cariño, respeto y gratitud.

 

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