UNA TALLA DE SAN AMBROSIO EN LOS LLANOS DE ARIDANE (LA PALMA)

José Guillermo Rodríguez Escudero (25/03/2011)


 

 

 

El presbítero Ambrosio (1651-1724), hijo del Maestre de Campo Juan Ángel Poggio y María Maldonado y Monteverde, poseyó entre sus bienes medio décimo de cañas de azúcar en la Hacienda de Tazacorte (en la vertiente oeste de La Palma) por herencia de sus progenitores. Esta propiedad fue legada en su testamento en 1724 a su sobrina María Engracia Poggio y Escobar, con la obligación de mandarle decir una misa rezada el día de San Ambrosio, todos los 7 de diciembre, en la Ermita de Nuestra Señora de las Angustias, con la advertencia de que si no hubiera oportunidad de tal celebración, se la dijera en la vecina Ermita de San Miguel Arcángel. La imagen de San Ambrosio -patrón del religioso- la había depositado en aquel templo donde, aún hoy en día, recibe culto.

Este mismo mecenas -Ambrosio Poggio Maldonado y Monteverde- también obsequió al mismo santuario, en 1689, con media docena de candelabros de bronce en los que se halla una inscripción que refiere al nombre del donante y la fecha en que se materializó la dádiva. Sin embargo, según Pérez Morera, la fecha en que se ejecutó la talla del santo (hacia 1689) se hallaba inscrita en la cara frontal de la base, pero desafortunados repintes posteriores la han ocultado. Se trata de una escultura en madera policromada cuyas medidas son 185 x 120 cm. Lleva una inscripción en la peana que reza “Hisose acosta de/el capi(ita)n Ambrocio Po/ggio Monteverde”. Su autor es el prestigioso y polifacético artista palmero Bernardo Manuel de Silva (1655-1721). Actualmente se venera en una hornacina del retablo del Santuario de Nuestra Señora de las Angustias, ermita vinculada a las mencionadas haciendas de Argual y Tazacorte, cuyos propietarios detentaban su patronazgo.

Se presenta al santo obispo -uno de los cuatro grandes doctores de la Iglesia latina- luciendo una capa pluvial que se arremolina por delante y termina recogida a la altura de la cintura del costado izquierdo. Los ropajes episcopales se complementan con una estola, unos guantes y un alba. En actitud de bendecir con la derecha, sostiene un largo báculo dorado con su mano izquierda. Una mitra ornamentada al estilo barroco corona su cabeza. Aquí no se representa con algunos de sus atributos más conocidos, como el enjambre de abejas -a causa de las que depositaron la miel en sus labios-, el niño en la cuna -un lactante habría gritado el nombre de Ambrosio cuando el pueblo debía de decidir el nombre del próximo prelado de Milán-, huesos -porque encontró las reliquias de los Santos Gervasio y Protasio-, un látigo de tres colas -símbolo de la expulsión de los arrianos de Italia-, etcétera.

En palabras del profesor Pérez Morera -gran estudioso de la saga Silva-, en sus esculturas de santos “Bernardo Manuel de Silva cultivó un tipo de modelo masculino fácilmente identificable”. Efectivamente, sus rasgos más destacados son: acentuados pómulos, mirada perdida en el infinito y barba trabajada en onduladas y estilizadas madejas y “terminada a veces en dos rizos contrapuestos, cabello y barba tratados con simetría”. En conjunto, según Quesada, “es perceptible, como en otras imágenes suyas de santos varones, la influencia del barroco andaluz, en contraposición a la impronta flamenca que revela su producción mariana”.

 

 

 

Una de las peculiaridades de Silva, en cuanto al estudio de los ropajes se refiere, es la alternancia de las líneas paralelas con las angulares. Así mismo, de acuerdo con el acabado de sus pinturas y con los trazados de sus retablos, ambos trabajos sobresalientes, también policromó numerosas efigies catalogadas como flamencas, de ahí que sea muy probable que también acabara sus propias tallas. Así, delatan su autoría “el uso de gruesos roleos y ornamentos vegetales para los vestidos, mientras que en las orlas los roleos se tornan finos y punteados”. Quesada continúa su estudio sobre la exquisita pieza que nos ocupa informándonos de que “utilizó la técnica del estofado, trabajado a punta de garfio, levantando la capa de pintura superior para mostrar el oro mediante el trazado de líneas finas y paralelas que conforman el interior de los motivos ornamentales”.

Nacido en el año 340, en Tréveris, pero criado en Roma, San Ambrosio fue elegido obispo de Milán en el año 374, aunque fuese un simple catecúmeno. Bautizó a San Agustín en el año 387. Se hizo muy popular porque impidió la entrada en su iglesia al todopoderoso emperador Teodosio en el año 390, después de las matanzas de Tesalónica. No se lo permitió hasta que el soberano hizo pública penitencia. Murió en Milán en el año 396 y está enterrado bajo el altar mayor de la basílica que lleva su nombre.

Fueron muchas las leyendas que adornaron pronto su hagiografía y que fueron recogidas en la Leyenda Dorada. Por ejemplo, como dormía con la boca abierta en la cuna que se había instalado en el patio de su casa paterna, las abejas se posaron sobre sus labios y entraban y salían como si quisieran hacer miel allí dentro. Es una leyenda pagana que ya contaban los griegos sobre Píndaro y Platón. Su aplicación al obispo de Milán se explica por un juego de palabras con ambrosía, el alimento de los dioses inmortales, que se asimilaba a la miel. En francés arcaico se empleaba la forma ambroise en lugar de ambroisie, que data del siglo XVII.

La exquisita imagen de San Ambrosio que se venera en el municipio palmero de Los Llanos de Aridane nos presenta al protector de las abejas inspirado en un ideal de belleza clásico, y aunque el acabado resulta algo sobrio, no está exento de majestuosidad y elegancia. Pérez Morera concluye su estudio sobre la pieza, informando de que “tanto en el tratamiento facial y el tipo de calzado como en el naturalismo y elegancia del plegado, que combina los ritmos angulares en V con las caídas paralelas, revela evidentes analogías con obras coetáneas de Silva”.


BIBLIOGRAFÍA

Archivo de Protocolos Notariales de Santa Cruz de La Palma, (A.P.N.), Andrés de Chávez, 1630; Andrés de Huerta, 1683, 1702 y 1724.

PÉREZ GARCÍA, Jaime. Casas y Familias de una Ciudad Histórica. La Calle Real de Santa Cruz de La Palma, Madrid, 1995

PÉREZ MORERA, Jesús. «El Patronazgo de los Señores», en La Cultura del Azúcar, 1994.

- Idem. Silva. Bernardo Manuel de Silva, Biblioteca de Artistas Canarios, Gobierno de Canarias, 1994.

QUESADA ACOSTA, Ana María. «San Ambrosio», en La Huella y la Senda, 2004.

RÉAU, Louis. Iconographie de l’Art Chrétien, P.U.F., Paris, 1957.

 

 

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