LA ICONOGRAFÍA DE SAN BERNARDO EN EL MUSEO DEL PRADO

Con información de Rafael Serra (19/08/2008)


 

 

Abad y doctor, el francés Bernard de Clairvaux, nacido en el año 1090, dedicó su vida desde muy joven al sacerdocio y a las letras, renunciando a la existencia mundana. Gran propagador de la devoción a la Virgen, y principal inspirador de la arquitectura cisterciense, murió en el año 1153, siendo canonizado en el año 1174 y declarado Doctor de la Iglesia por la abundancia y profundidad de sus escritos. Su fiesta se celebra cada 20 de agosto, el mismo día de su fallecimiento.

En el Museo Nacional del Prado de Madrid encontramos cuatro interesantes representaciones pictóricas de San Bernardo. Tres de ellas reflejan el pasaje más popular del santo: el momento en que la Virgen María se le aparece milagrosamente para ofrecerle su leche como premio a su devoción mariana. En la tabla pintada por Juan Correa de Vivar (hacia 1540-1545), procedente del municipio madrileño de San Martín de Valdeiglesias (F1), el monje aparece junto a los atributos que le son propios: el báculo de abad, la mitra de obispo que rechazó y los libros, símbolo de los escritos que dedicó a María. 

Más avanzados en el tiempo se encuentran los lienzos de los andaluces Bartolomé Esteban Murillo y Alonso Cano. Ambos representan también el instante de la aparición o lactatio. La obra de Murillo (hacia 1660) coincide con la de Juan Correa en la recreación del santo arrodillado y de los símbolos que lo identifican, incluyendo el maestro sevillano figuras y elementos que gustaba de plasmar en sus obras, como los angelitos, el luminoso rompimiento de Gloria o los magníficos detalles de naturaleza muerta (F2).

Por su parte, el lienzo de Cano (hacia 1656-1660), caracterizado por su sentido monumental de las formas y su delicado tratamiento del color (F3), ofrece el detalle de incluir a un cardenal que contempla el milagro con las manos unidas en oración. Se cree que la pieza, una de las más populares del autor, pueda provenir de Toledo.

Por último, tenemos el lienzo de Francisco Ribalta (hacia 1626) que, a diferencia de los anteriores, muestra el abrazo de Cristo a San Bernardo (F4). El tema, más conocido tratándose de San Francisco de Asís, está inspirado en una visión mística del abad, reflejada en uno de los libros de devoción más populares del barroco: el Flos Sanctorum o Libro de la Vida de los Santos, de Pedro de Ribadeneyra (1599). Procedente, quizás, de Valencia, se trata de una de las pinturas españolas más hermosas del barroco, en la que el autor, inspirado por Caravaggio y Piombo, reduce al máximo el colorido y juega con la luz para resaltar el blanco hábito del santo y la anatomía de Cristo, dando lugar a infinidad de tonos marfil que provocan un aspecto casi escultórico.

 

 

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