Las obras de tan emblemático recinto comenzaron en julio del año 1780 gracias a los 100.000 reales que concedió, a solicitud del Corregidor, el Secretario de Gracia y Justicia. Pocos meses después, en noviembre, la gran cantidad de piedra encontrada con el desmonte del terreno motivó la construcción de unas nuevas casas capitulares, ya que la entonces Casa del Concejo, en la Plaza de la Iglesia, se encontraba muy deteriorada y amenazaba ruina.

En 1789, la famosa plaza ochavada estaba terminada de acuerdo con las funciones propias del pensamiento ilustrado, para que sirviese como centro público de las celebraciones y actos cívicos y religiosos, de ahí que su diseño se inspire en varias plazas francesas del siglo XVIII, situadas en la región de Montauban, las cuales tuvieron a su vez como precedente la Place Vendôme de París. Se da también la circunstancia de que uno de los artífices de la plaza, el archidonés Antonio González Sevillano -el otro era su paisano Francisco de Astorga-, era hijo de un francés nacido en una villa del territorio de Montauban.

El espacio de la plaza se configura como un octógono, cuya engañosa simetría responde a la manera de disponer y erigir las diferentes fachadas. Sus muros están revocados y destaca el ladrillo de los elementos arquitectónicos como arcos, pilastras, dinteles y frontones. Una de las fachadas muestra una lápida que, en tiempos antiguos, lucía el nombre que tenía la plaza en cada época, y otra presenta un piso bajo excavado en la roca, aprovechando unos asentamientos rupestres de época mozárabe que tuvieron usos diversos a lo largo de la historia; por ejemplo, fueron cuadras cuando el edificio se destinaba a mesón, y, junto al subsuelo mismo de la plaza, sirvieron de refugio a los archidonenses durante la Guerra Civil española.