EL TRÁNSITO DE NUESTRA SEÑORA. CATEDRAL DE VALENCIA

Jesús López Alfonso


 

 

LA ICONOGRAFÍA

Una de las iconografías más bellas y sugestivas que encontramos en el arte cristiano es sin duda la de el Tránsito de la Virgen. Se le denomina de este modo ya que no representa la muerte de María, sino la subida al cielo de su alma de manos de su hijo Jesús. El origen lo encontramos en los Evangelios Apócrifos, en los que se relata la historia de la Virgen tras la Ascensión de Jesús. La fuente en concreto es el Evangelio de la Asunción, que nos narra el hecho que vamos a comentar.

El culto al Tránsito y a la Asunción de María aparece por primera vez en el Oriente del siglo II, situándose los relatos primitivos en los territorios de Siria, Palestina, Egipto y Etiopía. Según dichos relatos, San Juan Evangelista, el Discípulo Amado por Cristo, se hace cargo de la Virgen en el momento en que Jesús, desde la cruz, pronuncia la llamada Tercera Palabra: "he ahí a tu madre" (Jn 19, 25-27). Desde ese momento, San Juan se la lleva a su casa hasta su traslado a Éfeso, lugar donde vivirá con ella hasta sus últimos días.

Cuando María se cansó de estar en el mundo, comenzó a rezar a su Hijo para que se la llevase con Él. La Virgen, acompañada por San Juan, emprendió entonces su último viaje a Jerusalén. Al llegar a la Ciudad Santa, se le apareció un ángel en el nombre de Jesús, diciéndole que sus plegarias habían sido escuchadas, y que pronto vendría su Hijo a llevársela. La Virgen comunicó la decisión del Maestro a Juan, quien manda llamar al resto de los apóstoles y toda la comunidad cristiana para que vengan a despedirse de Ella.

Todos llegaron al cenáculo, donde María, Juan, y las dos doncellas que cuidaban de la Virgen, los esperaban. María pidió su bendición a los apóstoles, a lo que se negaron, pero al insistir, no tuvieron más remedio que dársela. Se reclinó sobre un lecho que allí había, tomó sus dos vestidos y le regaló uno a cada doncella, y finalmente bendijo a todos. Inmediatamente se hizo una gran luz, y apareció Jesucristo, sonriendo, rodeado de multitud de ángeles. Todos los asistentes cayeron de rodillas, y María le dijo a Jesús "Hágase en mí según tu palabra", y en ese momento expiró.

Comenzaron entonces a sollozar de pena y alegría los asistentes, ya que aunque sabían que María deseaba encontrarse con su Hijo para siempre, no podían evitar la tristeza de su ausencia. Entonces, los ángeles se dividieron en dos legiones: una acompañaba el alma de la Virgen, y otra guardaba su cuerpo, del cual comenzó a emanar una luz dorada y un perfume a flores, y una música que tocaban varios ángeles invadía toda la estancia. Sus allegados la estuvieron velando tres días, pasados los cuales se organizó el entierro. Durante esos tres días, todos los enfermos que tocaron su cuerpo sanaron de sus enfermedades.

 

 

LA OBRA

El momento que representa este bellísimo relieve del siglo XV que atesora la Catedral de Valencia es precisamente el que acabo de relatar. Podemos dividir la obra en dos planos: el terrenal y el celestial.

En el plano terrenal, situado en el inferior, nos encontramos con la muerte de la Virgen, la cual aparece reclinada en una cama, rodeada de los once apóstoles que lloran su pérdida. Su rostro es sereno, aludiendo a la buena forma de morir que tuvo. A su lado aparece San Juan, que se lleva a la cara la mano haciendo ademán de secar sus lágrimas. Junto a él figura San Pedro, quien, vestido con capa pluvial, libro de oraciones en la mano y un cirio, acaba de administrar a la Madre de Jesús los últimos sacramentos. El resto de los apóstoles se sitúan en grupos de dos o tres y se encuentran en actitud de oración, contemplación y llanto. Llaman la atención los cirios encendidos, que representan la presencia de Jesús en ese momento.

En el plano celestial, arriba, vemos el alma de la Virgen, que se representa con un haz de luz vertical que termina en la parte superior del cuerpo de María. Esta línea ascensional es la que comunica ambos planos del cuadro. El alma de María aparece con expresión alegre, manos juntas en actitud de oración y sumisión a Dios, cabellos largos, sueltos, rubios y coronada, en contraste con su cuerpo mortal, ya que su cabeza aparece velada con un tocado. El alma se sitúa entre Jesús, a la izquierda, que, en disposición de recogerla, aparece vestido con un manto dorado, mostrando su torso y tocado con las potencias, y Dios Padre, a la derecha, vestido de Rey del Universo, coronado, sosteniendo el orbe con la izquierda y bendiciendo con la derecha.

Todo el conjunto ofrece gran unción y belleza, y refleja a la perfección la espiritualidad del periodo bajomedieval, en el que la figura de María ocupará un lugar cada vez más privilegiado.

 

 


 

BIBLIOGRAFÍA

(1) DE LOS SANTOS, Aurelio: Los Evangelios Apócrifos.

(2) DE LA VORÁGINE, Jacopo: Evangelios Apócrifos.

(3) WAGNER, Marina: Tú sola entre todas las mujeres. El mito y el culto de la Virgen María, Londres, 1976.

 

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Nota del Autor: A la memoria de mi muy querida abuela, María del Rosario
Gómez Carrasco, a la que le debo gran parte de lo que sé y de quien soy, y que al igual
que la Virgen María, ya ha realizado su tránsito y goza de la presencia de Dios.

 

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