ENRIQUE OCHOA: LA MIRADA EN LA MUJER

José F. Estévez (19/02/2018)


 

 

Enrique Ochoa: La mirada en la mujer es una cuidada y selecta muestra de algunos de los mejores retratos que sobre las mujeres de los años 20 y 30 del siglo XX realizó Enrique Ochoa (1891-1978). Una maravillosa exposición que supone el reencuentro con el público sevillano de este artista que supo reflejar el mundo femenino de su época con otra mirada distinta de la de sus contemporáneos.

Una muestra que no podía tener mejor marco expositivo que la Fundación Cajasol sita en la ciudad de Sevilla que tanto admiró el pintor y en la que pasó sus primeros años de andadura artística. A Ochoa le atrajo la historia y la mitología. La música y la poesía. Y de ese universo onírico, surgen los lienzos del maestro. Pero sobre todo le atrajo la mujer al igual que fue el precursor de numerosas tendencias y el creador de la denominada "Plástica Musical". En sus caballetes, la mujer alcanza su máximo protagonismo, basados en la mitología o en la propia realidad. Rodeado siempre de bellas mujeres, Enrique Ochoa supo captar lo mejor de ellas, pero sobre todo el estilo, la elegancia y glamour de cada momento (en la imagen superior, "Pedrería, de 1921). Desde que abandona su Andalucía natal y se instala primero en Madrid, luego en parís y Barcelona, se empapa de las corrientes de la época y de los diferentes estilos en boga.

Entre las obras maestras de Enrique Ochoa destaca poderosamente "Metamorfosis de Dafne" (1943). Dafne es el mejor ejemplo de musa ya que, según la mitología de la antigua Grecia, ésta era la diosa inspiradora de la música, la poesía, las artes y el amor. Todo lo que, precisamente Ochoa, quiso e interpretó. Pero Dafne fue ante todo la ninfa desgraciada en su historia de amor con Apolo, que huyendo de él quedó convertida en un árbol de laurel como lo plasma Ochoa. A partir de ese mito, Ochoa idealiza a una mujer que vive a caballo entre las modas de los "años locos" veinte parisinos, sin prejuicios, y los tonos oscuros de los palacios y casas de la alta burguesía española. Ochoa retrató un estereotipo de modernidad. Pero al mismo tiempo fue fiel a la realidad de los personajes que retrataba. A diferencia de muchos artistas que han tenido como musas, como apunta la catedrática Ángela Ena, a mujeres inventadas que poco tienen que ver con la realidad, incluso buscando en los lienzos de otros autores para inspirarse.

Enrique Ochoa refleja a mujeres de su entorno, personajes verosímiles, de entre distintos estratos sociales y ambientes, sin olvidar sus primeros esbozos de la mujer andaluza, alegre vivaz de las calles sevillanas cuando aún era un adolescente.

Pinta a las mujeres de su vida más íntima, su mujer Julia Puertas, a la tía Gloria, pero también a la que fue la compañera de su vida hasta su muerte, la pintora Carmen Osés. Su ritmo vital trepidante y su constante curiosidad le lleva a conocer y pintar desde Gala Federova, la que fue primera bailarina del ballet ruso en París, hasta Tórtola Valencia, bailarina española, y toda una diva, que llegó a actuar en los grandes teatros de la ciudad de la luz. Pero también a Gala, mujer de Dalí, a Eugenia de Montijo, la Duquesa de Alba o la mismísima Sara Montiel. También a la burguesía de la época, como la hija del Cónsul de Suecia, con numerosos encargos a principios de los años 20 en Madrid y Barcelona que le permitieron llevar una vida desahogada en su estudio del madrileño barrio de Salamanca y participar en las tertulias del círculo de los artistas bohemios como Luís Bagaría, Ramón Gómez de la Serna, Evaristo Correa Calderón, Pepito Zamora, Antonio de Hoyos y Vinent, Marqués de Vinent, Juan Cristóbal y su más íntimo, José Francés, quien fue padrino de su único hijo Pepe.

 

 

Como cronista de las revistas ilustradas de la época, especialmente de Blanco y Negro, donde acaba siendo uno de los ilustradores de cabecera (ininterrumpidamente desde 1916 hasta 1931), con diferentes portadas, y en las que se plasma en sus largas estancias en París a una mujer moderna, cosmopolita y de mirada seductora. Es ahí donde Ochoa acaba siendo también un corresponsal de las nuevas tendencias de la moda.

Tras la Primera Guerra Mundial (1918) la mujer se libera y hacia el año 1920 se puede decir que nace la mujer "moderna". Coco Chanel acorta las faldas, impone la "bijouterie", el "little black dress" y el pelo a lo "garçon" o "bob cut". Los años 20 están considerados como la época dorada de la moda, el glamour y el buen gusto, donde todos los detalles relacionados con la imagen femenina eran cuidados con extremo detalle. Nace entonces la mujer "flapper": La mujer que fuma, usa pantalones y baila charlestón subida a las mesas. Son los llamados "Años locos". El comportamiento de las "flappers" se consideraba extravagante y desafiante de las convenciones sociales. Eran mujeres jóvenes, rebeldes e independientes, que acudían a los clubes de jazz, algo impensable al otro lado de los Pirineos.

En la muestra Enrique Ochoa: La mirada en la mujer, podemos contemplar un evidente ejemplo de mujer flapper de 1927, "Dama Chic" de Enrique Ochoa, con el pelo, las cejas, los labios, la piel lánguida, el descaro de la postura y el gran broche que cierra la imagen. Además de su comportamiento irreverente, las "flappers" eran conocidas por su estilo, influenciado en gran parte por la moda francesa. El único sombrero que se usaba era el cloché, encajado hasta los ojos y los vestidos se acortaban hasta debajo de las rodillas, hecho que les permitía mostrar las piernas al bailar, rechazando los corsés por corpiños más cómodos que aplanaban el busto. Los complementos para el pelo como casquetes, bandas, turbantes y tocados a modo de diadema, eran imprescindibles en esa época y siempre con detalles de strass, lentejuelas o piedras preciosas. Es ahí donde Ochoa también se recrea, en el exotismo y en el modernismo.

La revista de moda parisina Art Goût Baeutè afirmaba, en su edición de marzo de 1924: "los Ballets Rusos le dan un toque exótico a la ropa de los parisinos, mostrando detalles y motivos cubistas, con fragmentos de espejos o grandes lentejuelas, lo que recuerda a los bazares orientales". Nunca tan pocas palaras sirvieron de forma tan contundente para definir la moda de los años 20.

Esa moda era una combinación única de exotismo y modernidad, la base del movimiento Art Decó que nos retrotrae de nuevo a otra obra de Enrique Ochoa, esta vez la titulada "Capricho Oriental" (imagen inferior). El trabajo en la zona superior del rostro, desde las cejas en sucesión decadente a los ojos muy marcados, los labios ocupan como siempre un papel protagonista, aquí son carnosos pues hay que considerar la fecha de la obra (1918), no obstante sí se vislumbran ciertas pinceladas de lo que iba a venir más adelante, ya en los 20, baste mirar el pelo a lo "bob-cut" y el espectacular turbante de plumas con la piedra preciosa que corona la imagen.

 

 

Al principio de la década se mantuvo el uso del maquillaje exótico, con mucho colorido, pero hacia 1925 hay cambios. Las cejas se depilan en forma descendente, la boca se pinta con forma de pequeño corazón o "beso", usando rouge en tono granate o rojo, y los párpados movibles o superiores se sombrean, desde las cejas hasta el ojo creando el efecto de ojos ahumados muy recargado y con intensos y dramáticos delineados.

La piel la mostraban desnuda y sin imperfecciones, con un toque de colorete en el rostro, volviéndose a poner de moda el lunar postizo simulando una "inocencia" falsa. La mujer liberada seducía paradójicamente con una apariencia de "muñeca china de porcelana".

Esta línea artística continua en el retrato "Cosmopolita" de Ochoa (imagen inferior), cuya mujer semi-yacente es un fiel reflejo de la "joie de vivre" de los años veinte. La onda al agua en el pelo, la fina boca cuidadosamente delineada y los conocidos como tacones Boulevard de punta algo redondeada y hasta 3 pulgadas de altura.

Con la exposición Enrique Ochoa: La mirada en la mujer, la Fundación Pintor Enrique Ochoa se siente orgullosa de poder volver a la Andalucía natal del pintor, a sus orígenes más primigenios. En la ciudad que le vio nacer artísticamente, en la cultura con la que se sintió tan identificado y que supo canalizar a través de su Mujer Andaluza. Pero en suma Ochoa, fue ciudadano del mundo, que dio a la mujer un papel fundamental en el seno de su obra, pero no único, pues también estuvieron presentes la inspiración poética (ilustró la sobras completas de Rubén Darío, por encargo del poeta) o la música clásica, con la creación de la "Plástica Musical" que expuso en París en la Galería André Weil entre 1953 y 1954, pero eso ya es otra historia.

 

 

 

 
 
El próximo viernes 22 de febrero, a las 19:00 horas, en la sede de la Fundación Cajasol (entrada por Calle Entrecárceles), tendrá lugar la Inauguración de la exposición Enrique Ochoa: La mirada en la mujer, con la que se abrirá al público la nueva sala de exposiciones de la Fundación Cajasol (Sala Primera Planta). La muestra permanecerá abierta hasta el 7 de abril de 2019 en horario de lunes a sábado, de 11:00 a 21:00 horas, y los domingos y festivos, de 11:00 a 18:00 horas. Enrique Ochoa: La mirada en la mujer es una cuidada y selecta muestra de algunos de los mejores retratos que Enrique Ochoa (Puerto de Santa María, Cádiz, 1891 - Palma de Mallorca, 1981) realizó sobre las mujeres de los años 20 y 30 del pasado siglo XX. Una maravillosa exposición que supone el reencuentro con el público sevillano de este artista de origen portuense que supo reflejar el mundo femenino de su época con otra mirada distinta de la de sus contemporáneos.

 

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