LAS DOLOROSAS DE FRANCISCO SALZILLO: EVOLUCIÓN Y TRIUNFO DE UNA ICONOGRAFÍA

Santiago Rodríguez López


 

 

 

La devoción a los Dolores de Nuestra Señora en la Antigua Diócesis de Cartagena arranca a finales del siglo XVII, con la entronización en la Iglesia de San Miguel de la Ciudad de Murcia de la imagen de Nuestra Señora de los Dolores y Santos Pasos, llegada, según la tradición en 1689 sobre las aguas del Río Segura (1). La Dolorosa de los Santos Pasos contó con cofradía propia y llegó a ser una de las más veneradas imágenes de la Ciudad (2). Sin embargo, el auténtico revulsivo para la devoción a los Siete Dolores de Nuestra Señora fue el extraño suceso acaecido un día 9 de agosto de 1706 en casa del labrador Francisco López Majuelo, en el partido de Monteagudo, donde un pequeño busto de la Dolorosa lloró milagrosamente (3). El día 10 de agosto del citado año, el entonces obispo de la Diócesis, Don Luis Belluga y Moncada, se personó en el lugar, autentificando el prodigio y llevándose el busto a la Santa Iglesia Catedral, donde fue entronizada, siendo declarada copatrona de la ciudad de Murcia por el propio Cardenal Belluga (4). Así mismo, la diócesis se consagró a tal advocación y Belluga incluyó en su escudo el corazón traspasado por los Siete puñales.

Tal clima de fervor en torno a tan señera advocación en la Murcia del primer tercio del siglo XVIII no podía resultar ajena a una de las figuras cumbres del panorama artístico del barroco español, Francisco Salzillo, y a su padre, Nicolás Salzillo, a quien es posible que se deba el modelo de Dolorosa cultivado por Francisco, sin duda producto de la asimilación de modelos italianos.

Francisco Salzillo nos presenta en sus simulacros de la Mater Dolorosa una Virgen, no excesivamente joven en la mayoría de los casos, que dirige su mirada al cielo y abre sus brazos, con las palmas de las manos vueltas también al cielo, en actitud de súplica. Bien de talla o bien de vestir, la disposición de los brazos y la mirada al cielo es el rasgo común a todas ellas, si bien existe una evolución desde la primera imagen de la que se tiene documentación de la Dolorosa, en este caso la de Santa Catalina, hasta la última imagen, la Virgen de los Dolores de Santa María de Aledo, especialmente en lo que concierne a la fisonomía del rostro, que parte del de una Mujer madura, caso de la Dolorosa de Santa Catalina o del Busto de la Excelentísima Diputación de Albacete, para ir rejuveneciendo progresivamente los rasgos, como observamos en el caso de la imagen de Lorquí o en los simulacros de la Piedad ejecutados para Yecla y Alicante.

No sería posible en un breve espacio hacer una relación completa de todas las Dolorosas salidas del taller de Francisco Salzillo, tanto obras seguras como atribuciones, que en este caso son numerosas, por tanto se ha seleccionado una serie de imágenes que por su originalidad, por lo desconocido de las mismas o por su extraordinaria calidad, sirven para ilustrar el rotundo éxito que el escultor alcanzó en este tipo de representaciones marianas y el éxito en toda el área del sureste español de las mismas.

 

 

 

Como se ha mencionado, la primera de la serie vendría a ser la Dolorosa de la Iglesia de Santa Catalina de Murcia, ejecutada en 1735 para presidir el retablo levantado a expensas de Alejandro Peinado, situado en la nave de la Epístola del templo. La imagen, de tamaño menor del natural, se caracteriza por su perfil romboidal, acentuado por el manto terciado o cruzado, la naturalidad de las carnaciones y una elegantísima policromía, amén de un magistral modelado. Desarrolla, en palabras de la profesora De la Peña (5), un modelo o canon en el rostro que culmina con la titular de los Servitas murcianos, la Virgen de las Angustias en 1741, así mismo desarrollado en otras obras como el exquisito busto de la Dolorosa de la Excelentísima Diputación Provincial de Albacete, actual propietaria del mismo, fechado en torno a 1750. Podemos afirmar también, que junto a la de Jesús, marcará una de las dos vertientes que la tradición salzillesca adopta a la hora de concebir cualquier imagen de dicha advocación.

Atribuida a la gubia del escultor con frecuencia, la antigua titular de la referida cofradía de Nuestra Señora de los Dolores y Santos Pasos, hoy llamada del Primer Dolor, podría ser considerada, por su marcada frontalidad y su fisonomía, obra conjunta de Nicolás y Francisco Salzillo, al igual que se viene dando la paternidad de ambos sobre el San José de dicha Iglesia. No resultaría extraño que padre e hijo realizasen esta obra en colaboración, fechándose con anterioridad a 1727. Se da además la existencia de una Dolorosa en la pedanía murciana de La Raya atribuida al padre de nuestro escultor, por lo que es sabido que Francisco Salzillo no creará ningún modelo en sus dolorosas, simplemente estas responderán a la evolución del modelo que hereda del padre. Aun sin quedar del todo esclarecido el tema de su autoría, la imagen de la parroquia de San Miguel constituye un temprano antecedente de la celebradísima imagen de la Dolorosa de Jesús, sin lugar a dudas, obra cumbre de toda la serie.

Ya en 1750 (6) la Cofradía de Nuestro Padre Jesús en el Doloroso Paso del Prendimiento y Esperanza por la Salvación de las Almas de Cartagena encarga la imagen de la Santísima Virgen del Primer Dolor. Resulta de especial interés esta versión de la Dolorosa puesto que supone un punto y aparte en la serie, al diferir su disposición y fisonomía del resto. Elige Salzillo en esta versión el rostro de una Virgen madura que, como el resto, dirige su mirada al cielo. Sin embargo, según nos muestran las fotografías conservadas de la misma, la disposición de las manos es distinta a lo que el escultor nos tiene acostumbrados, mostrándose en actitud de súplica también, sin embargo hacia el centro y no con los brazos abiertos. Desgraciadamente desapareció junto al titular de la cofradía y gran número de pasos del maestro en el trágico verano de 1936. Habiendo sido una imagen de gran devoción popular en la ciudad portuaria (7), el valenciano Benlliure se mostró reticente a labrar la imagen que la sustituiría, puesto que consideró que la pérdida de la imagen de Salzillo sería irreparable para los cartageneros.

Es en 1756 cuando Salzillo realiza la que será una de sus más célebres creaciones y sin duda alguna la culminación de toda la extensa serie: la Dolorosa de la Cofradía de Jesús de Murcia. Mucho se ha hablado de su calidad "a pesar de ser imagen de vestir" (8) y de lo exquisito del modelado en cabeza manos y pies, algo que resulta del todo incuestionable, sin embargo uno de los valores que convierten a la talla en todo un hito en la imaginería pasionaria es precisamente su carácter de imagen de vestir, perfectamente dotada de una estructura interna que hace que todo en ella sea movimiento. Concretamente se encuentra en actitud de comenzar el paso, una vez San Juan le ha indicado por donde viene Jesús, camino del Calvario, girando su cabeza hacia la derecha mientras que adelanta el mismo hombro, con la mirada dirigida al cielo sin llegar a comprender del todo la situación (9).

 

   

 

Así pues la renovación que propone Salzillo con la incorporación de esta imagen al cortejo de los nazarenos da completo sentido a la presencia de María en el mismo, siendo más acorde la imagen de Salzillo que la Antigua Soledad, dada la titularidad del Nazareno, es decir del momento en que Cristo camina al Calvario. Es pues una renovación iconográfica y por qué no, simbólica, pues como se ha comentado por la profesora Navarro Soriano (10), el mostrar una imagen como esta, vestida con ricos tejidos de sedas, oro y plata, supondría el verdadero emblema de aquel esplendor que la ciudad de Murcia vive en el momento en que se encarga la imagen. En el caso de Salzillo, las telas pasan a ser un complemento de la imagen, asemejándose a una imagen de talla completa una vez dispuestos correctamente sus ropajes. Salzillo concibió su Dolorosa como un todo, desde la propia imagen, los patrones de túnica y manto y los cuatro fantásticos angelitos que figuran en sus andas durante la procesión, siendo pues uno de los más destacados ejemplos de esa "obra de arte total" tan buscada por los maestros del barroco. Toda la puesta en escena ha sido perfectamente estudiada en ella, hasta la forma en que ha de ser vestida.

La renovación de la antigua advocación de la Soledad por la de la Virgen de los Dolores, pero sobre todo la incorporación de los colores rosa y azul a su vestimenta -tal y como Salzillo policroma sus dolorosas de talla completa- sí que supuso una auténtica revolución iconográfica, puesto que podría afirmarse que es la primera imagen de la Dolorosa de que la que se tenga documentación acerca de vestir con estos dos colores, más propios en la época de las imágenes de Gloria, adelantándose incluso a la incorporación de los colores a la vestimenta de las dolorosas sevillanas prácticamente un siglo y medio.

En el mismo año de 1756 es entronizada en la Iglesia de San Pedro de Murcia otra imagen de la Dolorosa, diferente a la de Nuestro Padre Jesús y sorprendente e innovadora por su disposición. La imagen arrodillada en contemplación de la cruz vacía, situada ésta a su izquierda, lado al que, a diferencia de la mayoría, dirige su mirada. Supone, como dice Belda Navarro, un caso sorprendente en la producción del escultor y bastante excepcional, no contando con más versiones que la del Monasterio Oriolano de San Juan de la Penitencia, siendo esta imagen de talla completa, y la deliciosa escultura de pequeño formato conservada en el Museo Salzillo. La Dolorosa de San Pedro, en la actualidad cotitular de la Cofradía del Santísimo Cristo de la Esperanza y María Santísima de los Dolores, procesiona actualmente erguida, fruto de una desafortunada restauración llevaba a cabo por José Sánchez Lozano a mitad del pasado siglo, aplicando así mismo nueva policromía al simulacro mariano; en una reciente restauración dicho repinte ha sido retirado con todo acierto, pudiéndose admirar la excelente calidad de la policromía original, no así la posición inicial de la imagen, que la cofradía ha preferido no recuperar.

Con posterioridad a estas dos imágenes murcianas habría que situar la ejecución de la Santísima Virgen de la Amargura, titular del Paso Blanco de Lorca, desaparecida en el año 1936. Sin duda se trataba de una de las más acertadas de toda la serie, de un enorme parecido con la imagen de la Cofradía de Jesús, aunque su semblante muestra un profundo sentimiento de dolor y un mayor dramatismo que la de la corporación murciana.

 

   

 

Dado el éxito de la Dolorosa del Viernes santo murciano, del taller de Salzillo van a salir una serie de versiones de la misma para diversas parroquias y cofradías de la antigua Diócesis y sus territorios limítrofes, tal es el caso de la imagen que desfiló hasta 1936 en Huéscar (Granada), o de las imágenes de Hellín, de Tobarra, de las Justinianas de Albacete, la conservada en la Parroquia de Aledo o la magnífica versión de la Iglesia Parroquial de Santiago Apóstol de Lorquí (Murcia), que incomprensiblemente ha pasado desapercibida para la crítica especializada, debido en parte a tratarse de una imagen vestidera (11). La hechura de la imagen ha de situarse, como bien apunta Cuesta Mañas, cercana a la realización del grupo de las Angustias de Alicante y de las Dolorosa de Justinianas (Albacete) y Aledo, siendo este simulacro de Lorquí superior en modelado y policromía al resto de las citadas. La presencia de manto y túnica originales del siglo XVIII y de un soberbio puñal en plata de la época con las marcas del platero Morote, quien realizará numerosas piezas de orfebrería con destino al exorno de diversas imágenes del escultor, son además de la extraordinaria calidad de la obra, motivos más que evidentes para justificar la adscripción de la imagen al catálogo de obras del maestro.

Cabría reseñar la imagen de Nuestra Señora de los Dolores, conservada en un altar de la iglesia murciana de San Lorenzo, como ejemplo indudable del aprecio que por este tipo de imágenes se tenía en la época de su hechura. Obra del año 1767, de buen modelado y emparentada con la citada Dolorosa de San Pedro, la imagen alcanzó gran devoción en la ciudad, siendo la titular de una extinguida corporación que llegó a ser la más poderosa de cuantas dieron culto a tan señera Advocación en la ciudad, como atestigua el encargo de una portentosa diadema al platero Beltrán de Resalto en 1786, expuesta junto a la imagen en la muestra Salzillo, Testigo de un Siglo. Sería conveniente analizar la imagen y proceder a una restauración de la misma.

Sorprende por su originalidad la Dolorosa al pie de la Cruz, de tamaño menor al natural, conservada en el Monasterio Oriolano de San Juan de la Penitencia, obra fechada entre 1765-1775. Al igual que la Virgen de los Dolores de San Pedro de Murcia, maría se presenta a de rodillas al pie de la cruz, dirigiendo la mirada hacia la misma. El rostro, cercano al de la Virgen de la Aurora de Aledo, de aniñadas facciones, expresa un dolor contenido, nada patético, algo que es en cierta medida lógico si se tiene en cuenta su destino, una clausura conventual.

 

 

 

De entre las Dolorosas Salzillescas conservadas en la Provincia de Albacete, al margen del citado busto, quizá la más interesante sea la que recibe culto en la Iglesia Parroquial de la Asunción de Yeste. La hechura de la imagen, estudiada por García-Saúco (12), debe situarse en torno a 1778, cuando se tiene noticia de su colocación en un altar de la Capilla de San Pascual del convento de Franciscanos de la Villa de Yeste (13). El modelo para la misma se conserva en el Museo Salzillo, habiendo sido expuesto en la muestra Salzillo, Testigo de un Siglo con fecha en 1732, junto al "modellino" de la imagen de Santa Catalina, siendo evidente que el boceto corresponde a la imagen de Yeste. La Dolorosa fue restaurada tras la Guerra Civil por los Pintores Garay y Lozano, lo que cambió sensiblemente la expresión de su rostro.

Para finalizar este breve recorrido habría que reseñar la última de las imágenes que de la Dolorosa realiza nuestro escultor, la Virgen de los Dolores para la Iglesia de Santa María de Aledo (Murcia). Quizá lo más asombroso de la misma sean las circunstancias que rodearon su encargo, solicitando los comitentes la hechura de una imagen que portase en sus manos el corazón traspasado, acorde con la iconografía de la Soledad de María, a lo que Salzillo respondería que si se quiere una imagen de la Dolorosa, lo más acertado sería colocarle un puñal en el pecho y realizarla a imagen de la que se conserva en la Iglesia de Jesús de la ciudad de Murcia, "que así se han hecho muchas, que las de corazón en las manos ya no se hacen" (14), sin embargo no se negaría a realizar la imagen tal y como se solicitaba. Al final la Parroquia optó por lo que el escultor había propuesto, ajustándose la imagen al repetido modelo de la de Jesús, resultando algo inexpresiva y de menor calidad que el resto, lo que denota una gran participación del taller (no olvidemos que en 1783 fallecería el escultor).

Coincidiendo con el tricentenario del nacimiento de Francisco Salzillo y Alcaraz, hubiese sido conveniente la realización de una profunda revisión y valoración de su obra, especialmente de aquellas imágenes que hasta hace bien poco han pasado desapercibidas para la crítica especializada, bien por su condición de imágenes de vestir, su pertenencia a colecciones particulares o su localización geográfica fuera de Murcia. Sería la mejor oportunidad de delimitar, dentro de lo posible la larga lista de obras adjudicadas al maestro, así como dar a conocer aquellas que han permanecido hasta nuestros días en el olvido.

 


 

BIBLIOGRAFÍA

(1) Cuesta Mañas, José. "Las Cuatro Patronas de Murcia" en Murcia, Semana Santa. Real y Muy ilustre Cabildo Superior de Cofradías de Murcia, 2007, pp. 33-134.

(2) "Esta imagen gozó de gran devoción siendo puesta en rogativa en 1710, teniendo que refugiar la procesión en las agustinas por la lluvia torrencial que desencadenó". Ibídem, p. 134.

(3) Marín García, A. "EL MILAGRO DE LA VIRGEN DE LAS LÁGRIMAS. La gran devoción del Cardenal Belluga. (1706-2006) III centenario de una devoción" en Murcia, Semana Santa. Real y Muy Ilustre Cabildo Superior de Cofradías de Murcia, 2006, p. 26.

(4) Cuesta Mañas, José. op. cit., 2007, p. 134.

(5) De la Peña Velasco, Concepción. Ficha de la Dolorosa de Santa Catalina en Huellas, Catálogo de la Exposición, Murcia, 2002, p. 428.

(6) Sánchez Moreno la da como obra de 1755, fechando el encargo cinco años antes. Sánchez Moreno, José. Vida y Obra de Francisco Salzillo, 1945, p. 149.

(7) No hay más que ver las fotografías conservadas, en las que se muestran los fastuosos montajes realizados con motivo de sus besamanos.

(8) Sánchez Moreno, José. Op. cit., Murcia, 1945, p. 148.

(9) Cuesta Mañas, José. "La Dolorosa de Jesús, interior y exterior" en La Dolorosa y la Cofradía de Jesús, Murcia, 2006, p. 166.

(10) Navarro Soriano, I. Escultura de la Pasión, Junta de Hermandades y Cofradías de Semana Santa, Jumilla, 2006.

(11) La reciente publicación de los estudios de Don José Cuesta Mañas y los Profesores Belda Navarro y Pérez Sánchez en han puesto en valor tan soberbia Dolorosa. VER Cuesta Mañas, J. “Los Salzillos de Lorquí” , y Belda Navarro, C y Pérez Sánchez, M. "Informe sobre el Conjunto-Vestuario de la imagen de Nuestra Señora de los Dolores de la Iglesia Parroquial de Santiago Apóstol de Lorquí" en Semana Santa de Lorquí. El santo Desenclavamiento de Cristo, Cabildo de Cofradías y Ayuntamiento de Lorquí, 2007.

(12) García-Sáuco Meléndez, Luis Guillermo. Francisco Salzillo y la Escultura Salzillesca en la Provincia de Albacete, Instituto de Estudios Albacetenses, Albacete, 1985, p. 75.

(13) AA.VV., Caminos de la Luz, Catálogo de la Exposición, Obispado de Albacete, Albacete, 2000.

(14) Archivo Parroquial de Aledo. Documento de encargo de la Dolorosa.

 

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