¿LUISA ROLDÁN EN EL PUERTO DE SANTA MARÍA?

Francisco González Luque


 

Aprovechando que la figura de Luisa Ignacia Roldán, apodada La Roldana, está en candelero (exposición, jornadas, publicaciones recientes en esta misma web y otros medios (1), etcétera) queremos aportar la posibilidad de relacionarla con otra localidad gaditana, El Puerto de Santa María. 

Hasta ahora habían sido varias las imágenes conservadas en esta ciudad atribuidas a La Roldana (algunas también a su padre, dentro del despiste generalizado, trasnochado y reiterado sin sentido): San Miguel y el “Resucitado” del retablo de Animas de la Prioral, el ángel lamparero de la Capilla del Sagrario de esa Iglesia Mayor, las imágenes de Mayor Dolor y San Juan de la cofradía de la Veracruz (San Joaquín) o el mismísimo Nazareno, entre otras. Pero investigaciones recientes de Moreno Arana (2) han venido a demostrar que todas estas obras (y otras que están aún sin documentar) se relacionan con el arte del prácticamente desconocido pero interesantísimo Ignacio López y vienen a desmontar estas conjeturas que apenas se sostienen ya. 

En cambio, sí creemos que puede vincularse al quehacer artístico de Luisa Roldán una talla que ha pasado desapercibida para historiadores y eruditos locales y que ya dimos a conocer en otra publicación (3).

 

 

 

NUESTRA SEÑORA DEL DESCONSUELO EN LA CAPILLA DE LA AURORA DE EL PUERTO

La Hermandad del Santísimo Cristo de la Humildad y Paciencia de El Puerto de Santa María conserva como titular una Dolorosa, Nuestra Señora del Desconsuelo, que podría guardar relación con las producciones de La Roldana.

Fundada a finales del siglo XVI o primer tercio del XVII como “Cofradía de la Humildad de Nuestro Señor”, esta cofradía veneraba la imagen de Cristo sentado en el Gólgota esperando su Crucifixión y, posteriormente, también una Dolorosa advocada Nuestra Señora del Buen Viaje y, más tarde, del Desconsuelo. Desde 1620 ocupaba una capilla en el Monasterio de la Victoria. Atravesó vicisitudes históricas adversas para su normal desarrollo: invasiones angloholandesa y francesa, proceso desamortizador, etcétera. influyeron en los altibajos que sufrió, en sus intermitentes salidas procesionales y, finalmente, en cambios de sede (de La Victoria al convento de San Agustín y de aquí a la capilla de la Aurora, donde reside actualmente).

El tratamiento iconográfico de esta imagen sigue los cánones de las Dolorosas sevillanas: imagen de candelero o de vestir, coronada, con lógica expresión dramática, procesionando bajo palio y portando los típicos atributos o símbolos de esta tipología (pañuelo, rosario, corona). Su análisis morfológico presenta un problema, grave, añadido. Al no contar con ninguna descripción fidedigna del estado en que se encontraba la Virgen del Desconsuelo antes de las desafortunadas restauraciones que tanto desfiguraron su mascarilla y al comprobar que su fisonomía actual difiere mucho de la primitiva (cualquier alteración en el rostro, cuello y manos confiere un cambio sustancial al aspecto que pueda presentar) nuestro estudio debería, más bien, realizarse en un doble sentido: intuir aquella apariencia originaria atendiendo a la observación de fotografías anteriores a los años 70 el siglo XX más que a la observación de su apariencia actual. Ignoramos también si las manos son las originales o han sido cambiadas por un nuevo juego más moderno, por lo que prescindimos de su análisis.

Actualmente, la cabeza presenta una posición algo elevada hacia atrás (inclinación menor que en épocas anteriores) y ladeada hacia su izquierda. Bajo unas cejas de trazo ancho, levemente arqueadas y entrecejo despejado, se abren unos ojos grandes de cristal con pupilas negras de ligero estrabismo divergente que le otorgan una mirada perdida, ojos semiocultos por los párpados abultados, algo caídos y rematados por pestañas postizas exageradas, siguiendo la moda impuesta en el siglo XVIII. Varias lágrimas anegan su rostro: tres resbalan por la mejilla derecha y dos surcan la izquierda. Son gotas de cristal adheridas a la encarnadura reflejando ese llanto de María, siguiendo también los patrones de la moda dieciochesca. La nariz es recta, bien perfilada y correcta de proporciones. El surco nasolabial, pronunciado y rehundido. La boca aparece hoy día muy abierta dejando entrever los dientes superiores y confirmando con esa apertura un gesto de dolor y el llanto. El mentón prominente y la acusada papada son otros rasgos característicos en esta Dolorosa.

Creemos que en su primitiva factura algunos de esos elementos tan cruciales para poder adscribir la imagen a escuela y autor aproximados acusarían más aún esa pena maternal propia de las Dolorosas. Nos referimos al perfil de las cejas, el surco del entrecejo, la apertura de la boca y las comisuras de los labios, signos faciales que comparados con los de alguna fotografía más antigua corroboran nuestra impresión de que han sido muy modificados. En esos documentos gráficos se apreciaban mejor esa sabia combinación de sentimientos de tristeza y dolor con los de dulzura y resignación, a base de un tratamiento de belleza clásica a pesar de esa expresión dolorida inspirada en modelos reales.

Pasando a su datación y autoría, las dificultades a la hora de catalogar la imagen aumentan. Los rasgos anatómicos del rostro y de las manos nos ayudarían a dilucidar este problema, pero ya hemos visto cómo estamos muy limitados. Ningún historiador se ha ocupado de ella, aun cuando creemos que es una de las Dolorosas más interesantes conservadas en El Puerto (o, mejor dicho, era, pues su aspecto actual dista mucho de su primitiva factura). Quienes la citan de pasada, la fechan a mediados del siglo XVII y la adscriben a la escuela sevillana. La mayoría de las fuentes (periodísticas y sin cualificar) comentan que es de autor desconocido y de esa centuria.

Históricamente, consta que una imagen mariana ya procesionaba en 1695 tras el Cristo de la Humildad, que la Hermandad celebraba fiestas en honor de Nuestra Señora del Buen Viaje a comienzos del XVIII y que sufrió periódicas interrupciones en la salida (la Dolorosa lo hacía acompañada de San Juan) a lo largo de esta centuria.

 

 

 

Sus características morfológicas y estilísticas la remontan a la escuela sevillana, concretamente a la de la segunda mitad del siglo XVII. También nos interesa mucho conocer el material con que fue labrado el rostro de la Virgen del Desconsuelo, barro cocido y policromado, poco frecuente en aquella época salvo en figurillas de pequeño formato. Será Luisa Roldán, la Roldana quien se especialice en trabajar esas terracotas policromadas y entre su temática, las imágenes marianas serán las más representadas (4).

Por todos es sabido que la producción de La Roldana se puede clasificar atendiendo a tres focos importantes: Sevilla, Cádiz y Madrid. Nos interesa ahora ese período gaditano en el que la escultora, junto a su marido, desarrolló entre ¿1684-1686? y 1688. Tampoco comentaremos por conocidas las razones del viaje de Luisa Roldán a Cádiz ni los trabajos documentados y atribuidos a ella en la ciudad y entorno. Unicamente nos interesa recordar su presencia en la zona, la satisfacción que proporcionaban sus encargos y la rápida y merecida fama que debió gozar como compensación a pasadas y futuras tribulaciones. Y, sobre todo, hacer hincapié en otras imágenes de La Roldana en ese último cuarto del siglo XVII: una de María Magdalena que procesionaba con Jesús Nazareno en Cádiz, realizada alrededor de 1684 y quemada en el año 1936, y la Virgen de la Soledad, contratada en junio de 1688 y donada por Luisa y su marido a los Mínimos de La Victoria de Puerto Real. Con el hallazgo del documento acreditativo de esta autoría y el recuerdo por fotografías de aquélla caen por su propio peso la mayoría de las atribuciones gaditanas y sevillanas (5).

Cobran, por el contrario, especial relevancia las tesis de González Isidoro, quien ya en 1990 (6) insistía en cómo la escultora despliega una plástica llena de garra y de sentimiento, de dramática expresión, ajena a la estereotipada visión facilona, amable, graciosa, sensiblera y almibarada en cuyo tópico han incidido ciertos historiadores. Y es que Luisa Roldán refleja perfectamente el vacío que la pérdida de un hijo deja en una madre (como la propia escultora lo había sufrido en sus carnes en cuatro ocasiones). Este historiador del arte, al referirse a la Soledad de Puerto Real hace hincapié en una serie de características que nosotros podemos aplicar a nuestra imagen de la Virgen del Desconsuelo: el movimiento de la cabeza de acuerdo con el giro del cuello (levemente alzada y vuelta hacia la derecha en la Soledad de Puerto Real y la Magdalena y hacia su izquierda en la portuense, posición ésta representada por la escultora en otras imágenes como un ángel pasionario y uno de los ladrones del Cristo de la Exaltación de Sevilla o San Servando en Cádiz, concluido en octubre de 1687, con quien guarda cierta relación, salvadas las distancias de modelo y talla), el resalte de los pómulos, hundimiento de mejillas, prominencia de mentón, ojos grandes de vidrio pintado por el dorso, negros, expresivos y de acusado estrabismo divergente.

Actualmente resultan trasnochadas las impresiones que del arte de La Roldana nos dejaban historiadores que basaban su estilo en su condición femenina y consiguientes características de exquisitez y gracia, pues no responden a la otra realidad que reflejan obras como las versiones de Ecce Homo, Nazareno de Sisante o las Dolorosas datadas (Soledad de Puerto Real) o atribuidas (Estrella de Sevilla), obras todas ellas de un realismo incisivo y dramático que aportan una nota de veracidad impresionante y alejada de la serenidad y dulzura idealizadas que se le han venido asignando a su estilo.

A estos argumentos técnicos, morfológicos y estilísticos podemos añadir otros históricos a favor de considerar esta imagen cercana a la producción de La Roldana. Por ejemplo, las relaciones conventuales coinciden en ambas obras gaditanas: el Monasterio de La Victoria de El Puerto de Santa María también estaba, como en Puerto Real, a cargo de los Frailes Mínimos de San Francisco de Paula y en ambos residían las imágenes que comparamos. Es muy posible que, entre los miembros de la misma Orden, tan próximos geográficamente, mantuviesen contactos espirituales y artísticos como para que pudiera existir, efectivamente ese intercambio en relación con la escultora.

Todas estas razones nos alertan acerca de la posibilidad de atribuir nuestra imagen a un artista próximo al quehacer escultórico de dicha escultora, muy influido desde luego por ésta. Si así fuera, convendría despejar la duda de cual de dichas imágenes marianas fue anterior, pues una de las dos debió suponer un hito en la escultura de la época y la zona y los monjes vecinos querer emularla.


BIBLIOGRAFÍA

(1) Pueden recordarse los artículos de Alonso de la Sierra y Espinosa de los Monteros en La Hornacina o de Sánchez Peña (Luisa Roldán en Cádiz. “Diario de Cádiz”, 29 noviembre 2006), entre otros.

(2) Moreno Arana, José Manuel: La difusión del barroquismo sevillano en El Puerto y su entorno: Ignacio López y Alonso de Morales y su retablo de las Animas de la Prioral. Revista de Historia de El Puerto, nº 37. El Puerto de Santa María, 2006.

(3) González Luque, Francisco: Imaginería en las hermandades de penitencia de El Puerto de Santa María. 2004.

(4) Hoy se encuentran repartidas por todo el mundo: desde Sevilla, Granada, Madrid, Santiago o San Sebastián hasta Londres y Nueva York.

(5) María Aurelia Romero (La Roldana y su imaginería pasionista) se deja llevar por las tradicionales atribuciones e incluye varias Dolorosas más. Cita a las de Regla y Rosario en Sevilla, Soledad de Sanlúcar la Mayor y Benacazón, Hinojos (Huelva), etc. En la provincia de Cádiz atribuye a La Roldana las jerezanas Remedios, Desconsuelo y Piedad, en Sanlúcar la Virgen de los Dolores (Misericordia) y en Puerto Real la Amargura de Veracruz. Observamos un dato curioso: no cita la única documentada, la Soledad de Puerto Real, quizá nunca reconocida por ella porque desmontaría toda su teoría y atribuciones de otros “autores” más consagrados. Las atribuciones a La Roldana en la provincia de Cádiz son tan innumerables que no merece la pena reseñar por carecer de verosimilitud y estar hoy día desfasadas, aunque se sigue insistiendo en ellas sin conocimiento de causa. Obras “suyas” se conservarían en Grazalema, Jerez, Rota, Sanlúcar, Puerto Real, Cádiz, El Puerto...

(6) González Isidoro, José: Las Dolorosas de La Roldana. Revista “Retablo”, nº 4. Sevilla 1990. Págs. 31-34.

 

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