LA IMAGEN DE SAN FRANCISCO JAVIER EN LA IGLESIA DE SAN FRANCISCO
DE EL PUERTO DE SANTA MARÍA (I)

Francisco González Luque


 

No pretendemos en este artículo resaltar la vida ejemplar y virtuosa de Francisco Javier como evangelizador y transmisor de cultura y valores occidentales, ni siquiera reseñar la importancia que en el arte ha protagonizado el Apóstol de las Indias prácticamente desde su canonización en 1622 (1). Nos centramos en dar a conocer una magnífica talla del santo jesuita entre las varias conservadas en El Puerto de Santa María, concretamente la ubicada delante del presbiterio de la iglesia de San Francisco. Así, insistimos en la importancia que la imaginería barroca ha tenido y mantiene (al menos con las muestras llegadas a nuestros días) en esta ciudad, dado que este 2007 la Consejería de Cultura de la Junta de Andalucía ha decidido dedicar buena parte de sus desvelos y presupuestos a promocionar ese estilo en nuestra comunidad, tan bien representado en este caso, como comprobaremos al analizar los elementos iconográficos y estilísticos de esta imagen barroca portuense (Ilust. nº 1).

 

Autoría y Cronología: Crónica de un Descubrimiento

En 1924, en el transcurso de una restauración de la talla de San Francisco Javier que llevó a cabo José Bottaro, apareció un documento (¿autógrafo de Juan de Mesa?) en su interior (2) que atestiguaba la autoría y cronología de la imagen. Dicho manuscrito, que celosamente custodian los PP. Jesuitas de El Puerto, está muy bien conservado y la claridad de su letra lo hacen perfectamente legible (Ilust. nº 2). Entre otros datos aporta el precio (1000 reales la hechura de la talla y 500 reales su dorado), su paternidad (Juan de Mesa, “discipulo de Juan Martinez Montañes natural de la ciudad de Cordoba”) y fecha (en 1622, “a los primeros de mayo de dicho año”). También se incluyen los nombres de los clientes (los caballeros Veinticuatro de Sevilla), el Papa, el Rey, el Arzobispo y el Rector del Colegio de San Hermenegildo de Sevilla, para donde fue realizada (3).

Será el propio Bottaro quien dé a conocer en 1930 la autoría de Juan de Mesa respecto a los santos jesuitas “que desde los últimos tiempos del Colegio, siendo rector el R.P. Nicolás Campos, se veneran en la iglesia de San Francisco”. El artículo que publicó la Revista Portuense (4) incluía el texto que aquí reproducimos e indicaba que el documento lo entregó a los Padres Jesuitas de El Puerto, “que lo conservan en estima” (5). Se trató en aquella época de una auténtica revelación, pues la mayoría de las obras de Mesa se atribuían entonces a su maestro Montañés. Se ha calificado el hallazgo de verdadero “bautizo artístico” del imaginero cordobés, eclipsado hasta comienzos del siglo XX por aquél. A partir de este testimonio se disiparon dudas, se aclararon muchas atribuciones gratuitas y, sobre todo, se reconocía por primera vez la ciudad natal de Mesa y el nombre de su maestro. Poco después fueron apareciendo otros documentos igualmente reveladores, como fueron su partida bautismal, el contrato de aprendizaje con Montañés y la autoría de muchas imágenes. 

Resumiendo, y tal como nos indica el documento hallado en su interior, Juan de Mesa se comprometía en 1622 a tallar una imagen de San Francisco Javier para la casa Profesa de Sevilla. Ignoramos la razón de su traslado y presencia en el colegio de los Jesuitas de El Puerto, en cuya iglesia se conserva (6).

 

La Talla

A pesar de haber sido reseñada en múltiples libros y estudios dedicados al imaginero cordobés (Hernández Díaz, Gómez Moreno, Martín González, Romero de Torres, etc.) (7), nadie se había ocupado hasta la presente de un análisis formal y estilístico de la misma (8). Porque las citas no pasaban de ser alusiones parciales al tratar de la producción de Mesa, referencias en catálogos o la publicación del citado documento a raíz de su restauración en 1924.

Al interés artístico intrínseco que supone la categoría de las tallas de los santos jesuitas, se le añade la circunstancia de que son la única muestra de este imaginero en la provincia de Cádiz (9). Conservar un par de esculturas del extraordinario escultor Juan de Mesa (una documentada, la de San Francisco Javier, y otra de segura atribución, San Ignacio de Loyola) en nuestra ciudad es todo un lujo y un privilegio para el patrimonio histórico y artístico de El Puerto de Santa María que debe ser valorado con justicia.

 

Iconografía, Estilo y Descripción.

La iconografía de los santos alcanza un importante papel a partir de la segunda mitad del siglo XVI, justo a raíz del Concilio de Trento, donde se valora su misión en el seno de la reformada Iglesia católica hasta tal punto que dedica una sesión, la XXV, a la interpretación de las imágenes. Fundada la Compañía de Jesús en 1540 y convertida en uno de los pilares o instrumentos más eficientes de la Contrarreforma, serán sus defensores principales quienes gocen de una especial predilección por parte de cuantas asociaciones religiosas hagan sus encargos a los artistas del momento. Entre aquéllos, Francisco Javier (muerto en 1552 y canonizado en 1622) merece nuestra atención en estas líneas. Las distintas interpretaciones de uno de los primeros discípulos del santo fundador, el jesuita navarro que sobresalió en las misiones de India y Japón, han tenido en cuenta una serie de atributos y símbolos relacionados con algunos momentos de su biografía, cualidades de su quehacer misionero o la misma muerte. 

La imagen conservada en El Puerto es una escultura de talla completa de 172 cm. de altura (sin contar la peana) que representa al santo jesuita navarro todavía joven, de pie, vestido e interpretado con algunos símbolos clásicos en su iconografía (10). La cabeza es pequeña, cubierta con cabellera corta y mechón central, escasa barba negra, grandes ojos de mirada penetrante bajo cejas finas, nariz recta y boca entreabierta por la que asoman los dientes (Ilust. nº 3). Pienso que la actual fisonomía, aunque de facciones que acusan el realismo de Juan de Mesa, no responde a la original del imaginero, pues en la desafortunada restauración que efectuó Botaro, desfiguró algunos rasgos y policromía del rostro, aunque éste mantuviera que apenas alteró el estado primitivo de la talla (11). Basta comparar con los rasgos faciales de otras representaciones de santos, incluso con la otra figura pareja, San Ignacio de Loyola, en la misma iglesia portuense de San Francisco, que no fue retocada, para percatarnos de la errónea restauración. La belleza y expresividad del rostro de San Ignacio, con facciones típicamente mesinas, han desaparecido en el de San Francisco Javier, que se nos ofrece ahora mucho menos expresivo, más anodino y con menor interés artístico.

Ese naturalismo que impregna a la imagen estaba en consonancia con lo que tanto preconizaba la Iglesia a la hora de sintonizar mejor con la mentalidad de los fieles. Posiblemente se inspirara en la descripción física que hiciera de él el P. Texeira, quien lo veía “de estatura antes grande que pequeña, el rostro bien proporcionado, blanco y colorado, los ojos entre castaños y negros, la frente larga, el cabello y la barba negros (…). Iba casi siempre con los ojos puestos en el cielo, con cuya vista dicen que hallaba particular alegría” (12)

El imaginero cordobés lo ha interpretado erguido, con la pierna derecha apoyada en tierra y en descanso la izquierda mediante la flexión de su rodilla. La frontalidad de la imagen se rompe gracias al leve giro de la cabeza hacia su izquierda y a ese contraposto del cuerpo motivado por el avance de la pierna de este lado y la diagonal marcada por la imaginaria línea que une sus manos ocupadas. El brazo izquierdo aparece alzado mostrando el crucifijo, mientras que el derecho avanza hacia el espectador en actitud de acoger y convencer mientras muestra la concha con que bautizaba a los infieles de India y Japón a quienes no se cansaba de predicar. Estas extremidades superiores se equilibran respecto a las inferiores con un ritmo compositivo y visual cruzado y dan cierta sensación de dinamismo a la escultura aunque el santo esté representado en reposo.


NOTAS

(1) En otra ocasión podríamos hablar de cómo grandes artistas, españoles y extranjeros, han representado a este santo jesuita: desde pintores como Rubens, Van Dyck, Poussin, Jordán, Herrera (el Viejo y el Joven), Valdés Leal, Coello, Zurbarán, Murillo, Espinal o Goya, hasta escultores como Gregorio Fernández, Montañés, el propio Mesa varias veces, Mena, Pereira, Carmona, Duque Cornejo, Bussy y otros.

(2) La operación de introducir papeles manuscritos donde se indicaban las condiciones del contrato fecha de ejecución de la talla, artista y clientes era una costumbre bastante generalizada en aquella época.

(3) La transcripción del documento completo reza así: “Año de 1622 a primeros de mayo. Reinando en las Españas el católico Rey Don Felipe de Austria 4º de este nombre y gobernando y rigiendo la iglesia católica nuestro muy santo Padre Gregorio XIII y siendo asistente de la ciudad de Sevilla Don Pedro de Deza Conde de la Fuente del Sauco y arzobispo de Sevilla Don Pedro de Castro y Quiñones y rector del colegio de San Hermenegildo el Padre Diego de Granados, mandaron hacer este santo los señores veinticuatro Pedro Dallo, vecino de esta ciudad y natural de Estella en el reino de Navarra y Martín Sayz de Corbayo natural de Biana y Martín Tirapu natural de Puente de la Reina y Lucas de Ziordia presbítero natural de la ciudad de Tudela y Juan de Rigalde y Bernardo de Villalba y otros particulares todos del dicho reino. Costó la figura en blanco 10.000 (reales de vellón) y el dorado 500 y el retablo 150 ducados y el dorado 10.400 reales de vellón, que todo con el estandarte costó 40.750 reales de vellón. Hizo la hechura del santo Juan de Mesa, discípulo de Juan Martinez Montañés natural de la ciudad de Córdoba y fue en el dicho año 1622 a los primeros de mayo de dicho año”.

(4) Bottaro, J.: “Del autor del Gran Poder”. Revista Portuense, 9 de febrero de 1930.

(5) También en febrero de ese año se publicó la fotografía de este documento que venía a ilustrar unas anotaciones del propio restaurador, y donde se hacía eco de otro gran descubrimiento, la autoría de Mesa respecto al Gran Poder sevillano, al que se sumaba la segura paternidad de los santos jesuitas conservados en El Puerto. Diario de Cádiz, 14 de febrero de 1930.

(6) Desde aquí quiero agradecer encarecidamente al párroco de San Francisco, D. Antonio Olmo, cuantas facilidades me ha procurado para estudiar y fotografiar el documento y las imágenes.

(7) Véase “Bibliografía” al final de la segunda entrega del artículo.

(8) Podemos exceptuar los artículos que Enrique Ortega y yo les dedicamos en Diario de Cádiz en 1994, con los títulos de “El resurgir del imaginero cordobés Juan de Mesa” y “Un lujo para el Patrimonio local”, respectivamente (véase Diario de Cádiz de 24 de abril de 1994, págs. 30 y 31).

(9) La imagen de San Carlos Borromeo que contrató en 1627 para Villamartín no pudo ser tallada por Mesa porque murió un mes más tarde y el Crucificado de la Hermandad de Veracruz de Jerez, atribuido por algunos a Juan de Mesa, parece guardar mayor relación con las obras de un discípulo suyo, Sebastián Rodríguez.

(10) Nos limitaremos a reseñar los elementos iconográficos presentes en esta talla portuense. Otros elementos muy frecuentes que no se incluyen en esta representación son: el hábito de la congregación (sotana -vestidura talar común a sacerdotes y hábito en miembros de órdenes religiosas- y faja negras, y a veces estola como predicador o sobrepelliz y cuello blanco doblado), un libro, bastón de peregrino, esclavina, venera y sombrero a la espalda, ramo de azucenas, cangrejo en alusión a uno de sus milagros y, el más típico, el corazón inflamado en su pecho simbolizando el intenso amor divino.

(11) El mismo Bottaro afirmaba que encontró el documento autógrafo de Mesa “al hacer en ella (la imagen de San Francisco Javier) una pequeña y cuidadosa restauración” (Diario de Cádiz, 14 de febrero de 1930).

(12) En 1580 Manuel Teixeira, en su libro Vida del bienaventurado Padre Francisco Xavier, nos ofreció la descripción más completa de sus contemporáneos, pues lo conoció en 1552 y estuvo mucho tiempo a su lado en tierras orientales. La mayoría de los rasgos descritos por éste han pasado a su iconografía desde los primeros tiempos de las representaciones del santo jesuita tanto en Occidente como en Oriente. Ese rostro en actitud contemplativa con mirada fija en visión sobrenatural es el representado por la mayoría de los artistas. 

 

Este artículo se publicó en la revista Cruz de Guía, que edita la Hermandad de Nuestro Padre Jesús Cautivo y María Santísima del Dolor y Sacrificio de El Puerto de Santa María, en marzo del año 2007 (pp. 16-19). Enlaza con otro artículo de la edición del año 2006 (GONZÁLEZ LUQUE, Francisco. "San Francisco Javier, copatrón de El Puerto de Santa María", en revista Cruz de Guía, El Puerto de Santa María, p. 16).

 

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