LA ESTELA DE MARAGLIANO EN LA REAL ISLA DE LEÓN (I)

Jesús Garrido Pérez


 

1. GENERALIDADES

Anton Maria Maragliano, el “caposcuola” de la escultura ligur fue el  punto de partida de la renovación artística en la escultura lígnea.

Sus virtuosas gubias labraron una vasta y magistral producción, un estilo propio de marcado realismo barroco que impregnaría y conformaría la llamada “escuela gaditano genovesa”, afincada en Cádiz durante el siglo XVIII debido a la privilegiada posición en la que estaba situada, centro estratégico del comercio con las Indias de España e Italia.

Las gubias de Anton Maria dotaban a sus obras de un carácter propio, el llamado “estilo maraglianesco”. Son famosos sus grupos escultóricos, cargados de un singular movimiento y un colosal barroquismo, jugando con el plano y la curva, transmitiéndonos de forma teatral escenas bíblicas (fuera de los comunes misterios pasionistas del barroco andaluz) cuajadas de gloriosos querubines que aparecen flotando en barrocos cúmulos nubosos.

Característicos del “estilo maraglianesco” son los magníficos Crucificados, donde se ponen de manifiesto los amplios conocimientos anatómicos y la refinada técnica del tallado de la madera. El esquema general transmite una fuerte torsión y desplome en la imagen del Redentor en la cruz, con  fuerte arqueo centrado a su izquierda (rompiendo con la tradición hispánica), predominando una marcada asimetría.

Es muy común la representación de Cristos expirantes y difuntos, de rostros serenos que transmiten la sensación de paz tras alcanzar el Reino de los Cielos y con encarnaduras que recuerdan las labores de marfil, donde aparecen reflejadas las heridas del martirio en tonos verdosos. Todos ellos muestran soberbios paños de pureza anudados con cuerdas, cabellos con bucles barrocos, grandes orejas despegadas del cuello, finos bigotes que terminan en una corta barba partida en dos y realistas arrugas en el cuello, los pies y las manos.

Las características maraglianescas se repiten a lo largo de su producción mariana y hagiográfica. Las tallas presentan gran dinamismo y movimiento centrífugo, en muchos casos helicoidal con proyección plana en forma de “S”. Son comunes las imágenes en donde una mano sujeta el manto contra el pecho y la otra se alza del resto de la figura, poniendo de manifiesto el movimiento y la teatralidad comunes en el barroco, más acusados si cabe en la obra de Anton Maria Maragliano.

Las cabezas suelen aparecer inclinadas hacia la izquierda. En los rostros son comunes la barbilla redondeada con pequeño hoyuelo que deja entrever una grácil papada; los labios entreabiertos muy dibujados y carnosos en la zona central; las cejas y la nariz finas, siendo esta casi una continuación de la frente; la “mirada maraglianesca” con un cierto toque hipnotizante debido a los característicos ojos rasgados (Anton Maria, una vez tallada la imagen, insertaba bellos ojos de cristal que sellaba a la talla con pasta de madera), y las orejas asomando levemente por el pelo o despegadas del cuello.

Las manos varoniles aparecen anchas y con los dedos cortos, marcando de forma magistral tendones y venas. Son característicos también los pies calzados por sandalias y apoyados en un tosco montículo pétreo, así como los rollizos Niños y Querubines de pelos castaños y rubiascos que muestran su desnudez y un ademán juguetón.

Los artistas genoveses utilizaban principalmente la madera de tilo y abedul, maderas de agradable aroma y relativamente blandas muy aptas para su gubiado, permitiendo así una minuciosa talla. Posiblemente los artistas afincados en Cádiz traían estas maderas desde Génova, hasta que se familiarizan con la madera de cedro, muy utilizada en tierras andaluzas. Este tipo de maderas blandas son muy susceptibles al ataque de los xilófagos, sobre todo en climas con alto índice de humedad relativa y prolongados periodos de calor, como pude ser el clima gaditano, efecto sufrido en infinidad de obras que han corrido un grave peligro de desintegración.

Son destacables también las bellas policromías, estofados y encarnados. Esta labor, propia del gremio especializado, era supervisada minuciosamente por Maragliano. Los estofados que enriquecen las vestiduras destacan por su colosal riqueza, destacando también las decoraciones en relieve, los soberbios encarnados o el empleo del pan de plata alternado con la decoración dorada, características singulares empleadas por la escuela genovesa.

Entre los discípulos más relevantes de Anton Maria destacan su hijo Giovanni Battista Maragliano y los hermanos Pietro y Francesco Maria Galleano, que dejaron en la provincia gran cantidad de soberbias obras, herederas de las enseñanzas del maestro e impregnadas de un cierto toque del barroco andaluz. Artistas como Antonio Molinari Mariapessi, Francesco Maria Mayo o Doménico Giscardi dejan entrever en sus obras el influjo que tuvo "Il Maestro" en la escuela genovesa, una estela ya olvidada y cargada de misticismo que no deja de asombrarnos y estremecernos en pleno siglo XXI.

 

2. OBRAS MARAGLIANESCAS EN LA REAL ISLA DE LEÓN

En la Real Isla de León, contamos con una parte importante de esta producción, producción que ha pasado desapercibida durante muchísimos años y que en muchos casos sería necesario restaurar para que el paso del tiempo no termine apagando la luz de la impronta de las gubias genovesas.

 

2.1 OBRAS MAYORES

Como “obras mayores”, estela de la producción de Maragliano en San Fernando, podemos destacar seis hermosas tallas, dos de ellas de candelero, acorde con la moda del barroco andaluz.

 

2.1.1. El Cristo de la Salud

La más portentosa de todas es el Cristo de la Salud, efigie muy venerada en la iglesia conventual del Carmen. Se trata de una de las más brillantes creaciones cristíferas de la escuela gaditano-genovesa, atribuida desde el año 1988 al maestro Antón María Maragliano (1664-1739) por la profesora Fausta Franchini-Guelfi.

La mejor y más completa descripción artística de la imagen realizada hasta el momento es la publicada en 1999 por Fray Juan Dobado: "Es de madera de tilo y representa a Cristo muerto crucificado con tres clavos sobre una cruz arbórea plana. Es destacable el acentuado arqueamiento del cuerpo hacia la derecha y profunda inclinación de la cabeza en el sentido contrario. El estudio anatómico es muy minucioso y realizado con gran perfección. Las huellas de la Pasión recorren su cuerpo ensangrentado, pero al mismo tiempo, su rostro transmite una gran serenidad".

La talla llegó al Convento de Nuestra Señora del Carmen siendo prior del mismo Fray Antonio de la Encarnación (1733-1736). 

Se halla labrada en madera de tilo encarnada y policromada, con cruz arbórea plana original. El paño de pureza fue mutilado para que se adaptase el Crucificado al altar carmelitano donde se venera. La imagen fue restaurada a finales del siglo XX por el profesor Pedro Enrique Manzano Beltrán.

 

2.1.2. La Virgen del Rosario 

Continuando con la “estela” de Anton Maria, tenemos a la magnífica Virgen del Rosario de la Iglesia Mayor Parroquial, atribuida a las gubias del maestro ligur por Jesús Abades (1) en Septiembre de 2005.

La imagen parece ser que fue la segunda titular de la Hermandad del Rosario, fundada a mediados del siglo XVII. La primera noticia que tenemos de una titular de la cofradía es del año 1699, cuando la sede donde se veneraba era aún la Parroquia del Castillo de San Romualdo.

No obstante, la vasta producción documentada de Maragliano comienza a fecharse a finales del siglo XVII, consolidando su actividad como imaginero religioso y su exportación de obras a Cádiz en el primer tercio del siglo XVIII, por lo que, si seguimos con la hipótesis de que fue Maraliano quién talló la Virgen del Rosario que actualmente se venera en la Iglesia Mayor Parroquial, seguramente sea una talla posterior a la existente en 1699.

Tanto su calidad artística como sus evidentes semejanzas con la producción mariana de Maragliano, como puede ser la “Virgen del Rosario” de la iglesia de San Domingo de Varazze, la de la iglesia de san Desiderio o la de Nuestra Señora de Assunta de Génova, la “Madonna del Rosario” de la iglesia de San Miguel Arcángel de Ligure y de la iglesia de la Santa Cruz de Moneglia o la gaditana “Porta Coeli”, nos conducen a la idea de que fue “Il maestro” el autor de esta imponente obra. 

Las características de su policromía apuntan a que la imagen fue enviada “en blanco” desde Génova, en el primer tercio del siglo XVIII (2), y que maestros doradores de la escuela genovesa, afincados en Cádiz, realizaran la labor de policromado, estofado y encarnado. Por los rasgos de este trabajo, según apunta el profesor Alonso de la Sierra, sería realizado por el dorador Francisco Maria Mortola (3), que trabajó en la Iglesia Mayor de San Fernando, dorando entre otros los altares de la Virgen del Rosario y del Arcángel San Miguel (4).

La Virgen aparece sentada en un cúmulo nuboso cuajado de querubines, sosteniendo en una mano el cetro y en la otra el Bendito Niño. Además de los evidentes rasgos maraglianescos, está inmersa en un halo de misticismo que la diferencia del resto de las obras genovesas de la provincia de Cádiz. 

Aunque la atribución parece tener consistencia, no podemos descartar que fuese uno de sus discípulos, como es el caso de Francesco Galleano o Antonio Molinari, el que labrara esta bellísima obra. Análisis de la madera y de la policromía serán fundamentales para consolidar o refutar la hipótesis acerca de su autoría.

 

2.1.3. El Arcángel San Miguel

También cargada de misticismo es la imagen titular de la Archicofradía de las Ánimas, el Arcángel San Miguel de la Iglesia Mayor Parroquial, emparentada estilísticamente con la Virgen del Rosario. El hermoso Arcángel aparece sosteniendo en una mano la balanza con las ánimas del purgatorio y en otra la lanza que somete a Lucifer, representado por una criatura malvada, más cercana a su representación caprina que a su antigua naturaleza seráfica.

Preside el Retablo de las Ánimas (5) desde el año 1764, retablo que fue dorado por Francisco María Mortola. Este dato, junto a la similitud que presenta la policromía y los encajes encolados con los del bellísimo Arcángel San Miguel de la Iglesia de San Juan Bautista de Chiclana de la Frontera o los de los Ángeles lampareros de la Iglesia del Carmen, nos dan que pensar que fuese Mortola el que estofó y policromó la imagen (6).

Si la imagen fue tallada por Maragliano, tendría que haberse mandado, al igual que la Virgen del Rosario, “en blanco” desde Génova en el primer tercio del siglo XVIII. Estilísticamente, también está emparentado con el “Arcángel San Gabriel” que se conserva en el museo de San Agustín de Génova o con “San Miguel Arcángel” de Chiavari. No obstante, al igual que la Virgen del Rosario, no podemos descartar la idea de que podría tratarse de una obra de uno de sus discípulos, como es el caso de los hermanos Galleano o Antonio Molinari.

 

2.1.4. La Virgen de los Dolores de Servitas

Otra de las “grandes obras” de la escuela genovesa en San Fernando, estela de la impronta del maestro Anton Maria Maragliano, es la Virgen de los Dolores de la Iglesia Mayor Parroquial, imagen de candelero, titular de la Tercera Orden de Servitas.

Son patentes los rasgos maraglianescos en esta bella escultura de vestir, de gran belleza e indudable calidad artística.

La imagen fue tallada expresamente para la Orden, fundada en el año 1759, dato que no hace posible la autoría de Maragliano (7) ni de ninguno de sus discípulos más allegados.

Algunos autores afirman que la Virgen de los Dolores salió de las mismas gubias que labraron la Virgen del Rosario (8). No obstante, no era común el tallado de “imágenes de candelero” en la Liguria (salvo en el caso de los famosos belenes genoveses), adaptándose los artistas genoveses a “la moda” existente en Andalucía en el siglo XVIII.

Por todo lo anterior, podría tratarse de una obra realizada en Cádiz por alguno de sus seguidores o incluso por los artesanos del Arsenal de la Carraca, influenciados por el gubiado genovés predominante en la Bahía de Cádiz. 


NOTAS

(1) Artículo publicado en el portal La Hornacina, “La obra de los imagineros genoveses III”.

(2) En este período, Maragliano, junto a Pietro Galleano, su discípulo más querido, labran gran parte de la producción genovesa y la que es exportada a Cádiz.

(3) Francisco Maria Mortola, hijo de genoveses, nació en Cádiz en 1702 y murió en la misma ciudad en 1773. 

(4) Existe documentación que corrobora la existencia de un retablo de San Miguel y las Ánimas hacia 1720-1725 en la Parroquia del Castillo de San Romualdo (Fernando Mósig Pérez)

(5) La Capilla fue adquirida formalmente en 1765. (Fernando Mósig Pérez)

(6) Esta atribución acerca de la policromía mortolesca fue realizada por el profesor Alonso de la Sierra.

(7) Maragliano muere en Génova en 1739.

(8) Concretamente fue el imaginero Alfonso Berraquero el primero que advierte este parecido.

 

Fotografías de Juan Pablo Moreno, Fernando Fosati, Andrés Quijano
y Antonio Belizón, colaboradores del portal
Isla Pasión

 

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