DEVOCIÓN Y EMOCIONALIDAD. IMAGINERÍA CONTEMPORÁNEA.
EL CASO DE ANTONIO LUIS TROYA ROMÁN.

Manuel Antonio Pérez Rivas (02/12/2017)


 

 

Presentación

El presente artículo tiene como objeto de estudio la imaginería contemporánea en Andalucía, centrándonos en el escultor e imaginero sevillano Antonio Luis Troya Román como ejemplo para nuestra disertación.

A partir de un pormenorizado análisis de lo que supondrá la imaginería en nuestra tierra, partiendo de los grandes imagineros que dejaron su impronta en este arte, nos centraremos en las características de la obra del citado artista. De esta forma, arrojaremos luz sobre sus principales particularidades.

 

 
 

"No hay acción humana (…) sin una emoción que la establezca y la torne posible (...) Tanto el pensar como el actuar ocurren en un espacio determinado por las emociones" (1)

 

Introducción

Realmente significativa resulta esta cita para comenzar nuestro estudio. La imaginería es el arte que sustenta la Semana Santa, una de las celebraciones que más arraigadas están en el acervo cultural de Andalucía; sin duda alguna a nivel devocional, pero también dentro de un nivel puramente artístico.

Imágenes cristíferas o dolorosas (principalmente en el caso de las cofradías pasionistas) o bien imágenes letíficas (en el caso de las cofradías de gloria) forman un amplio catálogo de obras que bien pudieran ser estudiadas en cuanto a su belleza, composición o técnica. Nuestro punto de partida, sin embargo, debe ser el análisis de la naturaleza de la escultura barroca andaluza, desarrollada principalmente en el siglo XVII a través de la obra de artistas tan importantes como Juan Martínez Montañés o Juan de Mesa, entre otros muchos.

La materialización de los sentimientos religiosos de los fieles será el principal objetivo de estos artistas que plasmarán en sus obras la doctrina de la Iglesia Católica recién reformada. La religiosidad popular del momento dejará un amplio legado artístico que bien podría estudiarse desde diferentes puntos de vista, ocupándonos aquí del artístico, que siglos más tarde planteará un modelo a seguir para los artistas de la actualidad.

Desde la reminiscencia de lo medieval, la sociedad en el sur de España ha estado inmersa en una innegable religiosidad que ha construido diferentes estructuras en lo que respecta a una piedad corporativa y colectiva, y que además, en varias épocas del año, casi consigue el rango de lo festivo y, cómo no, popular. Codificada por las ideas surgidas a través del Concilio de Trento, la piedad popular llenará las iglesias y las calles de santos y devociones, entre los cuales va a destacar el culto a la Eucaristía o a la Inmaculada Concepción de María, o el de Jesús Nazareno o del Crucificado en el tema pasionista.

Por otra parte, debemos a la vez tener en cuenta al sujeto activo de la religiosidad popular que participa en ella, pudiendo ser estudiado el mismo desde diferentes perspectivas conceptuales. Teniendo en cuenta la definición de pueblo que podemos encontrar en diversas obras, podríamos resumir éste como una "unidad social que está constituida por individuos y grupos distintos vinculados entre sí por saberes, conocimientos, artes, leyes y creencias que contribuyen a darle un perfil determinado y configuración frente a otros pueblos" (2). En definitiva, una suma de la esencia de un pueblo para construir la seña de identidad que potencie la dimensión religiosa y folclórica, en este caso que ahora estudiamos y que dará lugar a la vertiente artística de la imaginería. La religiosidad popular constituiría un elemento unitario de clases sociales (3), aportando así un hábito cultural que iría más allá de su valor histórico y etnográfico (4).

Si variadas son las motivaciones para la creación de estas cofradías, no menos diversos van a ser los fines de las mismas así como sus incitaciones. Sociológicamente, el ser humano tiende a asociarse en torno a una comunidad, que en este caso, y debido al panorama eminentemente religioso de finales del siglo XVI, emanado como hemos dicho de la religiosidad popular del medievo, será una asociación eminentemente religiosa que dará culto a una imagen que representa a Cristo en su Pasión.

Pero si bien el surgimiento de este tipo de cofradías no tendrá su base en algún motivo casual, no menos interesante y justificado será su posterior desarrollo. Anteriormente comentábamos la importancia de entender el panorama para comprender los motivos por los que este tipo de cofradías van a tomar pulso en el pueblo, pero con respeto a su posterior desarrollo los impulsos jugarán también un papel fundamental en la toma de contacto con la población. El uso de policromías en la imagen, la utilización de pelo natural así como otros elementos que solemnizan la procesión, darán un resultado sorprendente entre los habitantes de una sociedad marcada por una mentalidad eminentemente religiosa. A ello debemos sumar la forma humanizada de portar las imágenes, a hombros, para cobrar existencia, vida, teniendo un mayor acercamiento con Cristo y la Virgen. Estos motivos aún siguen dando pie para que la población se acerque más a Jesús y a María durante los días de la Pasión. La conjugación del arte con la mentalidad del ser humano crea una simbiosis perfecta entre el pueblo y su Dios.

 

 

Del ayer a la actualidad

Como deudores de la estética antes comentada, encontramos a día de hoy una nueva "escuela" de artistas que, influenciados por el enorme auge de las cofradías y hermandades religiosas, volverán a replantear el esquema que siglos atrás aquellos artistas del Barroco más puro llevaron a cabo.

Focos imagineros de relevante importancia en la actualidad, como por ejemplo en la provincia de Córdoba con escultores con Miguel Ángel González Jurado o Antonio Bernal, o fuera de ésta en Sevilla y Málaga, con artistas de importante calado como el que ahora nos ocupa y que traemos a colación al resultar un ejemplo realmente representativo de las características de la imaginería contemporánea.

 

 

Antonio Troya

Antonio Luis Troya Román (Dos Hermanas, Sevilla, 1986) comenzará a formarse en 2003 en la Escuela de Arte de Sevilla, finalizando en 2008. Paralelamente desde 2004 completará sus estudios con formación práctica como aprendiz en varios talleres sevillanos. Se considera deudor de artistas considerados como "clásicos" en esta rama del arte, destacando a los mencionados Juan de Mesa y Martínez Montañés, así como a Pedro Roldán, teniendo Antonio Troya como imagen modelo al Cristo de la Agonía de Juan de Mesa (5).

Nuestro escultor define la imaginería como la representación artística de una imagen con fines devocionales, siendo el puente más directo para llegar a los devotos de hoy, conservando la función didáctica y moralizante que ya se propugnaba desde su inicio y creación. En opinión de Antonio Troya, la imaginería actual tiene una clara tendencia al realismo más puro, buscando transmitir al espectador y conseguir expresar a través de la escultura el momento exacto que se quiere representar, estando esto muy ligado con un claro resurgimiento del barroco que estamos viviendo en la actualidad gracias al momento de realce que hermandades y cofradías están viviendo, gracias a la influencia de los medios de comunicación en Internet, redes sociales y blogs (6).

Sin lugar a dudas, el objetivo de conmover y emocionar al espectador siguen estando patentes, intentando aún hoy en día, y sobre todo en el marco de Andalucía, plasmar la belleza en la imagen. Para conseguir esto, y como ya hemos comentado, nuestro artista se centra en modelos considerados ya como "clásicos". Por ejemplo, en la imagen de Cristo de la Humildad para Sevilla (imagen superior), tiende a representar la corona de espinas y los amplios mechones en el pelo de forma que podría recordarnos a imágenes como Jesús del Gran Poder de Sevilla o el Cristo de la Conversión de la Hermandad de Monserrat de la misma capital, ambos de Mesa.

En este sentido, debemos mencionar el tan usado término de "unción", que muchos artistas consideran como el reto a conseguir en toda imagen. A día de hoy se sigue buscando el equilibrio entre la belleza y el mensaje de la obra. Así pues, dentro de la obra que Antonio Troya tiene dentro de su catálogo resaltan sobre todo imágenes relacionadas con la iconografía mariana ya que el pueblo andaluz ha estado muy ligado a la Virgen como Madre Protectora. Destaquen como ejemplos obras tan significativas y de tanta devoción como Nuestra Señora de las Angustias de Córdoba, obra también de Juan de Mesa que pone en relieve esta devoción a la figura de María. Dentro de la producción de Antonio Troya, debemos destacar una bella dolorosa con la advocación de Esperanza y Caridad para Madrid (imagen inferior), tallada en madera y policromada con lágrimas postizas.

Otra cuestión a tener en cuenta son los materiales con los que Antonio Troya realiza sus obras. Mientras que el barro sigue siendo el preferido para la realización de bocetos, la madera es el material estrella para la talla de la imagen definitiva. Como podemos ver, poco se ha evolucionado en el tema de los materiales, puesto que se siguen usando prácticamente los mismos. Sin embargo, debemos citar cómo la imaginería contemporánea ha reparado en la necesidad de cuidar los materiales: el cuidado de las calidades de las maderas, la utilización de pegamentos más adecuados que favorecen la perdurabilidad de la imagen o el desuso de materiales metálicos para los ensambles ya que pueden dañar la talla. Normalmente se suele escoger una madera autóctona, resaltando en Andalucía la de cedro o ciprés. Debido a los lógicos avatares del tiempo y de la situación en la que se encuentre cada obra, el artista tenderá a un tipo determinado de ensamblaje de las piezas.

Con respecto a las policromías, a día de hoy se ha intentado estudiar las diferentes posibilidades de tratamientos para evitar su deterioro. Sin embargo la utilidad de las mismas sigue siendo llegar al fiel a través de la plasticidad y el color, dando lugar a imágenes con cierta idealización, todo ello unido a la utilización de postizos tales como el pelo natural o sintético en las pestañas de la imagen que aportan gran vivacidad a la talla.

 

 

Fuentes

(1) MATURANA, H. El Sentido de lo humano, Dolmen, 1996, Santiago de Chile, p. 34.

(2) AA.VV.: La religiosidad popular. Antropología e historia, tomo 1, Antrophos, 1989, Sevilla, pp. 34-35.

(3) Debemos hacer mención como en este hecho nos referiríamos a la época de estudio planteada para nuestro trabajo: los siglos XVIII y XIX.

(4) El fervor a las imágenes iría más allá de la propia "religión oficial", convirtiéndose en una religión popular que sobrepasa doctrinas y prácticas, y que hace posible el sostenimiento del fervor y la piedad cristiana. Véase AA.VV.: La religiosidad popular. Vida y muerte. La imaginación religiosa, tomo II, Antrophos, 1898, Sevilla.

(5) Información del propio autor.

(6) Información del propio autor.

 

 

Nota de La Hornacina: Manuel Antonio Pérez Rivas es graduado en Historia del Arte por la Universidad de Córdoba (UCO).

 

 

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