EL CRISTO YACENTE DE GIBRALTAR

Jesús López Alfonso (15/12/2009)


 

 

Introducción

Uno de los lugares menos estudiados por los historiadores del arte en Andalucía es el Campo de Gibraltar. En un tiempo pasado, pudo ser por la lejanía que suponía ir hasta esta comarca de la provincia de Cádiz, y por la creencia generalizada que existía de que, tras la invasión británica de la plaza de Gibraltar, las desamortizaciones y los incendios ocurridos durante la Guerra Civil, casi todo estaba destruido y, por tanto, no merecía la pena ir allí.

Al desinterés español en general por el estudio del arte en esta zona, debemos añadir el británico, que únicamente se ha centrado en la arquitectura militar, además del estudio de las aves, los peces y la botánica de la zona. Solo algunos historiadores del arte campogibraltareños y malagueños han comenzado en tiempos recientes a trabajar sobre esta zona, con lo que han contribuido a mitigar el vacío historiográfico sobre la misma.

En el presente artículo, vamos a tratar sobre una interesante pieza sacra de origen medieval: el Santo Cristo Yacente, de la Ciudad de Gibraltar establecida en San Roque.

 

 

Contexto Histórico

En 1309, el rey Fernando IV reconquistaba para el Reino de Castilla la plaza de Gibraltar, fundándose su primer Ayuntamiento al año siguiente. Sin embargo, en el año 1333, los benimerines toman de nuevo la ciudad, que es reconquistada por segunda vez en 1462 por el Duque de Medina Sidonia. Las disputas por esta zona se deben a la importancia estratégica de la misma; por ello, no es de extrañar que, hasta la actualidad, se mantenga un contencioso por la usurpación de la plaza de Gibraltar por parte del Imperio Británico.

Al ser reconquistado definitivamente Gibraltar, va a quedar casi en solitario en la comarca de su campo, puesto que Algeciras será destruida antes de la retirada de los benimerines, y los Reyes de Castilla no tendrán interés en poblar esta ciudad -craso error que se pagó en el año 1704-, por lo cual, la mayoría de los repobladores llegarán a Gibraltar, que será la única ciudad de esta zona.

Durante la repoblación, además de la Parroquia de Santa María Coronada, se fundarán ermitas, hospitales y conventos, destacando entre estos últimos el de San Francisco. Los Padres Franciscanos poseyeron en la ciudad su casa propia en la Calle Real -hoy convertida en sede del gobierno británico-, así como la capilla de la Santa Vera Cruz en esta misma calle. Será en este convento donde se funde la Hermandad del Santo Entierro de Nuestro Señor Jesucristo y Nuestra Señora de la Soledad, teniendo como titular cristífero la imagen que comentamos.

Allí permanecerán hasta el llamado "Fatal Suceso", cuando el 4 de agosto de 1704 la escuadra anglo-holandesa, en medio de la Guerra de Sucesión española, toma la ciudad en nombre del Archiduque Carlos de Habsburgo. Creyendo que la situación sería transitoria, el Ayuntamiento abandona la plaza, y con él todos los habitantes, instalándose en las vecinas poblaciones de San Roque -donde, a día de hoy, sigue residiendo, por pérdida de su plaza natural, el Ayuntamiento, la Parroquia y todas las instituciones de Gibraltar-, Los Barrios y Algeciras.

Entra aquí en juego la figura del párroco Juan Romero Figueroa. Leal a España y a su obispo, decide quedarse dentro de la plaza, con el objetivo de guardar la Parroquia de los saqueos ingleses hasta la llegada de las tropas de Felipe V y la consecuente expulsión de los mismos; algo que, desgraciadamente, nunca sucedió. Los ingleses habían saqueado la ermita de la patrona, Nuestra Señora de Europa, y el resto de edificios religiosos que habían quedado vacíos (1). Por ello, Figueroa reúne imágenes y objetos de culto en la Parroquia, y ante la evidente pérdida de la plaza, poco a poco las va enviando a San Roque. Entre ellas, llegará el Cristo Yacente y la Virgen de la Soledad, que se instalan en la Parroquia, donde se reorganizará su hermandad como aún continúa.

 

 

 

Análisis Artístico

La imagen del Santo Cristo Yacente de Gibraltar es una obra que podríamos fechar en la segunda mitad del siglo XV, fecha que coincide con la Reconquista por segunda vez de esta plaza. Se trata de una escultura de madera, que está realizada para que se representase con ella la escena del Descendimiento.

Eran comunes las dramatizaciones de la Pasión de Cristo, siendo el referido momento para el que se realizaban este tipo de esculturas, que realmente son crucificados con un gozne en los brazos que los hace móviles, de modo que se pueden sostener en la cruz y bajarlos de la misma en medio de una obra teatral. Aún hoy quedan lugares en Andalucía como Trebujena (Cádiz), Cartaya (Huelva) o Alcalá del Río (Sevilla) en los que se lleva a cabo este drama, por lo que suponemos que en Gibraltar se realizaría también.

Tenía lugar el Viernes Santo: el sacerdote predicaba un sermón alusivo a la muerte de Jesús, mientras que los cofrades de la hermandad solían hacer el papel de Santos Varones, desclavando la imagen de la cruz, descendiéndola, amortajándola, y depositándola en la urna. Al término de la ceremonia comenzaba la procesión del Santo Entierro (2). Los personajes estaban interpretados exclusivamente por hombres; siendo varones adolescentes los que se encargaban de los roles femeninos: por ejemplo, en el Libro de Cuentas de la Catedral de Sevilla se habla del “mozo que hacía de María”. Podían además estar caracterizados con máscaras que representaban a los personajes, como seguimos viendo en la actualidad en las celebraciones de la Semana Santa de las localidades cordobesas de Puente Genil y Peñaflor (3). Las primeras noticias de estas representaciones en el Reino de Castilla son las de la Catedral de Zamora, a fines del siglo XIII (4). Lógicamente, con la Reconquista se fueron expandiendo por el resto de los Reinos de España, realizándose ya en Andalucía en 1454 en la Catedral de Sevilla (5).

El Cristo presenta una musculatura esquemática, realizada con poco detallismo, cubriendo su desnudez con un paño de pureza corto, blanco, con el filo dorado, anudado en la cadera izquierda. La moña aparece desmochada debido a la costumbre de sobrevestir a las imágenes, que no solo afectó a las vírgenes sino también a los Cristos yacentes y crucificados, a los que se le colocaban ricos sudarios de telas bordadas en metales preciosos y se les amortajaba con este mismo tipo de tejidos (6), apareciendo la escultura totalmente cubierta y asomando sólo la cabeza. Aún hoy la imagen gibraltareña, durante su durante su procesión del Sábado Santo, se sigue presentando a los fieles amortajada con un paño de encaje que deja translucir su anatomía.

Al estar concebido para ser crucificado, el movimiento de la escultura sigue el propio de esta iconografía, presentando una caída de las piernas ante el peso del cuerpo ya muerto hacia el lado derecho, y este mismo pie sobre el izquierdo. Los brazos, como ya hemos comentado, finalizan en forma de bolas, que encajan en una cavidad situada en las axilas del Cristo, por lo cual, al estar crucificado es cuando realmente se aprecia la proporción de la escultura. Las manos, por su parte se encuentran en actitud de bendecir.

El rostro presenta una expresión triste. Su cabeza cae hacia el lado izquierdo. Los ojos y la boca se encuentran entreabiertos, dando así mayor dramatismo a la faz. De ellos salen regueros de sangre que surcan la cara, cuyos pómulos aparecen hinchados. El tratamiento de la barba es a base de sencillos bucles, así como el cabello, muy esquemático, cayendo un mechón ondulado por el lado izquierdo del cuello y el resto por la espalda. La corona de espinas, tallada sobre el mismo bloque de la cabeza, presenta la forma de 8 típica de finales del siglo XV, como podemos observar en otras imágenes de la misma época, tanto en pintura como en escultura. Recientemente fue restaurado por María Eugenia Sánchez Corchete, que limpió y consolidó la escultura.

 

 

Conclusiones

Esta imagen, por su arcaísmo, debió ser de las primeras en llegar a Gibraltar tras la Reconquista, seguramente traída por los Franciscanos para ser venerada en su convento y con ella realizar el acto del Descendimiento.

Este factor no puede ser pasado por alto. Desde su origen, la Orden Franciscana venera la humanidad de Cristo con especial devoción, y uno de sus objetivos fue excitar la piedad de los fieles por medio de escenas de su Pasión y Muerte (7), por lo que no es extraña la aparición de esta imagen en un cenobio de esta congregación religiosa.

La talla del Santo Cristo Yacente de Gibraltar es todo un testimonio, no sólo de la historia del arte medieval en España, sino de la propia historia de nuestro país, contemplándolo desterrado como toda su gente de su lugar original, en una ciudad residente en otra.

 


 

BIBLIOGRAFÍA

(1) CALDELAS LÓPEZ, Rafael. La Parroquia de Gibraltar en San Roque, Cádiz, 1976, p. 48. Según cuenta Romero Figueroa, los ingleses "profanaron todas las Iglesias a excepción de la mayor".

(2) RODA PEÑA, José. "Iconografía de Cristo, Pasión Muerte y Resurrección", publicado en El Poder de las Imágenes, Sevilla, 2000, p. 86.

(3) SÁNCHEZ HERRERO, José. "El Origen de las Cofradías Penitenciales", publicado en Sevilla Penitente, volumen I, Sevilla, 1995, p. 38.

(4) Ibídem, p. 37.

(5) Ibídem, p. 38.

(6) El conocido como "Cristo de la Cama" de Zaragoza sería un buen ejemplo. Se trata de una imagen de Cristo Yacente que descansa en un catafalco, cubierto por paños mortuorios de terciopelo negro bordados en oro, asomando sólo del mismo la cabeza y los pies.

(7) SEBASTIÁN LÓPEZ, Santiago. Mensaje Simbólico del Arte Medieval, Madrid, 1994, p. 379.

 

 

Nota de La Hornacina: artículo publicado con ligeras modificaciones en Cáliz de Paz, nº 7, Málaga, 2010, pp. 220-223.

 

Volver          Principal

www.lahornacina.com