ESCULTURAS DEL CÍRCULO DE PEDRO ROLDÁN EN COLOMBIA (I)

Jesús Andrés Aponte Pareja


 

 

 

INTRODUCCIÓN

Pedro Roldán (1624-1699) está considerado el último de los grandes escultores sevillanos del siglo XVII. En Sevilla constituyó un enorme taller que absorbió la mayor parte de los encargos de iglesias y conventos de su ciudad y provincias cercanas durante el último tercio del siglo XVII. No obstante, no se conocen envíos de obras suyas hacia las Indias, tal vez porque en aquellos territorios conquistados, en la época del mayor apogeo de su taller, ya se habían conformado las escuelas de escultura locales, propiciadas por las migraciones de artistas formados principalmente en los focos andaluces, aunque sí se percibe la influencia de la estética roldanesca en la escultura latinoamericana de aquel periodo.

Roldán, sevillano de nacimiento, se formaría en la ciudad de Granada al lado de Alonso de Mena, padre del prestigioso escultor Pedro de Mena y Medrano, regresando luego a Sevilla, donde evolucionaría su estilo de formación naturalista hacia uno mas barroquista, expresivo y dinámico, mucho más cercano a las exitosas formulas de inspiración berninesca introducidas en la capital hispalense por el escultor flamenco José de Arce. En su exitoso taller trabajarían gran parte de sus hijos, yernos y aprendices de diferentes localidades, dejando al morir una gran influencia en el arte escultórico andaluz.

Tal vez su principal alumno seria su hija Luisa Ignacia, conocida popularmente como La Roldana, quien partiendo del estilo aprendido de su padre, poco a poco decantaría su original personalidad en sus propias creaciones, brillando con luz propia y logrando gran prestigio artístico y reconocimiento social en su época hasta el punto de ser nombrada escultora de cámara de los monarcas españoles Carlos II y Felipe V, además de obtener el título de académica de la prestigiosa Academia de San Lucas de Roma. Su obra, al igual que la de su padre, está imbuida de las características generales del barroco europeo, siendo sus rasgos más destacados la desenvoltura y el dinamismo, así como esos matices femeninos y las tipologías infantiles y pintorescas que acercan su obra a la del pintor Bartolomé Murillo, de quien se sostiene fue alumna en la academia de dibujo por él fundada, en la que también figuró su padre Pedro Roldan como profesor de dibujo escultórico.

Tanto en Colombia, antiguo Reino de la Nueva Granada, como en el resto de Latinoamérica, donde durante todo el siglo XVII pervivirían con gran fuerza las formulas escultóricas montañesinas, no fue tanta la influencia de Pedro Roldán; no obstante, existen algunas tallas que acusan su influjo o el de su taller. Comenzaremos por describir dos grupos de esculturas presentes en dos museos bogotanos. Nos inclinamos a pensar que la estética de las mismas, aunque responde en líneas generales a la propia de cualquiera de los escultores de la escuela roldanesca, se encuentra en particular muy próxima al arte desarrollado por Luisa Roldán.

 

 

 

NIÑO JESÚS

El pequeño Jesús del Museo de Arte Colonial es una escultura de unos 70 cm de altura, incluida la base de cabezas de querubines sobre la que se apoya. Se halla catalogado desacertadamente en el Museo como obra de Pedro Laboria, escultor andaluz con residencia en Colombia en el siglo XVIII, de gran talento pero cuyo estilo se circunscribe mas a la estética de la escultura de la escuela gaditano-genovesa, desarrollada en Cádiz y su provincia en época más tardía.

El Niño, de rollizas formas y desenvuelto movimiento, está probablemente inspirado en el realizado por Francisco de Ribas para la iglesia sevillana de San Juan de la Palma. Se encuentra de pie, en dinámica actitud, cubierto por una túnica corta de movidos y largos pliegues, con marcadas oquedades y fuerte claroscuro, muy del gusto del círculo roldanesco. Su infantil rostro, de humanizada belleza, posee ojos claros algo común en las esculturas del propio maestro, conformando su cabello los apelmazados mechones tan característicos de la escuela. Su cabeza guarda enorme parecido con los Niños atribuidos a La Roldana en el Museo de Valladolid y en el Monasterio de Santa María de Gracia de Huelva, aunque este último sea considerado como obra más cercana al escultor Benito Hita y Castillo.

El pequeño Jesús del museo bogotano se erige sobre un grupo de cinco cabezas de mofletudos querubines, dotados de excepcional gracia y belleza en su risueña expresión, que no desdeñan en su realización la propia mano de la prestigiosa escultora; recordando de paso, aunque se muestren tristes y melancólicas, al grupo de cabecitas sobre las que se apoya el Niño del Dolor de la Real Congregación de San Fermín de los Navarros, obra madrileña de La Roldana que durante mucho tiempo se atribuyó al quehacer del granadino Alonso Cano pero que de poca data se sabe pertenece con seguridad a la escultora sevillana.

 

 
     
     
 

 

SAN MIGUEL ARCÁNGEL

La otra escultura a tratar es el simulacro de San Miguel Arcángel victorioso sobre el demonio que se conserva en el Museo del Chicó. De 72 cm de dimensión, es una obra que en ese museo capitalino es atribuida con bastante propiedad al taller de Pedro Roldán.

San Miguel está representado de pie sobre el demonio, vestido como un soldado romano con altas botas que dejan ver los dedos de los pies, coraza protectora, banda que le cruza el torso en diagonal, faldellín y casco con cimera de plumas. Lleva en sus manos un escudo y la espada de fuego. Todo ello responde a una iconografía varias veces representada por miembros del taller, incluido el propio Pedro Roldán, pero que a nuestro parecer, sin excluir la participación directa de su padre o de algún otro escultor del taller, por la expresión dulce, aniñada y algo femenina del rostro, el tratamiento de su cabello, la delicadeza de los acabados de las vestiduras, la policromía del arcángel y la dramática y teatral expresión del antropozoomorfo demonio, dotado igualmente de una estudiada anatomía, nuevamente nos remite esta pequeña obra a la influencia directa de La Roldana o de algún escultor cercano a ella.

El tema fue tratado por nuestra escultora en 1692, al realizar por encargo real la talla del arcángel, de tamaño superior al natural, perteneciente al Monasterio del Escorial, considerada por muchos como su obra cumbre y sobre la que una leyenda popular señaló haber utilizado La Roldana su propio retrato para dar vida al rostro del arcángel, y el de su esposo, quien la maltrataba, al del demonio.

Es probable que la escultura del San Miguel del museo bogotano haya sido realizada en el taller de Pedro Roldán en el tiempo en que Luisa se desempeñaba como ayudante, habiendo tenido alguna participación en ella tal como lo hiciera en varias oportunidades con otras esculturas y encargos.

 

 

 

CONCLUSIONES

El origen de las esculturas de los museos colombianos es muy incierto. En ambos casos se trata de donaciones realizadas por coleccionistas privados, por lo que no se sabe si llegaron al país durante la colonia o, por el contrario, fueron adquiridas por dichos coleccionistas directamente en Europa en época más o menos reciente.

Lo cierto es que son de las pocas obras que, tanto en Colombia como en Latinoamérica, acusan la genial estética del círculo del gran escultor sevillano Pedro Roldan y concretamente la de su hija Luisa Ignacia.

 

 

Nota del autor: mis especiales agradecimientos a María Constanza Toquica, directora del Museo de Arte Colonial de Bogotá, a Pablo Vargas Álvarez, conservador del mismo Museo, y a Catalina Robayo López, coordinadora de la oficina de registro e investigación del Museo del Chicó de la misma ciudad, gracias a quienes por su amable disponibilidad pude llevar a cabo la realización de este escrito.

 

 

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