SAN ANTONIO DE PADUA EN LA PARROQUIA DE
SAN FRANCISCO DE ASÍS DE SANTA CRUZ DE LA PALMA

Texto y fotografías de José Guillermo Rodríguez Escudero


 

El Licenciado don Sebastián de Fraga Gorbalán, Beneficiado de la parroquial de Puntagorda, por cláusula testamentaria, dejó todos sus bienes, con carácter vitalicio, a sus primas doña Isabel y doña Ana de Fraga Gorbalán; tras la muerte de ambas, había mandado fundar una capellanía con la totalidad de sus propiedades. En su codicilo dispuso que una de las misas de la capillanía había de decirse en honor a San Antonio de Padua, en el Ex Real Convento de la Inmaculada, hoy iglesia de San Francisco de Asís de esta ciudad, “en la capilla de los terceros donde he de poner un bulto de San Antonio que he mandado hacer” .

El altar de San Antonio de Padua, con su derecho de asiento, sepulcro y demás que le correspondía, estaba situado inmediato al púlpito de la iglesia, donde se daba culto a la imagen del santo. Fue don Francisco de Guisla y Acuña, que lo hubo como mejor postor, por un precio de 100 ducados, en el remate que se hizo de los bienes de Juan de Oviedo, según consta en los autos de ejecución que pasaron ante el escribano Antonio Ximénez el 11 de junio del año 1698.

A la muerte de don Francisco Guisla y Acuña, sin descendencia alguna, le correspondió a su hermana, doña María Alberto Salazar de Frías, mujer de don Felipe Lazcano Gordejuela, en la partición verificada entre ésta y sus hijos, la cual, como dueña que pasó a ser de dicho altar, asiento, arrimo, sepulcro y tarima, con la obligación de su vestuario y adorno, vendió y traspasó su propiedad y el derecho de patronato al Capitán don Simón Sánchez Carta en la misma cantidad de 100 ducados de a 11 reales cada uno. (Archivo de Protocolos Notariales, Andrés de Huerta Perdomo, año 1718) “con el asiento de toda la peana y de una sepultura inmediata a la misma”.

Don Felipe Lazcano Gordejuela, inicialmente rechazado por la Nobleza de la isla por ser hijo natural del Caballero de la Orden de Calatrava, don Felipe Lazcano y Gordejuela, “habido en una moza libre” en 1657, llegó a ser Capitán de las Milicias y Juez Superintendente del Juzgado y Comercio de las Indias de Su Majestad.

La Cofradía de San Antonio de Padua fue fundada en esta Parroquia seráfica en 1672. Se ordenaba a celebrar una fiesta, “confesando y comulgando sus Cofrades el día de la función” . El Sr. Obispo Bartolomé García Ximénez el 31 de mayo de aquel año aprobó sus constituciones. Continúa informando Lorenzo Rodríguez, que “en el día sólo hay un Mayordomo, que costea la fiesta y octava con limosnas”.

De finales del siglo XVI es la magnífica y enorme escultura de San Antonio de Padua, Predicador y Doctor Evangélico, nacido en Lisboa, en 1195, y muerto en Padua el 13 de junio de 1231. De ahí que ese día sea el elegido para su onomástica. Se llamaba Fernando, pero adquirió el de Antonio, que significa “defensor de la verdad”, en recuerdo a San Antonio Abad y una vez que ingresó en la Orden Franciscana a los 27 años.

Hasta la última y desafortunada reforma del templo, se veneraba en una hornacina lateral del retablo mayor, lamentablemente desaparecido. Ahora se halla ubicado en un gran nicho de cantería excavado en la pared, a la derecha de la puerta principal del recinto sagrado, más concretamente entre ésta y el arco de la capilla de la Vera Cruz, sin más adorno que la pintura blanca y unos blandoncillos o candeleros con velas que nunca se encienden. Allí se venera también la talla de San Diego de Alcalá, de misma antigüedad, altura y procedencia. Lamentable aspecto de un templo que conoció largas épocas de suntuosidad y ornato.

A la derecha de la hornacina se encuentra una alcancía con su nombre, única en este templo asociada a un Santo. La relación del seráfico Santo con el dinero es muy antigua. Tal vez se deba al hecho de que luchase enérgicamente para que los que prestaban dinero no cobraran intereses demasiado altos. También es posible que se debiese a que consiguió de los jueces que a los pobres no los metieran en la cárcel por sus deudas.

En su juventud se cuenta que fue atacado por las pasiones sensuales, pero no se dejó vencer y con la ayuda de Dios las dominó. Por ello también los jóvenes le rezan para conseguir novio o novia, a condición de que previamente se le deposite algún donativo. La magnífica azucena de plata que lleva en la mano derecha fue hecha entre 1725 y 1733, siendo mayordomo don Santiago de los Reyes Utre y Loreto. Se trata de un atributo muy común en los santos no mártires que se distinguieron en la virtud de la pureza o castidad.

Don Miguel de Araujo, Piloto de la carrera de Indias, fue un personaje de arraigadas creencias religiosas y ferviente seguidor de la Orden Franciscana, donde habían profesado dos de sus hijos. Se hallaba vacante una sepultura, “con asiento y arrimo”, al lado de la puerta principal del Real Monasterio de la Inmaculada Concepción. Había hecho dejación del mismo doña Jerónima Morel, hija del escribano público de La Palma, Bartolomé Morel, y habiendo expresado el interesado su deseo de erigir un altar en honor del Santo Cristo, en la pared de aquella sepultura, la Comunidad, reunida en capítulo, le concedió data a perpetuidad para él, su mujer y sus descendientes, con derecho de patronazgo a fin de que fabricara el altar. Así se hizo constar ante el escribano Andrés de Chávez el 26 de enero de 1638. Ese mismo año, el 3 de agosto, fundó capellanía de una misa cantada a celebrar ante el mismo altar con vísperas, diáconos, órgano, sermón y procesión alrededor del claustro y responso sobre su sepulcro el día del Santo Cristo, todos los 14 de septiembre. Esta es la historia del nicho donde se encuentra San Antonio de Padua.

Consta, por el “libro de fundo” del Ex-Real Convento Franciscano, que esta imagen, de tamaño natural, fue donada por el mercader de origen portugués don Baltasar Fernández de Ocanto. En su codicilo, otorgado el 11 de marzo de 1594, fundó en “Convento Real de la Ymmaculada Concepción desta ciudad vna memoria de vna missa cantada con vísperas, sermón y prosesión, día de San Antonio de Padua, el qual traxo a su costa despaña y colocó en el altar mayor de dicho convento”. Bajo el presbiterio existieron dos bóvedas, conocidas como de San Antonio de Padua -al lado de la Epístola- y de San Diego -en el Evangelio- por estar delante de las imágenes de ambos santos, veneradas en el altar mayor; fueron enterramientos respectivos de las familias de Guisla y Castilla y Pinto.

En 1757 se mandó estofar de nuevo la escultura por estar muy deteriorado el dorado del hábito. Era costumbre acariciar y tocar su vestimenta por los fieles, siguiendo la tradición de que daba fortuna a quien lo hiciese.

Recordando su hagiografía, se cuenta que era necesaria la presencia de un escuadrón de hombres para protegerlo, ya que la multitud que lo esperaba fuera de los templos tras sus predicaciones, le arrancaban trozos de hábito al considerarlo ya un santo milagroso. De ahí la tradición y el acusado deterioro de sus vestiduras doradas. También se le reza un Padrenuestro para encontrar los objetos perdidos.

Según la iconografía, se le representa con el Niño Jesús, que sostiene aquí sobre su brazo izquierdo, debido a la gran devoción que le tenía. Se cuenta que logró contemplar en una visión cómo era Jesús de niño. Tiene una amplia tonsura monacal y se le representa joven e imberbe y con el hábito franciscano, en este caso policromado y dorado. El Papa León XIII lo llamó “el Santo de Todo el Mundo”, porque su imagen y devoción se encuentra por todas partes. En La Palma no iba a ser menos. Es raro el templo que no cuente con una talla de este venerado santo.

En el testamento de doña Francisca Vélez de Ontanilla, muerta a consecuencia de un parto en lo mejor de su juventud y, siguiendo con la costumbre de las señoras de la época de donar joyas y vestidos a las imágenes de su particular devoción, dejó a San Antonio de Padua “que se veneraba en el retablo de la capilla mayor del convento de San Francisco de Asís, una capa de griseta, y a la de otro San Antonio (de Padua) que estaba en el coro alto de la iglesia de las monjas claras, otra capita de lo mismo”.


BIBLIOGRAFÍA

LORENZO RODRÍGUEZ, Juan Bautista. Noticias para la Historia de La Palma.

PÉREZ GARCÍA, Jaime. Casas y Familias de una Ciudad Histórica. La Calle Real de Santa Cruz de La Palma.

- Idem. Fastos Biográficos de La Palma.

- Idem. “Los Carmona de La Palma, artistas y artesanos”.

PÉREZ MORERA, Jesús, Magna Palmensis. Retrato de una Ciudad. «Real Convento de la Inmaculada».

ROIG, Juan Ferrando. Iconografía de los Santos.

 

 

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