SANTO TOMÁS DE AQUINO Y EL MISTERIOSO TEMA DEL MANÁ

Texto y fotografías de José Guillermo Rodríguez Escudero


 

 

 

FUNDACIÓN

El célebre viajero portugués Gaspar Frutuoso llegó a la capital palmera poco tiempo después de la fabricación de esta bella capilla. Por este motivo constituye un testigo de excepción. Nos habló de su construcción, de su iconografía, de su ornamentación y de su retablo de magníficas pinturas. Una de las noticias que han llegado a nosotros del propio Frutuoso, recogida por Fernando G. Martín, es la siguiente: “Luis de Vendaval, que en el tiempo del hambre mantuvo a la gente, como dije, hizo una capilla junto a la mayor de este convento, al lado S, muy hermosa con su retablo de la historia del Santisimo Sacramento y del mana, su alegoria, grande y de hábil pincel, con todos los ornamentos necesarios de brocado, oro y plata, al cual ha dotado con gran patrimonio.”

El convento de San Miguel de Las Victorias se fundó en 1530 sobre una antigua ermita erigida bajo la advocación del Patrón de la Isla. Si bien el convento adoptó este mismo nombre, la ocupación completa de los hermanos Predicadores no se produce hasta después de 1543. El propio Obispo no había dado la autorización para que los frailes emplazaran allí su residencia hasta 1542. Se dijo que fue incendiado y saqueado por los piratas calvinistas en julio de 1553 y que se reedificó posteriormente “mucho mejor que estaba antes”. Para algunos investigadores no parece clara esta afirmación de Frutuoso y tal vez el fuego no llegara tan arriba, a esta zona alta de la ciudad donde se alzaba el monasterio. Incendiado o no, el cenobio necesitó limosnas urgentes para proseguir las obras y reparos y los frailes suplicaron ayuda “a Su Magestad e a los señores de su Real Concejo”

La capilla colateral de la Epístola, dedicada a Santo Tomás de Aquino y erigida por el caballero flamenco Luis Van de Walle, llamado el Viejo , empezó a edificarse en 1554 y concluida en 1567.

 

 

EL ANTIGUO RETABLO

El caballero mencionado en el fragmento de Frutuoso, Lodewijk (en español, Luis) Van de Walle -o Vendaval, como se españolizaba en la época-, fue un importantísimo personaje, perfecta figura del filántropo y lo más cercano a un mecenas renacentista, el más importante que tal vez haya existido en Canarias.

Para algunos investigadores, como los profesores Díaz Padrón y Hernández Perera, era evidente que los valiosos cuadros flamencos que, afortunadamente aún existen en el Convento, y que se atribuyen a Pourbus el Viejo, “el último epígono de la brillante Escuela de los Países Bajos”, no se trajeron para esta capilla, sino para la mayor. Fernando G. Martín y Pérez García ahondan en este punto. Consideran lógico que las tablas formaron parte del retablo donado por Juan de Santa Cruz para el testero de la capilla mayor. Según la tesis de Frutuoso, el único encargo que puede corresponder a las pinturas es el retablo de esa capilla. Pérez Morera también es tajante en este asunto: “equivocadamente se pensó que dichas tablas pertenecían al retablo de la capilla de Santo Tomás… Atendiendo a la descripción que hizo Frutuoso y a la escritura de la dotación de la capellanía de Van de Walle en 1567, desmentimos tal opinión desde 1989 ”.

Otros estudiosos indican que las magníficas tablas tampoco fueron encargados por el gentilhombre flamenco Van de Walle, considerado como el prototipo de caballero moderno, por su nobleza, sus virtudes cristianas y sus cuantiosas riquezas. Tan sólo para este monasterio, donó más de 26.000 ducados, como nos relatan Lorenzo Rodríguez y Viera y Clavijo.

Hay varios estudios que ponen en tela de juicio esta aseveración. En ellos se afirma que las pinturas fueron encargadas por el flamenco, pues en escritura de 1567, ante Bartolomé Morel, ” la comunidad tramitó al citado donante, constando a su costa la construcción de una capilla…”. Así, las pinturas estarían en ese año “ en la capilla edificada por Vandewalle”. El prestigioso profesor Paul Huvenne también indica: “En este sentido, el retablo de La Palma constituye una pieza clave, puesto que puede ser relacionado con el inmigrante flamenco Lodewijk Van de Walle, sobre la base de un documento de 1567, en el que aparece como comprador del retablo”.

Actualmente las seis tablas de San Miguel Arcángel, San Juan Bautista, la Genealogía de Jesús, los Santos Dominicos y las grisallas de San Blas y San Francisco -atribuidas a Pierre Pourbus el Viejo- se encuentran colgadas en la pared izquierda de la nave central y única del templo. Una séptima de mayor anchura, la tabla central del retablo representando al Calvario, hoy está en paradero desconocido. Fue fotografiada por última vez en la exposición de la Bajada de la Virgen del año 1920.

 

   

 

JUAN VAN DE WALLE

El mecenas protegió y auxilió a la Comunidad de Dominicos durante los once años que duró el litigio para la fundación del convento, especialmente en Madrid y Roma, donde se siguió el pleito. Durante esta “contradicción”, don Luis Van de Walle los cobijó en una hacienda suya en Buenavista. Después de haber traído agua a la ciudad, hecho un Pósito en 1560 para los más desfavorecidos (con una renta de 500 doblas de oro anuales), dado dotes a huérfanos, un maravilloso pontifical de brocado para El Salvador, construido gran parte del Hospital de Dolores, donado la imagen de San José para Breña Baja, y así un largo etcétera, funda la capilla de Santo Tomás de Aquino en el Convento dominico. Así consta en la escritura de patronato realizada ante Bartolomé Morel el 27 de septiembre de 1567, tal y como quedó reflejado por Viera y Clavijo.

Es la colateral derecha de la capilla mayor “y así a la parte de la mano derecha entrando por la iglesia y del monasterio yendo al altar mayor y la derecha capilla que el derecho, Luis Van de Walle así ha hecho y por todo acabado y proveida adornada del retablo y de todo lo demás que es necesario para el servicio de toda ella”. Su relación con esta orden es muy fluida y amplia. No sólo invierte muchísimo dinero en su construcción, sino que protege a los monjes durante los difíciles años de su fundación. Uno de sus hijos, Fray Miguel Van de Walle toma los hábitos. La suntuosidad y el esplendor de la capilla tuvieron que ser considerables. Aún conserva su estructura arquitectónica pero, a excepción del frontal de azulejos sevillanos del altar y la espléndida techumbre mudéjar, no ha perdurado ningún otro de sus componentes. Al igual que la capilla colateral del Evangelio -antigua de la Soledad y luego de Santo Domingo- se cierran con espléndidas techumbres mudejáricas decoradas con lacería que se despliega por todos los faldones. Pérez Morera nos informa de que “su deslumbrante policromía, a base de rosetones vegetales sobredorados, motivos florales y temas inspirados en el grutesco renacentista (quiméricas cabezas humanas con senos de mujer y cuerpos de águilas, jarrones y seres fantásticos y monstruosos), dispuestos simétricamente en los frisos del arrocabe, es vivo testimonio del esplendor de antaño”.

Finalmente, entre tanto lujo, instaura el panteón familiar y es enterrado junto a su esposa María Bellid de Cervellón, muerta diecisiete años antes, en 1570, quien también es amortajada con el hábito dominico. El matrimonio había incluido esta capilla en el vínculo de bienes propios, fundado a favor de su hijo primogénito Tomás Van de Walle y de su descendencia. La condición impuesta era la celebración de ciertas festividades o funciones en la capilla. Tras la muerte de este hijo, “entró en el goce y disfute de dicho vínculo y patronato don Luis Vandewalle de Servellón, a quien se le concedió la gracia de hacer una tribuna con salida y puerta a la calle o plaza del convento”. La escritura, con las licencias necesarias, se hizo ante Andrés de Huerta el 19 de octubre de 1730, “expresándose en ella que la llave de esta puerta había de tenerla y custodiarla el patrono, y a la vez se le autorizó también para abrir una ventana sobre la capilla mayor, que no llegó a hacerse”.

Esta prestigiosa familia, siempre ligada a las ramas de su ciudad natal a pesar de la enorme distancia, dotó a la capilla bajo su protección, “de la dignidad que era común en la próspera ciudad europea de donde partieron, para arraigar en las islas hasta nuestros días”. Por su testamento, dejó por heredera a su alma en el remanente de todos sus bienes para que, con lo que quedare líquido, se aplicara al aumento de la capellanía fundada por Luis Vandeval “el Viejo”, con procesión del Santísimo y misa cantada todos los jueves en la capilla de Santo Tomás de la misma iglesia, por haber disminuido la hacienda sobre la que estaba impuesta; para su cuidado nombró a su sobrino Luis Vandeval de Cervellón por ser el único varón descendiente del fundador (A.P.N. 1715)

 

 

 

ADVOCACIONES

A pesar del nombre de la capilla, el tema principal del retablo no es el santo dominico. Se piensa que hubo una tabla pintada con Santo Tomás, pero que no se conserva. El origen hay que buscarlo en su padre, llamado Messire Thomas Van de Walle, “décimo Señor de Lembecke y de otros feudos ” y es posible que esta advocación se haya relacionado con el nombre de este flamenco.

En su testamento declara su “devocion del sanctisimo sacramento de la eucaristia”. El tema de las pinturas que configuraban el antiguo altar, se relaciona con una historia del Antiguo Testamento: el maná o alimento llovido a los hambrientos hebreos desde el cielo durante su penosa travesía en el desierto. Ésta está conectada con la instauración de la Eucaristía por Cristo en la Última Cena. Ambos asuntos se suelen representar conjuntamente en el arte religioso.

 

 

 

EL EXTRAÑO ASUNTO DEL “MANÁ”.

El profesor Pérez Morera ha desarrollado la lectura del retablo definiéndolo como “discurso contrarreformista ”, que defiende la presencia de Cristo en la Sagrada Forma y la exalta como camino de “salvación eucarística ”, en correlación al significado del anejo retablo de la Santa Cruz como “triunfo sobre la herejía”.

Tal y como refleja magistralmente Fernando G. Martín en su obra, se sabe que el maná “está identificado por los científicos con excrecencias del tamarisco segregadas por insectos”. Concretamente en La Palma durante el siglo XVI, los cronistas, como por ejemplo Alonso de Santa Cruz, daba cuenta de un hecho perfectamente conocido: “ay muchos que afirman que se cogia en ella antes que se conquistase una miel que llamavan celestial que la cogian sobre las matas y los montes como copos de nieve; agora cae algunos años”. Así, se recogía un maná sabroso y alimenticio que, incluso llegó a exportarse.

Abreu Galindo nos da más datos: “Habia en esta isla de La Palma, antes que se conquistara, y después muchos años, mucha cantidad de maná, que se cogia en ella y se llevaba a vender a España; el cual dejó de caer y cogerse, después que la arboleda de la cumbre de la isla se perdió ”. Frutuoso apunta también hacia 1567: “Los isleños dicen que antes y despues de ser tomada la isla caia en la cumbre un manjar del cielo, menudo y blanco, como confites…sobre los arboles bajos y espesos como los tagetes, retamas y ajenjos… Ellos lo llamaban Gracia de Dios y maná oloroso…”. Concluye su relato afirmando que, cuando comenzaron “los tratos mercantiles… se perdió para no volver más.” Torriani, que se encontraba en la isla entre 1584 y 1587, también lo señala brevemente: “ ncima de los montes Andenes, que son los más altos, cae algunas veces buenisimo maná ”.

Viera y Clavijo lo describe científicamente: “jugo meloso, concreto, purgante, sabor insipidamente dulce, de la clase de los cuerpos llamados mucosos, que se resuda de algunos árboles y con el calor del sol se condensa en pequeños grumos…”. Leyó libros antiguos que hablaban del maná de La Palma exportado al Norte de Europa.

Fernando Gabriel Martín relaciona el “milagro del maná caído en La Palma” pintado en el retablo encargado por Van de Walle, con la metáfora bíblica, que ya tiene explicación científica. La necesidad de buscarse el sustento a través del trabajo. Él había alimentado literalmente al pueblo palmero en momentos críticos, asemejándose así a Dios cuando alimentó al pueblo hebreo. El palmero y el hebreo, dos pueblos elegidos y unidos por intervenciones milagrosas: un paralelismo que complacería a todos.

Alimento real -maná-, y alimento espiritual -eucaristía- se confunden. Ayuda divina a los hombres a través de la fe; el deber de consumir lo necesario a través del sustento; todas estas ideas y asociaciones bien pudieran deberse a una persona luchadora que quisiese hacer méritos y fortalecer su imagen y protagonismo social. Un modelo de vida perfecto para un caballero ejemplar como Van de Walle.

 

 

 

OTROS ASPECTOS

La imagen de Santo Tomás de Aquino -restaurada en 2007 por el escultor palmero Domingo Cabrera- fue traída de Roma por el doctor don Tomás Van de Walle de Cervellón. Desde entonces permaneció en su nuevo sitio hasta el 28 de marzo de 1956, cuando fue colocado el Cristo de la Columna, obra del escultor Andrés Falcón San José y decorada por Manuel Arriaga Beroa. Costó 9.850 pesetas. La imagen del Divino Cautivo, en escorzo, aparece ligeramente forzada sobre la columna, destacándose en la escultura el buen acabado de sus pies y manos.

Este Cristo es acompañado, desde el 27 de marzo de 1956, por la imagen de la Virgen de La Esperanza en la noche del Martes Santo. La bella talla mariana es una obra de estilo sevillano que luce traje de raso blanco bordado en oro, con un enorme y precioso manto de terciopelo de seda verde. Está entronizada en una esquina de la misma capilla sobre un pedestal.

“Ambas esculturas fueron traídas a Santa Cruz de La Palma por iniciativa de don Dionisio Duque Fernández, para lo cual se hicieron peticiones públicas que arrojaron la cantidad de 20.097,70 pesetas” (de acuerdo con las «Notas Históricas…» del desaparecido historiador palmero Fernández García). Se encargaron a los talleres madrileños de don Manuel Calderot. Los gastos de la celebración de los cultos del Martes Santo (antes la procesión era por la tarde), fueron sufragados en los dos primeros años por su iniciador don Dionisio Duque y por don Aurelio Feliciano. Después ha corrido a cargo del “Licenciado en Medicina ” don Gabriel Duque Acosta.

Se encuentra en esta capilla un cuadro al óleo de la Virgen de la Merced con Santa María de Cervellón y San Ramón Nonato, rematando el conjunto la Stma. Trinidad. Actualmente está acortado ya que se en la parte baja del mismo aparecían las armas de la noble familia de Cervellón, a la que pertenecía la mencionada Santa.


BIBLIOGRAFÍA

Archivos de Protocolos Notariales de Santa Cruz de La Palma , (A.P.N.) Andrés de Huerta Perdomo, 1715.

DIAZ PADRÓN, M Varias tablas inéditas de Pierre Pourbus el Viejo identificadas en la iglesia de Santo Domingo en la isla de La Palma . Estudios Atlánticos. 1984.

FERNÁNDEZ GARCÍA, Alberto-José. « Notas históricas de la Semana Santa en Santa Cruz de La Palma ». Diario de Avisos. (29 de marzo de 1963).

FRAGA GONZÁLEZ, Carmen. La Pintura en Santa Cruz de La Palma; La Arquitectura mudéjar en Canarias.

HUVENNE, Paul, Dr. Discurso sobre Pieter Pourbus . Julio 2002.

LORENZO RODRÍGUEZ, Juan Bautista. Noticias para la Historia de La Palma.

MARTÍN RODRÍGUEZ, Fernando Gabriel. Santa Cruz de La Palma. La ciudad renacentista.

PÉREZ GARCÍA, Jaime. Casas y Familias de una Ciudad Histórica. La Calle Real de Santa Cruz de La Palma, Madrid, 1995.

 

 

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