LA ANTIGUA ERMITA DE SAN ANTONIO Y NUESTRA SEÑORA
DE LAS MARAVILLAS EN BREÑA BAJA (ISLA DE LA PALMA-CANARIAS)

Texto y fotografías de José Guillermo Rodríguez Escudero


 

El noble Señor Ventura de Frías Salazar tuvo, entre otros títulos, los de “Caballero de la Orden de Calatrava, Maestre de Campo por Su Majestad y Regidor perpetuo de esta isla de La Palma y vecino de ella y a cuyo cargo esta el gobierno de las armas de esta isla por el Rey Nuestro Señor”. Ostentó también el Patronato de la ermita que, bajo las advocaciones de Nuestra Señora de Las Maravillas y San Antonio de Padua, se erigía en el término municipal de Breña Baja. 

Fue fundada y “principiada a fabricar en el año de 1620” por el Doctor Pedro Escudero de Segura, presbítero y protonotario apostólico de S. Santidad, en una hacienda de su propiedad, según consta en la escritura otorgada ante el escribano público Juan de Alarcón el 5 de julio de 1653. Pero fue Ventura de Frías Salazar quien la acrecentó cogiendo para ello parte de su finca, “a su costa y por propia voluntad, sin obligación alguna”; levantó sus paredes “seis palmos más, la enladrilló de nuevo y le puso techo de madera limpia”. También hizo una bonita reja de balaustres que dividía tres o cuatro varas el altar del resto del templo, donde se acomodaba la familia del poderoso caballero.

Recordemos que era muy frecuente que las familias poderosas comprasen asientos en las capillas. Por ejemplo, Ventura y su esposa, Leonor de Sotomayor Topete, compraron asiento en la parroquial de San Pedro de Breña Alta, adosado al arco junto al escaño donde se sentaba el Alcalde del lugar, siendo concedido el 5 de febrero de 1640 por el Visitador General Diego Vázquez.  Así, consta que el alguacil de la iglesia “puso alfombra y cojín en aquel sitio y se sentó doña Leonor de Sotomayor y sus criadas en señal de posesión y mas familia y se llamo dueña y señora de dicho asiento y arrimo”.

Siguiendo con las obras de la ermita de Breña Baja, también Ventura fabricó el campanario cuya espadaña tenía capacidad para dos campanas, una mediana y otra pequeña y abrió una puerta hacia su hacienda. Fabricó a su costa el retablo mayor con ocho columnas pintadas al óleo “con tres nichos en uno de los cuales he puesto un Niño Jesús de bulto de bronce sobredorado y en otro esta Nuestra Señora de Las Maravillas que es de seis palmos y en otro bulto del señor San Antonio todos dorados y grabados (…) y las dichas dos imágenes de Nuestra Señora y San Antonio tienen la una una corona y la otra una diadema de plata”

Posteriormente se entronizó en el retablo mayor a la imagen de Santiago Peregrino, proveniente de la parroquia de San José de Breña Baja. Es de madera policromada y colorista, tallada en el siglo XVII. Este santo asciende las cuestas hasta llegar a parroquia de San José en alegre romería típica durante las Fiestas de Santa Ana. Tiene lugar cada año a mediados de julio.

La imagen del Santo portugués fue enviada desde Lisboa, precisamente ciudad natal de San Antonio, por Juan de Salazar y Frías, hermano “del Don Ventura”. Nótese la diferente colocación de apellidos en los nombres de los dos hermanos: “de Salazar y Frías /de Frías Salazar”. Dice un códice que perteneció al archivo del Sr. Marqués de Guisla Guiselín que, según la tradición, esta ermita había sido oratorio de Pedro de Vergara el Viejo, que allí “hacía vida penitente”. Así mismo, puso todos los ornamentos necesarios para decir misa, como un cáliz y patena sobredorada, un misal, etc. Así se desprende de los Archivos Notariales de Juan Alarcón de 1653, recogidos por el espléndido trabajo del historiador Jaime Pérez García, merecido Cronista Oficial de Santa Cruz de La Palma.

Leonor Antonia de Sotomayor dejó en herencia a Antonio y a Leonor Antonia, dos de sus hijos, 98.490 reales a partes iguales. También les otorgó el patronato de la ermita. En el testamento “cerrado, que fue abierto” el 22 de febrero de 1667 ante el escribano don Tomás González de Escobar, “fundó una memoria de dos misas rezadas, una en la Ermita de San Antonio de Breña Baja, día de Ntra. Señora de Las Maravillas y la otra en el Capítulo del Convento de Santo Domingo”. Se hallaba en una hacienda de viña “asi de malbasia como de bidueño y tierra calma, con las casas, bodegas, dos lagares, y dos tanques, con treinta y seis toneles y dos pipas o pipotes (…) en la qual hacienda esta una ermita dedicada a San Antonio con todo lo necesario para su adorno y celebrar en ella”

La ermita, junto con la hacienda, pasó con posterioridad a la Casa de Guisla y fue causa de un proceso judicial muy controvertido y de una gran notoriedad en el seno de la sociedad capitalina. La finca fue dividida en dos partes, una orientada hacia la ciudad, que le quedó portada y callejón con entrada, y la otra, con dos fanegadas menos pero apreciada en igual cantidad que la anterior. Se valoraron en 4000 ducados cada una y fueron adjudicadas a Antonio y Leonor Antonia Salazar de Frías los que debían echar a suerte su posesión. 

La ermita de la Virgen y San Antonio, orientada al naciente y edificada en el mismo solar de la actual iglesia del barrio, quedó para uso común entre ambas fincas. Lamentablemente desapareció, como otras edificaciones históricas palmeras, para dar paso a una terrible construcción de frío cemento que nada tiene que ver con el pasado glorioso de un pueblo. Afortunadamente, hoy en día existe una profunda concienciación acerca lo que no se debe hacer. Para llegar a esta lógica disposición ha habido numerosas obras de arte que han sucumbido bajo las insensatas directrices de algunos “profesionales”.

San Antonio de Padua, el Patrón del Barrio, lleva el largo hábito franciscano pardo y gris oscuro, que cae en numerosos pliegues, ceñido con cordón de varias vueltas. Se agarra de una de las borlas doradas una pequeña figura que pende en el lateral derecho del santo. Es posible que se trate de otro de sus atributos, una escena sacada de un milagro: la salvación de un hombre al caer de una casa en construcción.

Al franciscano portugués, famoso taumaturgo y predicador, se le representa imberbe, joven (murió en Padua a los 36 años en 1231) y con una ancha tonsura monacal. Como atributos personales, muy frecuentes en su iconografía, porta una fina vara de azucena de plata en su mano derecha, mientras que con la izquierda mantiene al Niño Jesús desnudo y de pie sobre un libro rojo. Se le ha conseguido imprimir una penetrante mirada y grandes ojos, pequeña boca, cuello largo en forzada posición hacia delante. Sobre su cabeza lleva una pequeña aureola en forma de estrella. En sus festividades se le coloca un gran manto negro bordado en hilo de oro.

Ante el escribano público don Andrés de Huerta, el 18 de diciembre de 1719, fue fundada la Fiesta de San Antonio de Padua, por Leonor de Salazar, cada dos años y “una capellanía de misas rezadas todos los domingos y días festivos por su intención”. Lorenzo Rodríguez nos informa de que fue el mismo día y mes, pero del año 1714. Así mismo concreta que el total de misas que amparaba la capellanía ascendía a sesenta.

Se dice que es un privilegio para los vecinos de San Antonio el poder venerar a la Virgen bajo esta sugestiva e inusual advocación en Canarias, “de las Maravillas” por ser muy pocos los lugares donde se le rinde culto con dicho título. La Virgen, de pelo negro largo con raya al medio, sostiene sobre su brazo izquierdo una imagen muy peculiar del Niño Jesús. Se trata de un pequeño “Pantocrátor”, que porta la bola dorada del mundo (símbolo del Salvador) en su pequeña mano izquierda, mientras que con la derecha alzada se encuentra en posición de bendecir, esto es, dedos índice, pulgar y medio extendidos, con la palma hacia el observador. 

La Virgen de Las Maravillas porta una delicada flor de plata en su mano derecha y también un rosario extendido entre ambas manos. Otra joya, aparte de la corona real y de las ráfagas también de plata del Niño, son dos grandes zarcillos que penden y surgen desde debajo de la melena de la Virgen. Ésta lleva un ampuloso manto terciado oscuro y recogido hacia delante sobre su hombro izquierdo sobre el que se apoya el Niño. Ambos llevan túnicas de color rojizo con cuello dorado.

La Virgen tomó parte en la solemne y multitudinaria procesión hasta el barrio de “La Polvacera”, junto a todas las imágenes marianas del término municipal de Breña Baja, con motivo de la conmemoración del Primer Centenario de la promulgación del Dogma de la Inmaculada Concepción, en 1954. Actualmente, la Virgen de las Maravillas sigue acompañando al Patrón del Barrio en sus desplazamientos procesionales durante las vísperas y onomásticas del Santo cada 13 de junio, bajo grandes exhibiciones de fuegos de artificio, ofrendas de un pueblo orgulloso de sus tradiciones.


BIBLIOGRAFÍA

FERNÁNDEZ GONZÁLEZ, Gustavo Adolfo. Parroquia de San José de Breña Baja. Historias, tradiciones, recuerdos, CajaCanarias, 2003

FERRANDO ROIG, Juan. Iconografía de los Santos, Ediciones Omega, Barcelona, 1950.

LORENZO RODRÍGUEZ, Juan Bautista. Noticias para la Historia de La Palma, t. I y II, La Laguna- Santa Cruz de La Palma, 1975 y 1997.

PÉREZ GARCIA, Jaime. Casas y Familias de una Ciudad Histórica. La Calle Real de Santa Cruz de La Palma, Madrid, 1995 

 

 

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