ESPAÑA E ITALIA. UNA ATRIBUCIÓN A FRANCESCO GALLEANO

Miguel Ángel Castellano Pavón


 

La aparición de una publicación que lleva por título "España y Génova" -la primera de una serie llamada España e Italia, dedicada a las relaciones mantenidas durante siglos entre ambos países, a la que seguirán "España y Bolonia" y "España y Nápoles"-, incluye un artículo de sumo interés, firmado por la prestigiosa profesora Fausta Franchini Guelfi, de la Università degli Studi di Genova, titulado: "La escultura de los siglos XVII y XVIII. Mármoles y maderas policromadas para la decoración de los palacios y las imágenes de devoción". Es la primera vez que dicho escrito de Franchini Guelfi sale editado en castellano.

Comienza la autora haciendo referencia al año 1671, cuando la Nación Genovesa de Cádiz ponía la siguiente inscripción en el arquitrabe de una suntuosa capilla de mármol, apenas terminada, en el interior de la, por entonces, Catedral de Cadiz, la actual Catedral Vieja o Iglesia de Santa Cruz: “Esta capilla es propia de la Nación Genovesa. Reedificase con este retablo de jaspes y alabastro año de 1671”. La monumental arquitectura de mármoles polícromos recoge el típico modelo del altar genovés de la primera mitad del siglo XVII. En ella estaban colocadas las estatuas de mármol blanco de los cuatro santos protectores de Génova: San Juan Bautista, San Jorge, San Lorenzo y San Bernardo, situándose en el tímpano la figura del Padre Eterno flanqueado por ángeles, y en el nicho, sobre las gradas situadas para los candelabros, una Virgen con el Niño, también de mármol, representada según la iconografía de la Madonna Regina di Génova, codificada por la República en el año 1637. Todo el trabajo fue confiado a dos escultores genoveses de origen lombardo, los primos Tomaso y Giovanni Tomaso Orsolino, unidos en sociedad desde el año 1646. Dado que en la actualidad se está restaurando la mencionada obra, y que los santos aludidos se trasladaron para decorar la Catedral Nueva de la capital gaditana, aunque no parece que se correspondan con los primitivos por sus dimensiones, sería en todo caso recomendable devolver a su origen lo que, en un momento de penuria, sirvió para decorar la nueva Seo en su apertura en el año 1832. Las imágenes de la capilla, especialmente la escultura de la Madonna -que, además, conserva restos de una inscripción en su base-, aún poseen fragmentos de la policromía original, aplicada para adecuar las efigies al gusto de la retablística española del momento.

Comenta también la profesora Franchini Guelfi en dicho trabajo: “El éxito de la capilla de los genoveses condicionó otras obras realizadas posteriormente: en 1673, el Cabildo de la Catedral confiaba a los escultores Andrea Andreoli y Stefano Furgón, naturales de Carrara, el portal mayor de la iglesia, con seis estatuas de mármol que habrían de ser de la misma calidad que la de la capilla de la Nación”. Debemos mencionar que dicha portada se encuentra hoy en día desmontada casi en su totalidad, en los aledaños de Santa Cruz, próxima al Teatro Romano. En su día, Fierro Cubiella propuso su rescate y definitiva colocación en su lugar de origen. Qué duda cabe que la antigua Catedral gaditana ganaría suntuosidad y todo el entorno -Plaza de Fray Felix, Casa de Contaduría, Casa del Obispo y el futuro Mirador entre ambas Catedrales- se vería engrandecido.

También para Cádiz realizó otro escultor italiano, Jacobo Antonio Ponsonelli, obras de prestigio. En 1683, don Francisco Navarro, almirante de la flota de las Indias, estipulaba con el mencionado Andrea Andreoli, co-autor del portal mayor de la Catedral Vieja, un contrato para la construcción de un monumental retablo mayor de mármoles polícromos, en la iglesia gaditana de Santo Domingo, dedicado a Nuestra Señora del Rosario, protectora de los navegantes que recorrían la llamada Ruta de las Indias. La reciente restauración del retablo ha descubierto las firmas de los escultores que colaboraron con Andreoli: el igualmente citado Stefano Furgón para la Crucifixión, la Santa Catalina de Siena y el San Francisco, y Jacopo Antonio Ponsonelli para el Santo Domingo. Un equipo de Carrara, activo en Génova, que llevaron a cabo una estrecha colaboración arquitecto-empresario-escultor para ejecutar una obra de gusto típicamente español. Es muy probable que a Ponsonelli le hubieran sido suministrado también los dibujos a los que amoldarse para esculpir el Crucifijo y los catorce finísimos bajorrelieve de mármol del Vía Crucis, antes ubicados en la calle que llevaba a la iglesia de los Padres Capuchinos, y actualmente colocados en la Capilla del Cementerio y en la iglesia de San Antonio de Cádiz, respectivamente.

Continúa el trabajo hablando de Francesco María Schiaffino y de Aprile, y de los trabajos que realizó para Cádiz, pero nosotros nos vamos a detener en las obras documentadas o atribuibles con certeza al célebre escultor genovés Antón María Maragliano y al mejor de sus discípulos, Pietro Galleano.

De Anton Maria Maragliano sólo cita Franchini Guelfi el San Rafael Arcángel de la Iglesia del hospital de San Juan de Dios, encargado en 1726 por el comerciante genovés Angelo María Necco; el dramático Crucificado de la Salud, realizado entre los años 1733 y 1736 para el convento del Carmen de San Fernando, y la Virgen del Carmen (Portacoeli) del templo gaditano del mismo nombre. De Pietro Galleano afirma la autora que es obra segura suya el San José con el Niño, firmado por el artísta, que recibe culto en el convento del Carmen de San Fernando. A su hermano menor, Francesco, también emigrado a Cádiz, ciudad donde permaneció hasta su muerte, en el año 1753, está documentado el Cristo Resucitado de la iglesia de San Francisco, realizado entre los años 1729 y 1730.

De este último escultor, Francesco Galleano, que trabajó en la ciudad durante varios años, deben todavía hallarse muchas obras, mientras que hasta hoy no tenemos ninguna pieza segura de Giovanni Battista Maragliano, hijo de Anton, activo en Cádiz durante algunos años hasta su traslado a Lisboa. Al respecto, hay que resaltar cómo en su obra Escultura Genovesa, Artífices del Setecientos, el escultor, restaurador e incansable investigador gaditano José Miguel Sánchez Peña, al referirse al Cristo de la Vera Cruz de Cádiz -asignado hasta la fecha al napolitano Giuseppe Picano (1773)-, lo da por obra de un autor desconocido, seguidor de Maragliano, haciendo además un esbozo biográfico de Giovanni Battista. En lo referente al grupo llamado de los Misterios Dolorosos del Rosario, proveniente del Convento de Padres Capuchinos y hoy en el Museo Provincial de Cádiz (Sala de Murillo), lo atribuye a Francesco Galleano.

Hace algunas décadas, fue comprado a un anticuario gaditano un Crucifijo de igual tamaño que el de los citados Misterios. La similitud en cuanto a modelado y policromía respecto a dicha obra es lo que nos induce a publicar por primera vez su foto. Consideramos que está, a la vez, muy en la línea del Cristo de la Vera Cruz de Cádiz y que serán los investigadores de los Archivos de Protocolos lo que tendrán la última palabra.


BIBLIOGRAFÍA

JOSE MIGUEL SANCHEZ PEÑA. Escultura Genovesa. Artífices del Setecientos en Cádiz, Cádiz, 2006.

FRAY VICENTE DIAZ. El Vía Crucis de Ponzanelli, Cádiz, 2001.

SANGUINETI DANIELE. Antón María Maragliano, Génova, 1998.

JOSE LUIS COLOMER, PIERO BOCCARDO, CLARO DI FABIO. España y Génova. Obras Artistas y Coleccionistas, Madrid, 2004.

JUAN Y LORENZO ALONSO DE LA SIERRA. Guía Artistica de Cádiz y su Provincia, Tomo I, Cádiz, 2005.

 

 

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