MARÍA, PRIMER SAGRARIO. APROXIMACIÓN Y RECUERDO DE UNA OBRA PERDIDA

Francisco Manuel Ramírez León y Miguel Ángel Castellano Pavón


 

 

"Llevaba a Dios en sus entrañas
como una preeucaristía.
¡Ah, qué procesión del Corpus
la que se inició aquel día!"

(Fragmento del Himno de laudes de la Visitación de la Virgen María a su prima Isabel)

 

Para los católicos, los Dogmas de la Santa Madre Iglesia son materia de fe. Los referidos a la Virgen, como Madre del Redentor, marcan en todo una atención especial, sin que ello signifique que se dejen de lado los demás. Los Dogmas de María son la Maternidad, Inmaculada Concepción, Perpetua Virginidad y Asunción.

En Cádiz son muchas las representaciones que existen del venerado Dogma de la Inmaculada Concepción de María, sobresaliendo la que entroniza el retablo del Oratorio de San Felipe Neri, obra magnífica de Bartolomé Esteban Murillo. Actualmente, la podemos contemplar en todo su esplendor en la Sala de los Libros Cantorales de nuestro Museo Catedralicio, tras ser restaurada bajo el auspicio de la Fundación Las Edades del Hombre.

Destacamos así mismo, y en el mismo Museo Catedralicio, la Inmaculada Concepción del murillesco Miguel Alonso de Tovar, que podemos contemplar en la Sala de la Contaduría, y la del también seguidor de los esquemas murillescos, el mexicano Michel Cabrera, con sus singulares aires cuzqueños. En el Museo de Cádiz resaltamos una anónima obra sevillana, de finales del siglo XVI o principios del XVII, que viste manto azul y túnica roja, colores propios de esta iconografía antes de imponerse el blanco de pureza derivado de las visiones místicas de Santa Beatriz de Silva; además, otra obra de Murillo procedente del desaparecido Convento de Capuchinos que representa a una casi infantil María, o las representaciones inmaculadistas de otras escuelas, como la exuberancia barroca que nos muestra Francisco Rizzi, pintor de la escuela madrileña. También existe una representación muy interesante de la Inmaculada Concepción en el presbiterio de la Catedral Nueva, encima de la bajada a la cripta, regalo de una feligresa y firmada por Francisco Bayeu, pintor del siglo XVIII.

Pero no es nuestra intención realizar un recorrido artístico por las distintas representaciones inmaculadistas presentes en las iglesias y plazas de Cádiz; y mucho menos enredarnos con asuntos divinos -disquisiciones teológicas o católicos dogmas-, pues plumas más sabias que la nuestra seguro que con mayor acierto ya se han ocupado, tanto de lo primero, como de lo segundo. Simplemente, hacemos uso de estas líneas para dar a conocer que tuvimos la ocasión, muy desgraciadamente desaprovechada, de poseer dentro de estas representaciones inmaculadistas, una que sólo podemos tratar de excepcional, sin menosprecio de las mencionadas. Y no lo decimos de forma gratuita, sino por su genial autoría y su vinculación a episodios notables de la historia y cultura de Cádiz.

A finales de la década de los 40 del pasado siglo, una distinguida gaditana, Isabel María Roa Sánchez, dona por motivos desconocidos una representación inmaculista para su restauración y posterior colocación en el Museo de Bellas Artes de Cádiz, por aquellos años separado del Arqueológico. Pasado los años, no ve conseguido su objetivo, terminando por recibir un escrito, que presentamos como prueba fehaciente de todo lo que detallamos (Figura 2), en el cual se le ruega que, ante la imposibilidad de colocación del lienzo en el Museo, disponga su retirada.

 

 
 
Figura 1. Detalle de la Inmaculada de Écija (Sevilla), atribuida a Francisco de Goya

 

El mencionado cuadro fue finalmente retirado y, supuestamente, vendido a un anticuario. Una vez restaurado, se expuso en una Feria de Antigüedades celebrada, por aquel entonces, en el recién restaurado Paseo Marqués de Contadero de la ciudad de Sevilla.

En el periódico ABC, en concreto en su apartado "Tribuna Abierta" del jueves, día 6 de Diciembre del año 1984, apareció un artículo titulado "En torno a la Concepción de Écija", firmado por el crítico de Arte aragonés Francisco Zueras Torrens (Barbastro (Huesca), 1918 - Córdoba, 1992). En dicho artículo, Zueras atribuía a Francisco de Goya un lienzo de la Inmaculada Concepción de una colección de Écija (Sevilla), obra pictórica que no es otra que la que Isabel María Roa Sánchez quiso legar al Museo de Cádiz.

 

 
 
Figura 2. Carta dirigida a Dª Isabel M. Roa Sánchez invitándola a retirar la obra.

 

Destaca Zueras el “aire murillesco” perceptible en ciertas zonas del cuadro, que bien pudieran ser consecuencia de la admiración que provocó en Goya el descubrimiento de Murillo en su primer viaje andaluz, y afirma que otro aspecto que le hizo pensar rápidamente en Goya al estudiar la obra de Écija fue la cabeza de la Virgen, “puramente goyesca como lo son los ángeles, algunos con la “fealdad” que les imprimía a veces el desigual don Francisco; y el manto que se aleja del revolotear andaluz para acercarse a la manera manierista aragonesa”.

Para otorgar a la obra un más que posible origen gaditano, recuerda Zueras en su artículo la relación de amistad entre Goya y el comerciante y coleccionista gaditano Sebastián Martínez, además de la que surgió con el mentor y mecenas de la Santa Cueva, el Padre José Marcos Sáenz de Santamaría, Marqués de Valde-Íñigo.

 

 
 
Figura 3. A la izquierda, Autorretrato de Francisco de Goya, óleo sobre lienzo de 42 x 28 cm, pintado entre los años 1790 y 1795, y conservado en la Real Academia de San Fernando (Madrid). A la derecha, Retrato de Sebastián Martínez, pintado también por Goya; se trata de un óleo sobre lienzo de 93 x 68 cm, pintado en el año 1792 y conservado en el Metropolitan Museum Nueva York. En la hoja que sostiene el retratado Martínez se puede leer: “D. Sebastian Martinez. Por su Amigo Goya. 1792”.

 

Muy claro recoge María Pemán en su estudio La Colección Artística de D. Sebastián Martínez, El Amigo de Goya en Cádiz, los fuertes vínculos de amistad que se tejieron entre Francisco de Goya y el mencionado coleccionista gaditano: “en Cádiz vivía en la calle Don Carlos (hoy Sacramento), número 69, dónde fue a parar Goya cuando cayó enfermo en Sevilla, y vino a Cádiz pensando encontrar mayor atención médica, dada la fama de que gozaba el Colegio de Cirugía gaditano”. Bendita amistad ésta, la surgida entre el de Fuendetodos y los gaditanos, pues gestó y llevó a buen fin lo que supone uno de los más preciados tesoros artísticos de Cádiz: los lienzos para la Capilla Alta del Oratorio de la Santa Cueva, obras cumbres salidas de la paleta del genial artista aragonés.

El 6 de Enero de 1985 aparece en Diario de Córdoba, un nuevo artículo de Zueras, “La Inmaculada de Goya localizada en Écija, de una colección de Cádiz” que afirma: “ahora hace un mes se difundió por toda España la noticia de mi descubrimiento en Écija de un cuadro de Goya, con el tema de la Inmaculada Concepción, a consecuencia de lo cual han sido muchos los que se han dirigido a mi solicitando detalles de esta atribución. Y esto es lo que me ha llevado a escribir un informe especial para este diario... Estudioso de la obra de Goya en general y de la religiosa en particular, sabía que mi genial paisano había pintado tres cuadros con el tema de la Inmaculada. Uno en 1784 para el Convento de Calatrava de Salamanca, que desapareció en la Guerra de la Independencia. Otro, el boceto de esta obra, de 80 x 41 cms., que fue adquirido por Gaspar de Jovellanos, conservado en el Museo del Prado. Y el tercero pintado para don Sebastián Martínez, a raíz de cuando Goya fue a Cádiz a hacerle el retrato que se conserva en el Museo Metropolitano de Nueva York y a concretar las pinturas de la Santa Cueva”.

Con fecha del 8 de Diciembre de 1987, aparece en el suplemento El Cultural de ABC, otro artículo sobre la obra, esta vez firmado por J. Félix Machuca:“A los tres años de la polémica se sigue sin saber el autor de la Concepción de Écija”, en el que se puede leer: “la Junta de Andalucía, a través de una comisión de especialistas, fiscalizó en 1984 la Feria de Antigüedades sevillana con la sana intención de que nada de lo que fuera interesante para el patrimonio andaluz pudiera salir de su potestad, La citada obra, sucia y con huellas indudables de abandono y deterioro fue adquirida por un particular residente en Cádiz... Con la polémica en la calle en los círculos artísticos andaluces, ni la Junta ni los especialistas del Museo del Prado, que fueron invitados por la Delegación de Cultura Y Turismo de Écija, se plantean la necesidad de analizar la obra y descifrar su autoría. Tan sólo un matrimonio zaragozano a título personal, se personó en Écija para ver la exposición y familiarizarse con el cuadro. Este matrimonio compuesto por Carlos Barboza y Teresa Grassa, son restauradores de arte y expertos en temas devocionales goyescos. En su día restauraron los frescos de la cúpula del Pilar, así como los de de la Cartuja Aula Dei... Sobre la autoría del mismo no dudaron en señalar que pertenecía a la etapa de plenitud de Goya”.

 

 
 
Figura 4. A la izquierda, estudio de la cabeza de un ángel para la decoración al fresco de la Basílica del Pilar (Francisco de Goya, hacia 1772). En el centro, detalle del rostro de la Inmaculada de Écija. A la derecha, detalle de La Aguadora, óleo sobre lienzo pintado por Francisco de Goya en torno a 1810-1812 y conservado en el Museo de Bellas Artes de Budapest. La marcada esfericidad de la cabeza, así como el dibujo del rostro en la obra de Écija, nos parecen características cercanas al estilo de Goya.

 

En Mayo de 2005, con motivo de la celebración del Día Internacional de los Museos, se expuso la obra al público en el Palacio Episcopal de Córdoba, en una muestra titulada La Inmaculada Concepción y Goya. La prensa local, en concreto el rotativo Diario de Córdoba, recogió la noticia, ilustrándola con las palabras de José María Palencia Cerezo, conservador del Museo de Bellas Artes de la capital cordobesa. No sólo toma Palencia Cerezo lo concluido por Zueras, sino que además, aporta la hipótesis de que la obra fuese pintada para formar parte del estudiado conjunto decorativo diseñado para exaltar al Santísimo Sacramento de la Sala Alta de la Santa Cueva, aunque finalmente, en su lugar, se colocase el retrato que el pintor alemán afincado en Cádiz, Franz Xavier Riedmayer, le hiciese a Valde-Íñigo tras el fallecimiento de éste en el año 1804.

A este respecto, cuan rompedor y disonante nos resulta, en cuanto a su relación con el simbólico lenguaje que maneja el repertorio iconográfico del Oratorio, la inclusión de un retrato del Padre Santamaría en la Sala Alta. Y más aún si aparece el dicho retrato simulando coronar la Capilla mayor de la Sala Sacramental; en principio, sitio de privilegio normalmente reservado a una grave representación divina. Esto no ha de significar que estemos abogando por un cambio en la disposición del sistema iconográfico -a la sazón, andar trastocando los bienes artísticos que allí se atesoran-, y menos aún, si éste se varía a capricho o argumentando dudosos motivos estéticos; muy al contrario: la Santa Cueva ha de mantenerse siempre intacta en este sentido, pues salvando lo apreciado con el retrato del mentor, la mayoría del conjunto -desde el encuentro con su fachada, pasando por la Sala Baja, hasta llegar a la Alta-, están pensados y diseñados con el sólo fin de mostrar al creyente un camino de salvación a través de la penitencia y la eucaristía. Piadoso trayecto que se iniciaba con la visión de la Virgen del Refugio de Riedmayer, y que habría de culminar, si finalmente es certera la hipótesis, con la contemplación de la goyesca Inmaculada Concepción, acentuándose la figura de María como mediadora según dictan los postulados católicos.

Siguiendo con nuestro estudio, no podemos obviar el magnífico trabajo publicado por Palencia Cerezo en 2005: La Inmaculada Concepción y la Pintura Religiosa de Francisco de Goya. Se detiene en un más que pormenorizado análisis de la obra, que justifica la mano de Goya en su realización; el modelo compositivo que lo aleja de lo murillesco y, por ende, de lo sevillano; la pintura “soterrada” presente en la obra (por ejemplo, un medallón que sujeta María), rasgo típico y casi exclusivo de Goya que ya observó Zueras; la clara filiación estilística con las pinturas de la Santa Cueva; el poco movimiento de los ropajes, puesto que el propio Goya consideraba inadecuado para la representación de este icono un vuelo excesivo de los mantos; el rostro de María, de clara filiación goyesca, así como el descuido en el modelado de las manos. Y podríamos continuar enumerando características goyescas de la obra -ya sea particularidades en su ejecución, colorido, acabado, estilo, o incluso referencias claras a los modelos imperantes en la época-, que para Palencia Cerezo acercan, y no poco, el lienzo a la producción de Goya.

 

 
 
Figura 5. A la izquierda, detalle de la Inmaculada Concepción del Museo de Louvre, obra de Anton Raphael Mengs (Aussig, 1728 - Roma, 1779), figura fundamental del Neoclásico. A la derecha, Inmaculada Concepción que presidía los aposentos de Carlos III, obra también de Mengs. Expoliada por los ejércitos de Napoleón en 1808, fue recuperada en el año 2007 por Patrimonio Nacional. La obra del notabilísimo pintor bávaro, sobre todo la desaparecida Inmaculada de la Casa de los Gremios de Madrid, formaba parte del acervo de modelos a imitar por los pintores españoles de la época. En Goya es apreciable el influjo del alemán en el Crucificado que realiza en 1780, con motivo de su ingreso en la Real Academia de las Bellas Artes de San Fernando, pues tomó claras referencias del Crucificado Expirante de Mengs conservado en el Palacio de Aranjuez. En el caso que tratamos, la mirada alta, húmeda y emocionada, de enormes ojos y cargadas ojeras de la Inmaculada conservada en Écija, son para Palencia Cerezo, más que probables indicios de que la obra está siguiendo modelos mengsianos.

 

Se supone, además, que la obra fue ejecutada en el momento histórico en que Goya estuvo avecindado en Cádiz, pues esta representación de la Inmaculada Concepción, al contrario de lo que se ha concluido con los magníficos medios puntos de la Santa Cueva, parece ser que pudo haber sido realizada en Cádiz, tal vez en casa de Sebastián Martínez, según hipótesis lanzada por Zueras y recogida por Palencia, y pintada por Goya con el objeto de regalársela a su anfitrión Martínez o a sus hijas, como también apuntó Zueras, en señal de agradecimiento por el exquisito trato recibido durante su convalecencia. Cabe pensar también otro fin menos altruista: ser obra destinada al Oratorio de la Santa Cueva, como adorno y complemento de un muy rico repertorio simbólico que nunca debería de perder, y que bien se nos muestra desde la misma calle Rosario con la Virgen del Refugio de Riedmayer.

Quede aquí pues, testimonio de otra gran pérdida: una Inmaculada Concepción de Francisco de Goya, correspondiente a la estancia del artista en la capital gaditana, la cual se englobaría, sin duda, dentro de lo mejor de la producción religiosa del afamado pintor de Fuendetodos.


BIBLIOGRAFÍA

En torno a la Concepción de Écija”. Zueras Torrens, Francisco. Periódico ABC, sección Tribuna Abierta, 6 de Diciembre de 1984.

“La Inmaculada de Goya, localizada en Écija, de una colección de Cádiz”. Zueras Torrens, Francisco. Periódico Diario de Córdoba, 6 de Enero de 1985.

“A los tres años de la polémica se sigue sin saber el autor de la Concepción de Écija”. Machuca, J. Félix. Periódico ABC, 8 de Diciembre de 1987.

“Celebración del Día Internacional de los Museos”. P. Lara. Periódico Diario de Córdoba, 19 de Mayo de 2005.

“La colección artística de Don Sebastián Martínez, el amigo de Goya en Cádiz”. Pemán Medina, María. Consejo Superior de Investigaciones Científicas, Instituto Diego Velázquez. Madrid, 1979.

“Goya en la Santa Cueva de Cádiz”. Torralba Soriano, Federico. Banco Zaragozano, 1983.

“Monumentos restaurados. La Santa Cueva de Cádiz”. Varios autores. Fundación Caja Madrid, 2001.

Guía artística de Cádiz y su Provincia [I]. Cádiz y Jerez. Varios autores. Fundación José Manuel Lara y Diputación de Cádiz, 2005.

“La Inmaculada Concepción y la pintura religiosa de Francisco de Goya”. Palencia Cerezo, J.M. Córdoba, 2005.

 

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