EL RETABLO DE LA ASUNCIÓN DE VADOCONDES (BURGOS). PROYECTO DE RESTAURACIÓN

13/08/2019


 

 

Introducción

Vadocondes, en la provincia castellana de Burgos, es uno de esos pueblos de la España vaciada. Ubicado a pocos kilómetros de Aranda de Duero, sus 369 vecinos no se han querido resignar a ver cómo su patrimonio se deteriora y, ante los escasos recursos económicos, han puesto en marcha un proyecto de micromecenazgo (ver enlace) que les permita reunir los 30.000 euros necesarios para restaurar el retablo mayor de estilo barroco que preside la Parroquia de la Asunción, así como de varias pinturas murales que lo rematan.

La campaña de micromecenazgo se puso en marcha hace unos días. Ahora que el pueblo multiplica sus habitantes con la llegada de numerosos veraneantes, la parroquia destinará de forma íntegra la colecta de la eucaristía del próximo 15 de agosto, solemnidad de la Asunción y fiesta titular del templo. La generosidad de vecinos y parroquianos ha hecho posible que, en los últimos años, se hayan podido restaurar las tallas dedicadas a San Antonio, San José y Nuestra Señora de la Asunción que forman parte del retablo.

 

 

Historia

El retablo fue realizado entre 1751 y 1757 siguiendo la tendencia iniciada por el arquitecto y escultor Policarpo de Lanestosa a mediados del siglo XVII de organizar el retablo en un solo cuerpo, con banco y remate y dividido en tres calles. El retablo adopta en su parte superior el modelo "de cascarón" para adaptarse completamente al testero del templo, adquiriendo una forma apuntada al ajustarse al ámbito gótico del presbiterio.

Esta tipología de retablo fue muy común en la provincia de Burgos desde mediados del siglo XVII hasta mediados de la centuria siguiente. El banco queda dividido en dos partes iguales por un nicho que se extiende hasta ocupar también parte del primer cuerpo.

En el referido nicho se alza un tabernáculo expositor divido en dos cuerpos: el primero es una caja para la custodia de la Eucaristía -cerrada por una pequeña puerta con el relieve del pelícano típicamente relacionado con este sacramento- y el segundo otra caja del tipo hornacina alargada verticalmente donde aparece una custodia de orfebrería para la exposición del Santísimo Sacramento. Con el fin de dotarla de un mayor barroquismo, la segunda caja queda decorada con espejos y flanqueada por columnas decoradas con motivos vegetales. Esta tipología de sagrario no aparecerá hasta mediados del XVIII.

El cuerpo del retablo queda dividido en tres calles por cuatro columnas de orden gigante decoradas con hojarasca, medallones, tambores, telas y guirnaldas. En la calle central encontramos invadiendo parte del entablamento superior una hornacina con la imagen de Nuestra Señora de la Asunción, obra del afamado escultor Manuel Romero Puelles Elcarreta.

El maestro Manuel Romero fue el encargado de realizar todas las tallas de este retablo en 1754, caracterizándose sus obras por un tratamiento en los pliegues de los paños sumamente menudos y nerviosos, cuidando bastante las proporciones de sus obras y otorgando a los rostros de sus esculturas un naturalismo un tanto edulcorado que, en parte, se aproxima a la estética del rococó.

El remate en forma de cascarón queda dividido en tres partes por cerchones. El cerchón está compuesto por una serie de piezas colocadas desde la culminación del retablo y con sentido descendente. Dos cerchones van recorriendo el arco toral y otros dos van hacia abajo dividiendo el cascarón en tres partes. Los cerchones sirven como soporte de las piezas de relleno. El espacio central alberga una hornacina con la talla de San Fernando.

El conjunto del retablo queda rematado con una imagen del Padre Eterno.

Las pinturas se localizan en la bóveda del presbiterio. Interesante conjunto decorativo con motivos vegetales, ángeles y otras representaciones con abundante colorido y gran calidad. Son murales barrocos del último tercio del XVII, a priori anónimos. Se aplicarían mediante la técnica del seco, con pintura al temple, aglutinado con huevo y cola, sobre un enlucido de yeso que a su vez descansa sobre un enfoscado de mortero de cal y arena.

 

 

Patologías

El estudio preliminar relativo al estado de conservación de las obras, ha sido desarrollado fundamentalmente a partir del análisis organoléptico realizado sobre las mismas, siendo el punto de partida: percepciones a través de los sentidos (vista, tacto), registros fotográficos normales, etcétera.

En esta fase previa a la restauración queda pendiente realizar las correspondientes pruebas de solubilidad que permitirán obtener datos de interés para la intervención, como son la posible presencia de repintes y barnices sobre el original, tan importante en la toma de decisiones sobre la limpieza, la reintegración o el barnizado del conjunto. El referido diagnóstico corresponde a la inspección de las zonas más accesibles del retablo, no descartando la posibilidad de que posteriores análisis puedan aportar nuevos datos referentes a la estructura técnica de la obra y su estado de conservación.

En general el estado de conservación del retablo es irregular. Desde el punto de vista estructural no hay desajustes importantes, pero en lo referente a otros aspectos como el estado del soporte, la capa de preparación, la policromía y la capa de protección sí aparecen zonas con importantes deterioros o pérdidas.

La obra ha estado expuesta a múltiples agentes de deterioro: roturas -especialmente de partes salientes como molduras y elementos del conjunto decorativo-, fragmentos desaparecidos como consecuencia de las roturas, elementos no originales como sotabancos o clavos, elementos metálicos oxidados, separación de las uniones por el asentamiento de los retablos y las variaciones de humedad y temperatura, y desplazamiento de los paneles.

También se observa un ataque de insectos xilófagos en distintos puntos del retablo, así como gran cantidad de polvo acumulado, pérdidas de preparación, levantamientos, pérdidas y abrasiones del dorado, lagunas muy abundantes y de pequeña dimensión en la policromía, alteración del color y desgastes por la acción del hombre, limpiezas abrasivas, golpes, etcétera.

Por último, respecto al retablo, es manifiesto el amarilleamiento del barniz, quemaduras y humo acumulado por la combustión de velas, lo que ha producido el levantamiento de ampollas y el ennegrecimiento de la policromía, restando así al retablo gran parte de su brillo y luminosidad.

En cuanto a la pintura mural, su estado de conservación aparentemente no es malo aunque está en un proceso degenerativo que precisa de un tratamiento de conservación con el fin de paralizar el deterioro. Cabe imaginar que los principales problemas puedan estar relacionados con la presencia de humedades procedentes de posibles filtraciones de la cubierta del templo. Se puede afirmar en un primer análisis visual la existencia de suciedad sobre la superficie -procedente de polvo y humo de velas principalmente-, así como las faltas en la pintura y en la preparación y lo que parecen acumulaciones de moho y hongos a causa de la humedad.

 

 

Criterios de intervención

Cualquier tratamiento de conservación o restauración supone una causa de degradación para el objeto. Es por ello necesario observar algunos principios generales que regulen y limiten el alcance de las intervenciones, tratando de conjugar la importancia de los diferentes valores de la obra.

Por lo tanto, las bases sobre las que se debe articular la intervención restauradora son: el conocimiento del objeto a tratar y los principios teóricos, atendiendo a diversos puntos de vista, con la finalidad de intentar conseguir una visión de los retablos lo más abierta posible.

De esta manera, se llevará a cabo un estudio interdisciplinar que alcance el mayor número de aspectos posibles de la obra, tales como: el análisis de técnicas y materiales constitutivos, el estudio histórico, análisis estilístico, compositivo e iconográfico, así como las patologías desarrolladas y el conocimiento del devenir histórico de la misma, con las aportaciones que la hayan enriquecido, o por el contrario la desvirtúen.

Los criterios de intervención serán los siguientes: respeto a la obra original, realizando únicamente las intervenciones necesarias para la pervivencia de la obra, devolviéndole su función y unidad estética; todos los tratamientos realizados en la obra serán discernibles y reversibles; las actuaciones se realizarán con la finalidad de devolver la unidad a la obra, utilizando materiales y técnicas compatibles con las originales; se evitarán las falsificaciones y que la restauración cobre más importancia que la obra original; la obra será tratada como un conjunto, tratándose los problemas particulares que puedan surgir de forma individualizada.

 

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