UNA OBRA DE BLAS HERNÁNDEZ BELLO EN CORTEGANA (HUELVA)

Jesús Abades


 

 

La imagen de Nuestro Padre Jesús Nazareno de Cortegana es probablemente la talla documentada más antigua de cuantas existen en la provincia onubense sobre la iconografía de Jesús con la Cruz al Hombro. Su autor, el escultor e imaginero Blas Hernández Bello, a pesar de sus innegables cualidades artísticas y de tratarse de un autor coetáneo al propio Juan Martínez Montañés, es, lamentablemente, muy poco conocido.

La obra que nos ocupa, de clara influencia montañesina, no es sólo una de sus mejores creaciones, sino también la única, al menos que se sepa, que realizó sobre el referido tema.

Precisamente, su primera obra conocida se sitúa en la provincia de Huelva, concretamente en el desaparecido retablo de la Parroquia de San Martín, de Niebla, contratado con Juan de Oviedo El Viejo y Jerónimo Hernández el 27 de junio de 1586. Su labor, documentada en 1588, se concretó en retomar, junto con Gaspar del Águila, la parte escultórica encomendada a Jerónimo Hernández, debido al fallecimiento de éste en 1586 (1). Lamentablemente, tan soberbio ejemplar fue destruido en 1936.

Se sabe también que formalizó numerosos contratos de obras para las Indias, como la Virgen del Rosario, de la mexicana ciudad de Valladolid (Yucatán) o un San Felipe y un Santiago Ecuestre para Puerto Rico (1610). Ya a finales del siglo XVI se tiene constancia de la existencia de encargos de tallas religiosas por parte de los Frailes Dominicos, de Guatemala (2). En 1619 concertó para Los Palacios (Sevilla) la talla de un Crucificado, gracias a lo cual se pudo determinar la cronología del Nazareno de Pasión hispalense, puesto que en dicho contrato se le impone como condición que la corona de la efigie fuera "de la materia y hechura de la que tiene el Cristo Nazareno de la Cofradía de la Pasión dentro de la Merced" (3).

Otras obras documentadas de Blas Hernández son el San Sebastián de Olvera (Cádiz), el San Lorenzo de Utrera (Sevilla), fechado en 1608, y el San Nicolás de Tolentino de La Campana (Sevilla), también de 1608 (4).

Como hemos apuntado, la obra de Blas Hernández Bello se verá, al igual que otros artistas contemporáneos suyos como Juan Gómez o Luis de la Peña, muy influenciada por el sello artístico de Juan Martínez Montañés, dominante, prácticamente, en la primera mitad de la centuria (5). No se sabe la fecha exacta de su nacimiento (se estima que debió ser en torno al año 1560), pero sí que era natural de Salamanca y que debió de trasladarse a Sevilla hacia 1586, ciudad en la que residió hasta su muerte, acaecida en 1626 (6).

 

 

El Cristo de Cortegana (Huelva) le fue encargado a Blas Hernández Bello por el entonces mayordomo de la Cofradía de la Vera Cruz, Juan Martín Míguez, el 7 de julio de 1607. El precio de la imagen, cuya medida era de seis palmos, se estipuló en 34 ducados por la talla -que debía ser en madera de pino- y 20 ducados por la policromía, labor que corrió a cargo del pintor Diego de Saucedo.

En 1936 la obra sufrió graves daños, ante lo cual se encomendó al taller de Cayetano González Gómez, orfebre y diseñador sevillano que también contrataba tareas de imaginería, la restauración de la cabeza y la ejecución de nuevas manos, pies y candelero (7). En 1992 la talla fue nuevamente restaurada por el escultor e hispalense Juan Manuel Miñarro, quien limpió la policromía, consolidó ensambles y le realizó un nuevo cuerpo, totalmente anatomizado, respetando escrupulosamente las partes primitivas (actualmente, mide 150 cm de altura). Según Miñarro, a la imagen le habían sido también repuestas parte del cabello, pues el original había sufrido pérdidas, y el antiguo candelero era una especie de ridículo barril con una pésima labor de carpintería.

A pesar de semejantes reformas, la efigie sigue siendo una gran obra de arte y merece figurar entre las mejores hechuras cristíferas existentes en el panorama escultórico onubense. La noble testa, presenta cabellera con raya al medio, distribuida en onduladas guedejas que caen hacia delante, dejando ocultas ambas orejas. La barba, bífida, ha sido modelada mediante ondulantes rizos que terminan en dos sinuosos mechones, demostrando el autor una singular pericia con la gubia a la hora de esculpir la pilosidad rugosa de su contorno, separándola de la tersura y suavidad de las mejillas. El bigote, partido al centro, deja ver casi la totalidad del labio superior, al igual que el inferior; muy carnoso. El rostro, de majestuosa belleza varonil, advierte una expresión sufriente, aunque no exenta de dulzura. Los ojos, pintados sobre la madera, muestran gran vivacidad y naturalismo, presentando, incluso, la policromía de los capilares que causan su enrojecimiento. Las cejas son pintadas y se encuentran en marcado fruncimiento, que provoca la forma en "uve" del entrecejo. La nariz es recta y la boca aparece entreabierta, mostrando tallada la dentadura superior, lo que, junto a la inclinación de la cabeza hacia abajo y a la derecha, intensifica la comunicación con el espectador. La carnación es tostada.

Un gran hematoma, fruto de los golpes recibidos por las caídas, daña el pómulo izquierdo, donde los regueros de sangre, provocados por la corona de espinas superpuesta, son más abundantes, y se extienden también por la frente, párpado izquierdo, pómulo derecho y cuello. De la nariz y de las comisuras de los labios manan dos finos hilos de sangre, éstos últimos debidos a una posible mordedura de la lengua. Manos y pies presentan un acertado modelado, muy acorde con el resto de la escultura. Los dedos son tensos y abrazan la cruz, cilíndrica y arbórea, que porta, como es habitual, sobre el hombro izquierdo. La imagen adelanta la pierna izquierda, en pronunciada zancada, denotando una decidida actitud caminante. La complexión del Varón es corpulenta, lo que obedece a que se halle poco doblegado por el peso del madero.

En resumen, la efigie, muy venerada por el pueblo serrano de Cortegana, presenta una composición propia de la imaginería de la época, implantada por Martínez Montañés; una imaginería cuyos caracteres hemos apuntado con anterioridad, y en la que prima la belleza formal y la serena expresividad, en detrimento de los excesos dramáticos que inundarían el llamado barroco dinámico de la segunda mitad del siglo. Popularmente conocido como El Señor del Calvario, recibe culto en la ermita del mismo nombre, reedificada en 1974 sobre los antiguos terrenos del cementerio de la villa, y es titular de una cofradía de penitencia fundada en 1706 (8).

 


 

BIBLIOGRAFÍA

(1) CARRASCO TERRIZA, Manuel Jesús. La Escultura del Crucificado en la Tierra Llana de Huelva, Huelva, Diputación de Huelva, 2000, p. 158.

(2) A.A.V.V. Pintura, Escultura y Artes Útiles en Iberoamérica, 1500-1825, Madrid, Cátedra, 1995, p. 230.

(3) GÓMEZ MORENO, María Elena. "Escultura del Siglo XVII", publicado en Ars Hispaniae, volumen XVI, 1963, p. 180.

(4) HERNÁNDEZ DÍAZ, José. "La Escultura Andaluza del Siglo XVII", en "La Escultura y la Arquitectura Española del Siglo XVII", volumen XXVI de Summa Artis, Madrid, Espasa Calpe, 1982, pp. 73, 112, 227 y 231.

(5) BERNALES BALLESTEROS, Jorge; GARCÍA DE LA CONCHA-DELGADO, Federico. Imagineros Andaluces de los Siglos de Oro, Sevilla, 1986, p. 45.

(6) PATRÓN SANDOVAL, Juan Antonio. "El Escultor Blas Hernández Bello, Autor de la Concepción Niña de la Iglesia de San Francisco de Tarifa", publicado en Aljaranda, nº 78, Tarifa (Cádiz), 2010, pp. 12-28; PALOMERO PÁRAMO, Jesús Miguel. El Retablo Sevillano del Renacimiento: Análisis y Evolución (1560-1629), Sevilla, 1983, p. 318.

(7) SANCHA SORIA, Félix. "Cortegana", publicado en Huelva Cofrade. Historia de la Semana Santa de Huelva y su Provincia, volumen III, Sevilla, Tartessos, 1997, pp. 319-320.

(8) SUGRAÑES, Eduardo. "Semana Santa en la Provincia de Huelva", por Huelva Información, 1997, p. 341.

 

 

Fotografías de la Hermandad del Nazareno de Cortegana

 

Volver          Principal

www.lahornacina.com