RAFAEL TEGEO


 

 
 

Virgen del jilguero

1825-1828
Óleo sobre lienzo
Museo Nacional del Romanticismo (Madrid)

 

Rafael Texedor Díaz, conocido en el mundo del arte como Rafael Tegeo (Caravaca de la Cruz, Murcia, 1798 - Madrid, 1856) es un artista fundamental en la escena artística de la primera mitad del siglo XIX, y uno de los primeros introductores de la sensibilidad romántica en la pintura española. La vida de Tegeo es la de un artista singular, a veces no bien entendido, y cuya leyenda ha sustituido la ausencia de una monografía amplia y honesta que recorriera con precisión la vida y la obra del autor.

A pesar de la notoriedad de algunas de sus principales obras, Tegeo es una de las figuras más desvirtuadas del panorama de la pintura del siglo XIX. Perteneció a una generación de artistas que la Historia del Arte ha invisibilizado, debido a su compleja posición a caballo entre dos mundos, el del Clasicismo académico y el Purismo romántico. Sin embargo, su producción es clave para comprender la complejidad del arte romántico español y su moderna actitud es crucial para entender la nueva posición del artista en la sociedad.

Tegeo llevó a cabo su primera formación artística en Murcia, trasladándose después a Madrid para estudiar en la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando. Allí se educó en la pintura neoclásica de la mano del alicantino José Aparicio. Trabajó, además, ayudando a Fernando Brambilla, italiano afincado en España y pintor de cámara del rey Fernando VII. De esta forma, Tegeo se familiarizó con la pintura decorativa y de paisaje, temáticas que serían fundamentales para sus obras posteriores.

En 1822 viajó a Roma por su cuenta, donde permaneció hasta 1827 disfrutando del ambiente cosmopolita de la ciudad. Estos años le reportaron influencias de los grandes maestros del Cinquecento, así como las vías del Neoclasicismo tardío italiano. A su vuelta a España en 1828, Tegeo fue nombrado miembro honorario de la Real Academia de San Fernando, en la que ostentó distintos cargos a lo largo de su carrera. Con motivo de su ingreso en la Academia, realizó "Hércules y Anteo", una de sus grandes obras de carácter mitológico.

 

 
 

Hércules y Anteo

1835-1836
Óleo sobre lienzo
Museo Nacional del Prado (Madrid)

 

Destacó como pintor de grandes composiciones religiosas, como pintor de Historia y como retratista, tal y como lo habían hecho los grandes maestros que le precedieron. Pero su rica personalidad no aceptó los límites impuestos a los géneros artísticos y trascendió los hábitos de su tiempo para dedicar igual interés a las escenas de costumbres, al paisaje y a las vistas urbanas que introducía en sus composiciones, así como a la escultura, que le servía de inspiración, concediéndoles la misma relevancia que al resto de su obra.

La representación del cuerpo masculino en su obra, produjo cambios en el arte español del siglo XIX. Por otro lado, sus compromisos políticos con el Liberalismo tiñeron su nombre y su actividad creativa, lo que le convirtió también en un temprano ejemplo de artista comprometido ideológicamente ante sus contemporáneos.

Tegeo comenzó su carrera pública dedicado a la pintura religiosa y consolidó su prestigio tras atender varios encargos sacros. Desde Italia, en los años que culminaba su formación artística, envió obras inspiradas en la Historia Sagrada y a su vuelta, en la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, presentó otras obras religiosas para afianzar su estatus de artista.

La década de 1830 del siglo XIX fueron los años de esplendor del artista, en los que realizaría decoraciones para el Casino de la Reina y el Palacio Real de Madrid. En estos mismos años recibe importantes encargos del infante Sebastián Gabriel, para el que ejecuta varias obras, tanto religiosas como mitológicas, caso de "Antíloco lleva a Aquiles la noticia del combate sobre el cadáver de Patroclo" (colección particular) y "Diomedes, asistido por Minerva, hiere a Marte" (Museo de Bellas Artes de Murcia). Otra obra mitológica fundamental dentro de la producción de Tegeo es "Combate de lapitas y centauros" (Museo del Prado).

Al mismo tiempo, se impuso como uno de los retratistas de mayor fama en la imperante sociedad burguesa del romanticismo español. Con una concepción capaz de integrar la tradición dieciochesca, sus retratos al aire libre fueron sin duda los más apreciados, conjugando en ellos una profunda atención a la dimensión psicológica de los modelos. En 1846 fue nombrado pintor de cámara de la reina Isabel II. A su servicio retomó su actividad como pintor de composiciones históricas. Para su esposo realizó una de sus obras más destacadas, el "Episodio de la conquista de Málaga" (Colecciones Reales de Patrimonio Nacional).

 

 
 

Ibrahim-el Djerbi en la tienda de la marquesa de Moya, cuando se intentó asesinar a los Reyes Católicos

1850
Óleo sobre lienzo
Palacio Real (Madrid)

 

El retrato fue el género que más fama y dinero reportó al pintor murciano a lo largo de su vida. Desde el comienzo de su carrera le proporcionó una clientela estable, que le permitió además afrontar con cierta libertad su posición frente a las grandes instituciones, de las que logró mantenerse relativamente independiente. Próximo a la Real Casa, no fue retratista de Cámara hasta el final de su carrera. 

Tegeo fue reconocido como pintor de Historia de alto y merecido crédito a pesar de lo exiguo de su producción dentro de este género. Su prestigio, consolidado primero a través de la pintura sacra, se transformó, una vez asentado en la Corte, como creador de imágenes mitológicas y luego históricas, casi siempre por encargo.

A partir de que el Museo del Romanticismo adquiriera la "Virgen del Jilguero", pieza clave de su producción religiosa y una de las más depuradas de toda su producción, dicha institución puso en marcha la recuperación de la figura de Tegeo, poco conocido e inadecuadamente estudiado, a pesar de la importancia de su papel en la escena artística de su tiempo. A esta adquisición se sumó, poco después, la generosa e importante donación de la pareja de retratos de Jacinto Galaup y María del Pilar Ordeig, que también formarán parte de la exposición y que son un claro exponente de la maestría en el arte del retrato a la que llegaría Tegeo en la década de 1840.

Famoso en su tiempo, Tegeo fue la víctima perfecta, durante los años siguientes, de los prejuicios del gusto de historiadores del arte y coleccionistas, que relegaron su figura hasta caer en el olvido. Tras un periodo de encumbramiento, sufrió una paulatina postergación. Es tiempo ya de que el pintor recobre el sitio que le corresponde entre los maestros de la pintura española del siglo XIX.

 

 
 

Antonia Cabo con su hermana y con su hijo Mariano Barrio Cabo

Hacia 1839
Óleo sobre lienzo
Museo Nacional del Prado (Madrid)

 

El Museo del Romanticismo (Calle San Mateo 13, Madrid) presenta hasta el próximo 17 de marzo Rafael Tegeo 1798-1856, la primera muestra monográfica que se celebra sobre un artista fundamental en la escena artística de la primera mitad del siglo XIX. La muestra, repartida por distintos espacios del Museo, se compone de unas 30 obras de Tegeo, uno de los primeros introductores de la sensibilidad romántica en la pintura española, procedentes de instituciones como Patrimonio Nacional, el Museo del Prado o la Real Academia de San Fernando. A través de esta exposición, comisariada por Carlos G. Navarro y Asunción Cardona Suanzes, el Museo del Romanticismo recupera su huidiza figura en su más amplia extensión, y propone una nueva lectura de su producción artística, esencial en el contexto de su tiempo, reordenada y liberada de viejos prejuicios. Tanto en la sala de exposiciones como en los distintos escenarios creados a lo largo de las salas del Museo, el visitante podrá encontrarse con el esplendor de su arte, a través de las obras maestras de su producción. Horarios: martes a sábado, de 09:30 a 18:30 horas; domingos y festivos, de 10:00 a 15:00 horas; lunes, cerrado.

 

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