PIETER SAENREDAM


 

 

Pieter Saenredam nació el 9 de Junio del año 1597 en Assendelft, un pueblo situado al norte de la ciudad de Haarlem (Países Bajos). Era hijo único del grabador Jan Pietersz Saenredam (1565-1607). Tres días antes del décimo cumpleaños de Pieter, murió su padre. Al año siguiente, su madre, Anna Pauwels, se instaló con él en Haarlem, que a la sazón era uno de los principales centros pictóricos de los Países Bajos septentrionales.

Saenredam permanecería toda su vida en esa ciudad. A los quince años de edad, entró de aprendiz en el taller del pintor de historia y retratista Frans Pietersz. de Grebber (hacia 1573-1649), donde seguiría trabajando durante diez años. El 24 de junio de 1623 ingresó como maestro pintor en el gremio de San Lucas, en cuyo consejo ocupó diferentes cargos a lo largo de la década de los años treinta y cuarenta.

El hecho de que Saenredam eligiera como especialidad la pintura de arquitecturas tiene que ver sin duda con los círculos que frecuentaba. Desde la década de los veinte era amigo de Jacob van Campen (1595-1657), uno de los principales arquitectos del Siglo de Oro neerlandés. Los dos artistas se conocían del taller de Frans Pietersz. de Grebber, donde ambos coincidieron durante los años en que seguían formación artística. También más tarde volverían a cooperar en diversas ocasiones. Van Campen realizó un retrato al carboncillo de su amigo, en el que aparece en una pose informal y relajada, con el brazo derecho descansando sobre el respaldo de una silla.

Otras tres personas del entorno directo de Saenredam que influyeron en su desarrollo fueron, por un lado, Salomon de Bray (1597-1664) y Pieter Post (1608-1669), quienes, al igual que Van Campen, eran a la vez pintores y arquitectos; y, por otro, el agrimensor Pieter Wils, que trabajó entre 1621 y 1647 aproximadamente. De estos tres nombres fue Wils quien mayor impronta en Saenredam, pues fue quien le inició en los secretos de la perspectiva.

Que se sepa, Saenredam nunca trabajó por encargo. Podía permitirse esa autonomía porque era económicamente independiente. Una herencia de su padre y una participación considerable en la Compañía de las Indias Orientales le aseguraron unos ingresos básicos medios de por vida. Además, poseía obligaciones a cargo de la ciudad de Haarlem. Otra fuente de ingresos puede haber sido también el comercio de obras de arte. En 1658 vendió una Madonna de Jacob van Campen y en 1663 mantuvo negociaciones con el coleccionista francés Balthasar de Monconys sobre el precio de un cuadro de Pieter van Laer.

 

 

Su relativa prosperidad le permitió recopilar en el transcurso de los años una considerable colección de arte y una importante biblioteca. Apenas se sabe nada de las pinturas de su propiedad, pero sí estamos muy bien informados acerca de su colección de obras de arte sobre papel. Entre ellas había una amplia selección de dibujos de los siglos XV y XVI de maestros holandeses y alemanes como Jan van Scorel, Hendrick Goltzius, Albrecht Altdorfer y Hans Holbein. Uno de los puntos culminantes de su colección era el famoso cuaderno de dibujo romano de Maerten van Heemskerk. El hallazgo de un ejemplar del catálogo de la subasta de su colección bibliográfica nos ofrece la imagen de un gran aficionado a los libros que demostró interés por temas tan dispares como la teología, la historia nacional, la medicina y las descripciones de ciudades y países. Sentía predilección por los autores romanos y griegos, que leía traducidos.

Tras la muerte de su esposa en 1646, Saenredam no volvió a casarse. Falleció a finales de mayo de 1665 y fue enterrado en la nave sur de San Bavón de Haarlem, la misma iglesia que había retratado en distintas ocasiones.

Los dibujos y las pinturas de Saenredam fueron siempre muy solicitados y valiosos, cobrando popularidad sobre todo después de 1900. Su obra ejerce una gran fascinación por distintos motivos. Saenredam introdujo algunas formas de perspectiva, al tiempo que aplicó de manera consecuente el punto de vista y el punto de fuga. Su sentido del espacio arquitectónico, su buen ojo a la hora de elegir el ángulo y el uso de colores pálidos que recuerdan a las pinturas al temple, hacen que sus obras sean tan especiales. En sus pinturas, Saenredam somete el campo visual a las reglas de la perspectiva. A través de sutiles modificaciones y de pequeñas reorganizaciones espaciales, transmite una ilusión de profundidad, así como una imagen idealizada.

El espectador no contempla el espacio de forma panorámica, como sucede en la realidad, sino que mira la profundidad como si, por así decirlo, fuera un cíclope. Como si su mirada se estrechase ante la infinidad arquitectónica. Así, Saenredam introdujo en el arte una manera de mirar que era, a la vez, estructurante y esclarecedora, y que en ocasiones resulta abrumadora, tanto para los coleccionistas y los aficionados como para muchas generaciones de artistas después de él.

Efectuaba mediciones in situ , hacía dibujos técnicos y elaboraba bocetos de la fachada y del interior de las iglesias. A menudo, muchos años después, esos trabajos le sirvieron de base para realizar dibujos de construcción que constituyeron el punto de partida de las pinturas de arquitecturas más espectaculares del siglo XVII. Saenredam corregía las proporciones del edificio y suprimía algunos detalles, como las anclas, aunque en ocasiones también elementos más importantes y más llamativos, si lo consideraba necesario para la representación pictórica. El resultado de sus modificaciones es invariablemente una composición más monumental. La sencillez y la claridad del espacio pintado -tanto de los interiores como de los exteriores- son casi siempre extraordinarias.

 

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