Nacido en el municipio cántabro de Santoña, en el año 1909, se trasladó a Madrid junto a su familia con tan sólo cinco años de edad. En su adolescencia, inicia sus estudios artísticos en el estudio de Enrique Sierra, siendo apadrinado en el mundo artístico por el Premio Nobel Jacinto Benavente.

Tras los avatares de la Guerra Civil (1936-1939), inicia una vida artística y humana que lo convierten en un testigo de excepción de lugares, hechos y personajes decisivos de la historia española del siglo XX.

Sus creaciones, de gran sobriedad, se caracterizan por una personalísima fusión entre los cánones tradicionales de la imaginería sacra y la corriente del realismo figurativo que influyó decisivamente en el arte sacro del XX.

De sus manos salieron numerosísimas obras, sobre todo religiosas, repartidas por todo el mundo, y ciudades como Linares, Zamora, Madrid, Valladolid, Jaén, Santoña, Zaragoza o Astillero poseen magníficas muestras de la perfección técnica que como imaginero y, en general, escultor encumbraron a Víctor de los Ríos. En la fotografía, pueden observar la efigie de Santa Marta que el escultor gubió para la ciudad de León.

En sus últimos años volvió a su villa natal, de la cual salió por su delicado estado de salud hacia una institución de Santander, donde falleció el 13 de diciembre de 1996, a los 87 años. En estos últimos años, el Ayuntamiento de Santoña le ha concedido, a título póstumo, la Medalla de Oro del Municipio y el título de Hijo Predilecto.