NICOLÁS PRADOS

Pablo Jesús Lorite Cruz


 

 
 
Primer plano del Yacente de las Angustias de Úbeda
Fuente: GUERRERO HUESO, Antonia

 

Contextualiza su vida Bonet Salamanca entre 1913 y 1990, por tanto contemporáneo a Amadeo Ruiz Olmos y cinco años mayor que Francisco Palma Burgos. Una vida artística encuadrada en los grandes artistas de la postguerra española. Nace en Granada, muy joven se traslada a Almería, si bien en 1931 lo tenemos estudiando en la Escuela Superior de Bellas Artes de Madrid (su padre Nicolás Prados Benítez había sido profesor de la escuela de artes y oficios de Granada), en 1939 vuelve a su ciudad natal donde comienza a trabajar con su cuñado Francisco López Burgos (famoso por una obra polémica: el monolito dedicado a José Antonio Primo de Rivera) y que parece ser que tenía el taller en la calle Paz del barrio de la Magdalena -si bien por fechas de obras debía de tener anteriormente un trasiego entre las dos ciudades-. Si a esta circunstancia sumamos su colaboración con los talleres madrileños del sacerdote Félix Granda, en donde trabajan grandes maestros de la época como José Capuz o Luis Ortega Bru, es muy común que la obra de Prados López se diluya, además de un problema por añadidura, su estado enfermizo ya que padecía epilepsia.

Una falta de estudio aún no ha permitido definir sus etapas artísticas en donde habría que añadir una producción pictórica de la que se conoce muy poco, unos peculiares diseños de tronos, retablos como el de la Fuensanta de Murcia y una interesantísima colección de panteones entre los que se pueden destacar los existentes en el campo santo de Granada, por ejemplo el de los Fernández de Osuna (1963). Algunas veces se han dado razones de que en realidad fue mejor artista de carrozas que de imágenes, algo incierto.

El mismo Prados López definió como su obra maestra a las Angustias de Úbeda. Realizada en 1942 había sido costeada por Bonifacio Ordoñez Quesada, hermano mayor de dicha cofradía y alcalde de Úbeda en aquellos momentos en que se bendice y venera en la capilla del Hospital de Santiago hasta su clausura. No queda claro el porqué Prados López consigue este encargo, es el mismo año en que Ruiz Olmos llega a Úbeda por el "efecto llamada" de un supuesto concurso para realizar el Cristo de la Caída, amañado por la presencia y capricho del octogenario Mariano Benlliure. Aunque el granadino, como veremos posteriormente, años antes había tenido un comportamiento similar en Málaga; en este caso no se ofreció, sino que directamente fue contactado por el alcalde ubetense en Granada. Se supone que dicho letrado lo debía de conocer. Mediante una idealización absoluta de la Piedad crea el que se supone el rostro de su esposa (no queda claro). Se trata de una niña con rasgos herederos de Torcuato Ruiz del Peral. El parangón principal es con Santa María de la Alhambra. La anatomía es parecida; la gran obra de Ruiz del Peral presenta a un Cristo con posiciones tortuosas, mientras que Prados López apuesta por líneas muy clásicas. El rostro de María es muy apacible, la tristeza es psíquica más que física. A diferencia el Cristo es totalmente patético, claramente influenciado por José de Mora. Visto de lejos es de líneas muy suaves, piel muy limpia, no hay rigor mortis; siendo sostenido en el regazo de la Madre por la espalda. La mano derecha de la Virgen agarra cuidadosamente la diestra del yacente -detalle tomado de la imagen de la Alhambra, aunque cambia de lado-. El juego de pliegues es interesante, el paño de pureza casi utiliza la técnica de los paños mojados, mientras que el manto de la Virgen se desarrolla con mayor pesadez. El Cristo no gira su rostro hacia el fiel, está reservado a la mirada de María, su cara está amoratada, la boca abierta y ensangrentada (destaca la dentición -heredera del magisterio de Mora-), sequedad de la garganta sin vida, líneas zigzagueantes, ojos blancos entreabiertos, mascarilla alargada y con cierta sinuosidad, apertura muy fuerte del maxilar inferior... En resumen una lección de patetismo neobarroco. Indicó el imaginero en vida que ese Cristo emulaba un ataque epiléptico. Muchos años después de haberla realizado, y con su taller cerrado, se llevó Prados López las Angustias a Granada para restaurarla antes de fallecer. Ya en los años 80, tras una visita a Úbeda, la restauró gratuitamente en dicha localidad para dejarla como la concibió, pues se encontraba totalmente revestida y en muy mal estado de conservación.

Se conoce otra piedad del autor que bascula en los mismos años, si bien no tiene documentada una fecha exacta ni un porqué del encargo, nos referimos a las Angustias venerada en la iglesia de San Francisco de Ceuta. Si en la de Úbeda se inspira en Santa María de la Alhambra, en este caso es una copia de la patrona de Granada con una iconografía muy asimilada en Ceuta por ser Nuestra Señora de África también una Quinta Angustia. Independientemente del uso tan peculiar del altar delante de María para exponer al Hijo (como si fuera una sacerdotisa oferente), Prados López deja su firma en la gramática del Cristo, muy parecido al ubetense.

 

 
 
Angustias de Úbeda
Fuente: propia

 

La primera vez que lo podemos ver presentarse como escultor es un muchacho de 24 años que en 1937, en plena contienda civil, se ofrece en Málaga para realizar el Yacente de la Hermandad del Santo Sepulcro (antiguo convento del Císter). A diferencia de Granada, en Málaga se habían perdido muchas obras por las diferentes revueltas, un tanto atípicas, pues mientras por ejemplo Santo Domingo por lo que simbolizaba fue arrasada, no se tocó San Juan, si bien era un lugar fácil para recibir encargos. Afín a ese rostro patético de Úbeda, aunque mucho más tranquilo, reposado y agradable a la vista a pesar de ser un yacente en donde destaca un ligero suspiro y los ojos blancos ligeramente entreabiertos, pausado con una presentación de la cabellera fina y compacta, así como una musculatura relajada en donde el quinto estigma sangra aparentemente seco sin presentar un excesivo uso de la sangre y una limpieza en la piel muy llamativa. Hay que destacar sus carnaciones, donde las tonalidades agrisadas y la falta de sangre llevan a una clara herencia e influencia de Benlliure, que en aquellos momentos frecuentaba una Málaga en la que dejó una interesante parte de su obra, además de ser un consejero muy apreciado por los nuevos imagineros que comenzaban.

No es el único encargo que ese año recibe en Málaga, concretamente hace la Virgen de la Caridad para la hermandad del Amor (santuario de la Victoria), imagen de vida efímera en Málaga pues en 1948, por no ser aceptada la estética de la misma es sustituida por una imagen de Francisco Buiza, siendo la obra de manera oral llevada a Motril. Aunque ésta es la versión oficial, lo que ocurre con ella en Motril es una historia oscura nada clara. Parece ser que pasa a formar parte de la cofradía de la Expiración que se acababa de refundar y años después se vuelve a disolver (finales de la década de los 60). Dicen que la Virgen iba de rodillas junto al crucificado que se sacó a la calle durante esos años, pero que en un momento indeterminado la dolorosa se pierde en un incendio, tema escabroso pues parece ser que éste no fue fortuito, es posible que decidieran deshacerse así de ella porque no gustara. Todo es documentación oral que no podemos demostrar, el tema no cae demasiado bien al preguntarlo por lo que no nos extrañaría que estemos ante un atentado a la imaginería pasional de carácter sorpresivo por el uso del fuego, remitimos a otros casos estudiados y demostrados: Cfr. LORITE CRUZ, Pablo Jesús. "El atentado a la imaginería patrimonial religiosa en las últimas décadas: el caso de Amadeo Ruiz Olmos." Trastámara. ASCUESJA, Jamilena, N.º 4, 2009, pp. 5-21.

Anteriormente, en 1939, había realizado la Virgen del Amor de la hermandad del Rico que se veneró hasta 1980 en la parroquia de Santiago de Málaga, sustituida por la actual de Antonio Joaquín Dubé de Luque. Es cierto que en comparación con otras imágenes marianas no se consideraba muy acertada, quizás por la extraña posición de los ojos. Actualmente la obra de Prados López se encuentra en una urna, convertida en un busto en el salón de actos de la casa de hermandad del Rico (agradecemos dicha información a don José María de las Peñas, archivero de la citada hermandad).

Ambas dolorosas, Amor y Caridad, responden a la misma gramática de la Angustias ubetense, un poco más toscas por su juventud. Habría que destacar en la Caridad un rostro alargado con cierto brío, así como su posición erguida (posible influencia de Benlliure) y una expresión más ácida en la del Amor. Quizás el hecho de que no fueran aceptadas responde a la idea que explica Romero Torres al hablar de la presencia de un círculo granadino hasta que finalmente se imponen las ideas sevillanas basadas en la presencia de Antonio Castillo Lastrucci. Verdaderamente Málaga siempre se ha caracterizado por una estética muy dulce y refinada, visible en Pedro de Mena independientemente de la dureza de sus pliegues, así como la influencia del preciosismo de la imaginería en torno a Antequera (caso de José de Medina), por lo cual es normal que imágenes más crudas como es el gusto de Granada, de clara influencia de los Mora, no encajara frente al caso de Palma Burgos, que venía a redefinir una estética afín a esta ciudad episcopal de la que era natural.

 

 
 
Columna de Álora
Fuente: MAYORGA BERROCAL, Ildefonso

 

El año 1943 debió de ser muy prolífero en el joven imaginero, pues realiza la Columna de Álora (parroquia de la Encarnación). En realidad no se mueve mucho de la zona, pues Álora está muy cerca de Málaga, y no es muy difícil un contacto con la misma si tenemos en cuenta que José Navas Parejo era natural de dicho lugar. Basándose en la iconografía de la Santa Práxedes de Roma, muestra una anatomía algo más musculosa pero sin romper con sus líneas escurridizas; por otro lado, es una imagen viva de Cristo frente a las concepciones vencidas más afines a su gubia, negando en esta ocasión el patetismo para apostar por una dulzura que trasmite tranquilidad. Dicha imagen sustituyó a una perdida accidentalmente en una procesión en 1932 y es costeada por Antonia Castillo Casermeiro. A los pocos años el Cristo se agrieta y deja de salir en procesión; no conocemos a qué inclemencias meteorológicas estuvo expuesto, pero en la postguerra Prados López debió de trabajar rápido con madera considerablemente verde, quizás por ello muchas imágenes se hayan perdido en el olvido porque se pudieron considerar de mala calidad al empezar a agrietarse, cuando en realidad no lo eran.

En 1944 ejecuta el Cristo de los Favores de Granada (parroquia de San Cecilio) que realiza estación de penitencia hasta 1947 en que se compra una obra mucho más antigua al convento de Santa María Egipciaca. En la actualidad el Cristo de Prados López está en Loja (parroquia de Santa Catalina). Es una obra que talla en blanco en recuerdo al pétreo del Campo del Príncipe, en torno al cual surge la hermandad. Aunque se trata de una "réplica", es cierto que traza en la mascarilla muchos rasgos de su gramática y posteriormente, cuando el crucificado es policromado en Loja, presenta un patetismo típico y personal que rompe con esos rasgos que, en cierto modo, recuerdan a la dulzura de Pablo de Rojas marcados en el fervoroso monumento de Granada. Sí es cierto que la cruz, proporción del cuerpo más pequeño con respecto al cadalso, clasicismo anatómico o corrección del paño de pureza son muy similares y no extraños, pues entran dentro del gusto de Prados López, que conoce a la perfección lo que el primer maestro de Alcalá La Real había dejado en el manierismo granadino. Realmente el crucificado de Loja es la presentación que va a realizar de sus crucificados, esa mascarilla ligeramente hundida en donde se pueden destacar los profundos ojos en los que no niega la influencia de José de Mora, la terminación de la barba en dos mechoncitos partidos que se funden en la unión de las clavículas o los labios abiertos y congelados tras la expiración son detalles que delatan su mano, perfectamente los podemos ver en su Cristo de la Luz de Alcudia de Guadix (parroquia de la Anunciación).

En 1945 vuelve a enfrentarse a la iconografía del Yacente, en este caso para Almería (parroquia de San Pedro), un poco más sangriento y dinámico que el de Málaga, quizás tomando una línea que llevará a la piedra en su Yacente del Cementerio de Granada (1949) sobre el panteón de la familia López Ruiz, un poco desproporcionada la cabeza frente al cuerpo, quizás por incorporarla demasiado en el almohadón morturorio. Para esta misma hermandad almeriense realiza la Virgen de los Dolores. Se ha venido a decir de ella que es su mejor dolorosa, en la línea y gramática de las Angustias de Úbeda y anteriormente en la Caridad de Málaga.

Nos gustaría finalizar con su concepción de San Juan Evangelista. Conocido es el de Álora, similar en el tiempo al encargo de la Columna, se retira del culto por circunstancias técnicas que imaginamos, de hecho se restaura su policromía en 1998; es imagen interesante por su alargada mascarilla, con una concepción de triángulo isósceles invertido donde hay un cierto brío (dulce por supuesto, no llega a las tensiones de Francisco Palma Burgos), y por sus rasgos que tienden a ser un retrato. Otro realizó para Huércal-Overa en la posición de señalar el camino de la Vía Dolorosa, se trata de otro retrato anónimo en un muchacho joven de tez alargada, un aspecto de seguridad y seriedad más que tristeza y una larga melena que le cae por la espalda, todo envuelto en una serie de pliegues ligeramente irreales y acartonados en la túnica y manto que nos llevan a un neocubismo que se práctica en torno a los años 60 del siglo XX por muchos imagineros españoles.

 

 
 
Yacente de Málaga
Fuente: CEREZO ORTIGOSA, Alejandro

 

Podemos observar que, en lo que a imaginería se refiere, conocemos una etapa en cierto modo breve, porque comienza dentro de la contienda civil y prácticamente desaparece en los años 50, de tal modo que tenemos que indicar que la parte más productiva de Prados López en el segmento estudiado responde esencialmente a la oscura década de los años 40 en España, momento en el que comienzan a despuntar los grandes imagineros de la postguerra, para tener sus grandes etapas de producción artística en los 50 y 60, sumando posteriormente etapas finales. En el caso de Prados López ello no ocurre, o al menos no hemos conseguido conocer si existió una importante producción en imaginería a partir de los años 50. Parece ser que no.

A modo de conclusión, salvo en el caso de la Piedad, son pocas las iconografías más complejas a las que se enfrenta Prados López, muy posiblemente existan bastantes más desconocidas que, con el tiempo y nuevas investigaciones, nos puedan ir descubriendo nuevos rasgos del imaginero.

Hemos podido observar que es definible una etapa en los años 40, pero llegados a los 50 -volvemos a incidir- parece que como imaginero se perdiera, y salvo porque lo conocemos mediante actos públicos y algunas conferencias -no demasiadas- se enjuicia que no hubiera tallado más, aunque él dice encontrarse más maduro en su producción. Algunas hipótesis hemos lanzado, pero creemos que en un futuro habría que afinar más.

 

 
 
Angustias de Ceuta
Fuente: Gentileza del Consejo de Hermandades y Cofradías de Ceuta

 

Nota de La Hornacina: El autor es Doctor en Historia del arte por la Universidad de Jaén (UJAEN). Extracto modificado de su artículo "Una sutil aproximación a la imaginería pasional de Nicolás Prados López", publicado en el nº 38 de Notandum, mayo-agosto 2015, Universidad de São Paulo y Universidad de Oporto.

 

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